martes, 31 de enero de 2012

Crítica: LOS DESCENDIENTES (2011) -Parte 1/2-

ALEXANDER PAYNE






Parece que en los tiempos que corren la defensa de la familia, los valores tradicionales, la apología hacia la gente que quieres, no se puede hacer o hay que hacerla de determinada manera para que no le llamen a uno conservador o retrógrado, como si hubiera algo de malo en todo ello, o en ser conservador…
Alexander Payne nos trae una historia sobre los secretos, traiciones, problemas y conflictos de una familia para defenderla por encima de todas las cosas. Una excelente película que no muestra el más mínimo rubor en apostar por la familia y la necesidad de ella con una sensibilidad extraordinaria, sentimientos contenidos y profundidad en el fondo.
La familia, los antepasados, la tradición y sobre todo, uno de los temas esenciales, el legado, son la propuesta de una película bella y perfectamente equilibrada, intimista y sincera.
Alexander Payne, director de “Entre copas” (2004), “A propósito de Schmidt” (2002), o la muy bien acogida “Election” (1999) nos trae un nuevo personaje desorientado y en una fase de su vida en la que no sabe por dónde salir ni por donde tirar.
Todo cambia en la vida de Matt King (George Clooney) cuando su mujer tiene un accidente de lancha motora que la deja en coma. Tendrá que ocuparse de cosas de las que nunca se había ocupado y valorar cosas que nunca había valorado, empezando por su familia y las dos hijas que tiene a las que no sabe cómo tratar. Secretos que salen a la luz y le hacen ver las cosas de forma distintas y la venta de unas tierras familiares serán otros problemas a los que se tendrá que enfrentar en un momento trascendental de su vida.
Una doble vía, por tanto, es la que nos plantea en esta ocasión Payne, un individuo desorientado en todos los aspectos de su vida, especialmente los que respectan a su familia, y una reflexión sobre la propia familia en sí, donde no dejará a ningún personaje sin atención y donde todos y cada uno de ellos tendrán sus grandes momentos y su evolución.
La película se inicia con una breve escena de una mujer practicando surf con lancha motora, una escena de diversión y felicidad antes de los títulos de crédito, unos títulos de crédito que como otras cosas en la cinta recuerdan al cine de Wes Anderson. Tras ellos entrará la voz en off del protagonista, Matt King, interpretado por George Clooney, que nos explica cómo están las cosas y la tragedia que ha sucedido. Como en muchas otras ocasiones durante la película la felicidad o alegría se verán truncadas de forma casi inmediata. Su mujer, la mujer que vimos feliz en el mar, ha tenido un accidente mientras practicaba surf y está en coma, un coma que será irreversible.


Un contraste remarcado por la voz en off entre la felicidad de cliché que se tiene de Hawái y el drama que vamos a vivir. De lo idílico a lo doloroso.
Matt King en esta situación, realmente difícil, que cambia su vida, se encuentra absolutamente perdido, desorientado y sin la menor idea de por dónde tirar, como le pasaba a Jack Nicholson en “A propósito de Schmidt” cuando se tiene que jubilar, otro cambio radical en la vida del personaje, o al deprimido divorciado de “Entre copas”. Personajes que al sucederles algo que trastoca su acomodada vida, su rutina, sienten que no controlan nada ni saben qué hacer. Añadiendo a los paralelismos de estas historias que nos cuenta Alexander Payne, en los tres casos harán un viaje liberador, purificador o catártico que les hará ver las cosas más claras. El personaje interpretado por Clooney es un abogado hawaiano que de la noche a la mañana se tiene que ocupar de unas hijas a las que no había prestado mucha atención, o sea, ejercer de padre de familia, mientras a la vez debe ocuparse de la importante decisión sobre a quién vender las últimas tierras que quedan del legado familiar, un legado inmenso. Un cúmulo de circunstancias que colapsan a nuestro absorto amigo.
Estas dos líneas narrativas, que  parecen dispares y con poca relación más allá de su vinculación familiar, se irán ligando de forma completa según avance la película, dependiendo la una de la otra brillantemente desde el guión.
La lógica esperanza de que la mujer se recupere es truncada de nuevo con la cruda verdad, su coma es irreversible. Mazazos de vida continuos en esta película, sufrimiento obligado pero del que saldrá algo bueno. El plano de transición a la noticia es un picado sobre una tortuosa escalera que sirve de perfecto símbolo a la angustia y caos del personaje  en ese momento.
La película tiene un look y una fotografía muy vistosa de colores vivos, muy alegre, luminosa, impresionista. En cierta medida ese aspecto, así como algunos encuadres y el tratamiento con cierta sordina del sentido del humor son los detalles que recuerdan al cine de Wes Anderson, si bien Payne tiene más profundidad que aquel. Por supuesto el sentido del humor tiene semejanzas en cuanto al tratamiento y el tono pero ni mucho menos en cuanto al fondo, es decir, el humor de Payne no es “extraterrestre”.


