
Sin ser en absoluto una mala película, todo lo contrario, es una cinta entretenida y muy digna, lo cierto es que sirve de ejemplo para ver cómo tratando un tema similar un gran maestro es capaz de hacer una de las mayores obras maestras de la historia del cine y otro sólo una discreta cinta de intriga.
Roy Rowland tenía todos los ingredientes necesarios para hacer algo realmente interesante, una historia atractiva y unos actores extraordinarios, George Sanders y Barbara Stanwyck.

La película comienza con gran fuerza, un asesinato visto desde la ventana de enfrente (nos suena), un cadáver que no se encuentra (nos suena) y la imposibilidad de coger al culpable por falta de pruebas y porque nadie cree a la protagonista (nos suena también). Lo dicho, una primera escena, la del asesinato, que mete de lleno al espectador en la película y que sigue a buen nivel con la ocultación del cadáver por parte del asesino, un George Sanders tan cínico como de costumbre, en unas escenas de buen suspense. A partir de ahí la película va perdiendo fuerza de forma paulatina, y aunque con algún buen momento y alguna escena notable, no se acaba de recuperar ni siquiera en el final, un final más efectista y estruendoso que brillante.
En esas primeras escenas un viento huracanado mueve con violencia los toldos, un efecto atmosférico simbólico que resalta lo que acabamos de ver y las emociones y actos violentos que se acaban de comentar.

Ese juego psicológico en que se convierte la película en su parte central si bien tiene grandes momentos y nos deja un buen villano repleto de crueldad y frialdad, pierde fuerza e interés con respecto al potente inicio, como ya comenté. Esto es debido a que la narración que potencia el suspense y el fuerte conflicto entre los protagonistas en base a la trama del inicio se va desvaneciendo, con lo que el suspense y la tensión flojean para dar preeminencia a los aspectos psicológicos. Con ello sólo logra que la trama quede algo difuminada y su fuerza inicial quede reducida al no haber nuevos elementos que sostengan el inicial planteamiento, nuevos giros en dicha trama.

Con todo, las maquiavélicas estrategias de ese villano ex nazi son atractivas y tienen el suficiente interés como para identificar al espectador con la sufrida protagonista. Una protagonista que se salva no por la brillantez de la investigación, sino por pura fortuna.
Una película muy intensa en sus primeros 20 minutos pero que luego se pierde en un juego psicológico de menos interés. La película, sin duda, se atasca en esa parte central, que va a trompicones y es sumamente reiterativa en situaciones (negaciones a las pruebas presentadas por la protagonista, falta de confianza del policía hacia ella, reinicio de investigaciones, investigaciones que no llevan a nada, no hay progreso por tanto…)

Parte de la pérdida de la fuerza de toda la parte central, la más psicológica, es debido al punto de vista adoptado por el director. No hay ambigüedad y conocemos en todo momento las maquinaciones del villano, lo que aunque nos identifica con la protagonista, cosa que también pasaría de no conocerlas, disminuye el suspense y la tensión. Un juego de inteligencia, con sus aciertos y defectos pero carente de emoción.
Las escenas en el sanatorio tampoco tienen la fuerza necesaria, se intuye la locura pero en ningún caso se toman riesgos estéticos.

Un entretenimiento agradable y discreto sin más.
Esta película se estrenó unos meses antes que La Ventana Indiscreta. Asimismo, tiene escenas y detalles que, años después, el gran Hitchcock tomó “prestados” en Psicosis, Vértigo ( la escalera de madera por la que cae el asesino) y Con la muerte en los talones ( la escena final, cuando la chica es salvada de caer al vacío por el protagonista, que la sujeta por la mano y tira de ella hacia arriba). Para mí, ha sido muy inquietante observar estas sorprendentes similitudes… Porque Hitchcock las rodó después de que aparecieran en esta película.
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