miércoles, 28 de mayo de 2014

Crítica: EL LOBO DE MAR (1941) -Última Parte-

MICHAEL CURTIZ











La dignidad.

La dignidad es el tema fundamental de la cinta, un tema en el que se profundiza desde todos los puntos de vista, desarrollado ejemplarmente.

-La historia y el personaje que más conmueve y profundiza en este tema es la del doctor Prescott, magníficamente interpretado por Gene Lockhart. Él es un caído en desgracia, un médico antes digno que ha tocado fondo hasta el punto de considerarse a sí mismo una piltrafa, alguien incapaz de ejercer su profesión, la pérdida de confianza plena. Cuando el escritor, Van Weyden, demuestre que confía en él, el doctor recuperará parte de su dignidad e intentará ir recomponiéndose plenamente, pidiendo respeto para sí mismo tanto al capitán como a sus compañeros de tripulación. En esto mismo pondrá su acento Van Weyden con el capitán. El primer paso en esta recuperación de la dignidad lo veremos con su vestuario, por fin adecentado, y en su sobriedad prescindiendo del alcohol. Luego se dará a valer, como he comentado, pidiendo respeto a todos, pero no será hasta el momento antes de su suicidio, tras ser ultrajado y humillado, cuando la recupere por completo. Morirá digno.





- El doctor Prescott será despojado de su dignidad y para ello recurrirán a eliminar los aspectos externos que habían marcado la recomposición de la misma, el vestuario. La grandeza del personaje está en que esa dignidad la ha recobrado también interiormente, por lo que ese gesto ya no merma el hecho y por tanto es consciente de que allí no tiene nada que hacer. Es por ello que se suicidará, es un gesto digno, gesto de dignidad suprema y muy simbólico, ya que lo hará pronunciando un excelente discurso reivindicando esa dignidad y retratando a los que están allí abajo, habitantes del infierno, desde la máxima altura que puede alcanzar en el barco para luego lanzarse.




-Algo parecido ocurre con Ruth (Ida Lupino). Ella pretende ocultar su verdadera identidad, una presidiaria en una falsa dignidad, que no posee realmente, fingida… A través de George (John Garfield) aprenderá a aceptarse, ya que él asume plenamente lo que es, un ser completamente digno que no se somete al yugo de Larsen y sólo podrá ser obligado por la fuerza. Es por ello que George será uno de los supervivientes. Ruth, al redimirse, le acompañará, como unos Adán y Eva que surgen de ese infierno en el que han expiado sus pecados.

-“El lobo Larsen” también precisa de sentirse digno, de la dignidad, y esa es la mayor motivación por la que crea ese mundo paralelo en el que puede mandar, suplir su complejo de inferioridad, sentirse importante y digno, digno de respeto o miedo. Larsen sabe que en el mundo ”normal” no podría tenerla, nadie le consideraría. Así lo verbaliza Van Weyden, su necesidad de humillar para reafirmarse. Definiendo el retrato psicológico para el libro sobre su persona que quiere escribir.

-Las conversaciones entre Van Weyden y Larsen versarán de alguna forma sobre este tema, sobre todo cuando se refieran al doctor Prescott. Van Weyden pedirá al capitán Larsen que ayude a recuperar la dignidad al doctor, algo a lo que parece acceder, pero como en la fábula del escorpión y la rana Larsen no puede renunciar a su naturaleza y terminará humillando al médico. Desde luego era un reto para “El lobo” tras el retrato que le hizo el escritor. Si Larsen quiere demostrar que el escritor se equivoca en su juicio sobre él debería tratar bien al médico, cambiar sus comportamientos, pero su complejo de inferioridad se impone. Como detalle magistral observen la sutil mirada que lanza Robinson a Knox, el escritor, justo antes de patear al doctor y sumirle en la plena humillación.


Hay cierto simplismo o evidente explicitud en todas estas ideas, pero están bien tratadas y desarrolladas en general.

