sábado, 29 de noviembre de 2014

Crítica: SERENDIPITY (2001) -Última Parte-

PETER CHELSOM














No está nada mal retratada la soledad del personaje interpretado por Beckinsale, incluso rodeada de gente, parece pertenecer a un mundo que no es el suyo, como una princesa en un cuento que no le corresponde. Esto acaba suponiendo una coartada para que se decida a escapar, incluso de esa relación. Por tanto, no hay un romanticismo puro, un impulso mágico puro, si no que vemos que a su personaje le falta algo, no le dan algo en esos momentos, lo que la lleva a reaccionar. Es un aspecto que puede resultar algo incómodo. La lluvia pone rúbrica a toda esta atmósfera y sentimientos del personaje, que por fin tendrá, a la salida del concierto de su pareja, el primer gesto nostálgico hacia aquella persona que conoció una tarde en Nueva York al cruzarse con un cartel de “La Leyenda del Indomable” (Stuart Rosenberg, 1967). Huirá también de allí, como huyendo de posibles señales románticas…







Curiosamente la siguiente escena, donde se menciona el cartel de la citada película, se inicia con un sonido de polvo de estrellas, reforzando el aura mágica de la cinta, de este cuento de hadas con reglas propias.

Todo esto que comento, esa fachada que pretende ocultar su verdadero sentir, está plasmado visualmente de manera brillante cuando vemos a Sara a través de un espejo, momento elegido para que veamos por primera vez cómo la chica mira un billete con la ilusión de que pudiera estar el número de aquel semidesconcido. Desvelando su verdadero sentir.

La película está salpicada de sencillos y eficaces momentos de humor, como corresponde a su carácter de comedia, aunque este aspecto tendrá sus momentos más significados con la aparición de Eugene Levy, que interpreta a un molesto, extravagante y avispado dependiente. Así la escena donde el amigo Cusack se deja los cuernos y los cuartos para conocer los datos de Beckinsale a través de su número de cuenta es divertida.

Sin dar grandes muestras sobre lo que le ocurre, Sara se tomará unos días para pensar tras el aplazamiento de la boda, quizá el hortera video de vikingos que grabó su novio tenga que ver, no la podríamos culpar. Así el viaje que Sara emprende a Nueva York hay que entenderlo más como acto de propia voluntad que como manipulación del destino, ya que aunque es cierto que ve un cartel no es algo que podamos considerar raro y al final es ella por propia voluntad la que decide ir a la Gran Manzana. Un acto del destino hubiera sido que por motivos laborales o de algún tipo tuviera que ir por obligación a Nueva York, por lo que queda de manifiesto lo comentado al inicio, que la voluntad influye tanto o más que el destino en la reunión de la pareja.


¿Se reunirían si ella no decidiera ir a Nueva York? ¿Si él no decidiera buscarla? Destino y voluntad. Aquí encontramos ciertas contradicciones, especialmente en el personaje de Sara, cosa que no es del todo incoherente debido a ese extraño conflicto interno que tiene, contradicciones que la llevan a ponerse en manos del destino al llegar a Nueva York tras un movimiento de su voluntad que lo contradice.



La idea de que lo esencial, lo verdaderamente profundo, puede estar condensado en un simple segundo, es uno de los grandes hallazgos de la película. Debemos dar más importancia a cada segundo, desperdiciamos muchos y las cosas más fascinantes e importantes de la vida pasan en unos pocos de esos segundos. Hay que estar atentos siempre.



La importancia de la amistad y los amigos queda también bien expuesta en la cinta, Jonathan tendrá a Dean (Jeremy Piven) y Sara a Eve (Molly Shannon). Los dos amigos serán fieles y aunque reticentes al principio se involucrarán al máximo para que nuestros protagonistas lleguen hasta el final con su sueño. Dean, de hecho, pasará de la reticencia a ser el mayor motivador de Jonathan. Las amigas vagarán por Nueva York y dejarán buenas bromas, como esa imitación de Prada, Prado… mientras el destino las guía. Allí será donde reciba la publicidad sobre el campo de golf en el que estuvo Jonathan de un muñeco con forma de pelota. Ahora el destino sí parece impulsar al personaje.


¿Sabes quienes juegan al golf? Los que están gordos para jugar al tenis.”

En estas búsquedas de ambos personajes tenemos los mejores momentos de humor de la película, en esta parte central de la misma. Por ejemplo en el campo de golf o con el estrafalario pintor que acogió a Sara en Nueva York. En el campo de golf y al mismo tiempo que Sara estará el padre de Jonathan, que dará un pelotazo involuntario a Eve, un nuevo vínculo y contacto. Recordar que la otra vez que vimos al padre fue en la cena previa a la boda y allí Dean, el amigo de Jonathan, también mencionaba unos golpecitos en la base del cráneo, como el que recibirá Eve por dos veces. Es dudoso que sea un detalle buscado, pero ahí queda.




