Estupenda novela negra postclásica en cuanto a su publicación
y ejecución, en cuanto a la época en que fue escrita, pero muy clásica en todo
lo demás, en su concepción, idea y estilo, en su influencia recogida. Una saga que
comienza con este título creada por un alumno aventajado del gran Raymond
Chandler, Robert B. Parker, y que tuvo un tremendo éxito, hasta el punto de que
se creó una famosa serie televisiva, que seguro muchos de vosotros recordaréis, en los años 80: “Spenser, detective privado”, protagonizada por Robert Urich.
Parker escribió 35 novelas del detective Spenser, su
personaje más famoso, primo hermano de Philip Marlowe y con toques de Sam Spade
e incluso Mike Hammer, que también tuvo su propia serie televisiva.
Todo en esta novela y en el estilo de Parker nos recuerda
al maestro Chandler, una influencia imprescindible para el escritor, de hecho
sus vínculos no acaban aquí, ya que debido a ese estilo tan tributario del
maestro, se le encargó concluir la novela inacabada de Chandler, "Poodle Springs". Además escribió una segunda parte
para “El sueño eterno”, otro clásico imprescindible de uno de los mayores
talentos de la literatura americana y de la novela negra.
Spenser es casi un sosias de Marlowe, el clásico detective duro, idealista, solitario, irónico, cínico, de réplica fácil y brillante que
da ese toque de humor inteligente a sus intervenciones y al conjunto de la
novela. La influencia de Hammer radicaría más en la relación de Spenser con las
mujeres.
La estructura y planteamiento de la novela también sigue
patrones chandlerianos, una estructura típica de la novela negra clásica además,
donde sólo cambia el entorno y la modernidad de los tiempos en los que se
desarrolla. Una historia plenamente urbana y encuadrada en el ambiente
universitario, que está bien mostrado. La novela negra siempre al pie de la
calle, de la actualidad. Boxeo, crímenes, mafia, alcohol, corrupción, tráfico
de drogas, asesinatos, infidelidades, asociaciones radicales y antisistema, la
ciudad… son algunos de los ingredientes que contiene esta entretenida novela.
La estructura mencionada, con dos casos aparentemente
distintos que acaban convergiendo, es un clásico en las novelas de Chandler,
una estructura típica suya.
Parker nos presenta una América que parece haber perdido la
inocencia, una inocencia que añora. Una América que ya no es lo que era y a la
que se contrapone la figura de nuestro protagonista, nuestro detective cínico,
hastiado con lo que le rodea, desencantado pero idealista, es decir, aquella
concepción de Quijote que se observaba también en Chandler. El mundo corrupto de
la novela negra. Un universo que se desarrolla a través de elementos clásicos
del género, un asunto nimio en apariencia que acaba adquiriendo una dimensión
global con lo más oscuro de la sociedad, retratando la corrupción social,
política, policial… Así nos centramos en el ambiente universitario, que como he
comentado está muy bien mostrado, con la Universidad como caldo de cultivo
ideológico, el blindaje, el corporativismo, la inmunidad de los profesores y
dirigentes universitarios, la fauna universitaria de alumnos estrafalarios, de
alumnos competentes, las asociaciones
psicodélicas y demoniacas en la universidad… Lo underground. Un antiguo
idealismo corrompido.
A todo esto se enfrenta la figura individualista del
detective. La clásica individualidad americana en la figura de Spenser, sobre
todo en contraste con la policía y sus conflictos. Irónico, cínico, hastiado,
duro, desencantado, solitario, idealista, lúgubre, taciturno, triste, de
decidida honestidad, protector de damas en apuros... el clásico detective de la
novela negra clásica. Un detective al que le gusta comer y cocinar además,
posible influencia para el Carvalho de Vázquez Montalbán, el detective
gastronómico, aunque ambos detectives aparecieron el mismo año, 1972. Un
detective con sus errores, aunque poco importantes en la trama, nada que manche
su competencia. Su soledad y su éxito con las mujeres también quedan
perfectamente expuestos.
Esa independencia con respeto a su entorno es mostrada de
una forma muy simpática por Parker, con los innumerables aparcamientos que de
su coche hace Spenser en la novela, siempre en zonas prohibidas e ilegales.
Parker se descubre con un buen observador detectivesco y nos
regala interesantes matices de la vida urbana, de su soledad, de sus rutinas...
Todo esto da profundidad a la novela y sus personajes. Un detallismo que
también es descriptivo, respetando el punto de vista subjetivo de Spenser,
siguiéndole en todo momento, relatando en primera persona, algo habitual en la
novela negra clásica. Los registros a estancias son buen ejemplo de ese
detallismo, aspectos clásicos del relato negro. La estética oscura, nocturna,
sabrosa, también es clásica y muy atractiva.
Además de los clásicos elementos del relato negro tendremos
un buen número de referencias culturales: escritores como Joyce Carol Oates, el
escritor medieval Richard Rolle, Geoffrey Chaucer, la feminista Germaine Greer,
Helen Gurley Brown, Milton y su “El paraíso perdido”, Robert Frost, Dante y “La
divina comedia”, Ian Fleming, “La obra del tiempo” y “La aguja” de Gammer
Gurton; actores y películas como Stepin Fetchit, Buster Keaton y “El Maquinista
de la General” (1926), Ann Sheridan, Brian Donlevy, homenajes a “Casablanca”
(Michael Curtiz, 1942) o “Tener y no tener” (Howard Hawks, 1944), Ronald
Colman, Fred Astaire y Ginger Rogers; filósofos como Herbert Marcuse; personalidades como Sacco y
Vanzetti, el espía John André o el
soldado Nathan Hale; músicos como Leonard Bernstein; pintores como Van Gogh,
Gauguin, Maurice Utrillo; nazis como Adolf Eichmann; personajes como Beowulf,
Sherlock Holmes en “El perro de los Baskerville”, James Bond…
En definitiva, una atractiva y reconocida novela negra
postclásica, pero muy clásica en su concepción, que sin ser ninguna genialidad
satisfará con creces a los amantes del género.
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