Debo recomendaros y enviaros al artículo “Cenicienta, mito erótico”, que también encontraréis en el blog, donde se desentraña el sentido
sexual oculto de la historia de Cenicienta, cogiendo como base principal la
versión Disney por su imaginería, pero no sólo ella, sumando elementos de las
distintas versiones de los cuentos, como la de Perrault.
Sin repetir todo ello, es necesario incidir en la simbología
del zapato. Lo primero que extraña de ellos es que plantean una incoherencia
tremenda, ya que una vez ha cesado el hechizo que creó el Hada Madrina, los
zapatos y solamente ellos no desaparecerán (se cuidan mucho de mostrar que no
hay transformación, sino que se crean unos nuevos de la nada para así
justificarlo más), se mantendrán exactamente iguales, mágicos y de cristal.
¿Por qué? Pues porque si no toda la historia de los zapatos se vendría abajo,
sin más. Una chorrada.
No acaban ahí las incógnitas y las incongruencias. ¿Cómo es
posible que un zapato normal de un número normal, pongamos el 36 o el 37, sólo
le quede bien a una persona en todo el reino? O nos engañan y Cenicienta tiene
un pinrel gigantesco o menudísimo o no se entiende, y lo cierto es que parecen
normales…
¿Por qué demonios necesitan un zapato de reconocimiento? ¿Es
que el príncipe no la miró a la cara en toda la noche? ¿Sólo se fijaba en el
escote, que no era para tanto? ¿Tan salido iba el pobre?
Uno de los grandes aciertos del guión está en que pretende profundizar
algo más en unos personajes que en el cuento se presentan muy maniqueos. Aquí,
tanto Cenicienta como su madrastra, interpretada maravillosamente por Cate
Blanchett, tienen aspectos contradictorios que las enriquecen sin desvirtuar sus
conocidos caracteres.
De nuevo el guión elabora y profundiza en la historia y
psicología de sus personajes para dar más coherencia al relato que todos
conocemos. Así, tras la muerte de la madre, el padre de Ella queda debilitado,
por lo que la nueva relación que emprende se convierte en una aspiración de
felicidad, un anhelo, una huida de la soledad. La cuestión es que en el
carácter de ambos se plantea coherentemente el caldo de cultivo de lo que
ocurrirá posteriormente, la debilidad y carácter sosegado y sumiso de él, con
el ambicioso de la mujer, la madrastra de Ella.
-Madrasta: Cate Blanchett hace una estupenda encarnación: amanerada, afectada, exagerada, con todos los tics y ademanes de nueva rica y
una risa falsa. Se explica que ha sufrido, pero su carácter no es
autocompasivo, por lo que busca
recomponerse, mejorar, sobrevivir. Ha depurado el hábito del disimulo y
la hipocresía social por necesidad, un añadido a su propio carácter
predispuesto. Ella es despiadada, taciturna, poco auténtica, dominante…
No desmerece de las Bette Davis, Barbara Stanwyck o Marlene
Dietrich, grandes malvadas en pantalla. Ella tiene un carácter espía, sigiloso,
la veremos varias veces escuchando tras puertas, jugando con la pantalla
escindida, cotilleando: Un ejemplo lo tenemos cuando escucha una conversación entre Ella y
su padre. Otro en el baile, en una conversación entre el capitán (Nonso Anozie)
y el Gran Duque que interpreta Stellan Skarsgard, que ya coincidió con Branagh
en “Thor” (2011).
Enseguida buscará tener una vida social, influencias,
relaciones, para asentar su estatus, definir su vida, agarrarse a esa nueva
oportunidad que Dios le ha dado…
Hay en ella, también en sus hijas, aunque supeditado a sus
enseñanzas, un complejo por el mérito. Las acompleja la competencia, belleza,
moral y méritos de Ella. Pura envidia.
Se nos explican las motivaciones de la villana, se la
humaniza, pero bajo ningún concepto se la justifica, mostrándola como una
perdedora, una superviviente decepcionada con la vida y el mundo… comprensible.
