Tras el inmortal clásico de 1939, el eterno musical que
dirigió Victor Fleming y protagonizó Judy Garland, era de esperar que en la
época de remakes, precuelas y secuelas que estamos viviendo no tardara en
llegar un título relacionado con él.
Lyman Frank Baum escribió hasta 13 libros sobre el mundo de
Oz y la película que nos ocupa sería una especie de precuela de lo que se nos
cuenta en el musical de Fleming, que se basó en la novela “El maravilloso mago
de Oz”. Esta cinta no está basada en ninguna de las novelas del autor, que
serían secuelas, sino que coge su universo y lo homenajea.
La película que nos ocupa se centra en la llegada del famoso Mago de Oz… a Oz, y cómo logró ser el rey de ese mundo particular.
La estructura de la cinta es sencilla, consiste en describir
y luego seguir el proceso de redención y maduración del personaje principal,
Oz, interpretado por James Franco.
La música tiene el inconfundible estilo de Danny Elfman,
compositor habitual de Tim Burton, que aquí compone una partitura muy del estilo
de las que realiza para aquél. Estamos en Kansas, en 1905.
Raimi nos introduce en la historia con un gran plano
secuencia con grúa, y suponemos uso del ordenador, para presentarnos el circo
en el que trabaja nuestro protagonista como mago. El gran Oz. El plano
secuencia terminará, precisamente, junto a su caseta.
Toda esta introducción o primera parte de la película será
en blanco y negro.
Oz es un farsante, un mentiroso, un aprovechado, un
manipulador… un tipo bastante despreciable y egocéntrico. También es un
solitario. Un retrato muy marcado para un protagonista que sólo puede seguir
una evolución, y más estando en una película Disney, la de la redención y
maduración.
Usará una caja de música para camelarse a ingenuas jovencitas
y utilizarlas en sus espectáculos, además de beneficiárselas, que ya puestos…
“Oz, un mundo de fantasía” además de una historia de
fantasía, maduración y redención, es una apología y reflexión sobre el arte de la
representación, de la mentira, del engaño, de la apariencia. De lo imposible. La
mentira desde sus distintos puntos de vista y sentidos morales, la defensa de
esa mentira cuando no es egoísta, sino por un bien mayor. Una defensa de la
representación y la ingenuidad en la mirada, la inocencia necesaria para hacerla
posible. El espectáculo.
“Hágame andar”.
“Yo tengo fe en usted”.
Oz sentirá en sus carnes sus propias limitaciones, la
impotencia de la farsa, un primer paso a aceptar su verdad, una cura de
humildad y varapalo a su egocentrismo cuando una niña, fascinada por su magia,
le pida que le haga andar. Un buen y duro detalle para bajarle los pies al suelo.
Curiosamente Oz se mostrará sincero con otra chica, es ahí
donde vemos que en el fondo nuestro personaje tiene “cura”. Su abierta
conversación con Annie (Michelle Williams), no haciéndola albergar esperanzas y
manifestándole sus deseos, egoístas y egocéntricos, pero sinceros, así lo dejan
ver.
“No quiero ser un buen hombre, quiero ser un gran hombre”.
Oz no responde a las insinuaciones de matrimonio de Annie,
se niega a casarse con su enamorada amiga, a la que sólo ve tras varios meses a
su paso con el circo de gira. Annie anuncia a Oz que va a casarse con un tal
John Gale, si recordamos que en la novela Dorothy se apellidaba Gale
precisamente, podemos llegar a colegir que Annie sería la madre de la
protagonista de la cinta original.
En relación con la idea de espectáculo, tenemos otro momento
que además es un homenaje al cine, algo que se seguirá desarrollando hasta la
parte final, donde la idea se sublima. El “artilugio cinematográfico” que
simula un elefante en movimiento que hace funcionar Oz, mientras habla con Annie,
va en esa dirección. El cine como arte supremo de la representación, de la
mentira y el engaño.
Una introducción destinada al dibujo y presentación del
protagonista, que suplicará que no le pase nada y pedirá perdón, cuando se vea
dentro del tornado y su vida colgando de un hilo.
Raimi buscará, y logrará, el brusco contraste con el cambio
a color en el mundo de Oz. Un contraste radical, del blanco y negro a unos
colores extraordinariamente llamativos, expresivos e intensos, un colorido mundo
de fantasía generado por ordenador.
Una de las virtudes de la cinta y la dirección de Raimi son
los largos planos sostenidos que muestran toda la acción, algo no muy usado y
que denota calidad en el rodaje. Largos travellings como los reseñados, la
caída del globo por la cascada, la huida de Oz y Theodora al conocerse… Muchos
de estos planos se usan para describir el lugar, un lugar que parece diseñado
para Oz, donde la magia y lo imposible sí es verdadero. Una exhibición
sinfónica de luminosidad y colorido.
Este rasgo estilístico es muy de Raimi y sus cintas de
aventuras o acción, ya pudimos comprobar esa misma idea de travellings largos y
planos sostenidos en los vuelos del Hombre Araña en su trilogía de “Spiderman”.
