Uno de los aspectos que más me fascinan de esta trilogía es
el interés con el que se escucha la pareja, hay devoción en el personaje que
guarda silencio, verdadera atención, afinidad, preocupación, empatía. Se
transmite el amor más sincero desde el silencio y la escucha.
Por supuesto, el éxito de la propuesta no sería posible sin
un guión excepcional donde prima la improvisación, la naturalidad de unos
actores en estado de gracia que conocen a la perfección a los personajes que
interpretan y unos deslumbrantes diálogos. Aquí las bromas, los chistes y la
forma en que se plantean los problemas cotidianos son pequeños pedazos de vida,
reales, auténticos. Lo fascinante es que durante la mayor parte del metraje sólo
se habla de frivolidades, intrascendencias, bromas, picardías, charlas sobre
nada importante, o lo más importante en realidad, sobre sus cosas, digresiones
en definitiva, que son la clave del resultado final, lo que nos acaba de
enamorar porque logra la identificación plena con el espectador, que reconoce
exactamente eso en su vida, en sus relaciones, en su forma de comportarse. Por
eso resulta tan natural cuando se llega a un conflicto o momento duro. Son
diálogos sinceros, en ocasiones duros y descarnados, tiernos y enamorados en
otras, pero siempre brillantes y encantadores. La naturalidad con la que se
pasa de la ligereza al conflicto es asombrosa.
-Jesse: No sé de donde soy, pero soy muy, muy peludo.
La escena del coche es un espectáculo en su sencillez, casi
en su totalidad en un solo plano, con algún breve inserto como el de las ruinas
que dejan atrás. Más de 12 minutos de placer.
El conflicto.
-En esta primera secuencia, la del coche, se insinúa el
conflicto que más adelante atormentará a la pareja. El pesar de Jesse por lo
lejos que está de su hijo es interpretado por Céline como una velada propuesta
de mudanza a Chicago, intuye que en el fondo de ese pesar Jesse esconde esa
intención, algo por lo que ella no quiere pasar. Esta primera mención aparece
de forma abrupta, producto del profundo conocimiento que ella tiene de él, un
latigazo que queda en eso, como un cebo, un tema sin resolver que se tomará
episódicamente durante la narración hasta desembocar en un enfrentamiento duro.
Al final de la cinta.
El niño tiene 14 años y la custodia es de la madre, la
posibilidad de negociación es nula por lo mal que se llevan ella y Jesse. Él
siente que se está perdiendo cosas, que el tiempo que no pasa con él se fuga
para no volver, que le faltan cosas, cosas que no verá, que no enseñará… como
si de un personaje de Proust se tratara. Necesita a su padre igual que él
necesita a su hijo.
“Ni siquiera sabe lanzar una pelota de beisbol”.
-En la segunda secuencia larga el tema volverá a aparecer. Tras unos momentos distendidos Céline romperá el clima para hacer pública la
idea de que Jesse quiere mudarse a Chicago, un reproche explícito ante algo
que ciertamente Jesse no ha dicho, aunque quizá lo piense en su fuero
interno. Esta segunda mención deja ya pocas dudas al espectador de que en un
momento dado este tema tendrá que tratarse más abiertamente. Poco a poco el
germen del conflicto va creciendo, con sutileza.
Metalingüismo.
-Ya en la segunda parte de la cinta pudimos disfrutar de
guiños metalingüísticos con los libros de Jesse, libros autobiográficos en los
que habla de su encuentro, inolvidable, con Céline. Aquí esto se multiplicará,
nuestro protagonista ha publicado dos libros, como películas de “Antes del…” y acaba
de estrenar el tercero, como la película… Además las referencias
autobiográficas a sucesos que conocemos por las películas anteriores,
especialmente las que tienen que ver con Céline, son múltiples. Las bromas sobre
todo esto son simpáticas y además dan para más distendidos diálogos,
frivolidades, bromas y más historias y relatos de los que nos tienen
acostumbrados en la trilogía. Se llega a afirmar que el tercero es más ambicioso,
que los otros dos no fueron tan redondos… De igual forma sigue poniendo mucho
de sí mismo en su obra, hablará de sus miedos al llegar a París por ejemplo. Es
aquí donde vemos la separación de la pareja, algo inédito casi en la trilogía,
el mundo masculino hablando de literatura y el femenino por otro lado hablando
de amor, sexo y cocina.