No sabemos como el personaje interpretado por John Garfield se entera del suicidio del doctor Prescott ya que estaba encerrado por indisciplina y nadie tenía acceso a él… salvo la bella Ruth (Ida Lupino), pero ella no le informa. Aquí comenzará a afianzarse su relación. En esta escena hay un extraño plano, una imagen sobre el rostro de Garfield fija ante la que tarda en iniciarse el encadenado a la siguiente secuencia, quizá un fallo de montaje o la copia… La relación entre estos dos personajes tiene momentos de gran sensualidad, aunque sin beso, como la escena en la puerta. Las puertas tendrán mucho que ver en la relación. Otra de las románticas, ésta en la parte final, será con otra puerta, cerrada en esta ocasión, que parece impedir su amor y que es muy bella, con una Lupino muy guapa.




“… hemos vivido toda nuestra vida en un solo día”.

La escena en la que “El lobo” Larsen se queda ciego ante la presencia de Van Weyden es excelente, describe a la perfección a los dos personajes, la realidad del capitán y su falta absoluta de principios, y la debilidad de Van Weyden, cediendo a sus sentimientos. Larsen pedirá piedad y el escritor se la concederá. Curtiz retrata esto magníficamente desde el plano visual, el rostro oculto de Larsen, falso, y el de Van Weyden reflejado en un espejo, la víctima de la falsedad. La interpretación de Edward G. Robinson es majestuosa en toda la película, pero en esta escena alcanza lo sublime. Vulnerable, frágil, desesperado… absolutamente creíble aunque resulte que finge.



La masa, manejable y manipulable.

La reflexión que hace “El lobo de mar” sobre las masas y su fácil manipulación es muy interesante, muy buena. Esto no evita que sea algo simplista o sencilla, esquemática, producto de la corta duración que parece hacer necesario ciertos cortes o que haya cierta falta de elaboración. Este es el único defecto de la película, ciertas lagunas por la falta de elaboración. Por ejemplo, no se explica con claridad cómo se produce el motín, cómo logra Garfield conseguir sus alianzas y apoyos, extrañan por repentinas, teniendo que dar por supuesto que en la sombra ha estado largo tiempo trabajándose el plan, un tiempo que tampoco queda definido, no sabemos cuánto ha pasado o pasa… Así todo ello aparece como repentino, falto de elaboración, casi gratuito, aunque comprensible.





Tampoco quedan claras las dos facciones en las que se divide el barco, hasta el punto de que parece que todos están contra Larsen, o la inmensa mayoría, por lo que no se entiende que le permitan elaborar un plan o ellos no puedan tomar la nave con facilidad. Mal expuesto o poco claro.

Cuando el motín parezca irreversible Larsen se habrá recompuesto y desarrollado un plan, con lo que esta reflexión sobre la manipulación de masas queda sobre el tapete de forma cristalina. El capitán (Edward G. Robinson), desvelará que conoce los planes de los amotinados pero que no piensa represaliarlos sino que compartirá las ganancias con todos tras robar pieles de focas… Esta sencilla proposición hará cambiar de opinión a todos los que se oponían al despiadado capitán… tan fácil. Mientras dice esto Curtiz encuadrará al tranquilo y mezquino cocinero (Barry Fitzgerald), inconsciente de lo que se le viene encima, ya que Larsen no siente nada por nadie y dará como tributo a la ansiosa muchedumbre a la que era su mano derecha y fiel siervo, que será lanzado al agua para que también quede retratada su mezquindad en su físico, perdiendo una pierna por el ataque de un tiburón.





Esto nos lleva a interesantes reflexiones sobre la esencia de la dictadura, de lo que mencioné algo con anterioridad, la cesión de derechos a cambio de seguridad, todo mezclado con ideas nietzscheanas algo torticeras.

El barco acaba suponiendo casi una metáfora de esa dictadura, un estado, un mundo, un universo aislado de todo.

Es divertida la ironía de que un tiburón le coma la pierna al cocinero del barco.

Así en una nueva demostración de crueldad sin escrúpulos, delatando al delator ante esa gente que pretendía someterle a él, los pondrá a su favor, retratándolos a casi todos, poniéndolos a su nivel de mezquindad.





