martes, 25 de octubre de 2011

Crítica: EL DEMONIO DE LAS ARMAS (1950) -Última Parte-

JOSEPH H. LEWIS






Proseguimos con el juicio al chaval, Bart, donde se nos explica un poco su carácter y aspectos de su pasado, un chaval fascinado por las armas pero que es incapaz de hacer daño a nadie, y menos dispararle, algo que comprendió el propio Bart al disparar a un pollito, acto que le creó un trauma, como explica su hermana en la defensa que hace de su hermano. Nada impide por el contrario que se le encierre en un reformatorio por el robo cometido. Esa descripción del carácter es interesante, ya que nos muestra a un chico que no tiene maldad pero que también es débil a sus impulsos. Esa circunstancia es la que más sorprende del guión de Trumbo, que no se recurran a justificaciones externas para lo que hace Bart, sino que es inherente a su carácter.
Después de pasar su infancia en dicho reformatorio, Bart conduce su amor por las armas a través del fetichismo, coleccionando armas y usándolas como entretenimiento, después de haber pasado un tiempo en el ejército, donde también tuvo la oportunidad de cumplir su deseo de usar armas. Esa mención al ejercito de forma sutil indica los problema que seguramente tiene Bart para someterse a una disciplina, ya que al poco tiempo de dedicarse a enseñar a disparar se fue de la armada.


Llegamos al punto más flojo de la película, la escena donde se conocen los dos protagonistas, Bart y Annie, una escena de la cual podemos entender el tono y el sentido que se pretende con ella, pero que resulta absurda e inverosímil, nada significativo en el nivel general, pero que chirría. Que una profesional se someta a ser disparada, por alguien que no conoce, a la cabeza, con el riesgo que eso conlleva, es verdaderamente disparatado.
Bart es contratado en el espectáculo, lo que crea un conflicto sentimental, breve, entre Annie, el jefe del espectáculo y el propio Bart, que se resuelve con el despido de nuestros protagonistas y el comienzo de su relación.

Una relación de pasión desbordante, la misma que manifiestan por las armas es reflejada en lo personal, hoy día seguramente se hubieran rodado varios polvos de la parejita, aquí con las miradas, la forma de llevar la relación y el poder simbólico de las armas, símbolos fálicos, sobra.
Después de la boda y unos breves tiempos de felicidad, se impone la realidad y la necesidad, para ello se verán “obligados” a no cumplir las normas, una vez más el individualismo, en este caso mal entendido, que no se somete a las normas, un aspecto romántico que siempre ha gustado en Estados Unidos. Así se iniciarán en la senda de los robos. No se nos puede escapar la desviación de guión de la película que si bien usa el problema con las armas de Bart, poco tiene que ver con la trama en sí, que parece empezar cercana la mitad de la película.
No se plantean trabajar, y cuando se lo plantean el hecho de ganar poco, especialmente para Annie, es insoportable, su dependencia mutua hace el resto y se sumergen en una trepidante carrera hacia delante, que no podrán parar, de robo en robo. La escena en el motel donde Annie reconoce que no es buena y no quiere bajar su nivel de vida, es un tira y afloja donde la dependencia, la pasión, la manipulación forman parte de una relación donde no hay una víctima y un verdugo y en cambio sí hay amor verdadero.
La maravillosa dirección, bastante wellesiana en muchos momentos, da su do de pecho en algunos de los atracos que comete la pareja, si bien es cierto que no baja su magistral nivel en ningún momento del metraje. La variedad en la planificación e imaginación a todos los niveles parece no tener fin.


Es así donde llegamos a uno de los momentos míticos de la cinta, el robo rodado en un solo plano desde el interior del coche, un derroche técnico y de puesta en escena que es seguramente el plano más recordado de la película. Impresionante. 3 minutos y medio de una modernidad y osadía increíbles, rodados de forma maestra sin trampa ni cartón.








La película es predominantemente de exteriores, algo que la ha situado como un referente para la Nouvelle Vague.
El conflicto entre la pareja es evidente pero de alguna forma llegan a un equilibrio, él cede en principio y acepta la postura de ella de seguir con los robos para conseguir todo el dinero posible, y ella cede posteriormente para dejarlo una vez logrado el dinero que creen suficiente, aunque sea demasiado tarde. Una relación de pareja sumamente auténtica y donde cualquiera se puede identificar en ese tira y afloja, una relación donde hay manipulación y juego pero sobre todo sentimientos sinceros.

Bart reflexiona sobre su vida, sobre cómo vive una irrealidad, algo cierto ya que viven al margen de la sociedad, un mundo único y propio donde sólo ellos tiene cabida. Esto hace sufrir a su personaje, débil de carácter, y es lo que hace que ella comprenda que deben parar también. La libertad de los delincuentes, ese valor para dictar sus propias reglas, esa esencia de fondo siempre tendrá las simpatías del público americano. En la película se muestra, desde luego, desde una perspectiva romántica también.

El último trabajo es otro momento sublime, ejemplo de planificación y montaje, de encuadre y creación de tensión. En él vemos como Annie vuelve a perder los papeles cuando está en tensión, la personalidad de ambos es compleja, muy bien estructurada y elaborada, grandes personajes repletos de grises, ni buenos ni malos, con unas cosas positivas y otras negativas.
Los planos con la cámara situada dentro del coche a lo largo de la película son una auténtica gozada.


