Fue muy decepcionante ver que una película que cogía la idea
del “hombre invisible” y que estaba en manos de
Paul Verhoeven quedaba reducida a la vacuidad insustancial, el tópico y
el convencionalismo.
Decía Platón que la invisibilidad era lo más parecido a
tener el poder absoluto, una idea así en manos del morboso Verhoeven podía dar
para una joya perturbadora, como mínimo, pero el resultado fue muy discreto. En
“El anillo de Giges”, Platón reflexionaba sobre la corrupción del hombre, sobre
cómo tener el mayor poder solía llevarnos a la degradación moral. Si
pudiéramos hacer algo injusto y a favor nuestro sin ser vistos, sin ser
descubiertos, ¿lo haríamos? Ahí radicaría la integridad o no de un hombre.
El protagonista, Sebastian, se comparará con Dios
explícitamente, y sus compañeros harán referencia a esa idea de creerse Dios,
especialmente con semejante poder.
No ya porque no se profundice en nada, ni se le saque
partido, sino porque lejos de investigar el increíble poder que da la
invisibilidad, se centra en anécdotas, pero en vez de profundizar en la
mezquindad morbosa que podía dar mucho juego en manos del director holandés,
también queda reducida infantilmente, con lo que se queda a medias en todo. Bueno,
ni a medias…
A Verhoeven le encantan las escenas morbosas, escabrosas,
sexuales y violentas, y aquí, con un hombre invisible en su poder, todo queda
reducido a un fugaz magreo de teta y a una violación en off… Esto es lo más
atrevido que pudo exponer Verhoeven en este mainstream. La psicopatía,
personajes lindantes con ella o sumidos en ella de lleno, gustan a Verhoeven,
sólo hay que recordar “Instinto básico” (1992), “Los señores del acero” (1985) o esta
misma.
Y eso que en la primera escena la cosa promete, un poco de
sangre para ver morir a un ratón en las invisibles y, finalmente, teñidas de
sangre fauces de una fiera. Acto seguido vemos a Kevin Bacon, uno de los actores con el rostro más inquietante del celuloide, mirar, como en “La ventana indiscreta”
(Alfred Hitchcock, 1954), a una vecinita desnudarse. Verhoeven sienta sus
bases, los dos patrones básicos de su cine. Sexo y sangre.
Se plantea un triángulo amoroso entre Kevin Bacon, Josh
Brolin y Elisabeth Shue, una actriz que me gustaba mucho en mi juventud, y no
por cuestiones interpretativas. Linda (Elisabeth Shue) y Sebastian (Kevin
Bacon) fueron pareja, pero ahora Linda está con Matthew (Josh Brolin) en
secreto.
Arranques para lucir efectos especiales y dibujar vagamente
alguna relación, como la escapada del gorila. El momento de la transformación
de Isabel, el gorila, es uno de los más deslumbrantes en cuanto a efectos
especiales se refiere, su vuelta a la visibilidad desde los órganos interiores, viéndose todo el proceso. Unos efectos que se basan en que sintamos y percibamos lo que
no se ve. Para ello los recursos son muchos: pinturas, sangre, aerosoles, agua,
humo etc., que definen las formas que permanecen ocultas a la vista, o lugares que
ceden al peso o el tacto…
Sebastian Caine es el hombre que se pervertirá debido a poseer
un gran poder, el de la invisibilidad. ¿Quién mejor que el magnífico Kevin
Bacon para interpretarlo? Kevin Bacon es, posiblemente, el actor de mirada más
inquietante del cine, lástima su infravaloración. Atentos a sus andares
chulescos, no tienen desperdicio, se lo pasa pipa.
Un hombre solitario, ex novio de Linda (Elisabeth Shue), un
genio de la ciencia, pero con problemas para relacionarse. Un canalla cínico y
con brotes psicóticos, que al adquirir el poder de la invisibilidad también se
frustrará al entender que no puede controlar voluntades ajenas, lo que le llevará al
conflicto interno.
