Retomaremos a Bárbara (Bárbara Lennie), la chica que vimos
en la clase vacilar al profesor que interpretaba Sacristán, ya crecidita, con
su pareja y sus problemas psicológicos. Una psicótica que necesita medicación.
Casada con un psicólogo. Aparece completamente dependiente, sin filtros ni
mecanismos de autocontrol. Siente visceralmente y a la vez parece hastiada,
necesitada, sedienta, insaciable… Atará, complaciente, los zapatos a su marido,
que deberá estar pendiente de ella, avisándola de los horarios de su
medicación, que toma a regañadientes. Le hará un regalo, un collar.
A Bárbara su marido parece darle igual, está con él por su
situación social, su trabajo (es psicólogo y así tiene ayuda cerca) y la
comodidad que supone su estatus.
“Nada, veo la tele. Me mantiene mi marido”.
Bárbara vestirá de gris en este inicio, confundiéndose con
el sofá en la visita de los amigos… incluso antes. En esa reunión dejará
muestras de su perturbación…
“Es que no puedo dejar de pensar la cara que pondríais si
lanzase el bebé por la ventana”. Antes de decir esta frase, la escena ya
resultaba inquietante.
La consecuencia de esto será que su marido, Alfredo (Israel Elejalde),
le suministrará un somnífero y desaparecerá. Ese gesto parece cobarde en un
primer momento, abandonando a su mujer, pero luego descubriremos que no es así.
Bárbara tiene muchos complejos, por eso la vemos siempre
pidiendo perdón. Está perturbada, por ello cobra especial sentido que su marido
sea psiquiatra. Necesita comprensión y cariño, de manera constante, insaciable.
Tiene cierto complejo de inferioridad y sentimiento de culpa. No tiene filtros,
dice lo que piensa y piensa cosas muy estrambóticas…
Esa necesidad de contacto, de afecto, esa sensación de
dependencia y vulnerabilidad constante que siente Bárbara, quizá por haber
sufrido o no saber manejarse en la vida, quedarán patentes en su diálogo con
Luis.
“¿Me puedes dar un abrazo?” Una conmovedora petición que
parece apostar por la bondad de los desconocidos, como Blanche DuBois en “Un
tranvía llamado deseo” de Tennessee Williams.
“¿Quieres saber por qué veo estos programas de la tele?
Porque me gusta ver gente más desgraciada que yo”.
Aunque en un principio Luis interpretará mal el gesto de
Bárbara al pedirle un abrazo, nuestro profesor de literatura tendrá,
finalmente, sexo con la guapa perturbada. El sentimiento de culpa y el complejo
de inferioridad de Bárbara la acaban convirtiendo en una víctima propiciatoria. Su
debilidad le hace imposible oponerse a casi nada…
Él mentirá sobre su nombre, de Luis a Pedro… Ella, por su
parte, irá creciendo como personaje. Descubriremos que no es tan vulnerable, y
que los espejos que la reflejaban respondían a una personalidad falsa, que
esconde muchos secretos.
Un pasado turbulento al que recurrirá para conseguir el
dinero que Luis le pide en chantaje a cambio de no contar nada a su marido.
Ella fue prostituta y acudirá a una madame para la que trabajó en busca de
ayuda. Vestida de negro paseará por la lujosa piscina de ella. Una dama negra…
Su herida en la frente la hace parecer hindú, lo que no es baladí, ya que es un
símbolo que además de con Dios se relaciona con la situación marital. Un solo
trabajo y sin penetración… Un lugar excéntrico.
Un sacrificio haciendo sado en dos capítulos. Pero no el de
“50 sombras de Grey”. El desnudo de Bárbara, en plano frontal y lleno de
cicatrices, es perturbadoramente sensual. En el primer trabajo habrá una
palabra de protección: Hojalata.
El sonido de las cigarras enmarcará el sacrificio de nuestra protagonista. En over oiremos la conversación telefónica con el pacto mientras
presenciamos a la dolorida Bárbara descansar tras su castigo… Dinero en la
biblioteca, en la Constitución. “Nadie va a coger ese libro”.
Que se diga que nadie cogerá ese libro es una magnífica
broma de guión. Además de real.
Hay algo de humor cuando el padre descubre que el cetro que
acompaña al disfraz y que es un complemento aparte, es aún más caro que el
propio disfraz, por lo que tendrá que hacer un segundo chantaje. De 7 mil euros
a 20 mil. Humor sutil y despiadado.
Lo oriental.
He mencionado la influencia de Ozu en “Magical girl”, pero
es que lo oriental es pieza clave en toda la película, con un magistral juego
de cebos, ecos y subtextos relacionados que forman un puzle extraordinario. Lo
oriental se filtra en todo momento con pequeños detalles y guiños esenciales.
-Una melodía de una serie manga de la que Alicia, la niña
protagonista, es fan, inicia las referencias orientales. Una melodía que baila
antes de caer desmayada por su enfermedad.
-Cuando Luis (Luis Bermejo) busque información sobre el disfraz que anhela
su hija Alicia, buscará en internet, pero su buscador no será “Google”, sino
“Rampo!”. “Rampo” es una película japonesa de 1994 dirigida por Rintaro
Mayuzumi y Kazuyoshi Okuyama. También tenemos “Rampo noir” (Akio Jissoji,
Atsushi Kaneko y Hisayasu Sato, 2005). Ambas películas están basadas en novelas
o relatos de Rampo Edogawa. Y, por supuesto, las casualidades no existen en
esta película.
Pulsará “Voy a tener suerte” en vez de “Buscar con Rampo”,
en otra baza de ese destino marcado.
-En su pequeña depresión, Bárbara (Bárbara Lennie) beberá
para olvidar y consolarse. La botella es de “Sailor Moon”, que desconozco si
existe como bebida y de existir desconozco de qué es, pero lo que sí sé es que
“Sailor Moon” es una conocida serie “manga” del subgénero de las “magical
girls”. ¿Os suena como relación a la película? Por tanto es otro de esos
detalles que deja Vermut con referencia oriental y para vincular personajes
destinados a encontrarse, cruzarse y… destrozarse. Me parece un detalle
esplendoroso.
-Alicia (Lucía Pollán) ve unos dibujos en el Pc donde unos muñegotes van
vestidos de samurái…
-Damián (José Sacristán) comprará su comida en un establecimiento chino,
momento donde también comprará una piruleta, como eco de un cebo anterior, como
ya mencioné.
-Temas como la venganza y la obsesión son casi indispensables en
el cine oriental. Aquí vertebran la narración. La obsesión ilógica,
irremediable, mortal…
En contraste con todo lo oriental, tenemos una película muy
española. El pornógrafo que contrata a Bárbara, que deambula en silla de
ruedas, hará una aguda reflexión sobre la tauromaquia y España, precisamente,
Sobre instintos, técnica, cerebro y pasión.
“¿Sabes por qué España es un país en eterno conflicto?
Porque no tenemos claro si somos un país racional o emocional. Los países
nórdicos, por ejemplo, son países cerebrales, sin embargo lo árabes o los
latinos han aceptado su lado pasional sin complejo ni culpa”.
“Los españoles estamos en una balanza que está suspendida
justo en la mitad”. “¿Y que son las corridas de toros? La representación de la
lucha entre el instinto y la técnica, entre la emoción y la razón”.
Ostras. Bárbara!!! Q personaje. Aún no me he recuperado del shock.
ResponderEliminarCreo q este finde, ésta cae. Aunq miedo m da.
Espero la última.
Gracias!
Bss
Menuda es ésta! Mañana la traca final jaja.
EliminarBesos.