Aunque
nos lo muestran perspicaz, Cobra no destaca por su sutileza ni agudeza de
ingenio. Su filosofía es más de aplastar y abarcar con amplitud de miras en la
destrucción que la de la deducción policía. Es por ello que cuando más le veremos
sudar, porque suda profusamente en la escena, es cuando se ponga a revisar
papeles y archivos, sin que sepamos muy bien qué leches hace, actividad para la
que no se quita ni los guantes… En cambio, en trabajo de campo, disparando y
aporreando, nuestro protagonista está como pez en el agua, ni siente ni padece.
Esta
escena de la esforzada búsqueda de información entre papeles, la que más costó
a Cobra en toda la película con esas incómodas letras y números, será en montaje paralelo con la escena de suspense del
hospital donde el asesino trata de matar a Ingrid.
Hablando
de asilvestrados, destacar la cara de mulo que tiene el jefe de Cobra, el
capitán Sears (Art LaFleur).
No,
la elocuencia no es una de las virtudes de Cobra. Este es uno de los aspectos
que más me saca de quicio de la película, ¿por qué no habla? ¿por qué no da
argumentos? Es posible que Cobra piense que es una pérdida de tiempo intentar
hablar con sus compañeros policías porque son muy borregos, pero esto se viene
abajo cuando le ves charlar en otras ocasiones… no se le da bien. El problema
es que son sus críticos los que más y mejor hablan, aunque suelten chorradas y
nunca tengan razón, porque hacen constar sus tesis “filosóficas”…
-Cobra:
Lo se, ¿no le basta?
“Es
que, en ocasiones, no logro convencerles de lo que pienso”. Hombre, amigo
Cobretti, tampoco es que te esmeres mucho. Lo raro es que sólo sea “en
ocasiones”.
Curiosamente
Cobra sí se explayará algo más en contra de los jueces. Se le ve tímido,
necesita estar en confianza para que se le suelte la lengua, y esa confianza se
la da la voluptuosa Brigitte Nielsen, por algo era su mujer.
“Dígaselo
a los jueces”. “Los detenemos y ellos los sueltan”. “Eso debería decírselo
usted a los jueces”. No sé como no se presenta para alcalde con esa labia.
Justicia contra legalidad.
El
otro gran conflicto de Cobra, tesis principal de la cinta que ya he comentado
con anterioridad, es el del teniente con el cuerpo de policía en general, sus reglas y las
leyes.
A
Cobra le saca de quicio tener que regirse por unas leyes que considera
benefician a los criminales y atan a los policías de pies y manos, por lo que
luchan en inferioridad y tienen las de perder, ya que esos criminales no tienen
escrúpulos ni se rigen por ninguna ley ni tienen filtros morales. Es el argumento
principal que usa el agente para pasarse por el forro todo y aplicar sus
métodos sin rendir cuentas. Un héroe algo anacrónico, pero infalible… Son,
precisamente, estos conceptos lo que llevan a algunos a tachar este tipo de
películas como “fascitoides”.
“Porque
mientras tengamos que atenernos a esas mierdas de reglas y el asesino no,
perderemos”.
El
caso es que a la policía no le gusta trabajar. Dos serán los agentes que le
tocarán la moral a Cobra, su jefe y un burócrata que sólo sabe quejarse y
tocarle las narices a nuestro protagonista, el típico acomplejado que sólo se
siente bien metiéndose con alguien, como si adquiriera cierta superioridad.
Cobra, por supuesto, no le aguanta, lo sufrirá en silencio como a las
hemorroides, hasta la escena final.
En
cuanto necesitan algún tipo de resultado llamarán a Cobra. A vagos no les gana
nadie.
“Encontraremos
alguna pista”. “Llame a ese hijo de puta”…
Este
policía, llamado Monte (Andrew Robinson), el que fue villano de “Harry el
sucio” (Don Siegel, 1971), es de una lucidez deslumbrante y nunca estará
contento con lo que hace Cobra. Si no dice la última palabra revienta, así que
se deleita con el momento de su comentario hiriente.
No
tardará mucho la policía en dar luz verde a Cobra para que haga lo que quiera,
justamente una escena después de decir que no debía salir de “El pelotón de los zombies”…
“Eres
demasiado violento”. Cobra es un cachondo.
Sobre
este aspecto tendremos una escena peculiar, una reunión de Cobra con sus
superiores donde tras el intento de asesinato a Ingrid en el hospital se
abroncará a nuestro protagonista sin mucho sentido ni causa. ¿Por qué le echan
la bronca? ¿Qué métodos censurables utilizó en esa misión de protección? Y
teniendo en cuenta que su jefe, el capitán Sears, le dio luz verde para hacer
lo que creyese conveniente, ¿cuál es el motivo de esta agitación y reproches si
además el pobre Cobra esta vez no hizo nada, salvo defenderse de un ataque en
su casa?