-En la comida de parejas se recordarán las dos primeras películas, así como los dos libros que inspiraron a Jesse, en otro guiño
metalingüístico, los momentos del enamoramiento y el compromiso. En esta misma
conversación, Natalia, la amiga del escritor veterano, se referirá al amanecer
y al atardecer mientras cuenta la historia de su marido, de lo efímero de los
recuerdos más reales. Amanecer y atardecer, como los títulos de las dos
primeras entregas de la trilogía.
-Durante el paseo de pareja se volverá a recordar la primera
película, añadiendo además el elemento temporal, el pasado y la percepción, que he mencionado,
cuando Céline pregunte a Jesse si se fijaría en ella, si la hablaría, si le
pediría que bajara del tren, tal y como están ahora. Esta idea es maravillosa
porque hace plantearse a los personajes su propia evolución.
“… el día en cuestión, el importante, sí lo hice, sí me puse
a hablar contigo en el tren, y fue lo mejor que he hecho en mi vida”.
-Justo antes de entrar en el hotel Jesse firmará unos libros
a los conserjes y trabajadores, pero la cosa no quedará ahí, ya que
también pedirán la firma de Céline (Julie Delpy), como musa y protagonista de dichos libros.
Una nueva referencia al pasado, a las cintas anteriores.
Los proyectos futuros de Jesse, las ideas para un nuevo
libro, es de las pocas miradas al futuro tranquilas y positivas. La mirada que
hace el amigo a la jovencita en bikini nos lleva a esa juventud perdida también.
Disfrutaremos de todo esto mientras Hawke juega con una naranja, alejados de la
modernidad, enraizados a lo natural, a los productos de la tierra, como la
mención a los tomates, en la cuna de la cultura. En sus conversaciones
digresivas, Céline y Jesse hablarán sobre la idea de morir juntos, inspirados en
lo ocurrido en Pompeya…
En toda la trilogía nuestros protagonistas nos deleitarán
con referencias culturales y reflexiones varias, en su mayor parte divertidas o
interesantes. Aquí no faltarán. En la conversación de amigos saldrá a relucir el
nombre de Marlon Brando, Elia Kazan y su obra maestra “La ley del silencio”
(1954); en la comida de parejas se hablará de Shakespeare y su “Cuento de
Invierno”; “Romeo y Julieta” se menciona en una broma entre Céline y Jesse;
Pompeya; las ruinas griegas; santa Eulilia, santa patrona de la vista; Lech
Valesa; Gorvachov; Medea y Eurípides, que saldrán a la luz en la discusión en
la habitación del hotel; Sócrates; Django Reinhardt, el excepcional guitarrista
de Jazz que ya fue muy referenciado por Woody Allen en “Acordes y desacuerdos”
en 1999, un Woody Allen muy presente en el estilo de la cinta…
De igual manera podemos apreciar referencias cinéfilas en su
dirección y en la propuesta en general. Es fácil que venga a la cabeza el
mencionado Woody Allen, su forma de mostrar las discusiones, los paseos, las
charlas en interiores con personajes desapareciendo de cuadro… Del mismo modo
Bresson, también un maestro en estas conversaciones que juegan con el fuera de
plano y los objetos en soledad, como vemos aquí en la secuencia de la habitación del
hotel. Eric Rohmer es otro referente ineludible con esas largas charlas,
reflexiones de pareja, historias de amor y largos planos secuencia. El conflicto
y evolución de la pareja nos puede llevar a esa otra agudísima película sobre
los altibajos del amor que es “Dos en la carretera” (Stanley Donen, 1967), una
obra maestra. Las charlas en movimiento, paseando, nos llevan a la filosofía de
Howard Hawks y todos los cineastas que lo han imitado posteriormente, donde el
genio americano decía que sus actores debían saber recitar en movimiento,
paseando, andando, porque así se daba dinamismo al encuadre. En esta trilogía
Céline y Jesse no pararán de hablar mientras pasean, un auténtico placer para
nuestros sentidos que nos permiten oír brillantísimos diálogos y disfrutar de
idílicos entornos (Viena, París, Grecia).
