Entretenida película de acción de uno de los más grandes
directores del cine moderno, fiel heredero de las esencias y virtudes clásicas,
que en sus inicios se entregó desde la dirección a los géneros en los que se
había encontrado más cómodo también como actor, el western y el thriller.
Clint Eastwood estaba en la primera parte de su carrera, aunque ya contaba con bastante experiencia y venía de hacer una joya como “El
fuera de la ley” (1976), pero que aquí apostó por un thriller sin mucha enjundia, un
mero entretenimiento no muy afortunado, pero reconocible en su autor y
personaje protagonista. Un Eastwood director que parece claro está más cómodo
en el western que en el thriller, así lo dice la calidad de los títulos que
realizó en uno y otro género. No es necesario entrar en las constantes con esta
película. Los signos más evidentes los tenemos en el personaje que interpreta
Eastwood, algo paródico de sí mismo, pero no es un título reseñable dentro de
su filmografía ni el director lo tomó especialmente en serio, aunque logra
entretener.
Un policía tiene orden de recoger a una presa y llevarla a
una comisaría en Phoenix para testificar en un juicio, pero lo que se pretendía
un sencillo trabajo se convertirá en una rocambolesca aventura cuando el agente
Ben Shockley descubra que nadie quiere que ni la chica ni él lleguen con vida.
Una trama manida y muy utilizada en los 70 y 80, con referencias a otras
historias de décadas anteriores, sobre todo en el western.
Hay una querencia al western, un western motorizado en zona
fronteriza, con tiroteos, motos en lugar de caballos, el tren y el
cuestionamiento de la ley. No es cierto que sea una obra de inmadurez, porque
Eastwood ya había realizado varias obras de arte, alguna absolutamente maestra,
en los 70, antes de la que aquí trato. “Infierno de cobardes” (1972) o “El fuera
de la ley” (1976), por ejemplo.
La película sólo puede entenderse desde un prisma comercial.
Una obra alimenticia absolutamente desmadrada y surrealista, exagerada y que
tiene tintes irónicos en esa exageración. Los tiroteos salvajes a coches, casas
o autobuses están pasadísimos de rosca voluntariamente. Un Eastwood que,
manteniendo las constantes de sus policías clásicos, añade determinadas
diferencias, como la torpeza y limitación de su protagonista masculino y la
brillante lucidez del femenino, que contradice los clásicos prototipos del
genial director.
Clint interpreta a Ben Shockley, un competente y sobrado
agente al que se la sudan las normas, como siempre ha sido y será. Esto perturba
a sus jefes, que le ven sin afeitar y sin arreglar, esos detalles donde
Eastwood demuestra su rebeldía...
Presenta una amistad con un compañero con el que vivió
muchas aventuras y al que han ascendido, que también se preocupa por su
aspecto. Un fiel amigo interpretado por Pat Hingle.
Travellings de seguimiento y panorámicas dando agilidad a la
puesta en escena en algunas de las conversaciones (a pie o en coche). También
planos y contraplanos si las conversaciones tienen a los personajes sentados o
sin movimiento. Da gusto ver al Eastwood de estilo depurado, clásico, seguro,
sosteniendo los planos, dedicando silencios a sus personajes sin temor, sin
corte. Hay una escena hacia el final, en el viaje en autobús de la pareja,
donde se encuadra a ambos personajes que se cuentan sus sueños futuros juntos. En un momento dado, ella se interrumpirá, guardará un largo silencio y volverá a
intervenir… En esa escena se plasma toda la complicidad de la pareja, su
irrompible vínculo a esas alturas, además de alimentar el aliento épico ante
una aventura de incierto final.
La película se vertebra en dos pilares. La tensión y la
acción que da la misión, donde se insertarán las escenas de acción y suspense
intentando que Easwood no cumpla su objetivo de llevar a esa chica para que testifique;
y la relación del agente y la presa, que en principio será complicada y con
malos modos para poco a poco, y en base al mutuo entendimiento y a ese cariño
que se forja en toda aventura, terminar en afecto y amor.
Ella tratará de deshacerse de él, engañarle. Acertará en sus
advertencias aunque no siempre atinará en sus interpretaciones, mientras que
Eastwood deberá mantenerse en guardia por partida doble: ante los asesinos que
los persiguen y ante la chica.
Clint interpreta a un personaje que podría confundirse con
otros muchos suyos. Un policía chulo y descarado que es pura eficiencia y tiene
sus propias normas. Obediente en principio, pero en cuanto vea que lo que tiene
que obedecer no es justo o lógico, antepondrá su opinión a la de sus superiores.
El individualismo, respetuoso de jerarquías cuando es menester, contra el manipulador
entorno que pretende controlarlo.