El guión también hace bromas con respecto a H. G. Wells, cuando
inmersos en la narración de “El hombre invisible” se menciona la intención de
inventar “La máquina del tiempo”.
Lo cierto es que “El hombre sin sombra” tiene unos
excelentes efectos especiales, coherentes e integrados en la trama, pero a los
que se hubiera sacado mucho más partido si dicha trama hubiera sido
interesante. Quizá alguno los vea ahora y le parezcan regulares, pero en su día
no lo eran en absoluto. Muy eficaces aún hoy.
Verhoeven rueda bien, sabe planificar y poner en escena,
utilizar el travelling con sentido y alargar los planos, tanto para generar
suspense como para que apreciemos bien toda la acción. Rodaje de calidad. El
problema en “El hombre sin sombra” es que no hay alma, ni personajes, ni
profundidad en una propuesta que podía dar mucho de sí.
Un ejemplo de ese talento travieso lo tenemos en la cena de
celebración del equipo médico una vez ha visto que la inyección para la
invisibilidad funciona. Un travelling se paseará por la mesa observando a
todos los comensales hasta llegar a la silla de Bacon, que aparece desierta,
una invisible presencia. Es un detalle que presagia lo que sabemos, pero sin
que aún haya sucedido, sencillamente Bacon no está, se ha levantado, pero la
broma de Verhoeven queda patente.
Otra broma simpática, el colaborador que pretende llenarse
su taza de café, pero no sale nada de la jarra… Las puyas a la desagradable
científica que sólo mira por los animales también resultan divertidas.
Quizá Verhoeven es consciente de sus límites con la industria
y se ríe de ello, al menos eso da la impresión al ver la escena de cama entre
Shue y Brolin, cuando ella intenta tener sexo y él la interrumpe con cuestiones
e inquietudes profesionales… ¡Esto no hay quien se lo crea! ¡Y menos en una
película de Verhoeven!
En la escena siguiente será Bacon quien contará un obsceno
chiste sexual con Wonder Woman, Superman y el Hombre invisible como protagonistas.
Creo que Verhoeven se divirtió riéndose de sí mismo, de Hollywood y de sus
límites. El paso al otro lado de Bacon se avisará con un plano de él ante un
espejo.
La escena cumbre, donde se lucen los efectos especiales, es
la desaparición de Bacon. Es divertido ver el pene en carne viva… También se lo
“vemos” por “infrarrojos”. Luego volveremos a verle aparecer fugazmente,
reanimándole a medio terminar, en otra exhibición de efectos especiales. El
momento de la creación de la máscara también es muy bueno. Es posible que ahora
resulten unos efectos infantiles, pero en su día pegaron fuerte. El problema es
que la película parece más una excusa para esos momentos que para contar una
historia sobre ese hecho que lleve a alguna idea o reflexión, o alguna trama
más sugerente o entretenida al menos.
Lo primero que hará nuestro invisible amigo será tocar una
teta, es juguetón, a Sarah (Kim Dickens). Esto quizá vaya en consonancia con el
personaje, esbozado a duras penas, pero que el brillante científico se limite a
tocar una teta y violar a una jovencita, siempre gracias a la sutileza de
Verhoeven, un director nada explícito, siempre elegante y nada brusco, ya saben
ustedes, deja mucho que desear.
Escenas sueltas pretenden generar incertidumbre a través del
comportamiento arbitrario y morboso de Sebastian, que van generando la
inquietud en sus compañeros. El caso es que Sebastian parece manifestar lo que
le gustaría hacer al propio Verhoeven de ser invisible, así que además de tocar
tetas, intentará acostarse con su ex novia y meterle mano… Vamos, que la
invisibilidad le lleva a estar más salido y a pensar exclusivamente en sexo.
Cuando se le veía sólo pensaba en la ciencia, según insinúa su ex novia, aunque
ya vimos pulsiones sexuales en la primera escena, pero al quedar invisible se
nos desboca. Un acomplejado, en suma, que puede expresar lo que mantenía encerrado.
