“Los crímenes de la calle Morgue” está considerado el primer
relato de detectives de la historia de la literatura, la primera historia de
deducción detectivesca, una obra del gran Edgar Allan Poe que será la
referencia para las posteriores historias de Agatha Christie, Sherlock Holmes, de
la novela negra americana con los Hammett, Chandler y compañía, el Hard Boiled
y el cine negro clásico… Ahí es nada.
Ha habido varias adaptaciones del relato, uno de los más
largos que escribió el escritor, “El doble asesinato de la calle Morgue”
(Robert Florey, 1932) con Bela Lugosi; “El fantasma de la calle Morgue” (Roy
del Ruth, 1954) con Karl Malden o esta que nos ocupa, “Los crímenes de la calle
Morgue” (Jeannot Szwarc, 1986), que se rodó para la televisión con un aceptable
reparto.
C. Auguste Dupin, un reputado detective, debe investigar un
salvaje asesinato en un apartamento de París, del que no parece haber entrado ni
salido nadie, para demostrar la inocencia del prometido de su hija.
Siendo una cinta para televisión su ambientación es
correcta, aunque se le vea el cartón en algunas ocasiones. La suerte que tiene
la película, que en sí es bastante mediocre, es que tiene un excelente texto para adaptar, que atrapa por sí solo gracias a sus elementos intrigantes de un caso
aparentemente irresoluble que nuestro protagonista irá resolviendo gracias a su
aguda inteligencia y capacidad de deducción. El problema viene cuando la
dirección no está a la altura y todo lo demás resulta mediocre, a pesar de que
los actores, George C. Scott, un jovencito Val Kilmer, la adicta al desnudo
Rebecca De Mornay e Ian McShane, hacen lo que pueden y resuelven sus trabajos
con corrección y talento.
Un primer asesinato en plano subjetivo irá marcando el tono. Una noche tenebrosa, niebla, cerca de un lago y un borracho que es
brutalmente asesinado por algo que parece poseer una fuerza extraordinaria. Los
asesinatos usarán ese recurso del plano subjetivo, aunque en algunos casos
resultan algo cutres…
La noche, los pasadizos tenebrosos, los paseos solitarios,
tensos y misteriosos, marcan un acertado tono de suspense e intriga en esta
cinta que mezcla thriller, investigación y romanticismo. Un Londres nebuloso. Esto
no evitará sustos gratuitos y vulgares en demostración de cierta inseguridad en
la puesta en escena y lo que se está contando… Inevitable.
Los personajes están aceptablemente elaborados, con un
George C. Scott que encarna con convicción y acierto al detective Dupin,
jubilado a la fuerza en contra de su voluntad. Su frustración y desesperanza
son mostradas con talento por el actor en el inicio de la película, donde se
van planteando todas las claves y presentando a los personajes. La redención
del personaje, la salida de su enclaustramiento voluntario, será la principal clave dramática de la cinta. Las
relaciones entre padre e hija, el ahijado (Val Kilmer) y su creciente relación
amorosa con Mornay, el prometido acusado, Adolphe (Neil Dickson), el triángulo
amoroso…son algunas de las aristas de la trama. Dicho triángulo es tremendamente débil y previsible. Todo lo
concerniente a él carece de interés y resulta mediocre.
El salvaje asesinato a las mujeres en el piso está rodado de
forma bastante expresionista, destrozos, sombras y algún salpicón de sangre,
pero sin que veamos nada más, ni la ejecución ni el rostro del asesino, con mucho plano subjetivo… Hay un
buen juego con las sombras en las escenas nocturnas, especialmente con
crímenes. A partir de aquí se iniciará la investigación pura y dura comandada
por Dupin (George C. Scott), ya que se acusará al prometido de Claire (Rebecca
De Mornay). Un caso sin aparente solución que sólo él podrá resolver.
La puesta en escena es acartonada, rígida y meramente
funcional, fuera de la interpretación de los protagonistas todo resulta
anodino, sin fuerza, carente de la atmósfera debida a pesar de los esfuerzos de
la ambientación.
Ian McShane interpreta al prefecto de policía que hará las
veces de lo que será Lestrade en Sherlock Holmes. Se irán mostrando los
procedimientos policiales, interrogatorios, búsqueda de pistas… Phillipe es el
ahijado de Dupin, será su ayudante y además se enamorará de Claire, que está
prometida con Adolphe.
El duelo entre el prefecto y Dupin es el clásico repleto de
envidias, miedos al talento y rivalidad masculina que todo seguidor de las
aventuras de Sherlock Holmes reconocerá inmediatamente como espejo del
mencionado entre Lestrade y el propio Holmes, donde el protagonista abusará de
su superior intelecto de forma continua ante su mediocre competidor.
La escena en la que Dupin y Phillipe investigan el piso de
noche, encontrando respuestas a las incógnitas, es buen ejemplo de la falta de
fuerza en la dirección, su convencionalismo, y a la vez de lo interesante del
propio relato…
La conversación de Dupin y el cuidador de la bestia será
ante un tablero de ajedrez, muy vinculado al personaje protagonista, en una
partida que ganará él. La recreación del flashback es más bien mediocre.
El clímax es francamente malo, la falta de medios, de
imaginación en la puesta en escena y talento visual del director resultan
escandalosos. Un orangután que no resulta del todo amenazante y un supuesto
suspense vergonzante. Un final ridículo, de traca, realmente vulgar.
Una discreta adaptación para la televisión de la gran obra
del maestro Edgar Allan Poe, con un buen reparto que hace de forma competente su
trabajo, y donde los grandes hallazgos de la cinta están exclusivamente
limitados a la calidad de la obra literaria. Todo lo demás, desde la dirección y los añadidos del guión
a los efectos especiales de andar por casa, son muy flojos. Con todo, entretiene
gracias al interés del texto, aunque no le haga justicia.
Si Poe levantase la cabeza y viera semejante...
ResponderEliminarHas sido generoso con el 2.
Así soy yo, generoso jaja
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