Agradable comedia romántica que hará las delicias de los
seguidores de este tipo de cine, con el gran John Cusack como protagonista, la
bella Kate Beckinsale y el azar y el destino como irremediable Cupido.
He comentado en alguna ocasión que las coincidencias y el
abuso del azar en las películas incomodan y desagradan al espectador, lo alejan
porque ven falta de credibilidad. En cambio, si estas coincidencias son al
comienzo de la cinta, al inicio o como planteamiento incluso, el público lo acepta
mucho mejor, las asume y asimila como reglas del juego o situación atípica que
sirve de pistoletazo a una historia. Si además el concepto y tema de la
película gira en torno al azar, las coincidencias y el destino, son la base de
la historia y sobre la que ésta va a girar, poco se puede oponer.
Esto ocurre con "Serendipity", una cinta que reflexiona sobre
el destino y donde hay multitud de coincidencias durante todo el metraje, pero
que no tiene sentido criticar básicamente porque esa es la idea esencial de la
propuesta, la locura de un destino romántico vertebrador y generador de un universo de constantes
situaciones inverosímiles que fundamenta
la esencia misma del amor. En cualquier caso veremos cuáles se fuerzan
demasiado y cuáles no, que siempre resulta interesante, así como en qué
circunstancias interviene el destino y en cuales la voluntad.
El pero a las coincidencias vendría por cómo se traten éstas
Si se puede aplicar una lógica o son coincidencias puras, el público lo
aceptará como parte del juego, pero si se retuercen o fuerzan obligando a los
personajes a comportarse de forma ilógica o contraria a su carácter, la cosa
comenzará a fallar. “Serendipity” acierta en la mayoría de las ocasiones.
Un flechazo entre dos jóvenes comprometidos en unas
navidades les hace replantearse si no están destinados a estar juntos y romper
con todo, pero la mala suerte los separará. El azar y su voluntad tendrán que
decidir si están destinados a reencontrarse.
La cinta se inicia con una gran grúa que recorre el exterior
de unos grandes almacenes, Bloomingdales. Es Navidad.
Hay algo de cuento de hadas y magia en esta cinta,
especialmente reseñable por los numerosos planos en los que vemos el tiempo
acelerado, planos de relojes frenéticos, manecillas alocadas o calles y
autopistas semejantes a torrentes de neones y luces. Curiosamente, cuando
descubramos que las dos parejas han roto su compromiso, tendremos planos
picados más pausados, en tiempo real, como si el destino, una vez cumplido su
trabajo, se amoldase a otras reglas.
Aunque “Serendipity" es una comedia romántica clásica, que
posee todas las convenciones y tópicos del género y además todo se da mascado,
tiene elementos realmente interesantes y notables, además de un acertado halo
mágico-romántico.
Objetos predestinados.
“Serendipity”, en un rasgo diferenciador de talento y que la
coloca por encima de otras cintas similares, hace un uso realmente brillante de
los objetos con contenido narrativo, íntimamente ligado además a la esencia de
la trama. Objetos vinculados al destino. A través de esos objetos el destino se
acaba manifestado, esa fuerza invisible.
-Los guantes serán el objeto clave que una por primera vez a
nuestros enamorados, los veremos justo al entrar en el centro comercial que nos
presentan al inicio. El destino aparece cuando vemos a los dos personajes coger
los mismos guantes al mismo tiempo. Unos guantes que vimos en la grúa inicial
como bajaban hasta el mostrador de venta. Inicio de la relación, enredo,
coincidencias y destino. Objeto vinculador.
-Los guantes o, más concretamente, el guante que se quedó
Jonathan, dará un nuevo impulso al chico al encontrárselo dentro de la bolsa del
día que lo compró en su habitación y encontrar una factura con el número de
cuenta de Sara. El guante, un objeto clave con función narrativa.
-La bufanda que se olvida Cusack en el restaurante
“Serendipity” es un nuevo objeto importante, vinculador, lo olvidará y al
regresar a por él se reencontrará con Sara (Kate Beckinsale), que olvidó sus
guantes, el objeto anteriormente mencionado.