Entre los amigos y con sus relaciones también hay una gran
sinceridad. Al amigo Stefanos (Panos Koronis), no le gustan las ideas para
la nueva novela de Hawke y lo dirá sin problemas, y la crítica literaria se
acepta sin resentimiento. De igual forma que los halagos del veterano escritor,
Patrick (Walter Lassally), que lleva mes y medio acogiéndolos en su casa, donde
los protagonistas están pasando sus vacaciones. Satisface ver lo perfectamente integrados que están todos, incluso teniendo niveles culturales distintos.
La segunda gran secuencia es la de la comida de parejas,
tres parejas sentimentales y una de amistad, la de los más veteranos. Distintas
generaciones y puntos de vista acerca de todo tipo de cosas, pero con el amor
siempre como idea principal que lo sobrevuela todo. Otra larguísima secuencia
de 17 minutos que se pasa volando.
Lo más jóvenes, Achilleas (Yiannis Papadopoulos) y Anna
(Ariane Labed) contarán la historia de cómo se conocieron, muy romántica y que
de alguna forma nos recordará a la de nuestros protagonistas. De hecho se
recordará explícitamente algo que pudimos presenciar, pedazos esenciales de la
vida de Céline y Jesse, tanto el primer encuentro como el afianzamiento de su
amor en el segundo. La distancia, el Skype, el Pc para dormirse, el sexo virtual como el sexo
del futuro… son algunas de las peculiaridades que llaman la atención de los más
maduros.
“Así son los nuevos romances”.
Cada historia, cada punto de vista, será salpicado por
divertidas reflexiones, gozosas bromas, banalidades y digresiones de todo
tipo. Kasparov y su lucha contra las máquinas, el placer como objetivo total,
el porno, el sexo, el pene, el materialismo, la sumisión ante las máquinas, el
Yo, la paulatina deshumanización en contraposición con la creciente
sensibilidad de las máquinas, el egocentrismo masculino comparado con la
generosidad femenina en la historia que cuenta Ariadni de los pacientes que
salen del coma.… De todo.
Momentos como la parodia que hacen Céline y Jesse de su
encuentro, con Romeo y Julieta, “esa novela basada en la película”, y bromas de
este tipo, son realmente deliciosas.
Los momentos cumbre de esta larga secuencia serán con las
reflexiones acerca del amor, los jóvenes se muestran prácticos, conscientes de
que su atracción y relación terminará y se separarán. La pareja que forma
Stefanos y Ariadni (Athina Rachel
Tsangari) son más moderados, descreídos con el amor, de alguna forma creen que
los jovencitos tienen razón pero se muestran más cautos. Hay algo más de pose
en estas parejas maduras, más cínicas de cara al público, pero más románticas
en su interior. Lo mismo les ocurre a nuestros protagonistas, sólo hay que ver
su cara de circunstancias cuando la pareja joven, el maduro escritor y la otra
pareja, cuestionen el amor romántico. Ellos lo están viviendo y sintiendo,
quieren ser realistas, pero algo soterrado, el romanticismo, impide que lo sean
plenamente.
El anciano escritor
contará su historia con su mujer, la independencia que mantenían, cómo
mantuvieron siempre su individualidad y nunca se entregaron a un amor
exacerbado y romántico, muy racionales.
