La Compañía T de Teatre celebra sus 25
años de profesión con esta reflexión sobre el dolor (el acrónimo E.V.A. se
refiere a la Escala Visual Analógica del dolor que mide en 10 puntos el grado
del dolor que experimenta un sujeto, tal como explica el personaje de Paloma
durante la obra). Cuatro compañeras de colegio (una actriz, Ágata, una
anestesista, Paloma, una madre soltera, Clara, y una agente de la propiedad
inmobiliaria, Lola) presentan diversas formas de manifestación del dolor.
Porque no hay sólo una; hay tantas manifestaciones como personas en el mundo.
Por otro lado, el dolor es parte del proceso vital y hay que saber gestionarlo,
que no anularlo, ya que eso (al igual que tener un objetivo de vida
absolutamente hedonista) tiene sus consecuencias.
Ágata
Ágata (Ágata Roca, haciendo una especie
de cameo), una actriz a punto de estrenar una obra, llega agobiada a una
residencia de ancianos de donde su madre y un abuelete se han fugado para
celebrar el día en que dio a luz tras 26 horas de dolores del parto. Las
acusaciones de Ágata a su madre definirán su dolor: no sentirse querida, la
falta de protagonismo a lo largo de la vida, cuyo camino se ha desarrollado por
la interpretación, ya que está necesitada de atención, “como todos los actores”. Esta exposición la conocemos en su
conversación con el cuidador de la residencia y ornitólogo aficionado, Piu
(Jordi Rico), que la reconoce como actriz famosa y le da las claves para
descubrir lo mucho que, en realidad, la quiere y admira su madre. Ágata está
angustiada por el inminente estreno, en el que tiene que cantar una canción,
momento para el que no se siente preparada. Es muy gracioso ese juego
realidad/ficción de su personaje, que va relatando aspectos reales en la
historia de la compañía, y los esfuerzos del cuidador por echarle una mano en
sus ensayos, que se encuentran con las negativas algo altivas de la actriz quien,
a la vez, se muestra frágil. Muy divertido el skype con su madre (intuimos que
la verdadera madre de la actriz) una vez la encuentran de celebración en
Sitges.
Lola
A Lola la conocemos en pleno trabajo:
está enseñando un piso a un cliente; su carácter es expansivo y algo afectado,
“adooora” las vistas, las casas que
vende, y así se lo presenta a Adam (Jordi Rico), quien, en realidad y tras su
conversación, vemos que es un antiguo compañero de colegio, tímido, a quien
siempre le había gustado Lola, cosa que explica a partir de una vieja foto de
esa época que conservó. Lola ve abrirse el cielo: hacer algo excitante,
distinto, en una vida como madre que no la satisface, que la lastra y que
somatiza en un tic muy significativo: el picor nervioso en el brazo. Su
“pretendiente” es “coach” y quedan para tomar algo, charlar… y lo que surja… En
el local se encontrarán con otro compañero de clase, que también aparece en la
foto y a quien habían puesto el mote de “El Garrulo”. Los tres recordarán
momentos pasados. Lola le explica a Adam que, precisamente, la canguro que está
con sus críos, Eva (Carolina Morro), es hija de Clara… Eva no le cae bien a
Lola, la encuentra demasiado “preparada”
(en una velada acusación de repelente). Esta tirantez se aprecia en el momento
en el que Lola se disculpa ante Eva por su retraso tras la cita con Adam, a la
que la canguro resta importancia, quedándose tranquilamente poniendo correos
mientras Lola se va a dormir…
Paloma
Paloma es una anestesista eminente, especialista
del dolor. Seria y profesional, se nos presenta en una conferencia en Estocolmo
explicando metodologías paliativas para las hernias discales más dolorosas y los
distintos elementos que utiliza, como un cuento zen. Es en este contexto donde
se nos da a conocer la escala que da el título a la obra. Su traductor de
inglés (interpretado por Jordi Rico) la piropea en directo, claramente
interesado, ante la incomodidad de una distante Paloma, y tras la conferencia
la lleva a un buen restaurante de la ciudad a intentar renovar un encuentro que
empezó unos meses atrás. Pero ella no está por la labor. Nos explica que es
frígida, que algo ocurrido en el pasado bloqueó todo sentimiento, para que no
duela. Propone acabar la cita, ya que al día siguiente tiene programada una
intervención quirúrgica...
Clara
Clara es energía pura, un torbellino, y
uno de los personajes fundamentales de la historia. La pillamos de baja de su
trabajo, profesora de historia, debido a su hernia discal. Está realizando una
“terapia alternativa” para liberarse del peso del pasado, ayudada por Yoshiro
(Albert Ribalta), un “maestro oriental” que ha llegado a su vida por consejo de
la hija que tuvo soltera y que se llama, precisamente, Eva. Una hija que planea
emanciparse, cosa que Clara lleva regular. Clara y su mentor bucean en el
inmenso armario de la casa en la que Clara creció y van encontrando retazos del
pasado, entre pinzamiento y pinzamiento de su columna, como los dibujos de la
niña en los que aparece reflejada jugando con ella a un juego con un teléfono
imaginario, como una foto de sus antiguos compañeros de colegio... Sabremos
entonces el dolor de la madre por no poder comunicarse con su hija, del peso de
la culpa por las ausencias en la infancia… Descubriremos, en un viaje al
pasado, lo importante que fue ese armario en la historia de nuestros
personajes.