Annie y Bart son dos destinos entrelazados, no pueden separase aunque se lo propongan, su dependencia mutua les convierte en una sola persona destinada a la fatalidad. Tras el último robo logran vivir unos momentos de paz y placer en California, como la calma que precede a la tempestad, pero luego la pareja se ve obligada a una huida con cada vez menos esperanzada. En ella asistimos a la desmembración de la unidad familiar, con el secuestro al que Bart y Annie someten a la familia del primero, su hermana y sobrinos, con momentos sorprendentes como la reacción, en otra ida de olla espectacular de Annie, que pretende llevarse a uno de los niños como rehén para protegerse.
Cuando Bart descubre los asesinatos que Annie cometió, usa una metáfora que les compara a ellos con el arma y la munición, que siempre, deben ir juntas. El peligro, esa violencia visceral y pasional que representa el disparo define su relación, la une y consolida.
En la casa de la familia de Bart, oímos un tren lejano en varias ocasiones distintas, el tren como símbolo del destino final, destino fatalista para esa pareja y su amor “fou”, un aviso constante en el silbato de ese tren fuera de campo.
El final, magistral, con esa vuelta a la naturaleza, donde el escenario acaba resultando simbólico, totalmente desnudos y sin apenas opciones, los personajes acaban formando parte de ése entorno donde Lewis usa recursos excelentes para mostrar la regresión mencionada, así como la falta de expectativas, de esperanzas. Primero será el coche (la modernidad, la civilización) lo que se estropee, su incursión en el bosque, la paulatina caída de la noche, todo se va haciendo más opresivo en manos de Lewis, con acertada precisión y talento, para acabar en una ciénaga que amanece con una espesa niebla que no deja ver nada, sólo oír su propio miedo, no se ve nada, todo está vacío como el propio futuro de la pareja. Un final que es igual que el comienzo donde Bart en su huída acaba en el suelo a los pies de la policía sin lograr su propósito.
El final fatal da una dimensión épica y romántica a un conjunto sublime, una película antológica que es un referente y donde todas las virtudes mencionadas, su ritmo trepidante, su perfecta y ejemplar dirección y su excelencia a todos los niveles, la incluyen con justicia entre las grandes del género.





11 comentarios:

  1. Te leo con deleite, sinónimo de gozo, no líquido lácteo en gallego eh?25 de octubre de 2011, 10:22

    Ufff, de hoy no pase que la revise, me has enganchado absolutamente, jodío.
    El final, por lo que cuentas, me recuerda a aquella película de Bogart donde va a parar a los bosques que están a los pies del monte Rushmore, para morir en una huída imposible.
    Saludos marteros

    ResponderEliminar
  2. Precioso trailer el de youtube, con maravillosa música. Emocionante y tierno a la vez.

    ResponderEliminar
  3. "El último refugio" de Raoul Walsh ¿puede ser? Esa es otra obra maestra total. Pfff tremenda.

    Muchas gracias, espero que la disfrutes, cuando la veas dime que te pareció, si está a la altura de las expectativas. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Buenas. Mrsambo está on fire en twt. Le he dicho que le iba a contar aquí una anécdota que tengo con Malditos Bastardos.

    SPOILER de Malditos bastardos

    Tras muchos meses de intentos, convencí a mi señora para ver la última de Tarantino. Es que no le gusta nada de nada. Inmersos en la trama, cuando está comenzando a ejecutarse el ataque contra AH, me dice algo así como que "le van a estropear el plan" a la muchacha propietaria del local. Entonces, muy serio y pomposo le contesto: "Hombre, hay que tener en cuenta que Hitler no murió en ese cine".

    ResponderEliminar
  5. Sí, qué pasa. Venga, escribo un comentario más para que no se quede colgando visible la última frase del anterior.

    ResponderEliminar
  6. Jajaja, solamente se puede decir ante este alarde de adivinación, que extraña viniendo de una divinidad, que te pudo el lado historiador jajajajaja

    ResponderEliminar
  7. Es que cuando veo películas me dejo los atributos a un lado porque si no no tendría gracia.

    Tremenda anécdota ¿eh?

    ResponderEliminar
  8. Tengo hambre, y hoy tengo pasta con mogollón de cosas güenas25 de octubre de 2011, 14:23

    Es lo que tiene esa peli, que Tarantino hace historia ficción y le queda de cojones.
    Tarantino podrá gustar (a mi, un montón) o no, pero indiferente no deja el jodío.
    Osiris, a la mujer no se le vacila, que luego se queda uno con una cara de empanao que lo flipas. Ellas son más listas.

    ResponderEliminar
  9. Hombre a mí me ha gustado la anécdota, nos ha presentado al Osiris prepotente, chulo y sabiondo, es decir, muy madridista en su vida cotidiana jajaja

    ResponderEliminar
  10. LA VÌ HACE POCO Y DE VERDAD QUE LA HE DISFRUTADO, SUS ESCENAS, FOTOGRAFÌA, SITUACIONES TENSAS, ESA MUESTRA DE AMOR TRÀGICO- A LO HOLLYWOO, POR SUPUESTO-ME DEJARON UN BUENA IMPRESIÒN DE LO QUE ES UNA PEQUEÑA JOYA DEL SÈPTIMO ARTE, IMPRESINDIBLE!!!
    ROBERT LEDESMA- ECUADOR

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra mucho que la hayas disfrutado, es una joya, Robert.

      Un saludo.

      Eliminar