miércoles, 5 de noviembre de 2014

Crítica: LUCHA EN LA SOMBRA (1941) -Parte 1/2-

VINCENT SHERMAN












Sensacional título de propaganda antinazi. Un thriller de suspense e intriga que retrata la vida en la propia Alemania, el estado de miedo, opresión, desconocimiento, desconfianza y alerta continua, donde las directrices del gobierno no osaban ponerse en duda y donde pequeños grupos de resistencia eran conscientes de las tropelías que estaba cometiendo su nación en nombre del partido nazi. Pequeños grupos que se oponían a esa tiranía en medio del convencimiento, la obsesión y el fanatismo generalizado.



Eric Franken (Philip Dorn) es un químico que tiene una segunda vida, es locutor de una radio clandestina que pretende advertir a la sociedad alemana de la realidad del gobierno nazi, de la realidad de la situación en su país, del estado del miedo y la opresión, de las barbaridades y tropelías que comenten. El hermano de Eric, Kurt (Jeffrey Lynn), es un fiel soldado y admirador de la causa nazi que se irá desencantando al introducirse en las interioridades del poder y enamorarse de una joven violinista, compañera en la emisora de Eric.





Como es habitual en cintas de este tipo, el director, Vincent Sherman, apuesta por una estética profundamente expresionista, muy acorde con la atmósfera de tensión, miedo y opresión del contexto de la historia, de ese régimen asfixiante y amenazante. Una atmósfera, la que propone Sherman, y una estética que funde a la perfección fondo y forma. Así será desde el mismo inicio, con unos magníficos y muy expresionistas títulos de crédito donde una linterna iluminará los nombres de los responsables de film.

El ritmo que impone el director es realmente excelente, casi frenético, un ritmo implacable, trepidante, casi agobiante, que vuelve a ser un acierto teniendo en cuenta la temática de la historia. Además se expone el ambiente, el contexto, el entorno y la situación de forma deslumbrante, escueta, ágil y con una velocidad endiablada. Berlín, espías, lugares secretos, radios clandestinas, resistencia a un régimen absolutista, violento y castrador… Sin llegar a los cinco minutos.

La película muestra un protagonismo dividido entre los dos hermanos, donde Eric (Philip Dorn), consciente de la realidad nazi, sería el lado positivo inicial y Kurt, fiel a los postulados del partido, el negativo que deberá evolucionar. Así, lo que al principio parece una confrontación entre hermanos de posiciones opuestas que puede dar para un intenso conflicto dramático, donde Eric sería el bueno de la película y el que deberá superar los apuros de la continua vigilancia, presión y persecución nazi, tornará poco a poco, manteniendo la anterior idea, en el desarrollo del personaje de Kurt, que acabará por convertirse en el más interesante, ya que es el que evoluciona de una posición hacia la contraria, y el gran protagonista. Dos grandes personajes indispensables para la estructura narrativa de la cinta, que ya con esto que comento se cimenta un interesante planteamiento que huye de lo previsible y convencional.





La cinta es una maravilla de agilidad y suspense y salvo algunas inconsistencias o situaciones inverosímiles, es un título verdaderamente notable, tan notable como desconocido.






Sherman es un director más que interesante, el ritmo que impone a sus películas deslumbra, la agilidad y dinamismo en el interior de los planos un rasgo de estilo, donde siempre habrá alguien moviéndose o entrando en plano, donde la cámara juega con vistosas panorámicas y travellings. Las ocultaciones, las identidades secretas, las actividades también secretas, las mentiras… son temas que aparecen en un buen número de las cintas de Sherman, que tocó, como solía ser habitual en los artesanos de Hollywood, todos los palos, pero que parecía encontrarse muy a gusto en las cintas de intriga y cine negro, géneros donde se prodigó más. Esta “Lucha en la sombra” es una de sus obras más destacadas, a pesar de ser muy desconocida, pero tiene otros muchos títulos interesantes y estimables, como la peculiar “A través de la noche” del mismo año (1941), con Humphrey Bogart, “Vieja amistad” (1943) con Bette Davis, cinta original de la que George Cukor haría un remake en 1981, “Ricas y famosas”; “The hard way” con Ida Lupino; “El señor Skeffington” (1944), de nuevo con la Davis; “In our time” (1944), de nuevo con la Lupino; otra cinta negra como “The Unfaithful” (1947); “El burlador de Castilla” (1948) con Errol Flynn; “Los condenados no lloran” (1950) cine negro con Joan Crawford; el peculiar western con Clark Gable y Ava Gardner, “Estrella del destino” (1952); “La envidiosa” (1950) de nuevo con Crawford; “La ciudad frente a mí” (1969) con Paul Newman, o peculiaridades excéntricas como “Cervantes” (1967), donde relata en clave de aventuras la juventud del genio de nuestra literatura, una cinta de producción española además.

