Uno
de los aspectos que hacen de “Alien, el octavo pasajero” algo extraordinario y
asombrosamente impredecible es el monstruo, su uso y su evolución.
Y
es que no es un monstruo establecido ni que aparece repentinamente para sembrar
el terror, sino que no existe al comienzo de la película y asistimos, para
nuestro asombro, a su gestación, nacimiento, crecimiento y madurez, que es
provocada por los propios protagonistas para su pasmo y desconcierto.
Su
estética, creada por H. R. Giger, es puro ciberpunk.
-Primero
será un huevo, suponemos que puesto por una Alien nodriza, una reina. El huevo
atacará a un huésped para desarrollarse en él, estrangulándolo si hace falta al
más mínimo intento de desligarlo de su presa, inoculando algo en su interior
para pasar al siguiente estadio.
-Una
vez inoculado el nuevo ser, nacerá del vientre del huésped convertido en otra cosa. Es un
monstruo que va transformándose, evolucionando, de la reproducción ovípara a la
vivípara. Un monstruo pequeño que irá creciendo, adquiriendo forma humanoide,
como corresponde al huésped del que nace, y convirtiéndose en una máquina de
matar perfecta. Huevo, criatura inoculadora, ser vivo nacido, pequeño aún, pero
potencialmente amenazador que se desarrollará ampliando su carácter letal a
medida que avanza la cinta…
-Otro
de los grandes hallazgos y elementos imprescindibles en la mitología de “Alien,
el octavo pasajero”. El ácido del organismo adherido a la cabeza de Kane
(facehugger), lo que hace imposible separarlo de su huésped, a la vez que lo
convierte en esa perfecta máquina de matar sin puntos débiles. Ácido como
sangre. Un perfecto mecanismo de defensa. El momento en el que el ácido va traspasando
las plantas de la nave, con el peligro para la integridad de la misma que esto
supone, es sensacional.
Así,
con cebos y pistas, se va creando la mitología del monstruo. Vimos a un
alienígena con su vientre reventado al que recodaremos cuando le suceda lo
mismo a Kane; veremos como el monstruo se reproduce, como busca huéspedes, como
nace y crece, como se transforma a una velocidad de vértigo, mutando y mudando
sus pieles constantemente... Una magistral forma de narrarlo y mostrarlo.
- Monstruo. El
Xenomorfo.
Uno
de los aspectos que más se han destacado de “Alien, el octavo pasajero”, es el
uso y tratamiento del monstruo, donde se prefiere sugerir a mostrar, idea clave
en el mejor cine de terror. Scott logra esto de una manera deslumbrante, ya que
lo dota de la facultad del camuflaje.
El
Alien aparece 5 o 6 veces contadas, y a fogonazos, flashes, y pocas veces lo
vemos de cuerpo entero. Era una necesidad, para que no se vieran las costuras,
pero se convirtió, otra vez, en una de las grandes virtudes del film.
Un
monstruo que a veces mata y en otras ocasiones secuestra… Esto no se aprecia en
la cinta original, ya que Ridley Scott omitió una escena clave en la que Ripley
descubre que Brett y Dallas han sido capturados y puestos en conserva por el
monstruo. Dallas pedirá a la intrépida Ripley que lo mate… Scott incluyó esta
escena posteriormente en su versión de 2003… Scott y sus decisiones… Esa escena
y esa idea serán claves y esenciales en la mitología de Alien, que James
Cameron recogerá como idea básica para ejecutar “Aliens: El regreso” (1986),
por fortuna.
-El
Alien es mitad orgánico, mitad metálico (estéticamente), con lo que se integra,
fusiona y camufla a la perfección en la nave, haciéndose casi invisible. Sus
ocasionales y fugaces apariciones impactan y estremecen sobremanera. Una vez el
Alien ha adquirido su forma adulta, lo veremos por primera vez perfectamente
integrado en su entorno, casi invisible a los ojos, tanto que si no estás
atento no te percatas de su presencia, como ocurrirá en alguna otra ocasión. La
primera vez que lo veamos será colgado de unas cadenas, expectante, vigilante,
al paso del desventurado Brett que busca, inconsciente de su destino, a su
gato. Si no estás atento ni siquiera te percatarás de la presencia del
monstruo, que se balancea suavemente junto a las cadenas. Imposible que Brett
lo reconociera, y más cuando no lo había visto nunca.
