O’Neill y su tragedia griega en el interior
de la América del XIX
Si bien
“Deseo bajo los olmos” podría ser una relectura del “Hipólito” de Eurípides, a
diferencia de su referente, las idas y venidas de los personajes no están
causadas por los Dioses sino que son fruto de las pasiones y pensamientos de la
propia condición humana. Una condición humana que es contemplada por O’Neill
con una tremenda vitalidad, luchadora para dar curso a los impulsos,
liberándose de ataduras, cargas o imposiciones (algo muy americano), aunque
algo ‘naïf’ desde una perspectiva europea, más tendente a valorar con mayor
peso las consecuencias de esa lucha (una postura, digamos, más fatalista y un
poco “yoyalo”). Pero sigue siendo un reflejo de su referente: una tragedia en
medio de la América profunda, rural, deprimida por una grave crisis que O’Neill
conocía bien (algunos mantienen que los campesinos o ‘farmers’ de la América
profunda sufrieron las decisiones del presidente de la época, Coolidge, elegido para el cargo el año de estreno de “Desire Under The Elms”, 1924, que desembocaría en
el llamado ‘Crack del 29’, efecto rebote de la prosperidad de los "felices años 20"), donde la tierra, lo palpable, tenía una importancia
capital. Una tragedia causada por una pasión: la posesión en dos facetas: la
material y la sexual.

Esta
obra, una de las mejores del autor, ha sido representada en España en numerosas
ocasiones (Núria Espert como Abbie y Miguel Palenzuela como Eben, dirigidos
por Armando Moreno en 1962, por ejemplo), o llevada al cine (Sofía Loren como Abbie y Anthony
Perkins como Eben, dirigidos por Delbert Mann en 1958).
El
montaje del TNC (19 de octubre de 2017 al 26 de noviembre de 2017) lleno de
fuerza, fue una espléndida adaptación que tuvimos la suerte de poder disfrutar.
Sinopsis
Llegan
Efraín y su esposa Abbie, quien ha tenido una vida difícil, por lo que para
prosperar se ha casado por interés y está encantada de tomar posesión de la
casa, pero el patriarca pone de manifiesto su autoridad: es él quien ha
levantado con gran esfuerzo la granja de apenas un pedregal, dotándola de vida
(representada por la vegetación, los olmos), y es él el último dueño y señor.
Tras un
tiempo, Abbie da a luz un hijo, del que Efraín cree ser padre, pero que en
realidad ha sido concebido por Eben, cosa que, en mitad de la celebración del
bautizo de la criatura, es fruto de las murmuraciones y las chanzas de los
vecinos que han sido invitados.
Pero en
una conversación entre Efraín y Eben, el primero le habla de que Abbie le
expuso cómo este nuevo niño supone eliminar de los derechos de herencia al
segundo, lo que provocará que un trastornado Eben vaya al encuentro de Abbie a
reprochárselo.
Ésta,
desesperada por demostrar a Eben su verdadero sentimiento amoroso, alejado de
todo deseo de posesión de la granja, decide dar muerte al pequeño. Horrorizado,
Efraín llama al sheriff, quien viene a prender a Abbie, que se despide de un
Eben muy afectado, aunque finalmente haya comprendido que ese acto terrible ha
sido también una muestra de amor.
Posesión, tierra y sexo… y pocos olmos
El
montaje de "Desig sota els oms" no es diferente a los demás que hemos
visto en la Sala Gran. Un completo escenario que nos transporta perfectamente a
cualquier zona interior de América (aunque debemos decir que echamos mucho de
menos una mayor presencia de los olmos del título de la obra, cuyas hojas
sí aparecen en los carteles publicitarios, pero no en el escenario). Un
escenario rotatorio que irá presentándonos, a medida en que se necesiten, el
patio exterior, la cocina, una sala o el dormitorio de la granja de los Cabot,
objeto del deseo de todos los personajes, con una elección de vestuario excelente.
La elección del lenguaje merece un comentario específico: O‘Neill pensó sus personajes como hablantes de unos modismos lingüísticos que potenciaran su carácter “rústico”, y dado que estamos ante una traducción al catalán, se quiso transportar esa voluntad del lenguaje rural al idioma en cuestión, optando por la variante dialectal de La Garrotxa (comarca pre pirenaica de Girona), con unos modismos muy cerrados y particulares, como parte del trabajo de la puesta en marcha del montaje. Pues bien, no nos gustó. Es más, nos estorbaba. Consideramos que los referentes proporcionados con escenografía y vestuario, además de los del propio texto, ya son suficientes para hacernos cargo del estrato social de los personajes, y aunque quizá el director quiso evitar una Abbie con acento barcelonés, tenido por más “urbano”, esos “casa meu” (en lugar de “casa meva”) etc. nos resultaban redundantes y nos distraían del contenido del texto. Un texto, por otra parte, estupendamente interpretado, con un Cruz potente y omnipresente en su papel de patriarca, una excelente Conejero en esa tercera esposa ambiciosa, que justifica su atrocidad por estar impulsada por amor, y un muy sólido Benet en ese Eben resentido, un poco perdido en las idas y venidas familiares, y a quien el amor distrae, si bien no del todo, de su afán de propiedad de la granja.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Joan Ollé
Intérpretes: Pep Cruz (Efraïm Cabot), Laura Conejero (Abbie),
Ivan Benet (Eben), Pepo Blasco (Simeon/Reub/Ayudante del Sheriff); Santi Ricart
(Peter/John/Ayudante del Sheriff), Àngela Jové (Angeline), Carles Arquimbau
(Hi), Eduard Muntada (Jim), Laura Pujolàs (Sarah), Gal.la Sabaté (Essie), Noël
Olivé (Minnie), ‘Angel Cerdanya “El Sueco” (Músico/Sheriff), Iban Beltran/Carol
Duran (Músico), Lluís Gómez (Músico)
Escenografía: Sebastià Brossa
Iluminación: Lionel Spycher, Ganecha Gil Gracia
Vestuario: Miriam Compte
Espacio sonoro: Damien Bazin
Sala: Teatre Nacional de Catalunya-TNC, Sala Gran
Producción: Teatre Nacional de Catalunya
Por @MenudaReina
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