Cuando la
mítica productora independiente Cannon empezó a tener serios problemas
financieros debido a los fracasos de muchas de sus producciones, no
querían que pareciera que los tenían, así que se les ocurrió la idea de contratar a la
mayor estrella del cine de acción del momento, Sylvester Stallone, y pagarle el
mejor sueldo que hubiera en Hollywood, ¡con dos coj…! Así resolvían los
problemas los amigos Menahem Golan y Yoran Goblus de Cannon Entertainment. O
mejor dicho, no los resolvían.
Cuando el
representante de Stallone le dijo que su cliente no trabajaría con ellos ni por
10 millones de dólares, Menahem contestó: ¿y por 14? Sí, por 14 se ve que sí…
Su sueldo reventó el mercado.
El caso es
que “Cobra” fue un éxito de taquilla, uno de los mayores de la productora, lo
que alivió en cierta medida la situación, aunque duró poco, porque se
dedicaron a hacer cosas como “Yo, el halcón” (1986), con su recién adquirida estrella,
mítica película de…pulsos. Sí, de pulsos, algo que fue y sigue siendo un
pitorreo en Hollywood. Hasta los guionistas renegaban de ella.
Pero de
Cannon Entertainment y los primos israelíes Menahem y Yoran hablaré en otra ocasión,
porque la verdad es que no tiene desperdicio y merece la pena.
“Cobra”
entronca de lleno con la tradición del cine de vengador justiciero con poco
apego por la ley y mucho por la justicia, justicia que mide por sus propios
patrones éticos, lo que lleva a muchos a calificarlas de “fascistoides”. Una
figura, la del vengador justiciero descreído de la ley, que tiene su germen en
“Los sobornados” (1953) de Fritz Lang, pero que se desarrollaría especialmente en los
70 con las figuras de Charles Bronson, Chuck Norris o Clint Eastwood, con
personajes que se identificaban directamente con la justicia. Lo cierto es que
muchas de estas películas se cebaban con la gente de raza negra, de hecho
Charles Bronson se hartó de matar a negros en algunos de sus films.
Yo,
ciertamente, no me fijé nunca mucho en la raza de los muertos, pero es que yo
nunca me he fijado en la raza para nada…
En los 80,
toda esta tendencia se hizo más lúdica y accesible, “más guay”, en consonancia
con los tiempos.
“Cobra” es
un thriller mediocre, con guión tópico y convencional, que obtuvo un gran éxito
de taquilla en su época. Una cinta muy discreta de la que sólo puede salvarse
el retrato del protagonista y el primer cuarto de hora de metraje con su presentación.
Estuvo nominada a 6 premios Razzie.
Stallone,
autor del guión, ha participado en varias películas de esta índole. Aquí cobró
más de 13 millones de dólares por su trabajo.
El teniente
Marion Cobretti es un agente poco convencional. Cuando la cosa se pone difícil
sólo él con sus particulares y criticados procedimientos es capaz de
solucionarlo. A "Cobra", por el contrario, le desesperan las reglas y leyes
policiales, porque les limitan en la lucha contra el crimen, por ello se las salta a la torera cuando lo considera oportuno. Cuando una secta de fanáticos
asesinos tiene atemorizada a la ciudad, de nuevo “Cobra” parece el único remedio
posible para combatirlos.
“En América
se produce un robo cada 11 segundos, un asalto a mano armada cada 65 segundos,
un delito con violencia cada 25 segundos, un asesinato cada 24 minutos y 250
violaciones al día”… Voz over de ultratumba.
La introducción
tiene ciertos tintes míticos, un retrato abstracto de la secta siniestra que
extenderá el terror por la ciudad, con un motorista sin rostro, tatuajes y una
fotografía saturada de rojos. Una introducción que sólo sirve para marcar tono.
En los 80 se
cuidaban bastante los looks, con una fotografía muy esteticista, incluso en los
thrillers. “Cobra”, por ejemplo, podría pasar por icono gay siderúrgico. Las
pistolas reflejadas en las carrocerías de los coches también son un recurso
esteticista, que busca cierta abstracción en el cuerpo policial.
Usa mucho el
plano detalle para objetos, como armas, o para enfatizar, como esa boca del
asesino que aparece en primer plano para decir: “Liquidadla”.
La
mencionada escena en el hospital, con la enfermera y los intentos del asesino
por matar a la protagonista, tienen una evidente influencia hitchcockiana, que
deja buenos momentos, manieristas. Pies, pasos, reflejos, sombras, un guiño a
la escena de la ducha de “Psicosis” (1960), incluso a “El resplandor” (Stanley
Kubrick, 1980)…
También hay
tonterías en esta secuencia, como la pregunta de Ingrid al asesino: “¿Por qué
quieres asesinarme?” Por un momento pensé que se sentarían a debatirlo… La pobre
Ingrid no gana para sustos.
El montaje
paralelo es un recurso narrativo muy usado en la película, generalmente para
crear suspense.
La fase de
exposición, el primer cuarto del film, es lo mejor del mismo, con la
presentación del personaje principal, sus valores y su forma de actuar. Un
ataque a un supermercado, misión del motero que vimos en la introducción
enviado de la banda criminal.
