Muchos elogios recibió esta cinta de terror en su estreno,
vendida como una de las más terroríficas de los últimos tiempos. Con el exceso
de expectativas la posibilidad de decepción aumenta, lo que siempre es un
riesgo.
La película de Jennifer Kent es bastante inteligente en su
plasmación de conceptos, en su propuesta, ideas perturbadoras, pero no
acaba de funcionar como mecanismo de género, no logra la tensión esperada como
película de terror, especialmente si entiendes el subtexto que pretende, por lo
que finalmente funciona sólo a medias. Una película conceptualmente brillante, que se acercaría a la idea de “La semilla del diablo” (1968) con ese subtexto
profundo. Un buen referente. Donde en la película de Polanski se retratan
los miedos y terrores urbanos, aquí se retratan los traumas de una pérdida.
Amelia lleva sufriendo siete años de depresión por la muerte
de su marido. No logra superarla. Esto influye en su hijo, Samuel, que vive
atemorizado por un supuesto monstruo que le aterroriza en las noches. Cuando el
crío encuentra un libro llamado “The Babadook”, lo relaciona con su monstruo. A
partir de la aparición del libro el comportamiento de Samuel se hace cada vez
más extraño y se traslada también a la propia Amelia, que comienza a sentir la
presencia siniestra del monstruo que atemoriza a su hijo.
La cinta se inicia con una pesadilla recurrente, que también
es un recuerdo. El aspecto visual es tremendamente artesanal, lo que es un gran
punto a su favor. Amelia (Essie Davis) sueña un accidente junto a su pareja que
queda relacionado con una pesadilla infantil de su hijo, un monstruo, un coco…
En la cama, con los dos juntos, comenzamos a intuir y entender la compleja
relación de esa madre con su hijo, ya que la vemos alejarse de él, evitar su
contacto mientras duerme.
Samuel es problemático, en el colegio apuestan por ponerle
un tutor y separarle del resto de niños… Es consciente de que su
padre murió cuando iban al hospital para el parto. Ahí radican sus complejos,
su comportamiento distinto al resto, sus problemas para socializar. Del mismo
modo parece consciente de que su madre le culpa por ello.
Amelia trabaja en una residencia, está adormecida, descansa
mal, está deprimida y siente rechazo hacia su hijo. Es interesante el dolor de
muelas que parece atormentarla, o de mandíbula. Amelia se acaricia la boca por
fuera para aliviarlo en múltiples ocasiones durante la película. Quizá alguna
secuela del accidente que se lo recuerda constantemente. Hay que recordar que
en la foto que pintó Samuel, Amelia aparecía con la boca coloreada, en plan
vampiro. El caso es que al hacerlo parece sumirse en un trance o despertar de
pensamientos ensimismados. Varias veces es al ver comer a su hijo, como un
recordatorio de su odio hacia él, así como su vínculo irreductible.
Samuel llega a desquiciar, no tiene filtros, no es capaz de
un comportamiento normal porque tampoco ha tenido referentes, lo que asusta a
padres y chicos que le rodean. Es temerario y truculento, ni siquiera será
invitado al cumpleaños de su prima, que siempre celebraban juntos, por el temor
que produce. Una soledad inevitable…
La ambigüedad es la base en la relación entre esa madre y
ese hijo que no logran pasar página tras la muerte del padre. Vimos un primer
gesto para la extrañeza, esa madre separándose de su hijo en la cama. Tendremos
un segundo momento extraño con el abrazo que Samuel da a su madre antes de marcharse. Un abrazo
excesivamente efusivo por parte del chaval que es rechazado por su madre. Ella
no soporta el afecto de él, pero él necesita el de ella, de ahí esos excesos
por la escasez que padece.
Ella culpa a su hijo de la muerte de su marido, de forma
irracional, pero no puede evitarlo, ya que esa muerte se produjo cuando iban al
hospital para el parto.
Son dos seres desvalidos, temerosos, asustados, que se aman
pero tienen un trauma que les impide liberarse, que les obliga a repelerse, al
menos a la madre con respecto al hijo. Los dos tienen pesadillas y se muestran
temerosos ante el coco de sus miedos interiores, por ello veremos a la madre
esconderse bajo las sábanas cuando siente temores nocturnos, en lo que será
otra elipsis de su inquieto sueño. Como una niña.
Ambos se sienten ajenos al mundo, se aprecia en muchas
escenas. Samuel da miedo a sus compañeros. Amelia carece de vida social.
La escena del cumpleaños resalta muy bien este aspecto.
Amelia se siente como ajena, distante, a aquellas mujeres superficiales que la
rodean, amigas de su hermana, recibiendo estoicamente sus reproches y
comentarios, resignada, hastiada, como si sintiera que está perdiendo la vida,
que se le derrama sin que pueda hacer nada. Recriminará su superficialidad,
sacará su furia interior, provocada por su incapacidad para vivir, estancada en
el recuerdo y el trauma.
“No eres lo bastante bueno para tener un padre. Todos
tenemos uno y tú no”. “Tu padre murió para no tener que estar contigo”. “Y tu
madre no te quiere… Nadie te quiere”… “Porque no soporto estar con tu hijo”.
“Tú tampoco soportas estar con él”.
