Segunda entrega de este innecesario reboot que cada episodio
que presenta hace preguntarse aún más al espectador el motivo de este
relanzamiento. Una secuela que pretende ser más espectacular que su
predecesora, lo consigue, y no sé si pretende ser más hortera, pero también lo
consigue.
Al ajetreo de la vida de superhéroe a Peter Parker se le
suma la dificultad de conservar su relación con Gwen, especialmente por la
promesa que le hizo a su padre de mantenerla alejada de todo eso, algo que ya
vimos en la primera parte… Además, un nuevo villano amenaza la ciudad,
Electro, y su viejo amigo Harry Osborn (Dane DeHaan) regresa para complicar las cosas.
La película comienza con un montaje muy sincopado para la
presentación del padre de Peter, Richard Parker (Campbell Scott). Se repiten
escenas de la primera, que se retoma en este inicio pero ampliando la
información sobre la extraña huida de Richard, cuando dejó a Peter con sus
tíos. En esta ocasión la cámara de Webb no se quedará con el futuro superhéroe,
sino que seguirá a sus padres, al peligro que supone su descubrimiento y a una
escena de acción en un avión. No hay mucho papel para los padres de Peter,
interpretados por Campbell Scott y Embeth Davidtz.
Esta segunda entrega de “The amazing Spiderman” es como una
montaña rusa frenética, con continuas escenas de acción psicodélicas y kitsch,
entre las que se filtran las tramas más dramáticas y el desarrollo de los
personajes a duras penas, de forma superficial, manida y con poca fuerza. Así,
sin solución de continuidad, llega una nueva escena de acción, en este caso para
presentar al héroe, donde disfrutamos de los mejores momentos de la película,
los que muestran las habilidades de Spiderman y sus vuelos por la ciudad. Puro
goce visual.
Lamentablemente los excesos frenéticos, muy de cómic, no
siempre sacan lo mejor en estas escenas de acción, por ejemplo el juego con los
“tubitos”. Esto se mezcla con momentos de aparente perturbación psicológica,
con apariciones del padre de Gwen para recriminar a Peter su actitud mientras
salva la ciudad en medio de la excentricidad, frivolidad y aparente desenfado
de nuestro egocéntrico y vacilón protagonista en acción. Vemos también a Paul Giamatti
en un desfasado papel. Parece ser que será uno de los villanos de la
tercera entrega de la saga, Rhino.
Este conflicto dramático, que desemboca en ruptura en la
escena siguiente, pasando de la felicidad despreocupada al tormento repentino
tras ver un par de apariciones del padre de Gwen, resulta sencillamente
lamentable tal y como está aquí planteado. De hecho, el desarrollo de personajes
y sus relaciones no pueden ser más mediocres en líneas generales. Ruptura en
Chinatown. En su soledad, Peter mirará las fotos de su novia, una relación que ya
lleva tiempo, con lo que los cambios drásticos y las decisiones radicales
repentinas quedan desproporcionadas e ilógicas.
Otro tema que se planteará pero no se desarrollará,
lamentablemente, quizá por no querer parecerse a ciertos aspectos temáticos de
“El caballero oscuro” de Christopher Nolan, es el de la legitimidad de
Spiderman y su rango de “parapolicía”. Por desgracia esto no llevará a ningún
lado, más ideas que salpican al tuntún sin rigor y en consonancia con el aspecto
caótico y frenético de la película… Mala consonancia.
Su conversión, siendo electrocutado salvajemente, pero que
lejos de matarle le convierte en un electrizante rival para Spiderman ante el
que, por fin, se posarán las miradas, no deja de resultar ridículo, con ese brillante
experto manejando peligrosos cables y aparatos sin la más mínima precaución.
Además el look de toda la escena es hortera y chillón. Su resurrección tiene
una estética completamente ligada al género de terror con reminiscencias a
Frankenstein e incluso La Momia.
Webb usará el mismo contrapicado para Oscorp a la salida del padre de Peter de la empresa, lloviendo, al inicio de la película, que con la entrada de Max, con tiempo soleado a la misma. La dirección es chillona, pero sin rasgos de estilo reseñables salvo en momentos sueltos. Por ejemplo, el exceso de pantallas y monitores no desembocará en ningún sentido concreto, salvo una vaga referencia al pasado… En cambio, la presentación del que será el otro villano de la función, Harry Oscorp (Dane DeHaan), es muy aceptable desde el aspecto visual, primero tras un cristal de un coche, luego tras una cortina en la habitación de su agonizante padre… Una imagen perturbada, una personalidad difusa. Con su padre mantendrá una discusión donde recriminará su dura infancia y la dureza y crueldad de su progenitor. En su herencia quedará mucho dinero, una enfermedad terminal y los avances para su cura… Harry es inteligente, está blindado y vive en el rencor, sólo su relación con Peter supondrá una pequeña brecha en este peligroso caldo de cultivo. Lejos de amilanarse, Harry se confirmará como presidente con mando en la empresa de su padre, no dejándose gobernar por todos los directivos ansiosos de poder. Se van forjando en esta parte de la película los retratos y conversiones de los dos villanos… con torpeza, simplismo y prisas.