El ataque al
supermercado estará salpicado de flashes con los símbolos y hachas que vimos en
el clandestino lugar de reunión de la secta criminal, para que los más
despistados relacionen los hechos, el ataque con la banda…
La
presentación y look del héroe es excelente, muy cuidado, carismático. Botas,
barba de tres días, cerilla en los labios –que todos sabemos utilizará en algún
momento-, Colt 45 al cinto de los vaqueros, guantes y unas gafas de sol que no
se quitará ni en la penumbra del supermercado cuando entre a resolver el
pequeño problemilla del pirado asesino. Unas gafas que no lo petaron tanto como
las Ray-ban de Tom Crusie en “Top gun” (Tony Scott, 1986), que batieron récords
de ventas, pero que molan.
Su gestito
tras hacer cada disparo queda algo ridículo, pero en los 80 eso era guay e
imitado por los chavales en los recreos de los colegios.
“Escucha,
gilipollas. Eres un mal tirador, y no me gustan los malos tiradores (esta
valoración seguro que le interesó mucho al asesino…). Has liquidado a un chaval
¡para nada! Ha llegado el momento de liquidarte a ti".
El señor
Cobretti no puede ser más chulo, literalmente no puede, porque entonces se replegaría
sobre sí mismo. Hasta se tomará una cervecita Coors en la zona de las Pepsis…
para refrescarse un poco.
-Malote:
Tengo una bomba. Mataré a estos y luego volaré todo el local.
-Cobra:
Adelante. Yo nunca compro aquí.
“No trato
con psicópatas. Yo me los cargo”. “El crimen es una plaga y yo soy el remedio”.
No se
quitará ni las gafas ni la cerilla de la boca para acabar con el asesino, ni
falta que hace…
Cobra no
sólo acometerá contra los criminales, también repartirá a la prensa “progre” y
al propio cuerpo de policía. Ridiculizará a un periodista tras preguntarle éste por
sus métodos, recriminando su celo en la protección de criminales. Todo ello
resulta bastante simplista y trasnochado.
-Periodista:
¿Usó usted de toda su fuerza mortal? (Sí, yo también me quedé perplejo con la
preguntita).
-Cobra: He
usado la que tenía.
Lo cierto es
que Cobra es genuino, su comportamiento es plano pero honesto y fiel a sus
principios, ya sea en acción o fuera de ella. Parece obsesivo, más bien bruto,
perspicaz, poco culto… Es solitario, taciturno, parco en palabras, categórico, come
poco y mal, no tiene libros en casa, ve la televisión y sólo parece pensar en
su trabajo. El plano donde sale reflejado en un cristal denota cierta
perturbación en él. Allí se quitará las gafas de sol para escuchar bien las
noticias… También se las quitará de noche, como es lógico.
-Cobra: Es
malo para tu salud.
-Macarrilla:
¿El qué, pinche?
-Cobra: Yo…
Vístete bien (Antes de arrancarle la camisa de un tirón). Así se las gasta
Cobra. Tan pancho.
“Eres un
buen ciudadano”.
Y es que en
esta película todos son medios tontos o tontos completos menos Cobra y, en
menor medida, la chica protagonista que interpreta Brigitte Nielsen. Un
ejemplo, los forenses que estudian los cuerpos de los asesinados por la banda
de “El Nuevo Mundo”. En su desconcierto por la arbitrariedad y distintos rasgos
y procedimientos de los crímenes, necesitarán de una pequeña ayuda del amigo
Cobra para ver la luz. Les dirá: “Quizá haya más de un asesino”. Y todo cobrará
sentido…
Hay otro
momento memorable que exuda inteligencia en el cuerpo policial. Es cuando
plantean sus dudas, tras ver como los villanos sabían sus planes, la dirección
de los policías encargados del caso y que se efectuase una llamada desde la
jefatura para distraer la vigilancia del hospital, sobre que los malos tengan a
alguien infiltrado en el cuerpo… Por si fuera poco asignarán a la villana,
precisamente, al caso en cuestión… Ya es mala suerte.
Las
cuestiones amorosas no se le dan tan bien a Cobra, aunque el resultado es igual
de eficaz. Cobra es más bruto que un arado, asilvestrado, no tiene en la labia
precisamente un arma cautivadora. Sus dotes seductoras no están especialmente
desarrolladas, pero con Brigitte Nielsen no le hacen falta. A nuestro vigilante
y dedicado agente de la ley le basta y le sobra con dos chistes malos, enseñar
músculo y acariciar su arma sensualmente. La buena de Brigitte Nielsen ve estas
cosas y no puede resistirse, se derrite inmediatamente, así que, claro, a Cobra
no le queda otra que… disparar.
Marion
Cobretti no es muy salado, no. Sus frases y bromas para ligar son lamentables.
De hecho, la buena de Ingrid debe ir bastante salida, no tener excesiva vida
social, estar muy necesitada o ser una mujer muy caliente, porque por las dotes
de seducción de nuestro protagonista no es seguro…
-Cobra: ¿No
tienes un salvavidas?
-Ingrid:
¿Para qué?
-Cobra:
Porque se le van a ahogar las patatas.
Un galán, el
tío…
Tampoco
debemos censurar del todo a Cobra por su falta de locuacidad, ya que los
diálogos a lo largo de toda la película son de traca. Están escritos por el
propio Stallone, que adapta una novela de Paula Gosling, pero esto es un
detalle sin importancia.
Dedicada a un gran fan de esta película, el Cobra de TAB, Samu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario