martes, 20 de octubre de 2015

Crítica: LA ENTREGA (2014) -Parte 1/2-

MICHAEL R. ROSKAM











Buen thriller al que podríamos emparentar con el universo de los hermanos Coen, sobre todo en sus títulos más negros.

El director, Michael R. Roskam, logra una buena atmósfera con un pulso seguro, una acertada dirección que aunque con algún problema de ritmo ocasional tiene fuerza y deja buenos detalles visuales y en los encuadres. Un ejemplo lo tenemos con los planos iniciales.


Planos que retratan un entorno y la concepción moral del mismo. Un excelente plano del reflejo distorsionado del puente de Brooklyn en un charco que se va aclarando paulatinamente ante la llegada de un coche, retrata a la perfección ese mundo, ese lado oscuro, soterrado, delictivo, de la ciudad. Así continúa la planificación, la cámara siguiendo unos pies, entregas furtivas en bares clandestinos, más pies… el hampa, lo oculto… Bares tapadera, entregas, dinero fraudulento…




Lo más notable de la película es el dibujo, retrato y desarrollo del personaje protagonista, realmente interesante y bien llevado. Su primer plano será ante unas rejas sin que se nos permita ver bien su rostro. Tom Hardy interpreta a Bob, un hombre en apariencia pacífico, sentimental, de buenos sentimientos y algo disperso, lo que le da un toque ingenuo que recuerda de alguna manera a la Frances McDormand de “Fargo” (1996), en consonancia con ese toque de los hermanos Coen que tiene la película. Un sutil trabajo del camaleónico Hardy.





Es solitario y muy religioso, practicante, acude puntual a misa, pero nunca comulgará, lo que es un buen cebo y detalle que define su carácter y principios. Se sugiere, por tanto, que oculta algo, que quizá haya algo que no puede perdonarse o confesar.

Bob es sumamente sensible, atento y discreto, como demuestra al ver las cicatrices en el cuello de Nadia (Noomi Rapace), la chica que conoce, sin comentario algún. También es sereno, confiado y sensato, mentirá con desparpajo, por ejemplo al detective Torres (John Ortiz), sin que le tiemble el pulso. Lo curioso es que a pesar de su apariencia serena siempre parece inquieto por algo, como si pensara constantemente que va a llegar tarde a algún sitio. Distraído. Tiene una resignada tranquilidad en sus ademanes, la paz del que confía en Dios. Unos contrastes que hacen de Bob un personaje muy especial. Un entrañable caballero, un tonto que no lo es.




Su peculiar manera de moverse, mirar y hablar, que se asemejan a las de un autista, resultan muy satisfactorias, un gran trabajo físico de Hardy. Además, sumado a las dotes observadoras del personaje (las cicatrices, el reloj parado), casi lo emparentan con el Dustin Hoffman de “Rain man” (Barry Levinson, 1988). Una autista tranquilidad que hace del personaje alguien vulnerable, pero que no lo es en absoluto, como descubriremos al final. Una fachada que nunca se sabe hasta qué punto es sincera. Ejemplo de esto lo tenemos con el momento donde Bob descubre la bolsa con el dinero y el brazo con el reloj parado… con total tranquilidad.




Hardy entrega, nunca mejor dicho, una interpretación tan divertida como acertada, desde su lenguaje corporal a sus andares, una gran encarnación.

Uno de los elementos más intrigantes e interesantes en relación al personaje interpretado por Tom Hardy es su sótano y el depósito que allí se alberga. Roskam lo retratará con una panorámica distraída, un brillante cebo que ya insinúa algo, pero de una manera muy sutil. Luego volveremos a ver ese depósito, mientras Bob acaricia a su perro, en esta ocasión iluminada y poco después de que se mencione el asesinato de un tal Richie a manos del dueño del perro, Eric… Cuando se disponga a pagar el chantaje veremos a Bob en su rutina habitual, en su casa, yendo a misa y haciendo la colada, así volveremos a ver fugazmente y desenfocado el depósito.

Este depósito simboliza una especie de pecado original, un secreto oculto que lo convierte en una especie de Dorian Gray, intachable por fuera, pero oscuro en su sótano. Una huella latente que lo atormenta como si de “El corazón delator” de Poe se tratara. Un elemento francamente bien usado. Es la causa por la que no comulga.



Un tal Eric (Matthias Schoenaerts), el dueño del perro que luego cuidará Bob, dice haber cometido un asesinato, pero en realidad ha sido Bob el que lo hizo. Esa es su culpa y por ella desenmascarará la fanfarronería inocua de Eric.