Un amor eterno como
un anacronismo, la idea de no obsesionarse con el amor romántico, de encontrar
otros alicientes más importantes en la vida, como el trabajo o la amistad,
serán temas del debate.
Dicho todo esto la escena pega un magistral giro cuando el personaje más silencioso en todo este debate, la amiga del veterano escritor Patrick (Walter Lassally), intervenga. Ella es Natalia (Xenia Kalogeropoulou). Ella dará por finalizada la conversación contando su propia experiencia, su vida, su relación con su marido y sus sentimientos y dará la vuelta a la tortilla a todas las sesudas interpretaciones y análisis, dejando claro que el amor se vive de muchas formas diferentes y renegar del amor eterno, el romántico o el ideal, es una tontería. Ella hablará de la complementación y compenetración que tenía con su difunto marido, la seguridad que le daba, el romanticismo de toda su relación. Cómo es capaz de recrearse en los recuerdos vividos para mantenerlo vivo, hacerle renacer, para no perderle jamás, para no volver a perderle. Su dolor al sentir que se desvanece o le cuesta recordar algo. El recuerdo como vehículo de amor. La frustración del mundo real, que lo hace desaparecer. Hablará del amanecer, del atardecer, como los títulos de nuestras películas. El recuerdo efímero.
No hay nada
categórico en el amor, sólo que merece la pena ser disfrutado, cada uno a su
manera, donde siempre seremos importantes para alguien y alguien lo será para nosotros. Así, del descreimiento, la practicidad y la moderación,
concluiremos en el romanticismo máximo. Es algo maravilloso la satisfacción que
se siente al oír la historia más romántica y espiritual, algo que vemos
plasmado en el resto de comensales. De igual forma vuelve a ser un placer
observar cómo se escuchan, el placer de escuchar, la escucha como virtud. El
respeto.
Una rúbrica perfecta
para la secuencia.
La dirección es una maravilla, de una sobriedad excepcional
y buscando la invisibilidad, dando toda la importancia y el protagonismo a los
actores y sus conversaciones con planos muy sostenidos, dejando que ellos
absorban por completo nuestra atención, algo que logran con creces, y
demostrando una seguridad narrativa y en lo que se hace fuera de toda duda.
Linklater logra que te olvides de todo de tal modo que te parece estar incluido en esa tertulia, como si fueras uno más, con ganas de intervenir,
participar y soltar alguna ocurrencia. Pura naturalidad, vida, frescura.
Buenas tardes MrSambo,
ResponderEliminarme alegra ver esta película en el blog y también ver que has incluido la escena del banquete. A mí me recordó a "El Banquete" de Platón, porque igual que ocurre en "Antes del anochecer" allí cada uno de los comensales y también por turnos, daba su versión del amor. Al final era Sócrates -como aquí nos dices que es Natalia- el que cerraba la conversación dando una versión que dejaba a todas las demás un poco desmerecidas :-) Aunque había escuchado con mucho respeto todas las demás, claro.
Tienes razón que todos nos sentimos de algún modo identificados con estos personajes y por eso es tan genial. En la vida hay que ir elegiendo, y optar por un camino significa tener que dejar a un lado otros... A no ser que tuviésemos infinitas vidas para poder vivir las infinitas posibilidades, y esto sólo es posible en un videojuego ( ¡¡y si se tiene mucho tiempo!!).
Creo que si Céline decidió bajarse con Jesse fue por algo. Y si Jesse quiso que Céline se bajara con él, también. Mejor esa decisión que ninguna:-) Para bien y para mal.
Un abrazo y hasta la tercera parte,
Patricia
Has dado en el clavo, magnífica referencia, la mejor de todas, Platón.
EliminarIncluso no decir es una elección, es más, muchas veces amagamos o nos arrepentimos de cosas en base a sucesos futuros que pasan por múltiples motivos que en realidad tienen poco que ver con aquella primera elección. Aprender, arriesgar y disfrutar.