Llegamos a la tercera secuencia, donde por fin encontraremos
a la pareja paseando y charlando, no podría ser una verdadera “Antes del…” sin
verlos pasear a pie charlando. No hay rencores, no hay reproches, disfrutan de
su momento de intimidad, uno de esos momentos que antes aparecían sin buscarlos
y que ahora escasean. La luminosidad griega es un acierto, los entornos siempre
son excepcionales. Disfrutan de sus relatos, de sus historias, de la
imaginación de Hawke, del ingenio de Céline… Aparecerá el tema del tiempo, una
carta que será un cebo para la última y hermosa escena final.
Las ideas vitales de la pareja, sobre el tiempo y el amor,
sobre la vida... donde seguir sintiendo curiosidad, pasión, interés por lo que te
rodea, es la clave de todo, seguir buscando y deseando. La competitividad
masculina y el papel histórico de la mujer también saldrán a la luz.
“Has de ser un poco ingenuo para seguir motivado”.
Es curioso que durante este paseo la pareja interrumpa la
conversación ante la visión de dos animales, cabras y un perro.
“Creía que nunca me acostaría con alguien tan mayor”.
La conversación acerca de la abuela de Jesse es una
auténtica maravilla, las reflexiones que suscita y las anécdotas sobre la
pareja son preciosas, por ejemplo cuando para remarcar el tiempo que pasaron
juntos, 74 años, Jesse menciona cómo su abuelo llevaba a su abuela a caballo al
colegio. Una vez más el paso del tiempo, lo transitorio, la evolución, el cambio,
la madurez, la comprensión mutua, el viaje juntos, el amor eterno…
“Ella falló dos respuestas a propósito para que él no se
sintiera amenazado”. Fueron los dos primeros de su promoción.
“Se prometieron no tener que asistir al entierro del otro”.
-Céline: ¿Si podrás aguantarme durante 56 años más?
En la capilla bizantina nuestros protagonistas siguen
divagando, la transitoriedad, que es algo de lo que de alguna forma han estado
hablando en esas largas peroratas sobre la vida, la muerte y el amor. Será uno
de los temas tratados, así como la transgresión, el morbo y la provocación a lo
sagrado o el matrimonio. Nuestra pareja no está casada.
Si la primera secuencia era un plano estático sostenido, la
segunda usará un montaje más fragmentado para seguir la conversación de todos
los comensales. En esta tercera secuencia Linklater vuelve al plano sostenido
pero no estático, sino con un travelling de retroceso sobre el paseo de la
pareja. Ese travelling no usará apenas cortes salvo algún inserto y un par de
momentos donde el travelling cambia y en vez de mostrarnos sus rostros nos muestra
sus espaldas, sin venir mucho a cuento. La última secuencia de la película
vuelve a cambiar la planificación.
El amor romántico, el amor eterno, siempre sale a colación
de forma directa o indirecta, la mención a los cuentos de hadas que les gustan
a sus hijas es un nuevo ejemplo.
Es curioso, aunque no tenga mucha importancia, ver como
Céline se muestra esquiva o incluso le niega sutilmente dos besos a Jesse, uno
durante el paseo y otro en la capilla bizantina.
Tras el bello momento mirando a la puesta de sol concluimos
esta tercera secuencia, de otros 17 o 18 minutos, y pasamos a la cuarta y
última en la habitación del hotel, donde saldrá a relucir el conflicto latente
que tenía la pareja.
Una secuencia de amor, ternura, sinceridad, dolor y
carnalidad en los pezones desnudos de Julie Delpy. Una escena profundamente
íntima, dura y hermosa, donde los reproches, el mantener su espacio y su sitio
dentro de la pareja y de la vida en general será una lucha, y donde a pesar de
las inquietudes, las recriminaciones, las situaciones o comportamientos
aparentemente irresolubles, el amor se acabará imponiendo, ese amor eterno o no,
siempre romántico y siempre sincero.
