miércoles, 25 de enero de 2012

Crítica: BAJOS FONDOS (1961)

SAMUEL FULLER






Que Samuel Fuller es un director particular y con un punto, o dos, de sana locura es algo que saben los que conocen su filmografía. Es aire fresco ante el encorsetamiento. Imprevisible, violento, exagerado y sin complejos. En “Bajos fondos” tenemos todas estas cualidades en su máximo exponente.
Samuel Fuller ha influido en cineastas tan prestigiosos como Tarantino, Scorsese o Godard a mucho niveles, por su sentido del humor, por su forma de dirigir fluida con grandes travelling o por esa violencia exagerada y crítica social.
Un chico de 14 años presencia como cuatro sombras asesinan a sangre fría a su padre, al reconocer a uno de ellos decide vengarse, a lo que dedicará su vida entera, tal es así que 20 años después tendrá su gran oportunidad.
Es magnífica la recreación que hace Fuller de esos bajos fondos del título, (que no solo se refieren a un lugar físico), donde los chavales son ya buscavidas que se entregan a la delincuencia sin complejos, en lo que parece ser su única salida posible, con robos en oscuros callejones húmedos y lúgubres. Tolly, el protagonista al que vemos en un principio con 14 años, es un chico desarraigado con un padre al que admira a pesar de dedicarse al trapicheo y estar plenamente integrado en el mundo del hampa. Tolly vaga por las calles con total libertad y tiene amistad con la dueña de un local llamada Sandy (Beatrice Kay), que colecciona muñecas al no poder tener hijos, al menos eso es lo que cree el padre de Tolly. Allí vemos ese carácter infantil de Tolly al juguetear con las muñecas de Sandy a pesar de su rebeldía. Las situaciones más importantes de su vida casi siempre serán en callejones o partes traseras. Es ahí donde presencia la muerte de su padre al oír junto a Sandy jaleo en la parte trasera del local. Cuatro sombras retratadas de forma extremadamente expresionista y minimalista acaban con otra, cuando huyen descubren que el muerto es el padre de Tolly al que éste estaba esperando. Desde ese momento la venganza será el único motor en la vida de ese chico.


Es posible que Tarantino se acordara de esta cinta para la venganza obsesiva de su “Kiil Bill” (2003-2004). La contundencia y sequedad en el retrato de los personajes y de sus más oscuros traumas y complejos es perturbadora, como la frase donde Tolly le dice a Sandy que sabe por qué colecciona muñecas (no poder tener hijos).


La violencia en la película es escalofriante pero casi siempre en fuera de campo, así el asesinato del padre será expresionista y sólo veremos las sombras cebarse con la víctima, el suicidio del policía corrupto se verá reflejado en un tiro en una orla con las fotos de los policías o el increíble asesinato de la niña que va en su bicicleta, una de las secuencias más frías, duras y violentas que se han visto, por parte del asesino a sueldo, donde vemos el antes y las consecuencias posteriores. La pelea final en la piscina sí será explícita así como la paliza que Tolly le da a Gela (Paul Duboy). De todo esto se puede deducir que Fuller se muestra discreto con las muertes de gente inocente o que considera no son despreciables y se regodea en la violencia a los capos mafiosos y sus esbirros. Más ejemplos de esto son los golpes que Tolly da al matón que siempre se pone las gafas de sol antes de matar, un personaje perfectamente caracterizado y muy “tarantiniano”. Sí vemos golpear a dicho matón a la chica que se enamora de Tolly, “Mimosa”, si bien es cierto que él acude pronto al rescate.



Fuller derrocha recursos, desde primeros planos ultra expresivos e íntimos, como en las planificaciones de las conversaciones entre “Mimosa” y Tolly por ejemplo, a escenas largas sin cortes con una gran libertad en los movimientos de cámara, como en la paliza de Tolly a Gela.

Notable el detalle de que su dedicación a la delincuencia y su comodidad en los bajos fondos no viene justificada por el trauma del asesinato paterno, es un detalle importante que se sitúe al padre como un ejemplo para Tolly desde niño, ya que desde esa edad era problemático y ese carácter difícil es precisamente lo que explica su obsesión posterior y búsqueda de venganza y no al revés. Tolly no llora a su padre, no aparenta dolor ni lo expresa de forma explícita, sólo entendemos sus sentimientos a través de la venganza. Esto no evita la crítica a un sistema que alberga en sus “bajos fondos” ese caldo de cultivo, una juventud entregada a la delincuencia, que la admiran por fácil y rentable y que tiene unos modelos que acentúan esa admiración ya que viven y se mueven en ese mundo sin complejos. Tolly no es en absoluto simpático, es egoísta, obsesivo y sin escrúpulos, una vez comete el asesinato en la piscina, que podría interpretarse como purificador por el elemento del agua, a Tolly sólo le queda morir ya que la venganza era su función vital.



