Creadora de la figura del asesino como protagonista que
tantos títulos posteriores imitaron, llegando a su cima con “El silencio de un
hombre” o a su vertiente más entrañable con “León, el profesional”, cintas que
rinden evidente homenaje a la que nos ocupa. El asesino frío, despiadado, sin
escrúpulos, solitario, que adquiere cierto código de valores o da salida al que
alberga en su interior inconscientemente, que pasa de disfrutar con su trabajo
a guiarlo en pos de una buena causa, un sistema de valores rudimentario y
básico pero positivo y guiado por un elemento externo, otro personaje, una
chica quizá.
Aquí se inicia una colaboración de la que sería una de las
parejas míticas del género negro, la formada por Alan Ladd y Veronica Lake,
aunque luego coincidieron en “Saigon” (Leslie Fenton, 1948), una película de
aventuras, y en la curiosidad “Variety girl” (George Marshall, 1947), una comedia
musical repleta de cameos. Veronica Lake se convirtió en mito durante la
primera parte de esta década haciendo de mujer fatal de buenos sentimientos.
Una pareja mítica de actores menudos que daba francamente
bien en pantalla, porque si bajita era ella, bajito era él. Aquí Ladd, que
casi se presentaba al público en su primer papel importante, es teñido de moreno,
ocultando su rubio natural y contrastando con el rubio platino de la bellísima,
sensual y talentosa Lake, uno de los grandes nombres femeninos dentro del
género negro, que era ya tremendamente popular.
Dentro del género que les hizo eternos, la pareja coincidió
en esta que nos ocupa, su primera cinta juntos, en “La llave de cristal”
(Stuart Heisler, 1942), adaptando a Dashiell Hammett, y en “La dalia azul”
(George Marshall, 1946). Ninguna de las tres son grandes obras maestras dentro
del Noir, pero la que nos ocupa es la mejor de todas, un notable título de
referencia que adapta la novela de Graham Greene “A gun for sale”.
Curiosamente, el director de esta cinta dirigió una primera
versión de “La llave de cristal” (1935) que interpretaría su amigo Alan Ladd
posteriormente, en lo que es una simpática coincidencia.
Raven, El Cuervo (Alan Ladd), es un despiadado y eficaz
asesino a sueldo que disfruta sobremanera con su trabajo. Tras cumplir
competentemente con un encargo descubrirá que se le ha tendido una trampa, por
lo que deberá huir para descubrir quién está detrás. Por el camino se
encontrará con la novia del policía encargado del caso, Ellen (Veronica Lake),
que tratará de sacar el lado humano de ese robot asesino.
La película, que no llega a los 80 minutos, es de un ritmo
trepidante, y en ese sentido tenemos una memorable secuencia inicial que nos
describe a la perfección a ese asesino a sueldo que luego tendrá una excelente
progresión psicológica. Un asesino solitario, que vive única y exclusivamente
para matar, esperando la hora de hacer su trabajo durmiendo vestido, imagen que
recogería años después Jean-Pierre Melville en “El silencio de un hombre”
(1967). Adora a los gatos, da de comer al suyo, un rasgo de humanidad, que
entroncaría con la planta que cuida el también asesino a sueldo solitario León en “León, el profesional” (Luc Besson, 1994). Del mismo modo que se muestra
sensible, un atisbo para la esperanza en ese ser despiadado, con su gato, se
mostrará frío y violento con la chica de la limpieza que la toma con el animal,
el gato, en la habitación creyendo que él no estaba.
Acto seguido llega el momento de verle en acción. Una niña
inválida en una escalera le molesta, por lo que se planteará matarla en su huida,
controlándose en última instancia. En la habitación de su futura víctima
comienzan a incluirse elementos de tensión: un plano general que incluye a las
tres personas de la estancia, la víctima, su secretaria y el propio Raven; el
sonido de la cafetera que provoca nervios, primeros planos, frías sonrisas y
muertes secas y sin concesiones. La muerte de la secretaria, con un disparo a
través de la puerta, es excelente, pura frialdad. Oiremos como cae tras dicha
puerta y cómo el asesino comprueba que así es abriéndola a duras penas por la
dificultad que pone el cuerpo abatido.