En
la escena final habrá más reflexiones sobre el conflicto entre legalidad y
justicia, con el villano reivindicando la civilizada ley de una manera que más
que un alegato a favor de la misma parece una provocación para que Cobra lo
mate, porque sino no se entiende. Una legalidad que posiblemente le deje libre.
Estas ideas y conflictos ha sido mostrados y tratados en muchas películas, casi
todas con más brillantez, incluidas muchas de las que protagonizan “vengadores
justicieros” de los que hablaba al inicio del análisis.
Las
categóricas frases de Stallone y sus poses casi nos recuerdan a Terminator o
Robocop. La magnífica voz del gran Ricardo Solans, habitual doblador del actor
(también de gigantes como Al Pacino, Robert De Niro o Dustin Hoffman) hace el
resto. Que Cobra hable como el mismísimo Terminator me lleva a hacer
paralelismos, ya que la estructura de “Cobra” es similar a la de las cintas de
Cameron: Una víctima acosada y un protector.
Sí,
Cobra parece un robot lo mismo que su forma de hablar. Frases lapidarias y a
ser posible no muy largas.
“Aquí
es donde acaba la ley y empiezo yo”. “Voy a terminar contigo”. “No trato con
psicópatas, yo me los cargo”. “El crimen es una plaga y yo soy el remedio”…
El
mal. Los villanos.
Todo
el tratamiento de los villanos es muy mediocre, uno de los peores puntos del
guión. Ellos son una secta, una banda criminal, unos fanáticos que encubren sus
crímenes en cierta ideología o filosofía, como todas, aquí de tintes
nietzscheanos. "El nuevo mundo".
El
problema es que la exposición de esas ideas brilla por su ausencia, son torpes
y se descubren con una mera excusa para la sucesión de escenas de acción.
En
un principio se sospechará que es un asesino en serie, apodado “El Carnicero
Nocturno”, nombres guays clásicos en el género, autor de 16 crímenes, pero
Cobra, sagazmente, deducirá que no se trata de un solo hombre, sino de una
banda organizada.
Y
es que nunca queda clara la motivación de los villanos. El caos, la anarquía,
la ilógica o la locura, puede ser lo que motive a una persona, pero un grupo
organizado siempre se basa en ciertas ideas, aunque resulten absurdas, que
fundamenten el carácter gregario, fanático. Aquí, la banda de “El Nuevo Mundo”,
se supone que quiere cambiar el mundo, y para ello comete crímenes, pero sin
sentido ni lógica alguna. Sus son víctimas de toda condición, con lo que su
supuesto mensaje queda diluido, absurdo, superficial y carente de peso. Se
supone que su idea es llamar la atención por algo, pero los policías ni
siquiera son conscientes de que sean una banda, por lo que acabas preguntándote
“¿en qué leches va a cambiar el mundo matar a gente inocente como una camarera,
una conductora nocturna, una modelo, un hombre de negocios o un cliente de
supermercado...?".
Y
es que no es hasta la escena final cuando el villano interpretado por Brian
Thompson se digna a explicar algunos de los postulados de su organización. Es
él el que explica que matan a los “débiles” para que sobrevivan los fuertes,
esa concepción nietzscheana de la que hablaba antes y que no se ve plasmada
nunca, ya que no sé entiende muy bien la fortaleza o el sentido de un
pretendido mundo sin camareras, clientes de supermercados, modelos u hombres de
negocios… Un desastre ideológico…
La
primera vez que veamos el rostro de los villanos principales, interpretados por
Brian Thompson y Lee Garlington, será cuando se nos presente al otro gran
personaje de la película, interpretado por la neumática Brigitte Nielsen. Una
tenebrosa escena donde asesinarán a una desdichada conductora justo antes de
que pase la rubia protagonista. La villana, Nancy Stalk (Lee Garlington), es un
topo infiltrado en la policía.
Estos
dos villanos tienen una relación ambigua, con ella como una especie lady
Macbeth psicopática, controlando y manejando los movimientos del hombre. Los
veremos retratados en un espejo que remarca su perturbación y trastorno.
El
retrato de los villanos es bastante estereotipado, poco desarrollado y mal
mostrado. Los tics de dirección, con flashes de armas blancas, multitud de
planos de cuchillos y hachas sin más, han quedado bastante desfasados.
Su
obsesión por acabar con Nielsen resulta enfermiza, más que nada por lo poco
sutil que es y lo que implica si pretenden mantenerse ocultos. Matarla para que
no declare, pero en plan pandillero y destrozando cuanto encuentran a su
alrededor… Lo curioso es que no será hasta que intenten matarla cuando nuestra
protagonista ate cabos, ya que su primer encuentro en la carretera con los
asesinos no la perturbó en exceso. Torpeza villana.