El director resalta pequeños gestos, esa idea de que cada gesto es importante, un chicle que se pega, una mano distraída que contacta con él tiempo después en el mismo sitio, un billete que se introduce en un monedero, gestos sin aparente importancia que acaban por ser determinantes. Incluso rozarán el encuentro al lado de “Serendipity”, el restaurante.


Más coincidencias afortunadas y perfectamente admisibles, la amiga de Sara, Eve, es también amiga de la futura esposa de Jonathan, Halley.


Aquí nos percatamos que ha habido cierta pausa en la película en cuanto a las coincidencias se refiere, que vuelven a dispararse al iniciarse la búsqueda mutua. Esta pausa puede desconcertar en cierta medida al espectador, pero es coherente con la lógica interna de la cinta, que se mantenía en hibernación hasta que ambos personajes se ponen manos a la obra. Así los dos tendrán “visiones” sobre bodas, una tienda él, la de la amiga de Eve, la propia Halley, ella. Eve incluso verá el ensayo de la boda y al propio Jonathan, hasta será invitada junto a Sara, ausente, a la boda.




La infructuosa búsqueda rendirá a Jonathan, momento en el que el destino llamará a la puerta.

Una escena espléndida.

El mejor momento de la película lo tenemos en el ensayo de la ceremonia de boda, una escena muy por encima de la media de las que vemos en las comedias románticas convencionales, tan romántica y coherente con el fondo como cruel.

  



Es el momento en el que una vez nuestro amigo Jonathan se ha rendido y asume que su futuro es con Halley (Bridget Moynahan), cuando tras recorrer gran parte de Nueva York siguiendo el rastro de un libro y de la propia Sara, es la propia Halley la que le hace el regalo que menos se esperaba. Como regalo de boda Halley le dará el libro en el que Sara puso su número, el que ha esperado encontrar todo ese tiempo, el que tanto buscaba. Un regalo producto de esa búsqueda en cierta medida, ya que ella se lo regala porque veía que él siempre lo miraba, un detalle de guión francamente magistral…  Como dije, era el libro el que tenía que llegar a él, y llegó de forma contundente. Cusack está soberbio en esta escena. Francamente emocionante.

La incredulidad y sorpresa de Dean al ver el libro hace obligado y lógico que sigan adelante en su búsqueda. Un amigo culto que incluso cita a Epicteto




Aquí la historia presenta ciertas debilidades, no preocupantes, elementos que se añaden que quedan forzados o artificiales, por ejemplo la confusión que se produce cuando Jonathan y Dean van a la supuesta casa de Sara, donde hay una chica parecida haciendo el amor con su pareja. No había necesidad de eso ni de hacerlo así. Es un evidente truco de guión para alejar a la pareja, poner las situaciones al límite y rendirlo aparentemente. Este detalle se compensa con la idea de que suspenda la boda posteriormente por decisión y sentimiento propio, no por haber encontrado a Sara, lo cual es un gran detalle de guión. Del mismo modo el descubrimiento del billete por parte de Sara se produce de una manera muy forzada, estirada al máximo, artificial. No deja de ser coherente al llevarlo al máximo y hasta el último momento, cuando ella va a coger el avión para irse, pero no logra el impacto deseado. Con un poquito más de elaboración esto último habría sido uno de esos momentos de tensión romántica perfectos. Con un poco más de elaboración lo imposible se hace asumible.






La elipsis global, que posibilitó la coincidencia del billete, nos deja la ruptura simultánea de ambas parejas. Oímos la de Beckinsale por teléfono y ella misma descubrirá la anulación de la boda de Cusack

Es muy bonita también la necrológica del esperanzado amigo, Dean, que confía en hacer las paces con su esposa y anima a Jonathan a seguir el camino que ha comenzado, su renacimiento romántico.



He mencionado ocasionalmente la importancia de lo táctil, del contacto, el vínculo que se genera en la pareja según ambos van tocando objetos que han sido tocados por el otro. Esto llegará al clímax con el encuentro final, el contacto piel con piel y el beso, una vez se ha dejado atrás el miedo al “¿y si no…?”. 




Las elipsis en medio de un beso suelen gustar mucho en los relatos románticos, así veremos a nuestra pareja un año después, un aniversario en el mismo lugar donde se conocieron comprando guantes. Es una lástima no oír cómo se cuentan todas las cosas, las coincidencias, que los dos tocaron el número 23 del ascensor y todas esas cosas, aunque sabemos que lo habrán hecho, pero ya puestos a entregarnos al romanticismo… ¿por qué no un poco más?