Una escena que progresa de la sensualidad, el cariño y la
pasión al conflicto y la pelea, pasando por momentos de ternura, de
comprensión, de decepción… Una barba pelirroja que ha cambiado, cambios del
tiempo de nuevo, y que volvía loca a Céline, parece el símbolo perfecto para
esta escena llena de carnalidad y transformación.
La espada de Damocles que ha estado sobre la pareja por el tema
del hijo de Jesse y una posible mudanza a Chicago, es la excusa para que la
pareja tenga una catarsis, una liberación, limpien y saquen todos los reproches
y trapos sucios que han estado contenidos bajo las obligaciones, los hijos y la
vida cotidiana.
Hay dos aspectos de puesta en escena importantes aquí, el
primero es que es en la escena donde los personajes se encuentran en un sitio
cerrado y sin pasear donde surge el conflicto, donde su relación no fluye, se
estanca en reproches y citas a hechos pasados con los que se quiere saldar
cuentas. En el coche, lugar cerrado pero en movimiento, la mención al tema comenzará una disputa; en la comida, lugar abierto pero sin movimiento, habrá otra mención, aunque más leve; en el paseo, lugar abierto y con movimiento, no habrá lugar para ese tema. Su leve mirada al futuro, al viaje a Chicago, acaba despertando
dormidos tormentos o pseudotormentos del pasado. En el coche, un lugar cerrado,
había movimiento y se veía el exterior, lo mismo pasó con el tren en la primera
cinta. Así se demuestra que en “Antes del…” los entornos son importantes,
nuestros protagonistas son espíritus naturales y libres, tan solo al final de la
segunda un sitio cerrado será positivo, será el contraste con éste. Allí no
había obligaciones ni servidumbres conjuntas, sólo quedaba la pasión, así
comenzará esta escena, con sólo pasión, para convertirse en una carrera de reproches
por las obligaciones, el pasado y la responsabilidad.
El otro aspecto a resaltar es que están solos, los problemas
han permanecido anestesiados mientras tenían el escudo de los hijos, ellos mismos
explicitan que no han podido estar a penas a solas desde que los tuvieron.
Curiosamente cuando logren estar solos, en un sitio cerrado, será cuando todos
esos latentes problemas exploten como fuegos artificiales.
La planificación de la película y de esta escena en concreto es magistral. Ya mencioné como estaban planificadas las escenas, planos estáticos de la pareja en el coche, uso del montaje en la comida, travellings en el paseo… Ahora todo se funde, habrá largos planos sostenidos, movimiento de los personajes en el encuadre, uso del montaje con significación… Aquí veremos como Linklater incluye a la pareja en plano, juntos, en los momentos de acercamiento, cómo se alejan y usa el montaje, situando a cada uno en un lado de la habitación, por ejemplo, y en los momentos de mayor distancia y cuando la discusión es más crispada cómo sitúa a uno sentado y a otro de pie con la misma intención de resaltar sus diferencias…
De los besos iniciales, juntos en plano, pasamos a una
conversación de él en la cama y ella enfrente, lejana, en el sofá.
En medio del tema del hijo de Jesse, de la mudanza a
Chicago, en la que la intuición de Delpy no falló, habrá tiempo para discutir
de feminismo, reivindicaciones personales, infidelidades y cualquier cosa que
se pueda uno echar a la cara.
Un Jesse mediador e intentando ser comprensivo se acercará a
Delpy, se usará el montaje, plano-contraplano, ya que es un intento de
acercamiento pero el enfrentamiento se mantiene. Así llegarán a algún acuerdo. Los
dos actores están impecables.
“La vida de nuestros padres nos afecta”.
En la descripción de Céline no pueden faltar menciones a su
compromiso, a su feminismo, a su reivindicación como mujer, como he comentado. Habrá varias referencias a la posibilidad de que el hombre se sienta amenazado por una mujer fuerte o inteligente, en la conversación sobre la abuela de Jesse
por ejemplo, aquí esa idea volverá a ser mencionada por nuestra protagonista.