La
aparición de Ingrid (Brigette Nielsen) no puede ser mejor, al ritmo de un estupendo
tema AOR, “Hold On To Your Vision” de Gary Wright. Acto seguido tendremos otro
tema de Rock melódico, un temazo, de hecho, “Angel of the city” de Robert
Tepper, que nos deleitó con muchos grandes temas que fueron bandas sonoras
ochenteras, por ejemplo en “Rocky” (John G. Avildsen, 1976). Con ese tema se
hace un montaje paralelo donde vemos a Ingrid (Brigitte Nielsen) en su trabajo
de modelo, a Cobra recorriendo la ciudad y al asesino husmeando. Una escena que
es un videoclip puro y duro.
Poco
después tendremos otro tema AOR, nada más y nada menos que de Jean Beauvoir, cantante de los estupendos Crown
of Thorns, un magnífico grupo apadrinado por los Bon Jovi, en un relajado viaje
en coche. “Feel The Heat”.
Para
el final tendremos otro tema aorero, que tiene en la melodía de teclado un toque
al “I fought the law” de The Clash, llamado “Voice of America’s son” de John
Cafferty & the Beaver Brown Band.
La
película, en esta parte central, deja aseados momentos de suspense con la
persecución del asesino a Brigitte Nielsen en su lugar de trabajo y luego en el
hospital, y aunque sabremos que no la matará porque debe conocer a Cobra y
tener su relación amorosa, algunos cadáveres irán cayendo…
A
partir de aquí, el último tercio, la película se vuelve completamente
convencional, la persecución de una banda a su objetivo para matarlo. En el
viaje en coche que emprende Cobra con Ingrid, su compañero y la villana
infiltrada, observaremos la aparición de motoristas estacionados en
medio de la carretera, de la nada, y en sentido contrario a su paso… procurando
pasar desapercibidos, supongo.
En
lo que sí se fijará Cobra es en el extraño comportamiento de la agente Stalk
(Lee Garlington), eso sí, para nada, ya que caerá en la trampa de ésta. El
director dedica más planos angulados y oblicuos para las escenas con la
traidora.
El
plan de los villanos no puede ser más torpe y “regulero” teniéndolo todo a
favor, y su ejecución no puede resultar más lastimosa. Otros a los que la
sutileza y la inteligencia les son ajenas.
¿Por
qué los malotes no les sorprenden de madrugada, al amparo de la oscuridad,
porqué no rodean la casa y así se aseguran un resultado eficaz? ¿Por qué los
protagonistas no se montan rápidamente en la furgoneta si es lo que finalmente
acaban haciendo?
El
tiroteo, además, está muy mal rodado, un montaje convencional con alguien
disparando a un lugar indeterminado y otro cayendo en un lugar también
indeterminado. Nunca se sabe por donde anda nadie porque se evitan los planos
generales, lo que suele ser sinónimo de mal rodaje, especialmente en estas escenas.
La persecución de las motos a la furgoneta de Cobra tiene algo más de sabor, pero si la comparamos con las de “Mad Max” y escenas similares, palidece. Y eso que la cinta de George Miller, la primera, se hizo con cuatro duros, pero es un director de más talento que Pan Cosmatos.
En
el clímax todo es bastante torpe y predecible. Cosas raras como que Ingrid pida
ayuda a un policía y la villana Stalk mate… al policía… Lo achacaremos a la
mala puntería, a pesar de ser policía también…
Cobra
nos deleitará con ingeniosas artimañas para ir eliminando uno a uno, o de dos
en dos, al ejército que les persigue. Vamos, que se basta y se sobra él solito.
El
final es un duelo con el villano, como era de suponer, con todos los tópicos de
este tipo de cintas. Cobra utilizará su cerilla, que sabíamos debía usarla en algún momento, la lleva consigo siempre… Con ella
corre, salta, brinca, posiblemente hasta… Del mismo modo sabemos que el villano
va a terminar colgado de unos de los ganchos que cruzan la fundición nada más
verlos. Esto es así.
“Voy
a terminar contigo”. Otro clásico tópico en este tipo de films: la perorata del
villano. Una verborrea incontenible, que además en este caso resulta forzada y
sin sentido. En justa correspondencia Cobra responderá categóricamente.
“Aquí
es donde acaba la ley y empiezo yo”.
Es
una escena con ciertos paralelismos con la inicial, repleta de rojos, con Cobra
intentado la distracción, el villano hablando mucho y el policía resolviendo la
situación de forma violenta.
Es
mejor no plantearse concepciones ideológicas ni cosas por el estilo, sino como
un navideño –está ambientado en unas navidades- thriller de buenos
contra malos, sin más. El problema es que en este sentido la película también es
mediocre.
Dedicada a Samu, esperando que aunque no compartamos valoración no haya sufrido mucho.
Me lo he pasado bien leyendo la crítica... jajaj...
ResponderEliminarCinta icónica de los 80, en plan producto de consumo, tengo conocidos que adoptaron, ridículamente, las poses de Cobretti... XD
Vamos que, no hay que pedirle mucha seriedad a esto, para echar unas risas la peli está cojonuda.. ;-)
Has entendido a la perfección el tono del análisis y el de la película. Lúcido como siempre, mi admirado, Eddie.
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