No, esta
cuarta entrega del “Muñeco diabólico” no tiene nada que ver con el terror o el
slasher, más allá de algunos tics o escenas. Ronny Yu ha convertido esta
absurda y exitosa saga en una comedia negra delirante y tronchante.
Siempre me
pareció una saga prescindible y absurda, la típica fórmula de terror para ir
sacando episodios alardeando de tópicos. De hecho así era hasta llegar a esta
cuarta entrega de la que leí algunas críticas entusiastas. Son muchos los
sabrosos alicientes, si te gusta el juego, que ofrece esta cuarta entrega del
muñeco diabólico.
La cuarta
entrega del muñeco diabólico pasa por ser la mejor de todas, y todo gracias a
alejarse del tono de las anteriores. Supongo que a fans puristas de la saga ésta le parecerá una infamia infiel, pero es todo lo contrario.
La ex amante
de Charles Lee Ray, consigue los restos del muñeco Chucky y hace un ritual vudú
para volver a traspasarle su alma. Una vez consigue devolver a Chucky a la vida
con el alma de su amante, Tiffany le pedirá que cumpla su promesa de matrimonio,
pero claro, para hacer una buen pareja ella debe morir y ceder su alma a otra
muñeca como Chucky…
El inicio es
puro cine de terror, con su dosis de sangre y atmósfera tensa y clásica,
nocturna, lluviosa, para que veamos como la despiadada Tiffany, una rolliza y
sexy Jennifer Tilly, consigue el muñeco destrozado. Cuero y medias de rejilla,
look gótico rockero. Rubia platino y magnífico escote. Una psicópata auténtica,
que valora a sus parejas por lo asesinos que pueden llegar a ser…
Podemos
disfrutar de la bella Katherine Heigl, famosa por su papel en “Anatomia de
Grey” y posteriores comedias románticas. La presencia de John Ritter acentúa
esa idea de comedia negra, género que ha frecuentado siempre, aunque ha hecho
sus pinitos en el cine de terror.
Enredos de
comedia romántica con la trama accesoria. En la caravana de Tilly tendremos
sustos facilones para crear ese tono y que la película no huya del todo del
terror típico, muy enraizado con los 80, década a la que se menciona
ocasionalmente (hay mucha autoconsciencia y metalingüismo en la parodia que
supone también la película). Sensualidad y truculencia para la muerte del novio
de Tiffany. Una muerta artificiosa, porque el pobre desgraciado podría zafarse
sin excesivo problema de un muñeco que pretende asfixiarlo sentado en una
almohada, y morbosa, por la conversación que mantiene Chucky con su ex novia.
“¿Naciste
con ese cuchillo unido a la mano con pegamento o qué? ¡Por el amor de Dios,
Chucky! Piensa que estamos en los 90, apuñalar a la gente está muy pasado de
moda. Con ese chisme te pareces a Martha Stewart”.
“¡Eh! Si un
método clásico es bueno, nunca pasa de moda”.
“Bueno, es
una larga historia. De hecho, si fuera una película harían falta tres o cuatro
entregas para explicarla como es debido”.
Se bromea
con las muertes y su ejecución, la necesaria innovación para hacerlas lo más
retorcidas posibles una vez hemos llegado a la década de los 90. Así morirá el
bueno de John Ritter, con el rostro claveteado para firmar un excelente
homenaje a “Hellraiser” (Clive Barker, 1987).
“No entiendo
por qué me resulta tan familiar”.
“Lo que
importa no es el tamaño, gilipollas, sino lo que haces con ella”.
-Tiffany:
¡Oh Dios mío, estoy llorando! ¿Funcionará el resto de cañerías?
-Chucky:
Pues no sé lo que te pasará a ti, pero yo estoy empezando a ponerme como
Pinocho. ¿Sabes? Anatómicamente, no me falta de nada.
-Tiffany: ¡Espera, espera! ¿Tienes alguna goma?
-Chucky:
¿Qué si tengo alguna goma? ¡Tiff, mírame, soy todo de goma!
-Tiffany:
Ah, es verdad, perdona, pensaba que eras de plástico.
