La aparición de Stanley Tucci, que interpreta a Joshua
Joyce, una especie de Steve Jobs malvado, de Frankenstein calvo, da inicio a
una fase expositiva sobre el uso de la tecnología de los Tranformers, con su
sustancia clave, el “Transformio”, materia programable. Una fase explicativa
sobre robots, las causas o motivos por los que sobran según algunos, los tratos
del gobierno y los avances científicos para construir los propios Transformers
al servicio humano. Mejorarlos incluso.
Estas fases son aburridas y no aportan nada, y sumadas a las
continuas digresiones de la película, absurdas en la mayor parte de casos,
alargan la misma de forma innecesaria y desesperante. Es la nada absoluta. Con
todo hay alguna buena broma, como la de la ex de Joyce.
Todo esto parece plantear “Transformers 4: La era de la
extinción” como una especie de thriller, no muy interesante y sin la más mínima
sutileza o clase, lo que la deja más en ridículo en sus partes más
argumentadas. La escena en el laboratorio con las tonterías inmaduras de
Bumblebee recuerda a aquella patética escena de la segunda parte donde dos
gemelos se pelean para descubrir un secreto tras una pared rocosa…
Las alianzas y pactos que se van sucediendo están cogidos
por los pelos, pero, ¿a quién le importa?
He comentado que uno de los grandes hallazgos de la película
es el robot con puro, pero hay otro, el Cerbero robótico que sirve a Lockdown.
¡Casi nada! ¿Qué nos va a sorprender si hablan de los “Creadores” como si tal
cosa y de que estos extinguieron a los dinosaurios así sin anestesia? Creadores
de los Transformers, se entiende…
La paternidad según Bay.
El mayor rasgo de madurez, de supuesta madurez, en Bay, lo
tenemos con el cambio de punto de vista en su protagonista. Del protagonista
juvenil que va pasando por distintas fases, del instituto a buscar un trabajo
responsable, ahora Bay se pone en la piel de un padre de familia, inmaduro
optimista, poco responsable, sin dinero, robando electricidad, ahuyentando a
compradores de su embargada propiedad, lleva 6 meses de impagos, vende chismes
inventados, es mecánico… Cade, padre de familia, es el nuevo sosías de Bay.
Cage saldrá de su “Templo tecnológico”, su ídolo es
Einstein, como el de Doc en “Regreso al futuro” (Robert Zemeckis, 1985), para
vivir una aventura que le redima y le demuestre a su hija lo que vale, hacerse
merecedor de su fe. Los protagonistas de Bay no tienen éxito en la normalidad,
necesitan de una aventura apocalíptica para reivindicarse.
“¿Qué parezco, un friki de Star Trek?”
Su hija es madura, tiene novio, que además es piloto,
sensata pero con escasa fe en su padre, aunque fiel al mismo. Bay se molestará
en desarrollar, con brocha gorda, por supuesto, la relación paterno-filial de
Cade con su hija, algo parecido a lo que hizo en “Amaggedon” (1998), especialmente con
el encuentro con el novio piloto. Motes como Speed Racer o “Papá Canguro”,
serán pullas que se lanzarán padre y novio. Se nos contará la historia de la
madre fallecida. La inmadurez y las ambiguas consecuencias… Bay es un defensor
de la inmadurez.
Bay se ha convertido en padre, su mirada anterior a las
relaciones en la saga siempre eran desde el punto de vista del hijo y resultaban
intrascendentes, aquí hay una evidente evolución que pretende ser más
reflexiva. Discusiones familiares de nuevo. Cuando Bay se detiene en los
conflictos familiares, trata el tema del amor contra la responsabilidad de
padre, que como conflicto es tonto y está tratado con torpeza y simplismo,
tanto desde los diálogos como desde los argumentos, pero no deja de sorprender.
Son interesantes ciertas reacciones y comportamientos del
trío en conflicto, veremos al padre jugarse la vida por intentar rescatar a su
hija, mientas Shane (Jack Reynor), el novio, se muestra más timorato y cobarde.