La madre parece algo más elegante y sensata, por tanto tiene
más maldad. Es plenamente consciente de lo que son sus hijas, de su
incompetencia, por eso sus comportamientos resultan también contradictorios,
pero comprensibles. Aunque consciente, las quiere e intentará hacerlas pasar por
lo que no son para medrar ante el príncipe. Su amor por sus hijas la ciega y su
falta de gusto es demencial.
Esa consciencia la lleva irremediablemente a la envidia, un
defecto que reconoce abiertamente, porque no sólo ve los defectos de sus hijas,
sino la diferencia con Ella… diferencia extensible a ella misma.
Una escena interesante que retrata la vacuidad de las
hermanastras de Cenicienta la tenemos en la conversación mientras la
protagonista las ayuda a vestirse. Divertida escena con dos histéricas,
excéntricas y vulgares chicas que hacen resplandecer aún más a Ella.
-Ella. Cenicienta: Tiene un carácter opuesto al de su
madrastra. Es vital y positiva, generosa y abnegada, amorosa y amable, sumisa,
auténtica. La soledad a la que termina siendo abocada la influye. Primero
pierde a su madre, luego a su padre, del que permanecía mucho tiempo separada
por sus viajes. En ningún momento vemos que se relacione con amigos, aunque su carácter
es jovial. Esa soledad podría justificar, de nuevo esa aspiración de guión, la
aparente “locura”, un anclaje que busca amigos especiales a los que adjudicar
características humanas o mágicas para así también comunicarse, expresarse,
focalizar, gestionar sus sentimientos y carácter…
Ella es excesivamente pusilánime, al menos en apariencia, ya
que logra aguantar todas las desgracias y conquistará un príncipe. Pero escama
su falta de rebeldía y oposición al sometimiento de su madrastra. Esto es lo
que la irá convirtiendo en “chacha” paulatinamente. Su depresión emocional, que
va camino de ser irreversible hasta que se encuentra con el apuesto príncipe
por obra del azar, queda escenificada en su reflejo distorsionado y manchado en
una cazuela… Con todo, el guión vuelve a esforzarse por dar coherencia a esos
comportamientos que parecían no tener lógica en el relato original y el de Disney,
justificándolo por una promesa a sus padres, su recuerdo y el apego que vimos
al inicio, sumado a un carácter eminentemente bondadoso. Aguantando sacrificada
y estoicamente.
Cenicienta presenta además ciertas contradicciones, quizá
inevitables, ya que esa sumisión contrasta con ciertos atisbos y actos de
rebeldía que apelan a su ego, como cuando habla en francés para desnudar la
ignorancia de esas tres brujas que la desprecian.
En su relación subyace una excelente reflexión sobre la
esencia de la educación. Ambas fingen, por tanto adoptan las poses sociales y
la inevitable y necesaria hipocresía que conllevan, pero mientras una las adopta
para medrar, la otra sólo busca convivir en armonía. La madrastra es una
arribista de manual, una superviviente, mientras que Ella es sencilla,
conformista incluso.
Este punto puede ser uno de los más cuestionables. Es evidente que se pretenden resaltar valores como la bondad y la generosidad, que son los premiados finalmente, pero de paso también se resaltan el conformismo y el carácter pusilánime en contra de la determinación.
Este punto puede ser uno de los más cuestionables. Es evidente que se pretenden resaltar valores como la bondad y la generosidad, que son los premiados finalmente, pero de paso también se resaltan el conformismo y el carácter pusilánime en contra de la determinación.
En ambas influye el aislamiento, que se hace especialmente
agudo en la casa de Ella que la madrastra termina colonizando.
Ella queda aislada, de hecho la aísla la soledad, la pérdida
y la pérfida madrastra, pero el guión no se limita a esto ni al maniqueísmo
simplista, ya que dicha madrastra también sentirá ese aislamiento, que se
agudiza cuando escucha la conversación entre Ella y su padre. En esa
conversación, donde se recuerda a la madre, el personaje interpretado por
Blanchett se siente, evidentemente, aislado, sin pertenencia, al margen, ajena a
esa relación y ese amor… Este detalle dota a la madrastra de más enjundia al
profundizar en sus sentimientos, que además de mezquinos serían vengativos,
pero que nos ayudan a comprenderla mejor, la hacen más humana.