Jennifer
Tilly, en apenas media hora, se come la película, lástima que luego sólo nos
quedemos con su voz. Su muerte electrocutada tiene tintes de “Psicosis” (Alfred
Hitchcock, 1960).
-Chucky:
Actúa con naturalidad (Observad la pose de ella).
Es una gran
gamberrada paródica, macarra a mayor gloria de su protagonista, que aquí está
cargado de mala leche y carisma. Un protagonista cínico en una película
enfermizamente divertida. Los conflictos maritales de esa pareja de psicópatas
muñecos son igualmente delirantes y desternillantes.
-Chucky: Les
doy seis meses… Tres si ella engorda.
La muerte de
la parejita ladrona en la noche de bodas, toda esa fase, no puede ser más
forzada, pero desemboca en una memorable escena sexual entre los dos muñecos. Hay
numerosas situaciones memorablemente bizarras e hilarantes, así como diálogos
tronchantes. Una comedia negra sin filtros que transgrede y supera el puro
divertimento de terror lleno de tópicos y estereotipos en que se fundamentaba
la saga desde su inicio.
“Imagínate,
por ejemplo, que esta noche pidiera que te hicieran un análisis de sangre y
saliera que estás más colocado que Christian Slater en nochevieja”.
-Chucky: (Escribe): Z O R R A
-Ordenador:
No es correcto. Mujer, se deletrea así: M U J E R.
-Chucky: ¡Qué
poco sabes tú de la vida!
El personaje
de Tiffany es psicopático, evidentemente, pero tiene un ramalazo romántico del
que carece Chucky, por eso es divertido en ese contraste ver cómo se lo pasan
los dos muñecos haciendo tambalear el amor de esa joven pareja, que van dudando
el uno del otro según se van sucediendo las muertes. Destrozando el
romanticismo de forma divertida.
Las risas
espasmódicas de los dos muñecos ante la iglesia donde se casa la parejita y el
asesinato en montaje paralelo que acontece a continuación redundan en esa idea.
Divertida,
sin más pretensión que divertir de forma
gamberra y con ingenio, delirante a más no poder, sin filtros, con momentos
violentos y tics del cine de terror y suspense, pero enmarcada de lleno en el
terreno de la comedia negra, que es el género que se impone finalmente, dando
un vuelco a la saga de una manera más que acertada. Al fin y al cabo la trama
de la película da para comedia, piensen: Un muñeco poseído por un asesino en
serie… Ronny Yu acierta de pleno al tomárselo a cachondeo, pero de manera muy
seria, porque es un triunfo.
Una película
que nos remite constantemente a clásicos del slasher ochenteno, a lo que hay
que añadir ese guiño frankensteiniano en la trama y el título de la película,
también gamberro, transgresor y desorbitado. Un homenaje explícito a
Frankenstein, ya que Tiffany disfruta en la bañera antes de su muerte,
precisamente, de “La novia de Frankenstein” (James Whale, 1935).
Entre los
homenajes al slasher, además de los mencionados, tenemos las máscaras de Jason y Mike Myers, asesinos
de “Viernes 13”
y “La noche de Halloween”, respectivamente. También se aprecian las manoplas
con cuchillas de Freddy Krueger, el asesino de “Pesadilla en Elm Street”, todo
en la escena inicial en la comisaría. Hay referencias a “Se ha escrito un
crimen” y Bonnie y Clyde.
“La novia de
Chucky” se concreta como una autoparodia del propio género y de la propia saga.
Una cinta básicamente nocturna, siniestra, sombría, de aceptable atmósfera
clásica, con planos oblicuos para incrementar la tensión en las escenas
violentas como rasgo estilístico más llamativo, y Rob Zombie en la banda sonora.
Blondie, Judas Priest, Slayer o Bruce Dickinson también están en la banda
sonora.
El final ha
generado cierta polémica, a muchos les pareció absurdo, yo lo veo como una
completa genialidad, un surrealismo perfectamente acorde con el tono y la
ilógica del film. Descacharrante. Inicio de la siguiente “La semilla de Chucky”
(Don Mancino, 2004).
“Adelante
dispara. Yo volveré, yo siempre regreso… Sí, aunque morirse es una gran putada”.
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