-Un billete con el número de teléfono de él y un libro con
el de ella, serán otros dos objetos esenciales en la trama. Objetos del anhelo,
los recordarán, querrán encontrarse con ellos, ya que estos objetos serán
lanzados al mundo a la espera de que puedan cruzarse en su camino de nuevo. Son
los objetos que simbolizan el deseo oculto por ese destino que los uniría. El
destino que ansían. El libro será “Amor en los tiempos del cólera”, de García
Márquez.
-El anillo que no entra en el dedo de Sara es otro objeto
importante que ella acabará tomando, en cierta medida, como mensaje del destino.
-El chicle que Jonathan pega en el banco de la instalación
donde se practica el golf, volverá a ser un vínculo, el destino a través del
tacto, de alguna forma. Una vez que Sara toque el chicle irá siguiendo las
pistas que la lleven a Jonathan.
-El monedero de Prada, o mejor dicho Prado, que compra Eve
(Molly Shannon), la amiga de Sara, contendrá el billete con el número de
Jonathan, así que también será un objeto fundamental, aunque pudiera ser
accesorio al principio. Un dálmata aparecerá en dos escenas distintas, y casi seguidas, una con Cusack y otra con Beckinsale, además. Sutilezas.
-Otro objeto olvidado, la chaqueta de ella, será el que una
a la pareja definitivamente, un nuevo contacto, una coincidencia perfectamente
posible, una opción y casualidad como otra cualquiera.
-Podríamos incluir en este apartado la misma nieve, nieve
vinculadora y perfecto símbolo de la pureza y el amor de la pareja, que
retrata, conforma y cierra el círculo de la historia en forma de cuento de
hadas, con una atmósfera mágica indudable. La nieve aparecerá en la pista de
patinaje oportunamente, como buen relato mágico, para el definitivo
reencuentro.
Tras el primer y casual encuentro, nuestra amorosa pareja irá
a merendar a un restaurante llamado “Serendipity”, título de la película y
lugar que acaba por convertirse en clave del concepto general del film. Si una
“serendipia” es un hallazgo o descubrimiento afortunado, la relación de
nuestros protagonistas estará rodeada de ellos, aunque el destino también
pondrá sus trabas, con lo que este restaurante, que tiene un nombre tan adecuado,
casi confirma esa idea de cuento de hadas, ese halo mágico que sobrevuela toda
la película, como si de un lugar para el conjuro amoroso se tratara.
Ella es una creyente del destino, de la magia, él es más
descreído pero a la vez se muestra más decidido a jugársela, a pesar de que los
dos tienen pareja. Los sentimientos de ella, confusa por la extrema conexión
que comienza a sentir con ese chico tras tomar sólo una merienda, y a la vez
consciente de sus responsabilidades y compromiso con su pareja, decide
interrumpir la “cita” y entregar esa posible relación a un futuro destino, ese
destino en el que cree. Un destino que no tardará en contestar.
El segundo encuentro de estos románticos personajes, pocos
minutos después, resulta algo más forzado, aunque perfectamente creíble. Ya
comenté que analizaría las coincidencias, las que resultaran más forzadas y las
más naturales. Aquí, dentro de que pueda resultar forzado, es creíble y además la
película juega con la baza y el colchón que el espectador debe aceptar de la
propia propuesta, una historia sobre coincidencias imposibles en apariencia.
Así, vemos lógico que Cusack pueda olvidarse su bufanda, pero que ella olvide
los guantes cuando incluso los mencionan al salir del restaurante quizá sea más
cuestionable. Al regresar para recuperarlos se encontrarán e iniciarán una cita
de verdad.