Scottie, la hija pequeña (Amara Miller), se muestra algo rebelde e inestable, su forma de focalizar el suceso de su madre, lo que desconcierta a su padre que no sabe cómo tratar el tema. Sus problemas en el colegio y con alguna compañera tienen el punto culminante en el encuentro con Troy, el hombre que conducía la lancha cuando Elizabeth (Patricia Hastie), tuvo el accidente. El hombre siente que le culpan y ellos no están cómodos con su presencia, especialmente cuando no para de dar explicaciones, lo que provoca la reacción de la pequeña que no quiere oír más. Es en ese momento cuando el padre decide hacer uno de los viajes para evadirse y relajarse, intentar relajar tanto su tensión como la de su hija yendo a buscar a la mayor, que se encuentra en el colegio, en otra isla.


La familia, como tema vehicular del film, así como el legado, íntimamente relacionado con la primera, tendrá una aguda reflexión por parte de Clooney, que la compara con un archipiélago, islas separadas, cada vez más separadas por desgracia. Todo este viaje interior que recorrerán los personajes les acabará llevando, al final de la cinta, precisamente a la unión de esas islas, es decir el camino inverso. La separación, el desapego lógico que se produce por la apatía y despreocupación con los otros, con los que queremos, es lo que provoca la distancia. Aquí, una desgracia, la pérdida de uno de los componentes de la familia, será el cimiento más sólido de la unión de la misma. Hay que regar las cosas.

Alexandra es la hija mayor (Shailene Woodley), responsable aunque pillada en plena fiesta, es a quien se agarra Clooney para sacar adelante las cosas. Tras las tiranteces iniciales el amor sincero se impone, la necesidad de los unos en los otros. Derribando escudos.


La escena de la piscina sucia entre padre e hija es de una grandísima sinceridad, uno de los grandes valores de la cinta, la honestidad tanto en el fondo como en el planteamiento de sus propuestas. El hecho de que sea en una piscina sucia, donde el agua es purificadora, es simbólico de la fracturada relación a recomponer.





Los personajes son como cebollas a los que se les van quitando las capas para que podamos entender los comportamientos, las reacciones y los caracteres, que nos pueden extrañar más o menos de inicio. Un tratamiento ciertamente brillante basado en confesiones y revelación de secretos. Todos y cada uno de los personajes tendrán su momento de gloria, su redención y posibilidad de explicación, ninguno nos parecerá igual al final de la cinta que cuando empieza una vez veamos o escuchemos sus secretos.
Las escenas de la familia en la playa nos remiten de nuevo a ese impresionismo estético, impresionismo algo urbano, una idea nada baladí, tanto en cuanto la estructura dramática también irá en esa línea, así los personajes aparecerán difusos y dando una imagen que en nada tendrá que ver a la que tendremos cuando nos acerquemos más a ellos y profundicemos, una idea radicalmente distinta.
Así la arisca hija mayor se muestra rebelde y frustrada por ser conocedora del secreto de su madre y su amor por su padre, cosa que no podíamos saber. El superficial y extravagante novio de la hija, que parece ir siempre colocado, nos contará, en una preciosa escena, como perdió a su padre pocos meses antes, lo que nos dará un giro con respecto a los juicios que nos hicimos con él, entendiendo perfectamente su búsqueda de evasión en esos momentos. Así de la reticencia que podríamos compartir con Clooney con respecto al chico lo acabaremos adoptando como uno más de la familia. El padre de Elizabeth, la mujer de Clooney, magníficamente interpretado en un breve papel por Robert Forster, será protagonista de otra bellísima escena, cuando se quede a solas con su hija en coma. Tras el cúmulo de desprecios y recriminaciones a King descubrimos que son producto de la frustración de un padre que amaba sincera y profundamente a su hija.
Los descendientes” nos regala una buena colección de hermosísimas, sentidas y muy sinceras escenas.

