martes, 27 de diciembre de 2011

Crítica: RUFUFÚ (1958)

MARIO MONICELLI





Rufufú”, que es tan extraordinaria en la comedia como “Rififí” lo es en el cine negro, tiene un final que es una patada en la boca a los postulados de Rousseau acerca del hombre y su bondad inherente, que sólo es llevado al mal camino por causa de la sociedad y factores exteriores. Ver a esos ladrones de poca monta huir de la obra en la que podían trabajar como alma que persigue el diablo es absolutamente genial.
La escena inicial marca el tono de la película, una pareja de ladrones intenta robar un coche pero su chapucero proceder y su incompetencia dará al traste con sus propósitos.
Una banda de ladrones de medio pelo planea un golpe, que en teoría les hará ricos, a las oficinas del Monte de Piedad. En principio nada podría fallar aunque su incompetencia no deja de ser un obstáculo, a pesar de todo contarán con la ayuda de un ladrón retirado.

Rufufú” es un ejemplo de lo grande que puede llegar a ser la comedia, compleja y tratando con aparente ligereza los más variados y difíciles temas. Aquí se hace un retrato social sin complejos y a la vez con una mirada entrañable hacia esos personajes que vagan por la ciudad buscándose la vida, delinquiendo por vocación, no hay el más mínimo remilgo en mostrar su miseria moral pero tampoco en humanizarles y ver sus aspectos más entrañables. En definitiva personajes bien construidos, humanos. Estos personajes son auténticos pillos, algo que aquí nos pilla muy de cerca gracias a nuestra tradición picaresca, y dedican su vida al trapicheo y el engaño, pero por vocación y por ganarse la vida, ya que decididamente no están dispuestos a ganársela de forma honrada, aunque pudieran. Espíritus libres. No existen límites con respecto a las víctimas de sus habilidades, la lealtad no es un valor que consideren en lo más mínimo, lo primero es el propio beneficio, y sus relaciones las guiarán esos beneficios que puedan obtener.



La mezcla de humor y trama con robo es perfecta, un guión excepcional, como ejemplo la escena en la cárcel donde el ladrón arrestado, Cósimo (Memmo Carotenuto), se entera de un golpe que podría hacerle rico y trata, a voces, de decirle a su chica y su abogado lo que quiere que hagan, sacarle lo antes posible de allí. La escena es realmente divertida y a la vez hace avanzar la acción con naturalidad. La idea para salir de la cárcel no podía ser de otra naturaleza que picaresca… Así pretenden que alguien sin antecedentes reconozca el delito para que Cósimo pueda salir y cometer el robo con la información que le han pasado. Pero la búsqueda del “primo” no será fácil, nadie quiere ir, por poco tiempo que sea, a la cárcel, así sucesivos personajes van rechazando la propuesta. Mención especial para el personaje de Marcello Mastroianni con su hijo pequeño al que debe cuidar, ya que a su mujer también la han encarcelado por contrabando de tabaco. Mario (Renato Salvatori) es requerido en primer lugar pero rechaza la idea, Ferribotte, que tiene una hermana (Claudia Cardinale), Carmelina, a la que no deja salir nunca por miedo a que la seduzcan, cosa que logrará Mario, no en balde es el único chico que ve en la película, también rechaza la idea. Al final consiguen convencer a Peppe (Vittorio Gassman), un boxeador sin mucha fortuna que será el que entre a intentar sustituir a Cósimo. En ese viaje vamos viendo las circunstancias de estos personajes y los chanchullos con los que se ganan la vida, un retrato influido por el neorrealismo tan en boga en Italia, y que es uno de los movimientos más importantes de la historia del cine.




El plan no sale bien ya que el farol es pillado y Peppe acaba entrando en la cárcel junto a Cósimo. Una vez dentro se las ingenia para sacar el plan a Cósimo, ya que se le concede la libertad condicional lo que le da ventaja para acometer el plan que pretendía aquél. Una vez más la traición, la falta de lealtad y la búsqueda del propio interés, ideas que podrían sugerirse por las circunstancias sociales, pero que en el memorable final da una vuelta de tuerca magistral.
El personaje de Capannelle (Carlo Pisacane), es, sin duda, el más fiel, hizo de “primo” en tres ocasiones y siempre está dispuesto a prestar su ayuda. Mario es un joven con cierto aire romántico que se enamora de Carmelina y que tiene una relación fraternal con unas trabajadoras que le cuidaron en el orfanato, que son como sus madres. Un chaval de buen corazón dedicado a robar objetos por los que le pagan en el contrabando. Ferribotte es estricto y de la vieja escuela. Tiberio (Marcello Mastroianni), es un padre responsable y algo calzonazos, miedoso e indeciso, un personaje muy divertido realmente. La miseria en la que viven y sus trapicheos son mostrados con naturalidad y con gran profusión de detalles y matices (las dificultades de Mastroianni en el cuidado de su hijo, el robo de carricoches de niños o de paraguas, los decorados en las casas, con ropas tendidas en cualquier lado, un fotógrafo que tiene que vender su cámara, el final donde la decepción del atraco frustrado se desvanece ante un buen potaje…).