Raven es un cínico, desconfiado e individualista, un
solitario empedernido endurecido. En la entrevista con el hombre que le
contrató, Willard Gates (Laird Cregar), se hará hincapié en la soledad de Raven
cuando le pregunte por su novia. Una secuencia donde en los planos generales se
observa a un Raven ensombrecido, en un detalle virtuoso de fotografía, un ser
oscuro y siniestro, un cuervo asesino. Presumirá con una sutil sonrisa de lo
bien que se siente matando, para la perturbación del hipócrita Gates, que dice
abominar la violencia pero le contrata para que la cometa… Siempre satisface
que se cuide la caracterización de los personajes, por ejemplo con hechos como
que Gates sea un comedor compulsivo de caramelos de menta.
“¿Quién se fía de nadie?”
“Vives y trabajas solo ¿eh?”
Las sombras irán invadiendo la puesta en escena,
acribillando como cuchillos a los personajes desde casi todos los puntos, el
expresionismo imprescindible en el relato negro.
Lake tendrá otra actuación para su lucimiento personal con
la canción de temática prestidigitadora pesquera.
Aprovechando que la sublime actuación le proporcionó un
empleo a la bella rubia con el villano Gates, un senador (Roger Imhof) la
captará para que actúe de espía, ya que se le considera un traidor al país que
proporciona información a los enemigos, en este caso fórmulas químicas para
compuestos venenosos que serían usados contra la población, algo que ya vimos
en la primera escena con Raven en acción.
Raven se fijará en un vestido femenino, comportamiento que
no es corriente en él, y pagará con uno de los billetes de 10 marcados. Es una
escena curiosa porque muestra otro rasgo de humanidad, ya que ese vestido es
para la chica de la limpieza a la que le rasgó el suyo en la primera escena,
Annie (Pamela Blake). Esto le servirá, afortunadamente, para descubrir la trampa
que le han tendido y huir. La silueta de un agente tras la puerta, de nuevo las
sombras, y el interrogatorio a la chica le alertarán. Todo esto dejará una buena
escena de suspense con la llamada telefónica y Raven oculto. No es un psicópata
redomado y aunque amenazará a los dueños del motel donde se hospeda si le delatan, no los matará.
Siguiendo este rastro se presenta a Michael Crane (Robert
Preston), el policía novio de Ellen (Veronica Lake). El primer encuentro de la
pareja será en una feria, donde ella se verá obligada a cubrir su mascarada,
lúdico lugar donde prometerá una futura vida juntos en un bello diálogo.
-Crane: Cariño, ¿cómo puedo convencerte de que me zurzas los
calcetines, me prepares la camisa y la casa, y limites tu trabajo a un sitio y
a un solo cliente?
-Ellen: ¡Oh Michael! Me habría muerto si me hubieses dejado
marchar sin decirme nada. Quiero a mi novio, quiero un hogar y varios hijos.
Siendo el tren el lugar perfecto para ligar la vida de dos
personas, Raven no dudará en coger como rehén a Ellen cuando se vea en apuros
una vez Gates le descubra allí y avise a la policía. Se inicia así una
persecución constante y el desarrollo de la relación de la pareja, que irán
mostrando sus habilidades y forma de ser, dejando al descubierto sus secretos
más ocultos.
Uno de los mayores defectos de la película radica en la
falta de elaboración desde el guión y la dirección de las evasiones del
protagonista, tanto en el motel, en el tren…. Hay un evidente escapismo y trucos
de guión que no convencen en absoluto. Incluso la pretensión de matar a Ellen,
para no dejar testigos, se impedirá por otra oportuna coincidencia.
Hay algo de inseguridad en esa sucesión de necesarias
huidas, siempre apuradas y por los pelos, como si no fuera suficiente con lo
que se cuenta, lo que denota cierta torpeza en el protagonista que acaba visto
por casi todo el mundo, y en los guionistas y el director que no saben sacar
mejor partido a estas situaciones para hacerlas verdaderamente brillantes. En
una película tan corta podían haber alargado más alguna o concentrado calidad
prescindiendo de tanta cantidad de estas escenas de suspense y evasión.
El villano para el que trabaja Gates, todos tienen un jefe,
tiene un aire al humorista español Gila.
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