La escena de la violación está muy bien rodada también, un
plano subjetivo que mantiene el momento latente hasta el ataque definitivo. Plano
sostenido. Verhoeven dejará los pechos de la actriz al aire, aunque se omitirá la
violación en sí. No se sabe mucho más de lo que le pasó a la chica.
“Me gustó”.
“¿Qué es lo que más te molesta, que tú no tengas vida o que
yo sí la tenga?”
La soledad, el “no tener vida” y el encierro al que es
sometido, más el descubrimiento de la relación de su ex con ese otro científico
menos brillante pero con el que no se lleva, crean un caldo de cultivo muy
simple que acaba provocando la irrupción de los brotes psicóticos y psicópatas
que se habían insinuado.
El primer paso es la violación, el segundo matar a un perro
salvajemente, el tercero matar al encargado del comité que lleva el proyecto
para que no delate la situación, luego el desmadre... En esta parte final los
paralelismos con “La ventana indiscreta” se disparan, pero a un nivel
caleidoscópico. El plano subjetivo es el rasgo estilístico principal, con la
cámara asumiendo el punto de vista de ese hombre invisible espiando a todo el
mundo por diversos sitios.
El asesinato al doctor jefe del proyecto encargado a
Sebastian también recurre al suspense, rodado de forma similar a la escena de
la violación. Iniciado con el plano subjetivo, cuando la cámara se queda con el
pobre Doctor Kramer (William Devane), todo se hace previsible, sabemos lo que
va a ocurrir, pero Verhoeven deja algunos buenos detalles, como esa panorámica
mientras Kramer habla con sus dos compañeros, que mira a la piscina, lugar
donde luego se cometerá el crimen.
La parte final es típica de película de terror, un grupo
encerrado con algo o alguien que quiere matarlos. En este caso no es un alien
sino un hombre invisible. La chica negra; el graciosillo amable, con
chorretones de sangre, como le gusta a Verhoeven; la chica de la teta (Kim
Dickens); Frank, el ricitos, atravesado por un arpón… Como es de esperar sólo
quedará la parejita de enamorados. Duelo de científicos, con recursos a lo
MacGyver, entre Sebastian y Linda. El clímax en el ascensor es bueno, está bien
resuelto y vuelven a lucir los efectos especiales.
En la indefinición de la personalidad, esa ausencia de
rostro, o abstracción cuando se pone la máscara, sale a relucir el verdadero yo
de ese personaje, su psicopatía, antes canalizada por mecanismos de autocontrol
y miedo.
“El hombre sin sombra” es una película claramente fallida,
pero tiene sus alicientes: los efectos especiales, las interpretaciones, en
especial un Kevin Bacon que se lo pasa pipa aunque no aparezca durante la mitad
del film, se lo come entero incluso así, resultando inquietante sólo con
sugerirse su presencia; así como una dirección competente. El problema es que
la historia no saca partido a su material, que además de entretenido podría
haber resultado muy profundo y mucho más interesante, sin contar con que resulta simplista con respecto a la psicología de sus personajes, en especial la de
Bacon, el personaje más desarrollado. La parte final es puro desenfreno
comercial sin más, cuando más partido se le podía haber sacado a la cosa.
Es una de las peores películas de Verhoeven, hace añorar a
otros clásicos que han tocado el tema con mayor acierto, por ejemplo la de
James Whale de 1933, “El hombre invisible”, independientemente de que la
historia fuera radicalmente distinta más allá de tener un protagonista
invisible.
Coincido totalmente! Gran análisis! Lo más decepcionante es todo el jugo que daba el tema de la invisibilidad y que es totalmente desaprovechado! En ese sentido me recuerda a "¿En qué piensan las mujeres?" con Mel Gibson! Saludos! ;)
ResponderEliminarGran comparación, Felipe. Otro ejemplo de buena idea mal aprovechada. Los momentos sexuales están bien, pero da para mucho más. Esa también tiene broma sexual al saber lo que piensa la chica en la cama, pero de ahí avanzamos poco :(
EliminarUn abrazo
Excelente para la paja
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