Centrándonos en la cinta, una vez hemos presenciado las actividades de Eric (Philip Dorn) y su emisora secreta lo veremos en su casa, en su vida familiar, junto a sus amorosos padres. Allí se mencionará por primera vez a su hermano, Kurt (Jeffrey Lynn), algo que perturba a Eric, ya que su hermano, al contrario que él, es un soldado fiel y firme defensor del régimen nazi y sus postulados que llega del frente esa misma noche. También se nos presentará a otro personaje clave, Silvia, una violinista de la Resistencia  (Kaaren Verne) aliada de Eric, a la que veremos tocar en lo alto de una escalera, escenario que será clave en algunas otras secuencias.




Sherman describe con acierto el estado del país, agobiado, con miedo, asfixiante, donde todo es apariencia, donde los bares nos son bares, donde los estancos no son estancos, donde no se puede confiar en nadie, donde el hambre y la pobreza hacen necesarias las cartillas de racionamiento…



La dirección de Sherman es ejemplar, no sólo por la eficacia en el retrato comentado sino por su puesta en escena vigorosa y enérgica. En este inicio, siguiendo a Eric, lo veremos continuamente entrando o saliendo de lugares, de su lugar de trabajo, en el estanco, en la emisora clandestina, en su casa, al buscar a su hermano en la estación… siempre acompañado de panorámicas, grúas y travellings. Incluso en los planos sostenidos habrá ritmo y dinamismo en el encuadre con las mencionadas entradas y salidas, con los paseos y el movimiento de los personajes en su interior. De igual forma maneja los tonos a la perfección, la intriga, el suspense, que deja momentos notabilísimos, o el dramatismo, como el impacto que supone tanto para Eric en la estación como para la familia en casa el brazo que Kurt perdió en la guerra. Esto no evita que Sherman se tome su calma, que use el estatismo cuando la narración así lo necesita recurriendo al plano-contraplano, por ejemplo en la tensa comida familiar para celebrar el regreso de Kurt. Una escena soberbiamente rodada, estática, donde el director usa el plano general para la armonía y la paz y los primeros planos o planos más cercanos para los momentos de enfrentamiento, disputas o posiciones encontradas, ya que el padre de los Franken (Erwin Kalser) no está muy de acuerdo con los ideales del führer, lo que ofusca a Kurt.





Una puesta en escena espectacular, clásica, sencilla y virtuosa.

En esta puesta en escena las escaleras tendrán una gran presencia, ya vimos a Silvia tocando en la parte de arriba de una y ahora veremos al doctor Franken (Erwin Kalsen) bajar para recibir a Kurt antes del impacto que la pérdida de su brazo supone para la familia. La del bar donde toca Silvia será importante, de igual manera que la de la casa de los Franken, con subidas, bajadas y diálogos importantes recitados en ellas.



El zoom sobre el lema que el padre reivindica sellará la discusión en la mesa. Un lema que todos creen cumplir, curiosamente… Donde Kurt reivindica la fuerza y poderío militar alemán y el padre, sensato, argumenta que ser fuerte no implica tener razón.





¿Que mejor armadura que un corazón limpio? Está armado tres veces aquel que es justo, pero desnudo está aún llevando un traje de acero aquel cuya conciencia está corrompida por la injusticia”. Shakespeare.