Se lo pasará pipa en varias escenas, por ejemplo la del
grupo de moteros, a los que atemoriza él solo con su pistola a pesar de estar rodeado,
vacilándoles a conciencia.
-Motero: ¡Escucha! ¡Estas motos son nuestras!
-Ben: Y esta pistola es mía.
Esa será su evolución. Es el perfecto funcionario obediente
que escarmentará. Gus será la voz de la conciencia, la que eche abajo ese mundo
jerarquizado y ordenado en el que Ben estaba a gusto, haciéndole ver su
realidad y la del podrido mundo en el que estaba perfectamente integrado. Es
una underground, una prostituta, la que vendrá a dar luz en ese mundo de
corrupción, el pequeño atisbo moral de alguien que conoce esa podredumbre a la
perfección.
-Gus: Eso lo hace cualquier imbécil.
Se maneja muy bien el suspense, haciendo evolucionar con
acierto a la película desde su sencillez. Una misión en apariencia sencilla que se va tornando
imposible, con elementos que van intrigando al protagonista y a nosotros, creando
una atmósfera que generará la tensión futura. Las advertencias de la presa, las
apuestas en contra del cumplimiento de la misión encubiertas en unas carreras
de caballo… Todo hasta llegar al coche concertado para evitar problemas y que
este estalle.
Es un claro truco de guión que sea el conductor de la ambulancia el
que ponga en marcha el coche una vez llegan a su destino. ¿Por qué él, una vez
han llegado? Lo normal sería que dejara ahí al policía y la chica y se fuera,
pero no es así, lo que permite la huida de los protagonistas para desgracia de los malotes.
El personaje de Eastwood es puramente hawksiano, un
profesional de pura cepa que tomará como un reto personal que se cuestione si va a cumplir su trabajo. Un tanto machista, sus desprecios a la chica y su
profesión serán habituales (ella es prostituta, o era). No será el único, todos
los personajes masculinos la despreciarán, pero ella se elevará sobre esa
inmundicia dignificándose categóricamente. Gus (Sondra Locke) es mucho más
inteligente que su protector.
Poco después del cuarto de hora la acción se dispara, con
esas pequeñas licencias tramposas de guión. Una persecución y peleas varias
entre los dos protagonistas ponen la directa.
Es evidente que nuestro protagonista debería sospechar que
alguien le está engañando desde dentro, desde el cuerpo de policía, porque si
el coche que sólo él sabía dónde estaba y que usaría y la casa donde dice a
su jefe que se oculta son víctimas de atentados, es para sospechar… La misma
chica sospechará, advertirá que llamar para pedir ayuda a su jefe, el mismo
al que llamó antes de que un ejército de policía apareciese para acribillar la
casa en la que estaban, es arriesgado, pero el bueno de Eastwood es bastante ingenuo.
El espectador puede que sospeche incluso antes de todo esto, pero Ben Shockley
no se da por enterado… Por supuesto, la chica tendrá razón, y de una casa
acribillada pasaremos a un coche acribillado, aunque por fortuna Ben hizo caso
a modo de precaución y dejaron solo al policía que conducía.
La parte con el policía bocazas es buena, aunque éste es bastante cargante. Acabas deseando que lo aten, amordacen y dejen en la
carretera, llevándose el coche y dejando ese lastre atrás. Un lascivo psicópata
sin filtros al que Ben da excesiva cancha. Menos mal que está la chica para
ponerle en su sitio.
Simpática broma con ese cartel que dice que "Dios da la vida
eterna" tras ver cómo acribillan el coche de policía del bocazas.
La aparición de un helicóptero asesino no está justificada,
al contrario que las anteriores, delatadas por el comisario Blakelock (William
Prince), jefe de Ben. Como truco de guión es la afortunada aparición de los moteros para sacar a los protagonistas del desierto... Una escena de acción sacada de la manga (la del helicóptero), bien rodada,
aunque arriesgada para nuestros protagonistas, saliendo a campo abierto y solitario
para recibir los disparos desde el aire… Sería de esperar que si planean matar
al agente desde el aire, el tirador fuera medianamente diestro, pero es un
absoluto desastre, no dará una y mira que lo tiene a tiro… Por si fuera poco le
acompaña un piloto medio ciego, que se come unos cables eléctricos para poner
punto y final a la persecución.
El sexo está presente en la cinta, generalmente relacionado
con el personaje de Gus, la chica. El lascivo policía que les lleva, los
intentos de seducción de ella, el intento de violación en el tren, los trapos sucios que pretende ocultar el jefe
de Ben…
Ben deberá tocar fondo. Aprender a confiar en lo que
desconfiaba y a desconfiar en lo que confiaba. Un momento retratado en un
desierto, a la intemperie, entroncando con la naturaleza. Ahí se darán claves
sobre la trama. Ahí se desenmascarará al villano de la policía. Ahí se dará un
paso en la relación de la pareja.