Ese tono exagerado tan del gusto de Fuller lo vemos en todos los niveles argumentales de la película, desde ese encarcelamiento  que acaba con la muerte de Vic Farrar y la confesión de éste de los nombres del resto de asesinos del padre de Tolly, a esos momentos de violencia mencionados, por poner algunos ejemplos. Es curioso que salvo el asesinato al jefe mafioso que Tolly comete personalmente, el resto de los involucrados en la muerte de su padre, y en concreto los cuatro que fueron ejecutores directos, no son asesinados directamente por él sino que se matan entre ellos mediante los manejos de Tolly, es decir los mata indirectamente.



Son múltiples las escenas que están rodadas en ligero contrapicado para acentuar la tensión, el carácter perturbado u obsesivo o la opresión, angustia y amenaza de la situación. La escena donde vemos a “Mimosa” (Dolores Dorn) por primera vez está repleta de suspense, juego de luces y sombras características del mejor cine negro y esos contrapicados mencionados, contrapicados en este caso que acentúan la tensión, en cambio en la escena anterior entre Tolly y Sandy (Beatrice Kay) tenían la intención de remarcar la obsesión del protagonista.
Fuller trata el tema del contrabando de drogas sin ningún problema y sin darle tampoco mucha importancia. Las escenas de amor repletas de primerísimos planos tienen un aire europeo que seguramente influyó en multitud de autores de estas latitudes, quizá choque ese contraste de estilos en medio de la película. Además estas escenas coinciden con los momentos de más pausa en la trama, como la calma que precede a la tormenta, y que pueden dar la sensación de pérdida de ritmo.



La escena en la piscina con el capo mafioso y sus socios es brillante con ese picado que enfatiza el regodeo en el poder de esos personajes, un poder que se vale de la apariencia de integridad para lograr sus propósitos, el retrato de la degradación.




Una de las escenas más impactantes la tenemos con la muerte de la niña que va en bicicleta. Tengo que destacar la interpretación de Richard Rust en el papel de Gus, el carismático asesino sin escrúpulos que se pone sus gafas de sol antes de matar con un gesto pétreo. Es una escena imprevisible y que impacta por cómo va creando la tensión y por omitir el momento del atropello. Cuando Gus entra para recibir la orden es acompañado por un travelling en ligero contrapicado de una fuerza visual tremenda. Terrorífica.



El personaje de “Mimosa” (Dolores Dorn) queda muy bien dibujado en las escenas de amor que tiene con Cliff Robertson, resulta un personaje emotivo y triste, lleno de pena y que busca la paz, la calma y la redención, pero que parece condenada a no conseguirla nunca. Y es que esta cinta, como las grandes del cine negro, está bañada de fatalidad, la fatalidad de un destino que parece inevitable, pero que son los propios personajes los que lo buscan, sobre todo el de Tolly, ya que la fatalidad a “Mimosa” le llegará por ligarse a un personaje condenado a dicha fatalidad. “Mimosa” es un personaje que nunca se sintió importante para nadie y que está agradecida de verdad a Tolly (Robertson), por salvarla la vida, lo que la lleva a enamorarse o cuanto menos a depender emocionalmente de él. No puede evitarlo. Por supuesto el plano final con la muerte de Tolly será en un callejón…como no podía ser de otra manera. Una de las más grandes obras de Fuller.


Todo es verdaderamente potente y desolador, buenas interpretaciones, guión y a pesar del escaso presupuesto la dirección es brillantísima, lo que salva con creces esas limitaciones. Una lección de potencia visual y talento de un director independiente y genuino.



2 comentarios:

  1. Esta es la peli, junto con Cascos Acero, que me falta para completar la filmografía de Fuller. Soy gran admirador de Fuller. Me parece un tipo de una dirección potente, seca, sin concesiones. Uno de los grandes directores y guionistas de la historia, con una marcada independencia.

    Leyendo la crítica, ya no puedo esperar más para adquirir esta película y disfrutarla.

    Un Abrazo

    Rubén Redondo

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  2. Hola Rubén, qué placer verte por aquí. Píllala en cuanto puedas, estoy seguro de que te gustará. Como bien dices Fuller es un director magnífico, y la palabra independencia es la clave que mejor lo define.

    Un abrazo.

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