Céline reflexionará sobre lo que supone para una mujer
comprometida la maternidad, sus miedos, que la maternidad sea un acto de
sumisión, que la lleve a la sumisión… Para ella ceder en la idea de irse a
Chicago sería un acto de sumisión, pero deberá entender que la maternidad es
todo lo contrario a la sumisión, es la lucha más guerrera, aunque sea
doméstica, y ella es buen ejemplo de que se puede congeniar con otras luchas.
Complejos y miedos.
Los dos expondrán sus razones, la magia del guión es que los
dos se cargan de razón, los dos cometen errores, los dos se exceden, los dos
tienen razón… Cada uno tiene motivos de disgusto, unas veces son justos, otras
no, pero todo suena auténtico, sincero y acabará desembocando en una lista
de acusaciones.
Se atacarán con sus trabajos, él dirá que dedique menos
tiempo a la queja para potenciar las inquietudes artísticas que tiene y ella le
reprochará que use su vida y la de sus hijas en sus libros. Le echará en cara
la idealización de sus relatos, no entiende que convierta en arte su vida
personal, que haga una fantasía de lo que no es más que falta de espontaneidad,
sus vigorosos e increíbles encuentros sexuales relatados literariamente tendrían
poco que ver con los cotidianos y poco espontáneos polvos reales.
Hasta en tres ocasiones Céline (Julie Delpy) abandonará la
habitación, volverá en dos de ellas en unos divertidos y bellos momentos, pero
no así en la tercera ocasión. En medio de la tensión de la discusión habrá
cambio de tono, de la ira se pasará a la afinidad, la comprensión, la ternura y
el humor para distender. Serán breves pausas en la iracunda conversación.
La condición humana es estar siempre insatisfechos.
“Cuando me enfado no me parece positivo”.
Algunas de las reflexiones son de una agudeza sensacional,
la ira como vehículo de avance, símbolo de energía vital o muestra de la
insatisfacción natural del ser humano.
Las sospechas de infidelidad abrirán una brecha en
apariencia definitiva, acusaciones cruzadas, ambigüedades… Lista de cosas que
no gustan de Céline mediante.
“Sabes lo que pasa, es muy sencillo, creo que ya no te
quiero”.
Es absolutamente mágico, en este momento de dureza y separación, ver a Hawke, una vez Céline abandona la habitación por tercera vez, según se va dando cuenta de que en esta ocasión no va a volver. Está rodado con una maestría bressoniana excelsa. Sentimos que Jesse confía en que vuelva de nuevo pero poco a poco asume que no va a suceder. Esta escena nos remite desde la dirección al cine de Woody Allen, con esas conversaciones de pareja reflexionando sobre lo divino y lo humano, con personajes que salen de plano, de cuadro, mientras siguen charlando, sin apenas cortes, y al cine de Robert Bresson, por ejemplo en esos insertos de objetos (copas de vino, la taza de té, la cama…), sin la presencia de los personajes, objetos que han adquirido sentido ante nuestros ojos al ser usados por esos personajes y que ahora desnudos de su presencia adquieren un peso, un sentido y un contenido especial, como lograba Bresson, objetos con personalidad que definen situaciones y personajes. Se logra transmitir la nula importancia que tiene todo el entorno, lo que nos rodea, cuando nos tocan lo de dentro, los sentimientos.
La preciosa escena final vuelve a ser un ejemplo de
romanticismo realista, de evolución perfecta en las emociones de los personajes
y una oda al amor. La idea de la reconquista es una maravilla, una carta del
futuro que nos vuelve a rememorar la primera película. Una carta enviada de la
Céline del futuro, de 82 años, una vez más el tiempo jugando un papel
importante. Una encantadora carta. La risa o la sonrisa como vínculo, como
estímulo del alma y del amor.
