De la mezcla de dos pasiones, el cine negro americano y Shakespeare, nace esta obra maestra asombrosa. Adaptación libre de Hamlet, donde se distinguen todas las tramas, temas e incluso se reconocen la mayoría de personajes pero libremente adaptados al género negro.
Realizada en 1960, un maduro Kurosawa da una nueva lección de cine profundo, simbólico, humanista, de enjundia, calidad y fuerza. Con un comienzo pausado, visto desde el punto de vista de unos periodistas que cubren la boda de la hija de un importante ejecutivo de una gran compañía, que influyó a Coppola para su magistral inicio de “El Padrino” (1972), en el que no sabemos muy bien de qué va la cosa pero sentimos como crece la tensión, gracias a la maestría de Kurosawa en la creación de ambientes y sensaciones intensas con elementos mínimos (una tarta, miradas...), nos vamos sumergiendo en una espiral violenta, tensa, en una trama donde se saca y se ve lo peor del ser humano, y es que al contrario que otras obras negras de Kurosawa, ésta es realmente desoladora.
A pesar de todo siempre hay un punto para la esperanza, pero solo a nivel personal, íntimo. La riqueza del film es inabarcable, como en todas las de su director, desde la puesta en escena, la simbología, las múltiples lecturas (significación de decorados, objetos...). Su libre adaptación de Hamlet no impide que estén los rasgos principales de la obra, (el hijo que quiere vengar a su padre, sus dudas, la farsa para desenmascarar a sus asesinos, aparentes fantasmas, suicidios fingidos...).
El protagonista principal, de nuevo Mifune, nuestro Hamlet, vuelve a ser un personaje que se rebela contra la injusticia, corrupción y todo un submundo de difícil asimilación y reconocimiento, motivado por el sentimiento de venganza, y que a diferencia de otros personajes de Kurosawa, usa medios moralmente cuestionables. Un personaje complejo que en ocasiones lucha contra su propia bondad. Un héroe moderno y trágico en toda regla. Como en el "Ángel ebrio" (1948), nuestro protagonista se rebela y lucha contra un gigante anónimo, en este caso, la corrupción. Un enemigo gigante, invisible, de múltiples cabezas, imposible de vencer salvo en pequeñas batallas, victorias individuales cuya recompensa es personal en exclusiva, íntima, para nosotros mismos y nuestra esencia. Victorias individuales que en Kurosawa son un canto a la esperanza, a la esperanza en la humanidad.
Esto no esconde que la película sea extremadamente pesimista y oscura. A nuestro protagonista, como he comentado, le mueve la venganza, es su leit motiv, y sólo su enamoramiento muestra fisuras en su determinación. En los aspectos técnicos la película es ejemplar, su variedad, riqueza y detallismo, la estética negra, su fotografía en blanco y negro, en especial en las escenas más oscuras, es simplemente magistral, no sólo a nivel estético sino de contenido y simbólico. Escenas como la que discurre en el despacho desde donde saltó el padre del protagonista, llena de sombras, casi alucinatoria, está íntimamente ligada al estado de ánimo y mental de los personajes, por poner un ejemplo.
Todo el desarrollo de la trama, de los personajes y los temas que en el film se tratan son complejísimos y realmente bien elaborados. Desde las secuencias importantes ambientadas en decorados que también son simbólicos (el secuestro en las ruinas, como símbolo de la desolación moral y falta de principios que propicia todo), hasta las más anecdóticas en apariencia, desarrollan todo lo mencionado y definen personalidades. Todo con un ritmo implacable. La creciente tensión, con una atmósfera cada vez más opresiva, está conseguidísima, como en las ya mencionadas escenas entre sombras en el despacho del padre.
Todos los personajes están perfectamente definidos por secundario que sea su rol. Señalar la facilidad de Kurosawa para recrear los sentimientos, transmitir lo que sienten los personajes con elementos mínimos (la escena de la esposa y el vaso es de antología o el final, donde vemos al que creíamos máximo villano, postrarse ante un jefe superior sin rostro).
Kurosawa nos habla de la deshumanización del poder, la venganza, la tiranía, el poder del amor, la redención, el perdón, los remordimientos, la traición, el honor, el conflicto en las relaciones, la imposibilidad de controlar los sentimientos, todos los infinitos temas de Hamlet, la indecisión, la duda, pero todo desde el prisma de Kurosawa en una visión brillante y personal, una relectura de Hamlet que se encontraría entre los más brillantes acercamientos a la obra de Shakespeare.
Magnífica crítica. Enhorabuena.
ResponderEliminarKurosawa fue un gran admirador y adaptador de obras clásicas occidentales. Otra adaptación excelente que hizo de Shakespeare fue "Trono de sangre", adaptación de "Macbeth", en lo que quizás fue su mejor película.
Así es, una de sus pasiones, Shakespeare, y de las mías jejeje. También RAN lo es. El número de joyas de este director es tremendo.
ResponderEliminarMuchas gracias y una alegría que se haya animado a participar.