En su presentación le vemos invitando a copas a un grupo de amigos que pretende homenajear a otro fallecido (Richie), a una anciana a la que deja fumar a pesar de ser ilegal, marcando el contraste con su jefe, Marv, interpretado por James Gandolfini, que aunque paciente no se muestra conforme con esos procederes. Es la época navideña, 27 de diciembre, pero sólo Bob parece sentir su espíritu.





Marv (James Gandolfini) no es lo que parece. Un interesante personaje del que iremos conociendo las motivaciones que le llevan a actuar en la forma en que lo hace. El atraco del que es víctima en su bar junto a Bob está, en realidad, planeado por él, como se intuye. Un plan para quedarse con ese dinero de la mafia que le permita sufragar los costes del hospital en el que su padre está en coma. Desesperado y comprensible…




Vive con su hermana, que parece opuesta a él. Es vital, aventurera, quiere experimentar y viajar, lógica aspiración, por lo que insinúa y aboga por desenchufar a su enfermo padre para poder vivir sin apreturas y cumplir esos sueños. Una presión añadida para Marv que provocará sus actos.




Hay una escena que resulta inquietante e intrigante. Es aquella en la que un conductor pregunta a Marv la situación del hospital, lugar que debe conocer al estar allí su padre. Una escena en apariencia intrascendente, pero que genera inquietud en Marv, punza su sentimiento de culpa, tema clave de la película. Cree que le siguen.



La relación entre Bob y Marv se desarrolla entre digresiones y conversaciones intrascendentes generalmente, pero habrá una en especial que sí trata temas importantes, que crea un conflicto definido entre ellos. Será la que acontezca en casa de Marv. Estricto plano-contraplano, cada vez más cercano a los rostros, para una conversación que desarrolla aspectos de la personalidad de ambos. Marv reivindica su pasado, un pasado al que se aferra porque para él fue exitoso, un pasado como dueño de un bar y su banda mafiosa, que ahora ha perdido. Su sobrino, Bob, relativiza tal logro. Marv reprochará la mediocridad de la vida de Bob comparada con la suya, a lo que el sobrino contestará con indiferencia, ya que él no tiene esas ambiciones.






Todo esto mientras en la televisión emiten “Una vida marcada” (Robert Siodmak, 1948), título simbólico con respecto a Marv . Aquí no cabe duda ya de que Bob es mucho más inteligente de lo que pretende aparentar o transmite.

Religión.

Bob es muy espiritual, va siempre a misa, pero nunca comulga, producto de un sentimiento de culpa o pecado original que no logra superar porque no puede perdonárselo o confesarlo. Se entroncará con el dibujo solitario del personaje, así le veremos ir siempre solo a misa, a veces incluso yendo antes de la ceremonia.



Del mismo modo se relacionará su piedad con su relación junto a Nadia y el perro, cuando en la iglesia vea a San Roque (Rocco), representado junto a un cánido, precisamente. Por ello llamará Rocco al perro, aunque la decisión final la toma Nadia, y junto a su espiritual y bondadosa actitud se emparentará con la figura del santo. Esa imagen le decidirá finalmente a quedarse con el perro. Como San Roque se convertirá en un protector, aunque con un pasado pecaminoso.




A mí me gusta Mike”.

El reloj de cocina de Bob tendrá una frase del “Padrenuestro”, así como una figurita angelical rota que posee será otro vínculo para esa pareja. Ella se ofrecerá a arreglarla, lo que es un evidente simbolismo del propio Bob y su relación con Nadia. La redención.


Una vez todo se resuelva, Bob nos dedicará unas palabras religiosas en over.

La iglesia cerrará, para tristeza de los creyentes, lo que supone una interesante reflexión sobre un mundo sin valores ni creencias, que va camino de la perdición.


La idea de Dios justiciero y la del sentimiento de culpa, son piezas claves en la trama de la película, no en balde las obras de Dennis Lehane tienen estos temas muy presentes siempre, con la religión católica de fondo.








2 comentarios:

  1. Qué inquietante!!!
    Interesante cómo se plantea el tema de la culpa, la religión…
    Gandolfini!! Un actor q me gustaba…grande como Tony Soprano…
    Me gusta mucho como nos haces ver el ambiente, la atmósfera, los escenarios, lo q representan las imágenes que vemos y su papel en la historia que se cuenta.
    Aprender a ver lo que se muestra. Me gusta mucho que nos lo traduzcas…
    Esperando la segunda parte.
    Gracias!!! Un buen momento de relax y disfrute tras una jornada movidita!!!
    Bss!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las jornadas movidas son buenas! Jejeje.

      Pues esa es exactamente la intención. Por eso es un análisis y no una crítica, aportar un poco de luz y que haya alguna cosa que el lector pueda sacar de ello. Así que satisfecho.

      Gracias Reina, como siempre :))

      Besos.

      Eliminar