Es por ello que convierte su sensación de aislamiento en
rechazo a Ella, la culpabiliza, en un complejo de clase y no sólo de clase. La
madrastra actúa o desarrolla un complejo de inferioridad con respecto a Ella.
No acepta el rechazo o verse sometida, el miedo a volver a sufrir como hizo…
Ella, para quedar bien, demostrará la generosidad prometida
cediendo su cuarto a sus hermanastras.
“¡Está loca!”
Es evidente que una vez el rey conozca a Ella y vea los ojitos
de su hijo, dará su permiso para el matrimonio. Esto será con un majestuoso
plano “real”. Serán la envidia, las ambiciones y los anclajes inmovilistas y
tradicionales los que dificulten el amor. Dos personajes personifican todo lo
negativo: la madrastra (Cate Blanchett) y el Gran Duque (Stellan Skarsgard), un
traidor. Por ello no tardarán en unirse, usar el chantaje, la presión y la
ocultación… Un pacto de miserables rodado en plano y contraplano con uno
general lateral.
Así reafirma Cenicienta, con ese perdón, los dos valores tan
mencionados a lo largo de la película: Generosidad y valor.
“Sé generosa, ten valor y todo saldrá bien."
Una bonita película, un bello cuento de hadas que respeta
con talento la versión clásica pero sin resultar en absoluto académica. Una
película ejemplar técnicamente y deslumbrante en lo visual, donde Branagh se
rodea de un equipo magnífico. Si la dirección es sobresaliente no se puede
decir menos de la partitura de Patrick Doyle, uno de los grandes talentos
musicales del panorama actual, Sandy Powell en el vestuario y Dante Ferretti en
los decorados.
El príncipe encarnado por Richard Madden es excelente y la
Cenicienta que entrega Lily James ideal. Blanchett está espléndida, como el
resto del reparto, algo que suele ser habitual en las cintas de Branagh.
En la banda sonora encontramos, aparte de los homenajes a la
versión animada con “The Magic Song” (Bibbidi-Bobbidi-Boo) y “A Dream Is A Wish Your Heart Makes”, un tema con letra recogida de “Cómo gustéis” de Shakespeare
a la que Doyle pone música y una canción compuesta por Doyle y el propio
Branagh llamada “Strong”.
Tenía mis dudas, pero me sorprendió por partida doble,
primero porque me gustó y segundo porque me gustó contando lo mismo de una
forma muy parecida.












Gran tercera parte. Si la primera era bella por filosófica, la tercera excelente por técnica, nos entregas una tercera brllante por psicológica, con una parte inicial muy divertida con el detalle de los zapatos d cristal.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho y, como ya dije, si bien cdo se estrenó no me interesó en absoluto, tras tu análisis rescato un posible visionado.
Y es q coincido contigo en q Branagh es absolutamente talentoso y eso ha hecho de esta cinta una adaptación de calidad.
Me ha llamado mucho la atención el vestuario. Elegante incluso para las pobres hermanastras. Blanchette está regia, Bonham-Carter hasta parece guapa. Y Cenicienta en el baile es la ejemplificación de una muñequita gracil.
Decorados estupendos, y esa cámara q describes tan bien, una dirección impecable q fluye.
Gracias d nuevo por tu trabajo.
Esperando nuevos análisis en esta casa tuya q tan buenos ratos me hace pasar.
Bss
Estupenda idea la que señalas y en la que no había caído. Parte filosófica, parte técnica y parte psicológica! Pues ha quedado mejor aún de lo que pensaba jajaja.
EliminarLo bueno es que cuenta lo de siempre al modo de siempre, pero en los matices, la puesta en escena y los pequeños añadidos, se compone algo muy aceptable.
Algunos han criticado el look, decorados y vestuario, pero sus responsables son muy talentosos también y sabían lo que hacían, con esa mezcla pictórica y a la vez mágica, de cuento de hadas, que es lo que es. Me alegra que también te haya gustado.
Besos y muchas gracias, Reina