En la declaración de amor, en la carta inventada, Jesse pide perdón a su manera y le dice a su chica que la quiere tal cual es y que aceptará lo que a ella le haga feliz, es decir, le está diciendo que no irán a Chicago de forma indirecta, ya que hacerlo de forma directa podría ser entendido como una aceptación con resentimiento, pero Céline o no capta la sutileza o está demasiado ofuscada. Cuando Jesse pause su relato a petición de ella y le hable con claridad, Céline se emocionará, bajará las barreras y entenderá, por fin, que los cuentos de hadas y el amor verdadero existen, como verbaliza Jesse, pero no en la forma en que lo presenta Disney, sino en la que lo están viviendo ellos mismos en primera persona. Su aceptación, su comprensión final, la llevará a reiniciar la ficción de la carta creada por Jesse. El amor, duro, pero verdadero.
Ese silencio, en una película tan dicharachera y charlatana,
ese amago de levantarse y ese amor que la retiene en la silla, serán el punto
culminante de una de las mejores películas de este año, si no la mejor, de esta
obra maestra que cierra una trilogía de obras maestras sobre el amor verdadero.
“Léela”.
“Bueno… parece ser que vamos a pasar una noche
espectacular”.
Una parte final amarga, tierna, dura, dulce… un final
intenso, feliz y algo triste a la vez. Una reconciliación al aire libre, que
contrasta con la opresiva habitación de hotel, de esos espíritus libres que son
Céline (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke), que gustan de pasear por las calles
y sentirse libres juntos. Un final que quizá nos lleve a una cuarta parte, a los
82 años, por ejemplo, en la vejez, tras una separación o tras una vida entera
juntos… Un final que contrasta los planes románticos verbalizados en el paseo
por Grecia con la bofetada de realidad poco romántica de la habitación del
hotel. Que contrasta el enfado en esa habitación con la imposición del
romanticismo si de verdad se apuesta por él. Una nueva parte donde
descubriríamos si fueron a Chicago, yo creo que no, y qué pasó.
Un final que nos dice que si se asume y controla la
insatisfacción, que siempre aparecerá, como es lógico, para disfrutar de las
satisfacciones, sentirse realizado con ellas, podrás gozar y sentir buenos e
intensos momentos de felicidad.
En la trilogía de “Antes del…” no pasa absolutamente nada,
apenas hay narración, pero somos
testigos de excepción de sentimientos que nacen, crecen y se reproducen
en dos personajes que no olvidaremos. Algo mágico e inaudito.
La transformación del amor, el amor no es menos amor con el
paso del tiempo, ni con la transformación de los pensamientos, del deseo, de la
atracción... Hay amor sincero en el enfado, en las broncas, en los reproches
incluso, porque nadie puede dudar del incondicional amor de esta pareja, con un
final esperanzador que se sobrepone a la dureza, a las agrias disputas, al ocasional
dolor.
Perfecta dirección, perfecto guión escrito por el trío
formado por Linklater, Delpy y Hawke, donde la naturalidad y la improvisación
fueron claves, y dos actores que parecen nacidos para estos papeles. Todo es
una delicia en esta imprescindible tercera parte de la imprescindible trilogía
de “Antes del…”.
Ojalá nos sorprendan dentro de muchos, muchos años con una cuarta entrega. Sería bonito. Genial repaso a la película.
ResponderEliminarSaludos!!
Es usted una romántica, señorita Naiara, así que la comprendo y deseo lo mismo jejeje.
EliminarUn abrazo.
Ay, qué bonita.... :-) Coinciden tus entradas a las pelis con el lanzamiento en DVD de esta tercera parte. Ya se puede adquirir por preventa. No todos los días vamos al cine y vemos maravillas así.
ResponderEliminarEs que cada vez salen antes al dvd!!! Así el que la vea tiene esto a mano. El cine está imposible!!
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