sábado, 15 de noviembre de 2014

Crítica: LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE (1986)

JEANNOT SZWARC











Los crímenes de la calle Morgue” está considerado el primer relato de detectives de la historia de la literatura, la primera historia de deducción detectivesca, una obra del gran Edgar Allan Poe que será la referencia para las posteriores historias de Agatha Christie, Sherlock Holmes, de la novela negra americana con los Hammett, Chandler y compañía, el Hard Boiled y el cine negro clásico… Ahí es nada.

Ha habido varias adaptaciones del relato, uno de los más largos que escribió el escritor, “El doble asesinato de la calle Morgue” (Robert Florey, 1932) con Bela Lugosi; “El fantasma de la calle Morgue” (Roy del Ruth, 1954) con Karl Malden o esta que nos ocupa, “Los crímenes de la calle Morgue” (Jeannot Szwarc, 1986), que se rodó para la televisión con un aceptable reparto.




C. Auguste Dupin, un reputado detective, debe investigar un salvaje asesinato en un apartamento de París, del que no parece haber entrado ni salido nadie, para demostrar la inocencia del prometido de su hija.


Siendo una cinta para televisión su ambientación es correcta, aunque se le vea el cartón en algunas ocasiones. La suerte que tiene la película, que en sí es bastante mediocre, es que tiene un excelente texto para adaptar, que atrapa por sí solo gracias a sus elementos intrigantes de un caso aparentemente irresoluble que nuestro protagonista irá resolviendo gracias a su aguda inteligencia y capacidad de deducción. El problema viene cuando la dirección no está a la altura y todo lo demás resulta mediocre, a pesar de que los actores, George C. Scott, un jovencito Val Kilmer, la adicta al desnudo Rebecca De Mornay e Ian McShane, hacen lo que pueden y resuelven sus trabajos con corrección y talento.




Un primer asesinato en plano subjetivo irá marcando el tono. Una noche tenebrosa, niebla, cerca de un lago y un borracho que es brutalmente asesinado por algo que parece poseer una fuerza extraordinaria. Los asesinatos usarán ese recurso del plano subjetivo, aunque en algunos casos resultan algo cutres…


La noche, los pasadizos tenebrosos, los paseos solitarios, tensos y misteriosos, marcan un acertado tono de suspense e intriga en esta cinta que mezcla thriller, investigación y romanticismo. Un Londres nebuloso. Esto no evitará sustos gratuitos y vulgares en demostración de cierta inseguridad en la puesta en escena y lo que se está contando… Inevitable.

Los personajes están aceptablemente elaborados, con un George C. Scott que encarna con convicción y acierto al detective Dupin, jubilado a la fuerza en contra de su voluntad. Su frustración y desesperanza son mostradas con talento por el actor en el inicio de la película, donde se van planteando todas las claves y presentando a los personajes. La redención del personaje, la salida de su enclaustramiento voluntario, será  la principal clave dramática de la cinta. Las relaciones entre padre e hija, el ahijado (Val Kilmer) y su creciente relación amorosa con Mornay, el prometido acusado, Adolphe (Neil Dickson), el triángulo amoroso…son algunas de las aristas de la trama. Dicho triángulo es tremendamente débil y previsible. Todo lo concerniente a él carece de interés y resulta mediocre.


El salvaje asesinato a las mujeres en el piso está rodado de forma bastante expresionista, destrozos, sombras y algún salpicón de sangre, pero sin que veamos nada más, ni la ejecución ni el rostro del asesino, con mucho plano subjetivo… Hay un buen juego con las sombras en las escenas nocturnas, especialmente con crímenes. A partir de aquí se iniciará la investigación pura y dura comandada por Dupin (George C. Scott), ya que se acusará al prometido de Claire (Rebecca De Mornay). Un caso sin aparente solución que sólo él podrá resolver.



La puesta en escena es acartonada, rígida y meramente funcional, fuera de la interpretación de los protagonistas todo resulta anodino, sin fuerza, carente de la atmósfera debida a pesar de los esfuerzos de la ambientación.

Ian McShane interpreta al prefecto de policía que hará las veces de lo que será Lestrade en Sherlock Holmes. Se irán mostrando los procedimientos policiales, interrogatorios, búsqueda de pistas… Phillipe es el ahijado de Dupin, será su ayudante y además se enamorará de Claire, que está prometida con Adolphe.


El duelo entre el prefecto y Dupin es el clásico repleto de envidias, miedos al talento y rivalidad masculina que todo seguidor de las aventuras de Sherlock Holmes reconocerá inmediatamente como espejo del mencionado entre Lestrade y el propio Holmes, donde el protagonista abusará de su superior intelecto de forma continua ante su mediocre competidor.

La escena en la que Dupin y Phillipe investigan el piso de noche, encontrando respuestas a las incógnitas, es buen ejemplo de la falta de fuerza en la dirección, su convencionalismo, y a la vez de lo interesante del propio relato…



La conversación de Dupin y el cuidador de la bestia será ante un tablero de ajedrez, muy vinculado al personaje protagonista, en una partida que ganará él. La recreación del flashback es más bien mediocre.


El clímax es francamente malo, la falta de medios, de imaginación en la puesta en escena y talento visual del director resultan escandalosos. Un orangután que no resulta del todo amenazante y un supuesto suspense vergonzante. Un final ridículo, de traca, realmente vulgar.



Una discreta adaptación para la televisión de la gran obra del maestro Edgar Allan Poe, con un buen reparto que hace de forma competente su trabajo, y donde los grandes hallazgos de la cinta están exclusivamente limitados a la calidad de la obra literaria. Todo lo demás, desde la dirección y los añadidos del guión a los efectos especiales de andar por casa, son muy flojos. Con todo, entretiene gracias al interés del texto, aunque no le haga justicia.




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