Si
os fijáis, el encuadre de Scott no es preciso, sino que coge sólo una parte del
monstruo, como si no lo reconociera, mientras se mece en las cadenas.
La
presentación del monstruo es impactante, su gigantesco tamaño, su cabeza y
aspecto fálico y metálico, su doble, o triple, boca… Escalofriante.
-La
segunda aparición del Alien será con Dallas, de forma expresionista, cuando
nuestro protagonista use su linterna y el monstruo parezca querer abrazarlo
para cazarlo. Una nueva aparición fugaz, donde apenas se le aprecia. Fascinante
desde el punto de vista visual.
-Las
apariciones se van haciendo más constantes. Tendremos una primera, en sombras,
en su ataque a Lambert y Parker. Volvemos a verlo escindido, sólo partes de su
cuerpo, como esa morbosa cola que juega con la desgraciada mujer. Su cabeza, su
avanzar artificioso, como si se tratara de “Nosferatu”, sus ataques…
-Más
tarde lo volveremos a ver en un pasillo, cuando Ripley va a la nave auxiliar
para escapar, con luces intermitentes que lo dejar ver a pequeños intervalos.
-La
última aparición será en la nave auxiliar. El momento donde descubrimos su
presencia es otro de esos momentos donde el respingo es inevitable, pero con un
Ridley Scott tremendamente juguetón, ya que lo mostrará primero en plano
general perfectamente camuflado con el entorno. Ripley comprueba elementos de
la nave, ajena, como nosotros, a la presencia del Alien, que duerme
plácidamente al lado de donde ella está, sin que nos percatemos de su
presencia. Cuando mueve la mano el sobresalto está asegurado.
El
momento donde su rostro aparece a un lado del casco de Ripley justo antes de
que ésta abra la puerta de la nave, es terrorífico.
- La excelencia
en las películas de monstruos. La serie B y la ciencia ficción.
“Alien,
el octavo pasajero” es virtuosa heredera de la ciencia ficción de serie B de
los 50. Ciencia ficción de serie B con monstruo, ya sea en el espacio, atacando
a la tierra o adquiriendo distintas formas. De todo ello cogió Ridley Scott
para sublimarlo y actualizarlo, aglutinándolo todo en una nave.
Una
herencia clásica que se añade al expresionismo de los 40 y 50 del cine negro y
el género de terror, que Scott también actualiza. Incluso del “Nosferatu”
(1922) de Murnau.
Todo
ello da como resultado una obra maestra de referencia, que es la evolución
lógica y perfecta a todos los niveles. Una nueva concepción estética que
revolucionaría el género y se extendería a otros.
Si
bien en los 50 la ciencia ficción y el terror tenían habitualmente una
concepción alegórica, metafórica y crítica, aquí esos conceptos se omiten,
buscando la abstracción y la depuración del género sin más lecturas. Un
ejercicio de estilo puro y duro.
Las
películas de serie B de los 50
a las que “Alien” rinde tributo eran críticas o
advertencias contra el peligro nuclear, el comunismo, la política o la
sociedad. Así nos encontramos multitud de cintas con monstruos del espacio que
atacan a los personajes o llegan a la tierra para amenazarla, del mismo modo
que surgen monstruos generados por nuestros propios pecados que atemorizan a la
humanidad. De todo ello, los viajes en el espacio, extraterrestres malvados,
monstruos amenazadores… ha mamado “Alien, el octavo pasajero”.
Muchas
de ellas eran auténticos bodrios, pero otras resultan joyas indiscutibles.