Una vez Peppe se entera del plan y sale, los amigos de Cósimo tratarán de impedir que se salga con la suya, pero la cantidad del botín pondrá a prueba, una vez más, las lealtades, que evidentemente no existen. El nuevo grupo con Peppe, Mario, Tiberio… y un ladrón retirado que les ayuda, planearán como lograr el botín del Monte de piedad.
Mario Monicelli, el director, se vale de la parodia de las películas de robos, de la cual “Rififí” es uno de sus principales referentes, para crear un fresco social repleto de personajes entrañables, divertidos y sin vergüenzas. Todo está cuidado al detalle, con una puesta en escena, como comenté antes, muy detallista, un montaje que acentúa los gags, todos ellos excelentes, y unas interpretaciones en estado de gracia, un humor que combina la ironía con el absurdo y la crítica social de manera natural y fresca. La cámara se mueve con soltura y los exteriores son mostrados también con detallismo, siempre zonas pobres, los barrios más bajos y los sitios más abandonados, el caldo de cultivo, supuestamente, para el robo y el pillaje.

Estupenda la escena donde se planifican los pasos a seguir para entrar en las oficinas del Monte de Piedad. Una vez el plan está más o menos concretado toca conseguir todos los mecanismos e instrumentos que harán falta para hacerlo efectivo, lo que desembocará en una muestra más de picaresca a la máxima potencia mezclado con un extraordinario retrato social, con mercadillos y escenas de exteriores perfectamente rodadas. Nada o casi nada de lo que se proponen sale a la perfección pero aún así la cosa va progresando.
La contratación de Dante Cruciani (Totó), será el paso definitivo, es un cerrajero que les explicará lo que tendrán que hacer para abrir la caja cuando llegue el momento. Lo cierto es que los momentos de comedia, de ese costumbrismo que se filtra en la trama del robo, esa cotidianeidad que lo invade todo, ridiculizando la trascendencia que le dan los ladrones a su plan, es de una brillantez indiscutible. Así en la explicación sobre como abrir una caja fuerte, que casi es descubierta por la policía, se ocultan las pruebas con ropa tendida.



El guión funciona como un reloj, mientras se suceden las situaciones de preparación del robo y se van solucionando los problemas que van surgiendo, que incluyen la seducción de una chica que vive en la casa donde van a entrar para acceder a las oficinas del Monte de Piedad, Cósimo sale de la cárcel para complicarlo todo aún más. Un guión de humor muy cercano al español, muy latino, donde el esperpento, la picaresca y lo cotidiano y costumbrista conviven en total armonía. No sería raro que basándose en esta película se forjase esa otra obra maestra que es “Atraco a las tres” de José María Forqué (1962).
Personajes perdedores pero optimistas y vitalistas que nunca pierden el ánimo, ni las ganas de vivir. El contraste de las escenas de seducción, la de Mario con Carmelina y la de Peppe (Vittorio Gassman) con Nicoletta (Carla Gravina), son dos grandes momentos. Una con buenas intenciones, la otra con no tan buenas pero que acaba siendo entrañable también. La escena de celos de Peppe con el pretendiente de Nicoletta es divertidísima. Al final Peppe no puede evitar sentir remordimientos con respecto a esa buena chica a la que está usando, no en balde se acaba colando por ella. Una escena de celos a doble banda con la chica de Peppe.
Tal es la cantidad de gags memorables que casi se siente uno mal por no mencionarlos todos, como las escenas de Cósimo, todas ellas, una vez ha salido de la cárcel, son tronchantes, incluida, o en especial, la de su muerte. O esa escena en el funeral donde los personajes dicen todas las frases tópicas que nos podamos imaginar y unos diálogos absolutamente memorables, como esa réplica en la que sabiendo que Cosimo ha muerto atropellado por un tranvía, el personaje de Capannelle dice “pobre, hace tiempo que se encontraba mal”.

Más ejemplos de la mezcla de humor costumbrista, ciertos toques de esperpento y retrato social lo tenemos en la escena de Tiberio (Mastroianni) en la cárcel dejando a su hijo con la madre. Por no mencionar la memorable escena final con el robo de un potaje cuando el golpe resultó un fracaso. Impagable. Como lo es ver a Marcello Mastroianni con su brazo escayolado.






Mario se redime al abandonar el robo por amor. Ferribotte lo acepta. Antecedentes de la escena final, el desastroso robo sin desperdicio, imprescindible.
De ahí llegamos al epílogo mencionado al comienzo de este análisis y la memorable frase que dice Capannele a Peppe: “No seas loco que te van a hacer trabajar”. No se puede con menos destrozar unos postulados que tanto daño han hecho.
El director Mario Monicelli nos regala una incuestionable obra maestra de la comedia de la que también es guionista, sin el más mínimo altibajo y de una inteligencia y precisión, en lo que pretende, francamente sobresalientes. Su obra maestra sin lugar a dudas.
Una película que mezclando neorrealismo, comedia típicamente italiana, capacidad para parodiar películas y géneros de prestigio y el humor latino, realiza una serie de reflexiones sobre la naturaleza humana y su capacidad de supervivencia francamente notables, sobre su individualidad y capacidad para lo bueno y lo malo, un conocimiento, en definitiva, preclaro, como en toda gran obra, del ser humano, que en las peores circunstancias es capaz de lo mejor y en las mejores capaz de lo peor.



Dedicada a Ispiriux, muy fan de esta peli.

5 comentarios:

  1. Mr Sambo, muchísimas gracias por tu dedicatoria.
    Ciertamente es una de mis pelis de cualquier género, más querida y que he visto infinidad de veces.

    Gracias de nuevo y un abrazo.

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  2. No hay de qué, siempre la habías mencionado. Un placer. Un abrazo.

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  3. Feliz despedida de año, cambio de año y año entrante a los lectores de este blog y muy en particular a su hacedor, un fenómeno en forma y contenido.
    Chin-chin, a la manera de William Powell y Myrna Loy.

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  4. Muchas gracias Percival, Feliz Navidad y entrada y salida de año para ti también. Para el blog y su hacedor es un honor que participes, leas y comentes en él. Eres un grande. Un abrazo.

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