La película entra en ritmo desenfrenado con la persecución
del helicóptero y la paliza de los dos moteros y su novia a Ben y el intento de
violación a Gus en el tren. Gus provocará sexualmente a los moteros para que
Ben se recupere y dé buena cuenta de ellos.
“No le pegarás a un mujer ¿eh?” Esta chica motera no ha
visto ninguna película de Clint Eastwood, está claro.
Tras estas aventuras se ablandarán los corazones, como es
lógico, y habida cuenta de que lo mismo están ante la última oportunidad, la
parejita tendrá una pasional noche de sexo desenfrenado.
Son interesantes las reflexiones sobre la policía que hace Ben, su desprecio en la juventud hacia ella y su paulatino respeto según fue creciendo,
hasta el punto de meterse en el cuerpo, comprendiendo su función. Esto pretende
hacer más comprensible su decepción. Un discurso sobre sueños rotos y
mitificados. Al mismo tiempo ella hablará con su madre contándole una bonita
historia... de sueños posibles…
Ben, que es más bruto que un arado, anunciará su ruta a su
amigo para que se la desvele a su jefe, esa ruta suicida en Phoenix que piensa
recorrer a las bravas hasta cumplir su misión y encararse con el corrupto
comisario.
La obstinación de Ben, su afán por darse a valer, su
carácter decidido, muy de los personajes de Eastwood, contagiará a su compañera,
que le demostrará la confianza que nadie parece haber tenido en él nunca,
apostando a favor de aquella yegua a la que todos daban por perdedora (100 a
1), que en realidad era una apuesta a la propia misión de Ben.
El último tercio es para el momento más recordado de la
película, el clímax con ese autobús tuneado, al puro estilo “Equipo A”, y
dispuesto para recibir todo tipo de munición en el esperado tiroteo que
acontecerá a su llegada a Phoenix. Lo recuerdo con cariño, pero no hay por
donde cogerlo.
Una buena pajarraca se arma, con espectacular tiroteo en el
que a nadie se le ocurre pegar un tiro a las ruedas o cebarse con la zona del
motor, mientras el autobús avanza a paso de tortuga. Todo es tan interesante
como absurdo, ya que no se acaba de entender qué pretenden los policías… Si es
matarle, ¿por qué no interrumpen su paso y toman el autobús? Si no es eso,
¿para qué acribillan dicho autobús con el riesgo para la integridad física de
sus ocupantes? Un clímax bastante surrealista.
Es asombroso lo que aguanta ese autobús, que está protegido
y tuneado en la zona del conductor, pero lo demás… El caso es que los miles de
proyectiles no alcanzan ninguna zona básica del automóvil, que sigue su curso a
cámara lenta además, como vacilando al personal.
Una vez el autobús llegue a destino, cesarán los disparos,
Ben y Gus bajarán, un tanto renqueantes, pero ninguno de los cientos de
policías los detendrá, y eso que un segundo antes intentaban acribillarlos porque les dijeron que eran unos psicópatas peligrosos. El villano se volverá
loco y Ben usará al abogado de escudo. Blakelock matará al abogado, que estaba
contándolo todo ante la amenaza de Ben, intentará matar al propio Ben y cuando
se le acaben las balas recibirá un disparo de Gus… Bien, todo este tiroteo y
estos hechos sucederán ante unos impertérritos agentes, cientos de ellos, que
rodean la escena… Como en los patios de los colegios ante una pelea…
Alucinante.
Así que, viendo esto, la pareja emprende rumbo al juzgado.
Muchas debilidades… Toda la trama es surrealista.
Un mediocre título de Eastwood, que factura un thriller
entretenido, con buenas fases, sobre todo inicialmente, una idea para el clímax
interesante, pero con demasiadas lagunas y aspectos sin sentido.
En lo positivo es una película bien dirigida, con ritmo,
buena música de Jazz y aceptablemente interpretada, con una más que destacable
Sondra Locke.
En ningun lado vi que analizaran el desarrollo de la pelicula...
ResponderEliminar¿Testigo de que iba a ser Gus Molly?
¿Que relacion tenia Blakelock con la mafia?
La vi varias veces pero nunca desde el principio...no
Hola, Daniel. Por lo que cuenta Gus, la mafia la recomendó a Blakelock, que tuvo relación con ella a punta de pistola. Ella confirmaría esa relación, corroboraría algo que habría dicho el mafioso, como se escucha en una grabación, pero queda poco definido, ciertamente. Es un macguffin
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