Películas
con monstruo de las que “Alien” sigue la tradición con clásicos como “La humanidad
en peligro” (Gordon Douglas, 1954), “La mujer y el monstruo” (Jack Arnold,
1954), “El monstruo del océano” (Wyott Ordung, 1954), “Surgió del fondo del
mar” (Robert Gordon, 1955), “La criatura” (Edward L. Cahn, 1956), “El monstruo
que desafió al mundo” (Arnold Laven, 1957), “El pantano diabólico” (Bernard L.
Kowalski, 1959), “Escalofrío” (William Castle, 1959)… muchas como alerta de la
amenaza nuclear.
Hay
dos películas que suelen citarse como claras influencias para “Alien”, son “El
terror del más allá” (Edward L. Cahn, 1958), de trama casi calcada a la de
“Alien”, y “Terror en el espacio” (Mario Bava, 1965), muy parecida también.
También “La bestia de la cueva maldita” (Monte Hellman, 1959), una cinta muy
cutre, tiene ciertos aspectos en su trama que remiten de forma inequívoca a
“Alien”.
No
olvido otras muchas películas de monstruos, pero más centradas en la aventura y
la acción que en el terror, por ejemplo las dedicadas al monstruo Gozdilla y en
todo el mundo oriental…
Una
estética revolucionaria. Claustrofóbica y asfixiante.
Si
bien ya he hablado de las virtudes estéticas, las claves visuales y
estilísticas que definen a una de las películas más revolucionarias e
influyentes del cine moderno, es en el último tercio y el clímax final donde
todo se sublima, integra y fusiona.
-La
película tiene en la estructura de búsqueda, en distintos episodios, su esencia
narrativa. Primero buscarán el origen de una señal desconocida; luego buscarán
al organismo en la enfermería una vez liberó a Kane; más tarde al monstruo que
se les ha perdido en la nave; Brett al gato, algo que también hará Ripley en la
parte final…
La
magistral progresión tanto dentro de todas las set pieces (estas secuencias con
el monstruo), como de toda la parte final en general, aumentando la tensión y
los elementos de suspense, dando cada vez más a todos los niveles, en las
peripecias y elementos narrativos, así como en los aspectos estéticos y climáticos para generar la atmósfera
buscada, y la progresión general de la película, son de antología.
Entramos
en una orgía estética, que no esteticista, donde fondo y forma se fusionan de
tal forma que su impacto visual resulta imperecedero, fijando uno de los
referentes estéticos más influyentes del cine moderno.
- La escena de la
muerte de Brett. Todo comienza con el grupo formado por Brett, Parker y
Ripley buscando al pequeño monstruito. La modulación es modélica, aunque
quizá sea la set pieces que más se ha utilizado como cliché y tópico en el
cine de terror, con ciertos comportamientos arriesgados que acaban
facilitando muertes. En realidad es lo de menos, porque la potencia
visual, el gusto estético y la atmósfera lograda son primorosas.
Como
no me canso de repetir, en pocas películas llueve como en las cintas de Ridley
Scott. La lluvia en sus películas es tremendamente bella y crean una atmósfera
única. Aquí el director tenía difícil incluir la lluvia como elemento, pero se
las apaña con un sucedáneo con esa lluvia que cae de la maquinaria y
refrigeración de la nave mientras Brett busca al gato. Gotas de lluvia
iluminadas a través de la luz en ese entorno lóbrego ¡Qué bien llueve en las
películas de Ridley Scott!
El
gato, que muchos han mencionado como el octavo pasajero, da un buen juego en
esta segunda parte de la película, perfectamente utilizado para complicar las
situaciones.
En
la búsqueda de Brett, Scott recurrirá a primerísimos planos, creando una secuencia
asfixiante, claustrofóbica, como lo es la película y, en especial, esta parte
final. Cuando Brett se alivia con las gotas de agua que caen desde la
maquinaria de arriba, casi nos refresca a nosotros también, completamente
metidos en la película e identificados con la situación.
El
gato escabulléndose; la luz filtrándose en la oscuridad general, convirtiendo
en siluetas a los personajes; la voz de Brett llamándole; la piel mudada del
Alien como elemento intrigante que nos va avisando de un trágico destino; los
sonidos y ruidos de la nave, el sonido ambiente, la ventilación… sin banda
sonora.