También apreciaremos zooms para la primera aparición de un esbirro de la bruja
mala.
Lo onírico estará muy presente, lo imposible como un sueño
en el mundo de Oz. La aparición de Theodora (Mila Kunis), es un buen ejemplo de
esto. En esta primera parte la habitualmente pícara y frívola Mila Kunis
mostrará una actuación tremendamente ingenua y relamida, acorde con su
personaje bondadoso e infantil. Por ello caerá rendida a las atenciones del
galán Oz y a sus mentiras. Una relación que parece previsible, pero que tornará
pronto. Aquí volveremos a ver a Oz mentir y usar la caja de música, algo que de
alguna forma nos indica que esa mujer no le importa de verdad, porque ya
comprobamos que Oz es capaz de ser sincero con la que sí le importa. El caso es
que sus mentiras le posibilitarán un baile y un beso, camelarse a la bruja
buena que le dará acceso al trono y a las riquezas…
A lo ya reseñado hay que añadir que la estructura de la
película se fundamentará en la figura del elegido, una profecía que sitúa al
falso mago Oz, que se llama igual que el lugar en el que aterriza, como el
elegido para liberar a un pueblo.
La progresión de Oz será muy básica, de las aspiraciones
grandilocuentes y la avaricia, ejemplificada en sus motivaciones y decisiones
de ayudar al pueblo de Oz por el oro de la recompensa y poder ser rey, a la
humildad, generosidad y sacrificio con los que concluirá la aventura. Todo con
mucho tic Disney, productora de la cinta, y toques muy infantiles, como esas
hadas del río.
Serán muchas la referencias a la cinta de Fleming, como es
lógico, así veremos la gran Ciudad Esmeralda, de un verde intenso, el camino de
baldosas amarillas, las brujas malas, el tornado etc. etc.
Los tres personajes principales de “El mago de Oz” (Victor
Fleming, 1939), tienen sutiles referencias en la cinta, así veremos un león al
cual ahuyenta Oz, quizá haciéndole perder su valor, veremos un ejército de
espantapájaros a los que Oz logra insuflar vida en otro de sus trucos
tecnológicos, en cambio no observo ninguna referencia al hombre de hojalata, lo
cual me revienta un poco. Finley es un mono volador que en este caso ayuda al
protagonista, hay que recordar que en la cinta original también había monos
voladores que ayudaban a la bruja mala.
Como en la cinta de 1939 el mundo de Oz es como un
equivalente o manifestación mágica del real, ya vimos como los trabajadores de la granja de
Dorothy acaban siendo los equivalentes al león, el espantapájaros y el hombre
de hojalata en el mundo de Oz. Aquí ya hemos reseñado algunos paralelismos,
pero habrá más, el personaje del mono volador, Finley, que promete fidelidad a
Oz tras salvarle la vida, se corresponde con su ayudante en el mundo real y su
amada novia con la que le vimos ser sincero tendrá el mismo rostro que la bruja
blanca, Glinda (Michelle Williams).
Una de las paradojas de la película acaba resultando
gratificante, es la idea de que los trucos, la falsa magia de Oz, no servían
para nada práctico en su mundo, donde la magia verdadera no existe (se ve
incapaz de curar a una niña inválida, por ejemplo), pero curiosamente esa falsa
magia, trucos o elementos que aquí son puro espectáculo, en Oz sí que tendrán
influencia práctica, salvándole la vida en no pocas ocasiones, logrando que
otra niña, en este caso de porcelana, vuelva a anda, en un evidente contraste
con la que vimos al inicio, e incluso finalmente acabar con el sometimiento que
la bruja mala hace del mundo de Oz, es decir, su magia falsa acaba imponiéndose
a la verdadera, en lo que acaba siendo una enorme reivindicación del arte, el
espectáculo, la mentira y la ilusión. Del cine en última instancia.
Se insinúa un triángulo amoroso con la aparición de Rachel
Weisz, que se convertirá en cuarteto con la de Michelle Williams. Rachel Weisz
interpreta a la bruja mala Evanora, hermana de Theodora. Evanora sospechará de
Oz y lo probará, le encargará una misión, matar a la bruja mala, que en
realidad no lo es. En este camino conoceremos a nuevos personajes que se
convertirán en aliados del protagonista, la niña de porcelana y la bruja buena
Glinda.
El pueblo de porcelana y la muñeca que acompañará a Oz,
después de que éste le pegue las piernas para que pueda volver a andar, son
deslumbrantes visualmente. El personaje de la muñeca en sí tampoco es nada del
otro mundo. Es emotiva la escena en la que la muñeca, gracias al pegamento,
vuelve a andar. Grandes efectos especiales. Se logra transmitir toda la
delicadeza del personaje y la porcelana.
“Entonces vamos a matar a esa bruja”.
Ya van dos compañeros de viaje, la contundente muñeca y el
fiel mono. Kinley, el mono volador, es
otro personaje digital más para la colección, pero no resulta especialmente
reseñable, aunque se le supone debe dar un punto cómico.