Telita con la niña y la tía… No es de extrañar que Samuel
reaccionara empujando a la niña… Todo esto sucede con un montaje paralelo que
va de la conversación de la madre con la tía a la de la prima con Samuel.
Además en la fiesta hay un payaso, que me recordó a la imprescindible “La noche del demonio” (Jacques Tourneur, 1957).
Madre e hijo pasarán de la histeria al ensimismamiento, de
la ira y la frustración al agotamiento y el hastío…
La madre nunca es efusiva con Samuel, sus gestos de afecto
son funcionales, sus “yo también” a las palabras de cariño de su hijo no suenan
creíbles. Le sigue culpando de la muerte de su marido.
Subtexto.
Todos los aspectos fantásticos y terroríficos que se visualizan en
la película deben ser interpretados como una mera metáfora, un símbolo, la manifestación
metafórica de un dolor y trauma no superado, enquistado, que impide una
relación y vida normal a esa familia disfuncional, la recreación de un tormento
interior no superado por la muerte del padre de familia que impide a la madre pasar página. Babadook representa el recuerdo de la muerte y todo lo negativo
que se derivó de ella, el odio y resentimiento de la madre hacia su hijo por
verlo culpable de la misma, ya que se produjo cuando iban hacia el hospital,
precisamente, para que naciera.
Babadook es un monstruo alegórico, es el odio, el rencor, el
resentimiento, la imposibilidad de pasar página, el trauma, manifestado en
miedos infantiles y sentimientos de culpa en el crío y en traumas esquizoides en
la madre. La personificación de una depresión. Esquizoide, paranoide. Ella culpa a su hijo de todos sus males, su trabajo, su soledad, sus
trastornos…
Samuel es consciente de todo esto. Lo que le influye es el
comportamiento de la madre, que focaliza en un monstruo nocturno. Es su forma
de gestionarlo porque es lo que sufre en primera persona. El sentimiento de
pérdida y ausencia es importante, pero sobre todo la falta de afecto que nota
de su madre. Los clásicos terrores infantiles, producto y focalización,
creación, de una mente infantil.
Amelia, en cambio, sí recibe todo el impacto de la ausencia
del marido, lo que le lleva a focalizarlo de una forma peligrosa, adulta, con
toda la negatividad y la maldad hacia su hijo… Le culpa y le pone el rostro del
monstruo.
El amor, la ayuda mutua, el esfuerzo de Samuel para que su
madre reaccione y expulse a ese Babadook que simboliza todos estos aspectos,
es lo que reconduce la relación al final. El amor se impone, porque se quieren
sin atisbo de duda, solo había un trastorno psicológico que les impedía
liberarse.
Cuando descubramos a Babadook encerrado en el sótano,
materialización del subconsciente, de la cabeza y los sentimientos de los
protagonistas, lo alimentarán de insectos y podredumbre, que es de lo que se
alimenta todo trauma nocivo, toda maldad, toda psique perturbada. Quedará
encerrado en el santuario que recuerda al padre, donde debe estar, pero no se le
mata, esos miedos y traumas no mueren, porque ese dolor no se puede olvidar,
permanece latente, dominado, se le contiene, que es la aspiración, controlado
pero presente. Habrá bajones y momentos malos, pero no impiden vivir y amar.
La parte final, en el desván, es una lucha entre el amor de
madre y su trauma, con final feliz.
Samuel logrará que Babadook salga de su madre,
escenificado en una sustancia negra, todo lo negativo de nuestro interior. El
resultado se comprobará pasadas un par de semanas, en un entorno luminoso y
feliz, incluso ante los servicios sociales. El primer cumpleaños en solitario.
Los gestos de cariño ahora sí son cálidos y sinceros, felices.
Un placer poder dedicársela a Pearlsbu.
Pues la peli no cumplirá expectativas, pero me han parecido tan interesantes las explicaciones del análisis (y estremeceforas, también te lo digo) que si no fuera porque este género no lo frecuento, porque de eso voy servida, la buscaría.
ResponderEliminarLos miedos, los rechazos, las dificultades de relación intra y extrafamiliares, la culpa…y el amor, que sueñe ser la respuesta a tanto. La única solución podible.
Me ha gustado mucho el hecho de que el coco no muera, porque no somos todo luz, y las sombras también nos configuran.
Me encanta tu riqueza de vocabulario y lo ligero y agradable que resulta siempre el texto, incluso cuando las cosas expuestas sean tan complejas como aquí.
Y me encanta que traigas pelis que, aunque no haya relación directa, me sirvan para repensar mis cosas. A veces te leo y es como si fuera una conversación interesante sobre asuntos de lo humano y lo divino, por decirlo de algún modo.
Mil gracias, porque me entretiene, me enseña y, aunque parezca raro, me ayuda.
Esperando el 2/2!!!
Bss
Bueno, me doy cuenta, en realidad siempre me la he dado, de que en cada texto pongo todo de mí, soy yo, vamos. Así que de alguna forma sí existe esa conversación.
EliminarSí es una gran idea, porque no es un final feliz facilón, sino coherente con la idea. Los traumas y miedos se superan, pero no olvidan, hay que trabajar a diario...
Me alegra mucho que te haya servido, da sentido a esto. Ahora editaré la siguiente jeje.
Besos, Reina.