Midiendo
escalas de dolor
De repente, algo recuerda a Clara una
noche en concreto y ¡zas!, sin apenas darnos cuenta hemos regresado a los 80. Suena
“Logical Song” de Supertramp en una fiesta en casa de Clara. Lola, Ágata, “El Garrulo” y Clara juegan a la güija, aunque algo asustados. Clara, muy líder,
tiene preparada una sorpresa más (que no nos explicitan, pero intuimos), y es
que en el armario se encuentra Paloma escondida, para asustar a los amigos,
pero sólo oímos su voz… “Clara, ¿puedo
salir ya?”….
A todas estas, ante ese recuerdo, Clara
se da cuenta de que algo ha cambiado en el armario de su madre. De repente hace
mucho frío, la iluminación nos sitúa en una especie de “limbo” y Clara puede “ver”
a Eva poniendo correos. Le pide explicaciones a Yoshiro sobre lo que está
pasando, quien le aconseja que la llame como hacía de pequeña, para contarle lo
que tenga dentro. Al hacerlo, suena el móvil de Eva, que tiene problemas de
cobertura. Clara le explica sus sentimientos, lo mucho que la quiere, las ganas
que tiene de que este paso sea positivo en su vida… pero Eva no la escucha bien,
se corta la comunicación y, visiblemente asustada, sale corriendo llamando a
Lola.
Sin solución de continuidad, estamos en
un quirófano. Clara sufre mucho en la camilla, la están interviniendo por una
crisis en su hernia discal. Llama a Yoshiro, que la intenta tranquilizar,
aunque en realidad en el quirófano no existe el tal Yoshiro, es un doctor que
explica a las enfermeras que a la paciente le ha dado por llamarle así, no se
sabe muy bien porqué. Están esperando a la anestesista, que entra… Es Paloma,
que se queda helada al ver a Clara. Finalmente, a petición del resto de colegas
médicos, reacciona y le calma el dolor. Clara la reconoce y se lo agradece, un
momento muy significativo para Paloma.
Ágata y Lola han ido al hospital a
acompañar a Eva, que está esperando los resultados, y charlan sobre Clara,
sobre sus recuerdos. Allí nos enteramos de que Clara le hacía lo que ahora
llamaríamos “bullying” a Paloma, que la dejó encerrada cinco horas la noche de
la güija y que eso tuvo sus consecuencias… Y en éstas están cuando entra Paloma,
a quien las amigas identifican. Lola físicamente, aunque desconoce su
trayectoria profesional, Ágata sabe que es una eminencia, ya que está
preparando una obra que trata sobre el dolor (guiño de nuevo), pero no se
acuerda de la anécdota de su pasado.
Las amigas se despiden. Ágata se va al
teatro y se prepara para hacer el ensayo de su canción. Paloma se queda sola y
llama a su traductor que, al no contestar, deja un mensaje en su buzón de voz. A
partir de este momento va a sentir, aunque duela, va a asumir el dolor como
parte de la vida. Curar a Clara, quien tanto la había herido, le ha hecho
comprender que a veces la vida tiene que doler y que puede que ese dolor sea
necesario para llegar a ser quien somos.
Valoración
Aunque ciertamente interesante en el
planteamiento temático, E.V.A. se muestra algo irregular en la materialización.
La obra responde perfectamente al género, ya que tiene innumerables momentos
tremendamente divertidos y otros muy líricos, intimistas.
Se entiende bien el dolor de Clara y el
de Paloma, pero cuesta un poco hacerse con el de Ágata o el de Lola, aunque las
actrices están muy divertidas en sus papeles. Nos supo a poco, pese a que las
actrices (y los actores, en sus acompañamientos) están perfectas, creíbles… muchas
tablas…
La escenografía y la iluminación, muy
bien resueltas. Un escenario que se convierte en sala de espera (mientras los
espectadores ocupan sus butacas, una leve iluminación permite ver a la que
luego sabremos que es Eva, mientras espera), habitación de residencia, armario,
sala de conferencias, local de copas, quirófano… todo con unas transiciones
sutiles, a la vista del público.
Y la canción de Ágata… Pues estupendo que
supere su bloqueo, que se atreva a cantar una canción después de 25 años de
carrera, aunque, en realidad y en honor a la verdad, cantar no sea lo suyo….
Autores:
Marc Artigau, Cristina Genebat, Julio Manrique.
Dirección: Julio Manrique
Género:
Tragicomedia
Intérpretes: Compañía estable ‘T de Teatre’: Rosa Gámiz (Lola), Carolina
Morro (Eva), Marta Pérez (Paloma), Carme Pla (Clara), Ágata Roca (Ágata),
Albert Ribalta (Yoshiro/Ángel), Jordi Rico (Piu/Adam).
Fechas:
Del 30 julio al 6 de agost- Festival de Barcelona
Grec 2017; Funciones previas del 30 de junio al 2 de julio.
Escenografía: Alejandro Andújar
Iluminación: Jaume Ventura
Sonido:
Damien Bazin
Sala: Teatre Romea
Producción: T de Teatre, Grec 2017, Teatre Romea.
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