En ese mismo momento oiremos como Tessa (Nicola Peltz) llama a su padre,
ignorando al novio. El novio querrá quedar bien posteriormente… Dentro de la
nave, Cade, el padre, seguirá demostrando su valentía y carácter guerrero, al
contrario que el novio, un cobarde temeroso. El caso es que la gritona hija
que pedía a su padre, en el reencuentro
se abrazará al novio. Es el amor cambiante de hija.
No sé muy bien lo que ve la chica en el tal Shane, además de
poco decidido en la aventura no para de decir chorradas. ¿Por qué demonios dice
tantas estupideces ese chico?
“¡Si vas a hacer algo, hazlo ya!” ¿Qué quieres que haga,
desgraciado?
En la nave de Lockdown tenemos ciertas referencias cinéfilas a “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979) y a “Conan, el bárbaro” (John Milius, 1982). Bay disfruta haciendo volar su cámara por dicha nave, enseñándonos construcciones de hierro y metal. Repentinamente unos perretes robóticos se ponen a perseguir a la chica, que se salvará por los pelos, cuestión de darle un poco de cuota de pantalla… El trono de Lockdown nos recuerda a “Conan” y los aspectos más orgánicos, incluso se hablará de ácido en una broma robótica, nos llevan al universo “Alien”. También tendremos un momento a lo “Indiana Jones y el templo maldito” (Steven Spielberg, 1984) en el puente, con miedo, humor, conflictos, aventura y Bumblebee haciendo de Tarzán para alcanzar otro clímax ridículo.
Aquí de nuevo las digresiones y el supuesto humor de los
robots lastran una película ya insufrible, sin mencionar que resulta
anticlimático si se pretendía generar algún tipo de tensión. Digresiones
absurdas.
Un clímax más...
De viaje a China, al “Nido”, a recuperar las “semillas” que
amenazan con exterminarnos. Así preparamos el clímax donde Stanley Tucci
cobrará un repentino protagonismo al cambiar de bando como si tal cosa. Nuestros
protagonistas conseguirán su teléfono sin problemas, que para eso son los
protagonistas, y con su locuacidad le harán dudar de todos sus postulados e
ideas, hasta el punto de ponerlo a su favor. A Harold Attinger (Kelsey
Grammer), en cambio, no habrá quien le convenza, por lo que se define en el
villano fanático definitivo.
Total, los Autobots, Lockdown, Galvatrón y demás robots dispuestos a luchar. Supuesto humor, peleas, chorradas increíbles que asombran por el hecho de que hayan visto la luz, como esa escena con Tucci en el ascensor, donde además de cambiar de opinión con respecto a todo cambia de forma de actuar, de científico despiadado a víctima chistosa… Batallas, disparos entre robots, una nave estrellada, el villano humano, James Savoy (Titus Welliver), persiguiendo a Cade y agotando balas oportunamente, picados, alturas, descensos vertiginosos y peligrosos, ataques de histeria, un dinosaurio dragón, no me preguntéis mucho, que Optimus doma en un santiamén, como en el viejo oeste, el robot del puro en éxtasis positivo y eufórico, lluvia de metales, coches, barcos y edificios merced a un poderoso imán que los atrae, capaz de levantar todo eso, incluso dinosaurios de metal, pero no a una bombita sujetada por dos tíos… Así pasan el rato.
A Savoy lo mata Cade con un balón de fútbol americano, eco
del cebo de una de las primeras escenas donde el protagonista da un pelotazo a su amigo surfero.
Se ve que el personaje era un crack de ese deporte…
Además Wahlberg se pondrá filosófico y le explicará a
Optimus su modo de vida en una metáfora portentosa que sólo se le podía ocurrir
al mayor fan del metal que hay en el mundo del cine. Michael Bay se hizo
director, pero su vocación era la metalurgia.
“Aunque no tengas fe en nosotros, haz lo que hago yo,
encontrar el tesoro entre la chatarra”.