Ser fuerte no siempre significa tener razón”.

Tras esta escena estática la movilidad y el dinamismo regresará con la visita de Her Müller (Ludwig Stossel), para recibir consejo del doctor Franken, ya que su mujer se encuentra enferma. Aquí tendremos otro conflicto, ya que Müller ha perdido a su hijo en el acorazado Bismark y se cuestiona la necesidad de la guerra que se lo ha llevado, lo que volverá a despertar la ira de Kurt. La película, con estas conversaciones, entra en una fase más reflexiva, sentando las bases del planteamiento y los conflictos, las posiciones de cada personaje. Una fase más pausada de tono más serio, triste, donde las velas apagadas por la doncella acaban siendo simbólicas y adecuadas al clima de la escena.



Müller usará la ironía contra los fanáticos comentarios de Kurt, mientras pide medicinas para su mujer, que no puede dormir a causa de la mencionada pérdida. Buen detalle, la razón y la palabra contra la furia del soldado alemán. Patriotismo, la guerra y sus consecuencias.

En esta escena veremos demasiados planos de la doncella, lo que intriga al espectador por dar importancia a un personaje tan secundario. Posteriormente tendremos la explicación a esta planificación, aunque sobra algún plano que otro de la mencionada doncella.



Terminada la cena, Eric intentará escaquearse para cumplir con sus clandestinas obligaciones, aunque antes le hablará de Silvia a su hermano Kurt. La mentira sobre su colaboradora en la radio clandestina será a través de un espejo, lo que escenifica a la perfección dicha mentira.




La película está repleta de sutilezas, el futuro vínculo entre Kurt y Silvia comenzará a gestarse por su afición musical. Veremos en casa de los Franken que Kurt gusta de tocar el piano, recordemos que Silvia toca el violín. No se subrayará más el tema, pero ahí queda señalado.


El cariño entre los hermanos es absolutamente incuestionable, por ello es tan eficaz el conflicto dramático y la divergencia de sus posturas.



A partir de aquí la cinta entra en una fase frenética, con algunas de las mejores escenas. Veremos a Eric en su actividad clandestina, contando la realidad de Alemania, la emergencia del gobierno para localizar la señal, los apuros y dificultades para cumplir la labor, la gran planificación de la Resistencia clandestina, con topos y gente situada en todos los lugares, con mención especial para otro personaje importante, Flora Gessner (Mona Maris), secretaria de los cargos más altos del ejército. Ella avisará en el momento oportuno para que nuestros amigos clandestinos logren escapar a tiempo, eso sí, con notables momentos de suspense, es una cinta brillantísima en este sentido, como cuando la radio móvil no arranca y deben hacerla estallar.





La mentira, los topos, la Resistencia, los traidores al poder, están bien vistos en la película, son valores a defender, necesarios, en la situación, entorno y contexto que se nos plantea, lo que resulta muy interesante.



La película presenta ciertas fisuras, artificios, inverosimilitudes, elementos excesivamente forzados a nivel narrativo, de trama, para generar conflictos, suspense o resolver situaciones. Así, que el bueno de Kurt vaya a ver a Silvia al descubrir que su hermano se había escabullido, creyendo que era un asunto de faldas, resulta extravagante, sobre todo porque no la conoce de nada y no se acaba de entender su intención, ya que suponiendo que su hermano esté con ella parece un tanto indiscreto presentarse sin invitación… El caso es que así comenzará la relación entre ambos personajes, con la chica bajando y subiendo la escalera del bar, resaltando lo que los separa, el secreto y la radical diferencia de opiniones.

Hay infinidad de sutilezas o detalles que añaden sabor a la trama en general o a las escenas de forma más concreta. Los chismorreos de los mandos alemanes sobre otros mandos alemanes, chismorreos lanzados por Flora, sobre asuntos económicos y que vemos extenderse cada vez más aumentando la intensidad y las cifras de los mismos (de 2 a 5 millones de marcos que luego pasarán a ser 10), es un pequeño ejemplo de ello, que ayuda a definir características de ese entorno y la gente que lo compone.


