Estallido a lo Peckinpah.
Como no podía ser de otra forma la violencia se dispara. Salpicones de sangre, con lo que impactó eso en su momento, al acertarse un
disparo, montaje muy sincopado y voluntariamente caótico para mostrar mejor la
confusión reinante, con multitud de elementos que se mezclan, cámaras lentas, barridos,
panorámicas rápidas, un puzle de violencia exagerada, realmente espectacular.
Un inicio que deja impactado al espectador. Lo grande de Peckinpah en sus
secuencias de acción es como maneja el tiempo, como es capaz de mezclar el caos
y la confusión trepidante del montaje y los movimientos rabiosos de cámara con
las cámaras lentas que gustan del detalle, de la muerte, de las caídas, de los
cuerpos retorciéndose, consciente del artificio que supone y depurando de algún
modo los bestiales sucesos que muestra. Esa alternancia de ritmos es la esencia
del cine de Peckinpah, que encuentra poesía, belleza o esteticismo, en las más
crudas situaciones e historias. Un ejemplo de esto lo tenemos en una caída
desde un tejado rodada a cámara lenta pero de la que no se ve el trayecto entero seguido,
sino que está intercalado con otros planos a velocidad normal con mucho
dinamismo en cámara y actores, lo que supone un contraste tremendo, logrando
que se quede grabado en la memoria cada momento intermitente de esa caída,
dotándola de una importancia especial.
El montaje además muestra planos muy cortos e individuales de los pistoleros, donde los vemos a cada uno por un lado, una radical individualidad en la planificación. La fragmentación narrativa es algo muy querido por Peckinpah, así los detalles desde el montaje, como los comentados, adquieren una mayor significación y conciencia en la planificación de su obra. Un detalle de maestro. La historia de nuestros pistoleros irá por un lado y la de Robert Ryan por otro, están unidas por un tronco común, pero fragmentadas es distintas ramas. Durante el metraje, con el uso de algún inserto en flashback o la separación de algún componente del grupo, esta fragmentación se agudiza.
En la parte final del tiroteo, con montajes paralelos, muy
usados durante la escena en breves momentos concretos, se acentúa la presencia
de niños y su mirada, entre asustada e incrédula, a toda la muerte y violencia
que sucede a su alrededor. La mirada de la infancia hacia ese mundo pervertido
y decadente siempre presente.
Los zooms de retroceso a menudo muestran un hecho
significativo, por ejemplo un muerto, para luego mostrar su contexto o
entorno.
El sexo, el morbo, la perversión, la depravación… están
siempre muy presentes en el cine de Peckinpah. Personajes que no contienen sus
pulsiones, ya sea por no tener filtros o porque las circunstancias y
situaciones les ponen al límite de su control (en “Perros de paja”, 1971, se ve
este extremo con meridiana claridad). Así en “Grupo salvaje” tendremos diálogos
descarados, morbosos, y personajes lascivos sin el menor escrúpulo, como ese
pistolero encargado de custodiar a los rehenes y que provoca obscenamente a una
mujer mayor. Una clara evolución de los tiempos, del clasicismo.
Desmitificación, crueldad, violencia explícita, realismo,
naturalismo… y una aparente falta de heroísmo e idealismo que al acabar la
cinta será todo lo contrario.
La secuencia se cierra de forma circular, con los falsos soldados huyendo y los críos terminado su cruel juego con el fuego, las hormigas y los escorpiones… la fiesta de la muerte, escorpiones entregados a un ejército de hormigas para su ejecución, falsos soldados en una encerrona repleta de muerte, animales que sirven de metáfora para el comportamiento humano. Los críos finalizan, como demiurgos, con el juego, de igual forma que un destino fatal acabará con todo lo que encontremos a nuestro paso a lo largo de la narración. Por si fuera poco, un encadenado une el fuego en la paja de los niños para quemar a las hormigas y los escorpiones con los resultados de la matanza (sólo queda la muerte y la destrucción), y veremos cómo los cazarrecompensas, como si de animales de carroña se tratara, se pelean entre ellos por conseguir pequeños trofeos de los muertos. Alimañas con cruz, eso sí. Peckinpah usará la cámara en mano subjetiva para Ryan y así mostrar la perturbación del único que parece sentir algo, mientras dos de sus hombres discuten para dilucidar quién de ellos mató a uno de los muchos cadáveres allí desparramados. Una memorable primera secuencia.
Uno de los detalles más significativos que en este blog no
puedo dejar pasar por alto, es el momento de extraño pudor que tiene Peckinpah
en el epílogo de la escena final. Uno de esos momentos sublimes y que definen
la personalidad e intenciones de su director, la enorme categoría de la
película aunque pase desapercibido para la mayoría.
El pistolero que estaba encargado de vigilar a los rehenes
del banco ha sido olvidado por sus compañeros en la huida, entre juegos y
canciones los tres rehenes intentarán escapar en un descuido pero no lo lograrán.
El hecho significativo es que estas muertes se producen fuera de campo, no las
vemos, ¿por qué? ¿Por qué en una película de violencia explícita donde no se
escatima en nada, donde vemos cuerpos perforados por las balas, y la muerte y
la crueldad en primer plano, Peckinpah no nos muestra, pudoroso, esas muertes,
para acto seguido sí enseñarnos la de ese mismo pistolero?
Muy sencillo. Respeto. Peckinpah nos muestra un mundo
corrompido y putrefacto lleno de violencia, el hábitat de sus personajes, y por
tanto asume que lo que les ocurra, por cruel que sea, es algo a lo que están
expuestos, y en muchos casos merecen. Peckinpah también mostrará su respeto por
muchos de sus personajes, pero no de la misma manera, lo hará en forma de
homenaje o gesto de cariño, pero no se mostrará pudoroso con ellos, como ocurre
en esta misma cinta. Él siente afinidad por algunos de sus personajes o lo que
representan, pero no oculta nada de lo que pueda suceder en ese mundo, su mundo.