Las
gotas cayendo y las cadenas meciéndose por el viento -es lo único que se oye al
paso de Brett-, un Alien colgado en esas cadenas que se mueven suavemente, casi
invisible, en lo alto, esperando a su víctima, fundido con el entorno y en
picado amenazante… Scott ni siquiera muestra al monstruo por completo, solo en
parte, como si no lo reconociera. Una escena modulada a la perfección, un
suspense excelso, a pesar de la estereotipada situación, que en aquella época
no lo era tanto. El gato que desaparece, la búsqueda, la piel del Alien…
Es
una maravilla cuando las gotas de lluvia pasan a ser gotas de sangre. Una
imagen impactante y sugerente. La mirada de un animal ante la violencia es un
recurso que le gusta a Scott, también lo apreciamos en “Blade Runner” (1982).
Aquí el gato observará atento y atemorizado el ataque a Brett. Un monstruo que
aparece en segundo plano para que intuyamos su tamaño y sobrecogernos con su
amenazante figura.
- La escena de
la muerte de Dallas. Un paso más en la progresión estética, en la
atmósfera, en la claustrofobia… La misma idea y claves estéticas,
tenebrismo, expresionismo, claroscuros, juegos lumínicos, luces
atravesando sombras… pero ahora en túneles imposibles, húmedos y angostos,
que hay que atravesar arrastrándose o de rodillas, aumentando la sensación
claustrofóbica, la desorientación, la opresión y la asfixia.
Desespera
la incompetencia de Lambert para guiar a Dallas y decirle de forma clara por
donde avanza el monstruo.
El
fuego, un elemento clave en la lucha contra el Alien, dejará momentos
expresionistas extraordinarios en un sentido estético con el lanzallamas de
Dallas. La aparición del Alien cuando Dallas intentar ver qué le rodea con su
linterna, es espeluznante. Un Alien que parece querer abrazarle y se aparece a
la luz de la linterna repentina y fugazmente. Con fuego se terminará con Ash y
también con el Alien.
Una
muerte, la de Dallas, que nos dejará la gélida mirada de Ash (Ian Holm) y la
histeria en el grupo, especialmente en Lambert (Veronica Cartwright). Sólo
quedan 4: El violento, la histérica, el pasivo y la cerebral.
Tras
la muerte de Ash y las revelaciones acerca de la oculta misión, en la que la
tripulación es prescindible y sólo importa que llegue la criatura, nos
encaminamos al clímax.
- El clímax.
Búsqueda de refrigerante y del dichoso gato –que llegado este punto me cae
especialmente mal- para destruir la nave y huir en una auxiliar. Un clímax
donde toda la estética se sublima.
Todos
los elementos estéticos, visuales y sonoros, que hemos visto hasta ahora se dan
cita en el clímax, añadiendo otros y sublimándolo todo.
-Las
sombras amenazantes y mortales del Alien antes de atacar a Lambert, puro
expresionismo que nos remite al “Nosferatu” de Murnau o al cine de Tourneur,
por citar ejemplos clásicos del terror. Una sombra y una figura ante una
atemorizada y empequeñecida Lambert. El desesperado intento de defensa de
Parker…
Por
supuesto, ambos morirán, pero es interesante especialmente el ataque a Lambert
y ese juego morboso con la cola del Alien, un elemento fálico y sugerente que
casi remite al terror oriental y el manga.
Esto
tendrá otro momento morboso en la secuencia final, el enfrentamiento entre la
bella y su minúscula braguita, y la bestia de forma fálica.
-Planos
largos y sostenidos para estirar la tensión, aumentar el suspense y potenciar
la atmósfera enfermiza y terrorífica. Un ejemplo: La búsqueda del gato de
Ripley en el cuadro de mandos.
-El
juego con el sonido, que tendrá varios ejemplos y se plasmará de distintas
formas, sacando partido a todo. Pura creatividad. Ejemplos: Los agonizantes
chillidos y gritos de Lambert ante el ataque del Alien que se escuchan por los
altavoces mientras Ripley recorre la nave para intentar ayudarla.