El éxito de las emisiones de la radio clandestina y el fracaso de los agentes alemanes para capturar a estos miembros subversivos que empiezan a resultar incómodos, despierta la furia de los altos mandos, personificados en el Coronel Heller (Martin Kosleck). Es por ello que se les ocurrirá un plan, una trampa, usando a un preso vinculado con la radio clandestina. Aquí es lógico preguntarse porqué no han hecho esto antes, es la táctica más evidente, sencilla y en apariencia eficaz para intentar solucionar el problema, pero se ve que estos alemanes no tienen la inteligencia y lucidez de los de verdad… El preso se llama Hoffman (Wolfgang Zilzer).




La película está repleta de trampas, giros, planes y situaciones límite que son un auténtico placer. Es por ello que esos momentos algo forzados o inverosímiles se perdonan con agrado.

Así llegaremos a la escena más destacada de la cinta, la de la trampa con el preso como cebo, Hoffman. Llena de suspense y con una cantidad de sutilezas que deslumbra. Esto, en una cinta que usa las sutilezas de forma abundante, lo dice todo. Nuestros protagonistas de la Resistencia se reunirán en el bar en el que trabaja Silvia. Allí les veremos hacer el saludo nazi, tomar algo mientras charlan y a un sospechoso personaje que los mira en segundo plano, personaje que es otro miembro de la Resistencia sobre el que no se subraya pero que está presente para actuar poco después en otro juego sutil… Hoffman pretende reunirse con ellos para traicionarlos. Aunque algunos de los compañeros advierten de una posible trampa confiarán en él.




El suspense crecerá, a Flora no le es posible avisar a sus compañeros en esta ocasión, en unas escenas francamente tensas, el hermano de Eric, Kurt, también se presentará en el bar, así como los miembros de la Gestapo… Todo el mundo se dará cita en el mismo lugar, la tensión llegando al máximo.




El expresionismo estético se hará con las riendas de la cinta para el clímax de esta soberbia escena y la no menos soberbia que le sigue. La parte final de esta escena, con todo el mundo en el bar, desembocará en violencia, como no podía ser de otro modo. Las luces se apagarán cuando la situación sea insostenible para dar una salida a nuestros amigos y las balas comenzarán a sobrevolar cabezas. Un joven de la Resistencia morirá subiendo las escaleras, una vez más las escaleras presentes, como un camino frustrado hacia un objetivo. Un gran aspecto visual repleto de sombras, claroscuros y tensión. El único pero que se le puede poner a la escena es la artificiosa fuga, ya que teniendo el bar rodeado lo lógico serían detenciones en masa, pero una elipsis lo resuelve todo.




Esta misma concepción visual, con las sombras violentas cruzando los encuadres y dominándolos, se mantiene en la siguiente secuencia en el lóbrego callejón por el que Hoffman, el traidor, camina, que parece salido de “El gabinete del doctor Caligari” (Robert Weine, 1920).



2 comentarios:

  1. Una pregunta, q la violinista esté el la parte d arriba de la escslera es pq el director la condidera un personaje "elevado" y lo resalta?
    El q los hermanos suban las escaleras juntos es pq asciende el q en ppio era reticente junto al q ya sabía de lo dañino del nazismo?
    (#escalerismos)
    Las gafas de chica de esta época hacen de cualquier bellezón una Rottenmeier cualquiera…
    Me gusta el B/N cuando es contrastado. Cuanto más expresionista, mejor!!!
    Esperando la segunda parte!! Gracias Sambo!!
    Bss

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    1. Con ella elevada se marca la diferencia con el que será su pareja, el hermano nazi, es como el camino hacia esa libertad clandestina. En esa escalera muere en la última escena que relato uno de la resistencia.

      La subida de los hermanos hay que irla analizando, es un camino que harán juntos de distintas formas, una vez arriba, el de la resistencia se las pirará jajaja.

      Tiene una estética magnífica esta peli. Sí, la verdad es que las gafas son reguleras jajaja.

      Gracias a ti, Reina. Besos.

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