Así se iniciará una hermosa relación, una conexión irrompible, eterna, un “breve encuentro” que se hace inolvidable, que marca una vida, donde el tiempo no existe, como bien recalca el director en esos planos acelerados. Conociéndose en unas pocas horas, una tarde-noche de romanticismo, cosquilleos, amor naciente que nos descoloca, conversaciones triviales con ansias de descubrirse… Es decir, uno de los grandes goces de la vida, el comienzo de una relación, el enamoramiento. Charlarán sobre el destino y las coincidencias, tema adecuado, pero luego irán preguntándose cosas para conocerse, sus gustos, sus aficiones… incluso su postura sexual preferida, que interesará a una pícara Beckinsale en una demostración de confianza creciente, aunque esto será interrumpido por una inoportuna caída… lamentablemente. El golf, que tendrá un eco posterior ligado a más coincidencias y “serendipias”; “La leyenda del indomable” (Stuart Rosenberg, 1967), que es la película preferida de Cusack, Jonathan Trager… Conociéndose mientras patinan bajo la nieve… no puede ser más romántico. Esta escena, por supuesto, también tendrá su eco al final. Jonathan es cinéfilo, a John Cusack le gustan los papeles con referencias, así también mencionará lo buenas que son “Los puentes de Madison” (Clint Eastwood, 1995) y las dos primeras partes de “El Padrino” (Francis Ford Coppola, 1972 y 1974), en este último caso para comparar a las chicas de su vida.
Toda la película es un juego de ecos fundamentado en esta
primera secuencia del enamoramiento.
Románticos poniendo a prueba al destino.
Sara es una creyente, pero a la vez se nos muestra
tremendamente desconfiada, ya que no parará de hacer pruebas para contrastar que
lo que ocurre es real, hasta el punto de que parece no querer nada con el pobre
Cusack…
Comenté con anterioridad que el destino busca unirlos, pero
no ponerlo fácil, así el viento se llevará el papelito con el número de la
chica, que ella toma como señal negativa. Quizá el destino no busque complicar,
sino simplificar del todo las cosas, es decir, parece querer indicar que si ya
os habéis encontrado, no hacen falta números de teléfono, lanzaos a ese destino
sin miedo… pero Sara lo tendrá.
En cualquier caso esto dejará ideas extraordinariamente
románticas y bellas, como la del billete. Como prueba definitiva Sara planteará
una idea bastante rocambolesca, y es que para ser una loca del destino tiene
unas ideas algo retorcidas y forzadas. El destino, por su parte, tiene un humor
peculiar y desde luego no se deja vacilar. Dos ascensores, deben pulsar un piso
sin saber cual pulsará el otro, si se encuentran es que están destinados… Lo
harán, los dos pulsarán el 23, pero como prueba es bastante mala ya que en
realidad demuestra poco. La mala fortuna, el destino también, suponemos, jugará
una mala pasada a Jonathan, que verá como se sube gente en su ascensor. Al
retrasarse ella lo tomará como una señal de que no deben estar juntos, cuando
en realidad no prueba nada, ya que pudo ocurrir lo que justamente ocurrió. Aquí
a Sara se le fue un poco la cabeza, pero es un necesario recurso de guión, no
el mejor, para separarlos, la obligada separación para hacer más romántico y
especial un posible reencuentro, como es menester en toda comedia romántica que
se precie.
Dedicada a Nora, por ser una de sus películas favoritas.
Ay l'amour, l'amour…
ResponderEliminarUna romántica viene bien de vez en cdo.
Aunq luego te deje un cuerpo como de "oye, destino, y mi serendipia qué, eh? QUÉ!!!"
;-P
Fuera bromas, no me suelen gustar mucho esas pelis de las casualidades y los destinos, aunq digas q no resulta forzado, si bien una peli para soñar, de vez en cdo…
Me gusta lo q ctas del tratamiento del tiempo, y la nieve.
La fotografía me ha parecido muy saturada en los colores cálidos…
A ver q tal las siguientes partes!!
Gracias Sambo!
Bss
A ver, no es que no resulten forzados, en realidad juega un poco con que sean forzados, lo que ocurre es que es la base de la historia, entonces se asumen algo mejor.
EliminarEs una peli bonita que tiene buenos detalles, la foto es preciosista, típica de estas pelis. Espero te gusten las siguientes.
Besos.