La masa, manipulable por cualquiera, arrimándose al sol que más calienta, buscando sólo su beneficio personal, sin reflexión, sin valores, sin principios algunos, comprados con dinero podrido y robado de un tirano, ni siquiera por eso, por la promesa de eso. Gran parte de esto está enraizado en la incultura y en esa falta de valores y principios claros. Muy actual, desgraciadamente, y nunca pasa de moda esta idea. Una reflexión sobre las masas desoladora.



He mencionado en muchas ocasiones hablando de Michael Curtiz su magnífico juego con las sombras, aquí habrá una escena donde serán protagonistas especiales, la prueba de fidelidad entre George Leach y Humphrey Van Weyden, con ambos bañados en sombras, sus rostros invisibles, oscurecidos, como un mal presagio y a la vez un vínculo. Luego los veremos iluminados, de la desconfianza a la confianza.


El lobo de mar” es una cinta muy claustrofóbica, ese barco acaba siendo cada vez más agobiante, asfixiante, opresivo, donde todo parece aplastar cada vez más a los personajes y llevarlos a una fatalidad irremediable. El sonido, la niebla, la fotografía, la humedad… Con la huida parece que cuatro personajes se liberarán, entre ellos Ruth, George y Van Weyden, pero el pequeño bote acaba resultando igualmente claustrofóbico, sin salida. La súbita desaparición del cuarto miembro de esa evasión vuelve a situarnos de lleno en el mundo infernal de Larsen, en el inferno.

El bombardeo del hermano de Larsen a su barco, el “Fantasma”, parece llevarnos al plano que inició la película, con ese barco ocultándose en la niebla. Este será el momento donde el cocinero (Barry Fitzgerald) se tome su venganza y descubra la ceguera del capitán. La elipsis es magnífica.





La inclinación del barco se hace cada vez mayor, un magnífico decorado, y será el escenario del duelo final que enfrentará, principalmente, a Van Weynden con Larsen. Aquí nuestro protagonista, el escritor, volverá a retratar a Larsen, su miedo, esencia de su comportamiento, y en su sacrificio salvará el amor de ese infierno, personificado en George y Ruth. La muerte de Larsen, junto a su barco y su antagonista el escritor, será como el de sus hermanos, del que renegaba, junto a su barco, aunque ese barco es su mundo, que también muere con él. Una gran muerte, maravillosamente rodada y digna, a su manera.



Larsen no entenderá su situación, morirá en su ignorancia, feliz por adivinar un engaño, aunque sea tarde, una dignidad patética.





El lobo de mar” se descubre, por tanto, como una película tan aventurera como psicológica y profunda, reflexiva y con la fatalidad sobrevolándolo todo. Un reparto excepcional que hace un magnífico trabajo, en especial el gran Edward G. Robinson. La fotografía de Sol Polito, que es un portento, los efectos especiales de Byron Haskin, director de “La guerra de los mundos” (1953) entre otras, y la excelsa dirección de un director excepcional como es Michael Curtiz, culminan una obra soberbia, que salvo por ciertos aspectos donde falta algo de elaboración es redonda.










 



2 comentarios:

  1. Grandes planos! Ya lo has dicho! Las brumas, las dombras…
    Gracias por traer estas pelis! No la conocía!
    Grandes temas q invitan a la reflexión con estupenda fotografía. No me la imagino más q en b/n!! En color no hubiera sido tan efectiva como ambiente, me parece!!

    Siempre interesante e instructivo asomarse a esta tu casa…

    Gracias de nuevo!!

    Bss!!

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    1. EXACTOOO. Grande Reina, muchas veces se dice que el blanco y negro actual es gratuito o algo excéntrico, pedante bla bla blero, cuando en realidad siempre fascina y en muchas ocasiones encaja mejor en la historia. Esta cinta tiene un poder visual excepcional gracias al blanco y negro. Estoy contigo en que a color pierde fuerza, de hecho hay una versión para TV con Charles Bronson en el papel de Robinson.

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