-Planos
subjetivos de Ripley por los estrechos y oscuros pasillos con los gritos de
Lambert envolviéndolo todo. Un momento escalofriante.
-Panorámicas
y travellings generando suspense y creando atmósferas antes de los impactos,
como en la citada búsqueda del gato por parte de Ripley en el cuadro de mandos.
-La
cima del género se alcanza con las carreras de Ripley, con su rostro sudoroso y
aterrorizado, por los angostos y tenebrosos corredores, unas en planos
subjetivos y otras no. En ellas tendremos cámara al hombro para acentuar el
frenesí y la tensión extrema del momento. Unos pasillos claustrofóbicos,
asfixiantes, opresores, paupérrimamente iluminados, con luces intermitentes que
ocultan el rostro de la protagonista, con un humo incesante y sofocante y una alarma
aturdidora, atronadora y rítmica avisando de la próxima explosión.
El
momento donde Ripley va a cruzar hacia la nave auxiliar y ve al Alien en el
pasillo es pura excelencia cinematográfica, sin efectismos, con un maravilloso
juego en la división del encuadre. Una aparición espeluznante con esas luces
intermitentes, la ensordecedora alarma y su imponente presencia.
Es
imposible que no se crispen los nervios. Imagino lo que sentirían los que la
vieron en su estreno, esa asfixia por esos pasillos, esa impotencia sin saber
por donde salir, esa claustrofobia agobiante. Es espectacular. La sublimación
de una estética sin igual y una atmósfera perfecta. Imágenes intermitentes y sonido
rítmico que son el terror en estado puro.
-Dar un poco más. Aumentar las dificultades y las peripecias para aumentar con ellas la tensión y el suspense, retando al protagonista a superar la prueba más difícil, casi imposible. Una concepción que los grandes clásicos tenían clara y además rodaban a la perfección. Buscar al gato, intentar salvar a sus compañeros, activar la bomba que destruya la nave, ir a la nave auxiliar, volver para desactivar la bomba al tener el camino taponado por el Alien, olvidar al gato, la imposibilidad de desactivar la bomba y tener que jugárselo todo volviendo a intentar llegar a la nave auxiliar… y una vez logrado encontrarse con tu peor pesadilla en un cubículo minúsculo y sin posible escapatoria… Magistral.
La
vulnerabilidad de Ripley en esta secuencia, cuando todo parece en paz, es
total, especialmente cuando se desnuda y nos deja ver su minúscula braguita. Es
la bella contra la bestia. Una extravagante sensualidad con esa Sigourney
Weaver casi desnuda y empitonada y ese Alien de aspecto fálico bostezando con
su babeante doble boca.
El
momento del descubrimiento del monstruo, los movimientos sigilosos de Ripley
vistiéndose y su último truco para intentar deshacerse de la bestia, son otra
maravilla de pulso narrativo y atmósfera. Es ahí, cuando abra la puerta de la
nave y el Alien salga despedido, estando bien sujeta a la silla, cuando Ripley
dará la vuelta a las cosas, arponeando a la bestia en una muerte que también
tiene connotaciones sexuales, e incinerándolo con los motores. Sensacional.
Todo
esto logra un estado de angustia, ansia y desesperación que hace de la latente
presencia del Alien, que casi nunca sabemos dónde está ni dónde va a aparecer,
algo aterrador.
Entonces, ¿el gato es el precursor mal entendido de los perros salvados de "Independence Day" y "El hombre de acero"? Oye, si muere hasta el apuntador pero salvamos al perro qué guay, la gente contenta tú, cuando en realidad se trataba de una manera de estropear los planes de seguridad sin que llame la atención por irracional. Tomando el que se separen sin incluir la necesidad de un motivo creíble para olvidar la seguridad.
ResponderEliminarEn realidad el Alien pasa, literalmente, del gato, lo mira metido en una caja, lo observa y le mete un manotazo de desprecio a dicha caja jajajaj
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