Además tampoco los juzga, muestra sus pros y sus contras, permitiéndose nada
más un homenaje final. En cambio, los tres civiles muertos en esta escena son
completamente ajenos al mundo que Peckinpah quiere mostrarnos, víctimas colaterales
de él, es por ello que Peckinpah, al que se le acusa de violencia gratuita no
muy justamente, omite el momento de su muerte.
Peckinpah muestra todas sus bazas al incluir al ferrocarril
en la narración, la culpa es suya y de su ambición y mala gestión, un
ferrocarril que representa la modernidad, el capitalismo, el desarrollo y la regulación…
o sea lo opuesto a lo que representan nuestros pistoleros protagonistas, que
empiezan a estar fuera de sitio en ese mundo que se está formando. Ejemplo
perfecto de western crepuscular… y vigoroso.
El tema de la infancia antes mencionado tiene especial
importancia, veremos niños durante toda la proyección ver las más atroces
matanzas, ser testigo de la más salvaje violencia. Ya hemos mencionado el
momento del comienzo pero tendremos más escenas, ese momento en el que los
críos juegan a ser pistoleros imitando lo que acaban de ver, cuando corren
divertidos detrás del coche que arrastra a Ángel, incluso montándose sobre él…
Un plano lo resume todo, una madre con una canana amamantando a su hijo. Niños
que han mamado la violencia desde el mismo nacimiento y que en muchos casos la
acabarán practicando cuando crezcan.
No hay concesiones en “Grupo salvaje”.
La trama se lanza, se presenta la situación de Thorton,
Robert Ryan, ex presidiario, antiguo miembro del grupo de Pike, que se ha
pasado al bando de la ley para perseguirlos. Su conocimiento del grupo es lo
que decidió a los jefes del ferrocarril a encargarle la misión. Ahora tiene 30
días para lograrlo o “volver a Yuma”. Los recuerdos de su experiencia en la
cárcel le atormentan y deciden a perseguir a sus antiguos compañeros. Se le
llama Judas, se le identifica con la traición.
México.
México siempre ha sido un lugar indispensable en el western
y en la novela negra, otro punto en común más. Un lugar que es una orgía de
contrastes, paraíso, ciudad de muerte, refugio, salvación, criadero de
delincuentes, hogar de maleantes que huyen de la justicia, lugar para la
inocencia y para la peor de las perversiones. Aquí Peckinpah nos introduce en
el país en medio de la revolución de Pancho Villa, pero su mirada, especialmente
a los pueblecitos de allí, es profundamente cariñosa. Ya se encargarían, y
encargaron, muchos otros westerns y novelas negras de desmitificar México.
El western, Texas, el río Grande o Bravo, la frontera,
México… un universo imprescindible.
Como en el comienzo nada es lo que parece y el sufrido botín tampoco… no hay dólares, son arandelas.
Más detalles de puesta en escena, los dos hermanos,
protagonistas del conflicto, están entre Ángel y Pike, situados a extremos opuestos,
las interpelaciones a los personajes, a sus espaldas se van sucediendo,
remarcando la tensión y distancia entre los personajes… hasta que Pike media y
todos se reúnen en el centro para planear qué harán a continuación. En ese
momento Peckinpah irá reduciendo la tensión hasta llegar a lo opuesto, la
distensión, donde tras las desgracias el grupo acaba por reírse de sí mismo en
total camaradería. Una forma maestra de narrar, modular y regular las emociones
en una secuencia y mostrarlo desde la puesta en escena. Deciden atacar el
ferrocarril. Una relación de camaradería muy hawksiana. Como he comentado hay
mucha innovación e influencia de Leone y el spaghetti western en Peckinpah y
“Grupo salvaje”, pero también la hay, y quizá en mayor medida, de los Ford,
Hawks y compañía. Con todo, al maestro Howard Hawks no le gustó nada “Grupo
salvaje”, a pesar de los puntos en común. Le repelía su moral y su look, algo
lógico, por otra parte, ya que en eso los dos cineastas parecían muy distintos.
Dedicada a Rústico y Kufisto, que espero lo estén disfrutando.
Feliz primer aniversario,queridísimo Mrsambo.
ResponderEliminarAunque no suelo comentar aquí,solo disfrutar y aprender,no quiero dejar de felicitarte en esta fecha especial.
Que cumplamos muchos más.
Y lo digo en primera persona,porque este rincón cinematográfico,es también mío.
Un abrazo.
Lunalia.
Muchas gracias Lunalia, tus apariciones siempre son un premio para mí. Un abrazo.
ResponderEliminarBueno, segunda parte leída. Y coincidente al 100% en todo todito todo.
ResponderEliminarA veces pienso si el gran Sam escribió un largo y hermoso poema, y una vez acabado, la aderezó con su pimienta particular, la violencia.
Sí, Tarantino tiende más al humor, quizá sea por eso la sensación.
ResponderEliminarSobre los niños en la pelicula me parece curioso que sea el niño que hiere a Pyke el mismo que llevo el telegrama y quedo embobado mirando al general Mapache.
ResponderEliminarAlgo que no he visto reflejado aqui es la aparente homosexualidad de Dutch. No solo se muestra reverencial con Pyke, sino que es el unico que no va de juerga con prostitutas y ese final cuando muere Pyke, " Pyke, Pyke...Pyke" con mucho sentimientos