Matt King es un padre de familia demasiado ocupado para darse cuenta de lo que se cocía en el interior de ella. Por eso no se enteró de la infidelidad de su mujer, que es el motivo del conflicto entre ella y su hija que sí se enteró. Una hija que quiere de verdad a su padre y lo demuestra.
Alexandra es, por tanto, una chica de principios que adora y respeta a su padre y desprecia el acto de su madre, la traición.
Cuando King se entera de la traición emprenderá una carrera catártica, descendente en un evidente simbolismo, de toques andersonianos con esa graciosa forma de correr que tiene Clooney. La conversación posterior con los amigos está repleta de diálogos sinceros, algo que redunda en la emotiva honestidad de la película. La escena  terminará con un Clooney en picado llorando de espaldas, un plano que por su verticalidad muestra la tensión emocional y por su distancia la discreción y el respeto del director con su personaje.


Este respeto y solidaridad de Payne con sus personajes en los momentos de dolor será reiterada en distintas ocasiones y planificada de formas diversas. Si a Clooney se le muestra de espaldas es por el propio pudor de Clooney, que quiere estar lejos de todos para poder liberar sus sentimientos. En otras ocasiones Payne, solidario, acompañará en un primer plano a su personaje, dándole especial importancia con respecto al entorno o al resto de personajes que quedarán a un lado del encuadre (ejemplo de esto lo tenemos en el propio cartel de la película).
El humor sirve para aligerar tensiones y eso que muchas veces las escenas divertidas se interrumpen, congelándote la sonrisa, con un giro dramático, por ejemplo la conversación mencionada entre Clooney y Sid (Nick Krause), el novio de Alexandra. En cualquier caso el uso del humor y los elementos dramáticos están perfectamente equilibrados, un trabajo de guión al respecto digno de encomio, elogio y estudio.
Aparecen varios animales durante la cinta, una cabra en la casa de los amigos, cuando a King le da la impulsiva locura de la carrera para pedir explicaciones sobre el amante de su mujer; una tortuga dibujada en la casa del amante de la mujer de Clooney, cuando éste va a ver si puede verle pero no se atreve a hablar con él; un oso, un peluche que es entrañable y acogedor, puro confort, que en la escena donde Clooney se desahoga recriminando a su mujer inconsciente será lanzado por los aires; apacibles vacas que veremos cuando padre, hijas y novio, vayan a ver las tierras de la familia como un rebaño disciplinado; un fiel perro en la reunión familiar…
La llamada al amante se produce sobre planos de trofeos, recuerdos y la cama de matrimonio hecha, una sutil forma de retratar el dolor de esa traición que el personaje de Clooney trata de gestionar lo mejor posible.
Cada vez es más extendida la idea de la anestesia vital, la muerte de los sentimientos. A este respecto Clooney dirá que le acusan de ser excesivamente ajeno a sus sentimientos, con lo que es otro de los temas importantes de la cinta. Payne no se queda en la superficie y se muestra esperanzado al respecto, así en “Los descendientes” la humanidad se hará patente rascando un poco.
Clooney necesita una catarsis, una liberación consigo mismo más allá del llanto que le vimos discretamente, así, a solas con su mujer inconsciente le recriminará sus mentiras y soltará todo lo que lleva dentro. Una escena cruel y sincera. Cuando se sienta mejor entrarán las niñas y en el intervalo Payne nos mostrará fotos y títulos, recuerdos de familia en una apariencia y necesidad de normalidad.

 





4 comentarios:

  1. Tiene pinta de dramon, Clooney se le ve viejo por eso se llevara el oscar.

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  2. Lo es aunque no es nada sensiblero la verdad. Ya se ha llevado el Globo de Oro como actor. Yo soy de THE ARTIST jejeje

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  3. Quizá en este momento sea una buena peli q m interese ver...una reflexión sobre la familia, sensible y no sensiblera...

    Me ha gustado mucho tu trabajo, como siempre. Muchas gracias.

    (la veré después de The Artist!!!)

    Un beso, sensei!!!

    R

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  4. Holas R, siendo un melodrama intenso como es creo que te gustará. Te tocará la fibra, creo yo, a ti especialmente. Con todo quizá sea mejor que la veas antes que THE ARTIST, ésta última alegra la vida, aunque también emociona lo suyo, para mi que se llora más, aunque no de pena.

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