Llama la atención la naturalidad con la que Oz acepta y se
adapta al mundo de fantasía en el que cayó por casualidad. Tampoco estaba la
cosa para matices dramáticos, supongo… No hay un buen desarrollo dramático al
respecto ni la expresividad suficiente.
El viaje por el “Bosque oscuro” nos remite de alguna forma a "La noche del cazador" (Charles Laughton, 1955), con esa atmósfera de terrorífico cuento infantil, la
araña por su tela y el siniestro pasear. Aquí será donde se nos presente a
Glinda, la supuesta bruja mala que no lo es, porque aquí ninguna es mala en
principio, por lo que alguna debe mentir y todas son sospechosas, la actitud de
Evanora no da confianza ninguna, ya vimos un rapto de ira de Theodora y a
Glinda no la conocíamos si quiera, pero el entorno en el que se mueve tampoco
es para confiar. Finalmente Evanora se desvelará como la bruja mala y Theodora,
en su pervertida ingenuidad, se transformará en otra peor aún.
En esta fase de la cinta todo el mundo parece
desenmascararse. Evanora manipulará a su hermana, que termina por transformarse
en la malvada bruja del oeste, y Oz confesará que no es un mago de verdad a
Glinda.
“Creo que es mejor correr”.
En la huida en burbujas de jabón tendremos más momentos de
deleite visual, colorido y vistosidad en una orgía excesiva. Glinda no tarda en
calar y aceptar a Oz, sabe que no es un mago de verdad pero cree que su persona
puede ayudar a su pueblo de igual forma. Glinda es rubia y buena, encontraste
con las otras brujas, que son morenas y malas, Theodora de forma sobrevenida. Glinda
ve en Oz la fe que necesita su pueblo, la fe como la mejor receta para tiempos
desesperados, lectura que se puede extrapolar a los duros tiempos actuales. Por
ello Glinda apoyará y ayudará a Oz para que dé rienda suelta a su gran farsa,
su gran actuación, si bien el protagonista seguirá empecinado en su oro.
El ego, la fe y las apariencias son temas fundamentales de
la película. Temas de los que derivan otros, los celos, las envidias, la
redención… Evanora y Theodora tendrán una bola de cristal que es un Gran
Hermano, capta todo lo que sucede en el mundo de Oz… menos lo que les ayudaría
a descubrir la farsa, parece ser…
Los celos transformarán a Theodora (Mila Kunis), que se
siente traicionada, y con razón. Una manzana, fruta muy de cuento, como en
Blancanieves, será usada por Evanora para completar dicha transformación en su
hermana. Una transformación horrorosa donde Raimi usará sombras expresionistas
y desarrollará la idea del físico como manifestación del interior... cuando
Theodora se convierta en una bruja mala además será fea. Kunis está muy
acertada en este rol más terrorífico.
Una conversación con la muñeca de porcelana impulsará a Oz a
hacer lo que ya sabíamos que haría, su gran función, usar la ciencia, imitar a
Edison y Houdini. Toda una creación repleta de imaginación e ingenio, con planes
de distracción, engaños para infiltrarse, ejércitos falsos de espantapájaros y
traca final… Para ello no contará con soldados sino con trabajadores normales y
corrientes que serán la mano de obra para la visión científica de Oz.
“Yo hago espantapájaros”.
Es simpática la broma en la que Oz interrumpe un número
musical en un irónico guiño a la cinta original.
Entre los trucos más destacados está el proyector, el cine
como la gran mentira definitiva, el gran truco del ilusionista. Oz, un
mentiroso, manipulador y tramposo dirigiendo esas características hacia la
honestidad, la generosidad y el sacrificio.
En la Ciudad Esmeralda veremos que Oz parece sucumbir a sus
peores instintos, su avaricia y egoísmo, pero cuando vemos que su globo vuela y
no nos lo muestran deducimos fácilmente que no va en él.
Es la gran farsa, el gran engaño, el definitivo homenaje de
la película a la mentira, al artificio, al arte en definitiva. Al cine, como he
comentado, de forma especial.
En la batalla final de brujas entre Glinda y Evanora, la
bruja mala acabará sucumbiendo y mostrando su verdadero rostro, su fealdad, en
una nueva referencia a las apariencias, que como he comentado es uno de los
temas principales de la película.
Como en toda cinta Disney que se precie los grandes
valores son reivindicados, la fe como auténtico vehículo de motivación y
redención, la amistad, el amor y la familia. Amistad, amor y familia que serán
los regalos que Oz haga a sus nuevos amigos. De esta forma Oz contradice
también a las apariencias, mostrándose finalmente bondadoso, bueno en el fondo y
dejando al lado su egoísmo para entregarse a la generosidad y el sacrificio, su
redención final. Finalmente Oz llega a creerse su propia apariencia.
Una aceptable precuela, infantil y muy lejos de la original
pero que se ve con agrado.
La versión pasada de Oz Un mundo maravilloso me parece que es la mejor, aunque la de 1939 no pierde crédito
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