Una de las cintas pioneras en el tema de la casa encantada y que está entre las películas de terror favoritas de Martin Scorsese. De naturalidad desbordante, esta película con temática sobrenatural tiene un desenfado acentuado en el que la comedia tiene tanta importancia como los elementos de terror y además sirve como distensión. Los elementos y el tono frívolo tienen mayor presencia en la primera parte, luego la película se va equilibrando y haciéndose más oscura predominando finalmente los elementos sobrenaturales.
Sin duda esa frivolidad puede hacer perder atmósfera en muchos momentos, que la película no impacte en sus intenciones de crear miedo o tensión, pero sí que la dotan de mucha naturalidad, realismo, lejos de la excesiva afectación que suele tener el género de terror lo cual, desde ese punto de vista, es un acierto.
La introducción ayuda a asumir las sutiles extrañezas que se suceden en la primera parte, que como comenté, está más dedicada a desarrollar los personajes y sus relaciones en un tono alegre que en otra cosa. Así actitudes de los animales o sensaciones expresadas de pasada por los protagonistas irán introduciendo al espectador en ese mundo fantástico.
El destino casual, como atraídos por una fuerza mayor, lleva a los hermanos protagonistas a una casa de vistas espectaculares pero extrañamente vacía.
Ray Milland no es, precisamente, el actor con más vis cómica del mundo, pero hace lo que puede sin resultar nunca creíble del todo.
Las relaciones entre los personajes están bien llevadas, Allen les dedica tiempo lo que favorece a la verosimilitud de todo ello.
La película explora con acierto los vínculos invisibles, los sentimientos y sensaciones inexplicables, la atracción, el amor, el miedo, el más allá…
En “Los intrusos” se dan cita todos los tópicos que abundarán en las películas con casa encantada que se realizarán con posterioridad, y que deben mucho a ésta, de hecho recibe homenajes en multitud de ellas más o menos voluntarios. Así tenemos, una escalera centro neurálgico de los aspectos más fantasmagóricos, posesiones, un enquistado conflicto familiar a resolver y causa de todos los males, lucha entre creencia y lógica, sesión de espiritismo…
La sutileza de los aspectos extraños que van creando tensión en el espectador y el clima de la película están muy logrados y han sido muy imitados, así la sensación fría de una habitación, una flor que se marchita, un animal que siente miedo… van introduciéndonos en los aspectos de más intriga de la película.
Una música más adecuada y no tan ligera, que acaba potenciando más el elemento frívolo que el de terror, hubiera venido muy bien al tono de la cinta.
Como antes comenté se desarrollan bien las relaciones entre personajes, pero las escenas del enamoramiento y excursión de los protagonistas por ejemplo, restan fuerza a la película como obra de fantaterror. Funcionan bien para el desarrollo narrativo de los personajes pero también es cierto que quedan algo flojas, quizá por la falta de habilidad de Milland en la comedia o quizá por la extrema diferencia de los dos géneros entre los que navega la película y que el director no acaba de lograr cohesionar del todo.
Las escenas de noche dentro de la casa, con unos negros intensos, son estupendas y dan rienda suelta a un conseguido expresionismo, muy adecuado al género. Como ejemplo la primera noche que pasa Milland en la casa y los sollozos que suenan.
Es cierto también que la forma de sobrellevar las extrañas situaciones que acontecen en la casa por parte del protagonista son un acierto muy a menudo, esa naturalidad, esa toma de distancia a través del humor dotan de originalidad y cierta credibilidad a la película.
La estructura está muy conseguida, del predomino de la comedia vamos pasando sutilmente a una mayor presencia de elementos fantásticos, hasta que en la segunda parte de la cinta el predominio de los elementos de terror y suspense son prioritarios.
Gail Russell (Stella) tampoco termina de convencer, parece estar en trance en todo momento o actuando para un anuncio de compresas, o simple y llanamente disfrutándolas. Las interpretaciones no son el punto fuerte de la función. Ruth Hussey (la hermana) sí está correcta.
La brillantez vuelve a la carga en las escenas con predominio de la oscuridad y escenas sólo iluminadas por una linterna o unas velas.
Es simpático que en la sesión de espiritismo se hable español, idioma de la tercera parte de un triángulo amoroso fantasmagórico.
El ritmo en esta segunda parte de la cinta se hace trepidante, las situaciones extrañas se suceden, sesión de güija, sonidos, cristales rotos, posesiones, puertas que se mueven, apariciones… La paz de la primera parte se torna alocada sucesión de fenómenos extraños en la segunda, sin respiro.
Lizzie, el personaje interpretado por Barbara Everest, es encantador, hace de la ama de llaves. Cornelia Otis Skinner interpreta acertadamente a una hitchcokiana regente de un sanatorio mental, un personaje bastante tétrico (Miss Holloway).
Interesantes sugerencias lésbicas de Miss Holloway hacia el personaje de la desparecida Mary Meredith. Impecable escena entre Stella y Miss Holloway con el retrato gigantesco de Mary en el despacho de la segunda.
El final es brillantísimo, con esa apariencia de ligereza se da pábulo a la infidelidad, al adulterio y se reivindica la figura de la amante, verdadera víctima de la función. Un giro de guión magnífico que redefine toda la película y transgrede la mentalidad moralista biempensante. Es entonces cuando la película, además de lo dicho, se convierte en una profunda reflexión sobre la conciencia, la buena y la mala, su importancia, sobre el amor, al amor puro, sobre el pasado y el valor de la verdad. Es también en ese momento cuando entendemos la inteligencia del director y su apuesta frívola para lograr lanzar ese mensaje final de manera que casi pase desapercibido. Una crítica a la hipocresía, a las apariencias, a lo aparentemente respetable.
Irregular pero sin duda imprescindible para amantes del fantástico, una referencia y modelo del género de casa encantada.
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