Modernidad y primitivismo juntos al estilo Bay con buenos planos generales y otros momentos confusos de hierros retorciéndose. Un clímax al que le falta tensión y épica, cosa que sí tuvo algún episodio de la saga, como el primero. El montaje y las reacciones parecen arbitrarias de forma continua, todo resulta disperso y sin continuidad, desastrado, desaliñado, con gente que aparece en un lugar y luego en otro, gente que desaparece y de la que nos olvidamos para rescatarla cuando ya ni lo esperábamos, por ejemplo como ocurre con Galvatrón, el uso de la elipsis no puede ser más lamentable, aspecto ya reseñado, llevándonos de un lado a otro sin ton ni son. Efectos especiales “reguleros” para el nivel actual.
El cúmulo de despropósitos se va acelerando conforme se acerca el final, donde la recuperación de los robots no me queda clara, el rollo prehistórico menos y las tonterías de la conclusión me dejan estupefacto. Apariciones repentinas y oportunas, Optimus luchando contra Lockdown; Attinger dedicándose a charlas en vez de a matar, se ve que va sobrado; Tessa, la hija de nuestro protagonista, montándose en un camión para acto seguido bajarse y empezar a enganchar cosas, no entiendo la manía que tiene esta chica de meterse en automóviles cuando la cosa se pone chunga… Un robot gigante, Lockdown, que se quita de encima como si tal cosa a Optimus, es incapaz de matar a Wahlberg, que llega incluso a frenar su arma ¡con sus propias manos! Hombre, Wahlberg está cachas, pero para tanto no da la cosa…
Que en plena batalla contra robots y con la necesidad de
salvar la Tierra, la chica le pregunte a su novio, “¿te alegras de haberme
conocido?”, ¿a quién leches se le ocurre? Esos diálogos de la marca Bay son de
lo más bochornoso que podéis contemplar en una pantalla de cine. No le va a la
zaga la despedida de Galvatrón, ni los niños pequeños pueden tomarse en serio
tanta soplapollez.
Con lo que más aluciné en este clímax es con el momento
donde Optimus se pone a volar… Vamos a ver, querido amigo, con una habilidad
tan útil como poder volar, ¿por qué diantres no la usas más a menudo? Que
debería volar más, o sea. En fin… no sé ni para qué pregunto…
Todos felices, con abrazos y perdices, el amor floreciente,
con los novios, Tucci y la china que trabaja para él y los robots pedantes,
especialmente Optimus, “dando la brasa” hasta la conclusión.
Moraleja, hazte amigo de los robots, de los robots buenos,
se entiende, no los trates mal, no son malos y juntos es más guay…
Música de los Imagine Dragons para los momentos finales,
homenajes a “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976), “El gran Lebowski” (Hermanos
Coen, 1998) o “Perdidos en el espacio”, y autohomenajes de Bay con “Dos policías
rebeldes 2” (2003), algo que le pirra sobremanera.
No es la peor de la saga, ni la mejor, pero aunque fuera la
mejor, seguiría siendo una mediocridad. Se puede decir sin temor que
posiblemente es la peor saga de la historia. De esta solo salvaría aspectos del
inicio, que con el nivel que tiene es para darse con un canto en los dientes.
Y no has comentado la toma reutilizada (¿plural?) como la de Megatrón en órbita acercándose a la Tierra.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado de esta película, al margen de tu crítica, es que no la he visto.
Jajajaja yo tampoco la vi, creo jajaja
EliminarJajajajajajajajajaja!!!!
ResponderEliminarEstarás más comedodo, pero yo me río igual!!!
Y quién fue a verla? Cto diró en cartelera y q taquilla sacó? Pq eso es para estudio sociológico!!!
Como dije ayer tras leer una anécdota en la q un padre le explicaba a su hijo q una fragua romana servía para q los romanos tuvieran electricidad, poco nos pasa con el nivel q hay…
Muchas gracias por traer estas pelis o antipelis o pelipestiño o lo q sea. Yo lo paso muy bien leyéndolas!
Bss!!
Mucha gente no lo entiende por tratarse del mejor blog de cine, el más culto y sofisticado jajaja, pero me lo paso pipa escribiendo sobre estas pelis.
EliminarFue un éxito de taquilla, supongo que por el público infantil y juvenil, por otra cosa...
Besos, Reina