Serendipity” es una estupenda comedia romántica, muy agradable, que juega muy bien sus bazas manteniéndose fiel a las convenciones del género. No tiene grandes defectos reseñables, pero además de los mencionados cabe reprocharle la flagrante omisión del desamor. Están claras las intenciones de la película pero queda coja al hacerse tan evidente la omisión de las rupturas y el sufrimiento de las parejas abandonadas, con especial significación en la de Jonathan-Halley, algo que edulcora en exceso el final. Llama la atención especialmente porque la película se muestra cruel con este personaje en algunos momentos, como en la escena del libro, y que se omita su decepción, enfado o comprensión, el dolor, resulta algo manipulador, despreciando a esos personajes para mostrar sólo el lado agradable del amor y, como mucho, la tensión y expectación para conseguirlo. Cuando concluye es irremediable acabar pensando en cómo estará Halley, qué pasó con ella. Con esta decisión la película deja claras sus intenciones, por si había dudas.




Por lo demás estamos ante una comedia romántica muy bonita y, lo más importante para entender plenamente su coherencia interna y decisiones, un precioso cuento de hadas, donde salvo echar en falta cierta elaboración en algunos momentos y algo más de profundidad en los conceptos expuestos, el destino y la voluntad personal, funciona a la perfección, plantea interesantes preguntas y enamora sin contemplaciones. 

Una bella propuesta para creer en el amor y el destino, eficaz y maravillosamente interpretada, con mención especial para la pareja protagonista, la encantadora Beckinsale, es muy gracioso y simpático su gestito cuando se pone “tontita” de llevarse la mano a la boca y sonreír, y el siempre notable John Cusack, que hace la mejor interpretación de la cinta. Dos actores y dos personajes que no coinciden más de 15 minutos en pantalla, desde que se separan al inicio no vuelven a juntarse hasta el último momento. Otra originalidad.

Además en la banda sonora podemos disfrutar de John Meyer, David Gray, Louis Armstrong, de Bob Marley escribiendo para Annie Lennox, de St. Germain… una buena banda sonora Pop.

Una comedia romántica que no nos permite soñar es menos película.


 


Dedicada a mi prima Nora, a la que espero haya complacido esta dosis de romanticismo navideño.

6 comentarios:

  1. "Debemos dar más importancia a cada segundo, desperdiciamos muchos y las cosas más fascinantes e importantes de la vida pasan en unos pocos de esos segundos. Hay que estar atentos siempre."
    Pues sí.
    Bueno, se acabó la dosis romántica. Bien estuvo.
    Muy de acuerdo en q el desamor no está, y es obviar la otra cara del asunto, aunq comprendo q hacer ver el dolor del abandono no le interesaba mucho al director…el enamoramiento es romántico, pero tremendamente egoísta, y deja atrás todo y a todos por alcanzar el objeto del deseo. En primera persona es épico, visto desde fuera puede resultar hasta reprobatorio.
    Detesto los siniditos de polvo de estrellas. Me parece de un Barbie q tira para atrás. Un primer plano sostenido y un plano de una cara q sonríe bien interpretada me parece más adulto. Pero claro…quién soy yo…
    Gracias, Sambo, por traer una peli de estas características. Como dices: "Una comwdia romántica q no nos permite soñar, es menos película."
    Estoy segura de que a Nora le va a encantar este análisis. Un beso para ella!.
    Y bss para ti.

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    1. Sí que resulta cruel ese desamor, no ya reprobatorio, pero esa consecuencia está, ocultarla chirría.

      Jajajaja es un guiño, es muy cuento de hadas sin serlo, no me disgusta como se juega con esa ambivalencia.

      Me alegra que te haya gustado Reina. Besos

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  2. Me ha encantado el análisis. Desde luego es un indispensable en navidad.. es la máxima exponencia de la frase "el destino baraja las cartas y nosotros jugamos"
    Creo que ella decide ir a Nueva York porque desea cambiar el destino, o mas bien dejar de creer en el...
    Muchiskmas gracias por dedicarme estas tres maravillosas entradas
    Un millon de besos

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    1. Es muy posible, necesita confirmar sus dudas, pero hay muchos actos de voluntad además del mero juego del destino, sí.

      Un placer!! Un besazo!

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  3. Excelente crítica. Es mi película favorita de todos los tiempos. Ademas creo en el destino. Mi ex novio y yo estábamos separados y él vio esa película el mismo día que yo la vi. Meses después hablamos y me dijo que esa noche vio la película imaginándose que yo la veía también.

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    1. Muchas gracias Michelle! Bonita historia la que cuentas, casi un cuento de hadas, normal que te guste tanto la película. Un abrazo :)

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