También habrá otros rasgos destacables, por ejemplo esos
encuadres inclinados, oblicuos, que utiliza en algunos momentos. Destacable a
este respecto es la escena donde la tía May se sincera y desahoga,
reivindicando su papel esencial en la educación de Peter. Una buena escena
desde el punto de vista dramático bien subrayada desde la dirección con esos
planos que muestran su estado anímico y perturbación. Momentos íntimos.
El reencuentro entre Peter y Harry deja una buena escena.
Con una escalera como protagonista que marca el alejamiento de los amigos, su
distancia, con Harry en lo alto y Peter abajo, veremos como cuando Harry baje
sus defensas esa distancia se reducirá hasta que se fundan en un abrazo en
medio de la misma. Cuando hablen de Gwen, ya distendidos y fuera de la lúgubre
mansión de Harry, será Peter el que ponga un muro entre ambos.
Andrew Garfield, nuestro Spiderman, es feo con ganas, un feo
simpático, pero acierta en su retrato de los tics juveniles, inseguros,
adolescentes casi, nerviosos. Su vaivenes, dudas, indecisión y disimulo son sus
claves de estilo. Más vaivenes en la relación entre Gwen y Peter, sacados de la
manga. Una buena escena, al menos en sus intenciones, aunque el resultado no
acabe de convencer. El momento de la confesión de Peter sobre sus seguimientos
a Gwen es muy bonito.
La escena de la aceptación y conversión de Max en villano, en Electro, tiene buenos rasgos estilísticos, por ejemplo el travelling circular que retrata la satisfacción de ese ser hasta ese momento invisible convertido en el objeto de todas las miradas, un travelling que retrata la satisfacción de su ego. Un ser sediento de atención bebiendo a tragos gigantes su recién adquirida fama. Otro travelling circular retratará su asunción como villano. La escena es espectacular una vez se dispara la acción enfrentando a héroe y villano, repleta de colores en honor a ese look kitsch que tiene la cinta, cámaras lentas espectaculares, momentos muy emocionantes (el de la escalera…) y otros algo confusos en cuanto a la dirección y el montaje (el golpe con la fuente a Electro…). Una vez Electro es vencido en primera instancia no vemos lo que ocurre con él, desgraciadamente, esto lo veremos luego aunque perdiéndonos el proceso. Una vez se retome su trama, mostrándonos dónde se encuentra, comprobaremos que de la admiración y cariño a Spiderman ha pasado a un odio radical y repentino, así sin anestesia. Mientras lo investigan él aprovechará para bautizarse a sí mismo con su nombre de villano. Nace Electro.
La película pega otro salto hacia ninguna parte, en esa
alarmante falta de cohesión que tiene el guión, para que veamos a un Peter
atormentado que vuelve a obsesionarse con su padre e investigar sobre él,
mientras se refugia en la autocompasión sobre Gwen y planifica mejoras en su
traje para hacerlo resistente a la electricidad, punto débil con Electro.
El conflicto entre Harry y Spiderman vendrá de que la
investigación de su padre concluye que con la sangre de Spiderman él podría
sanarse. Ya tenemos un nuevo y repentino villano.
Escenas mal tratadas, el seguimiento a Gwen (Emma Stone) en
la Oscorp al verla sospechosa, sólo saca pocos metros a sus perseguidores, pero
se entretendrá charlando con Peter un ratillo antes de que decidan esconderse…
En esta fase se atan cabos con una facilidad francamente sorprendente, una mala
y apresurada elaboración de guión. La conversación entre Gwen y Harry, de nuevo
en un ascensor, hablando de Peter deja incógnitas sobre el nivel de
conocimiento y relación que tienen todos ellos.
Dentro de todo este caos hay que destacar que el conflicto
más interesante que plantea la película, ni si quiera de forma explícita o
directa, es el del propio Spiderman y la idea de un personaje capaz de ayudar a
todo el mundo y su sentimiento de impotencia por no poder hacerlo con los más
cercanos, no poder resolver sus problemas con la gente que quiere. Esto cobra
especial envergadura en su relación con Gwen, de la que se vuelve a alejar en
una especie de relación yoyó.
Peter viajará al pasado para reencontrarse con su padre, una
estación oculta donde descubrirá algunos de sus secretos en un video, la verdad
de Richard Parker. En esa estación habrá arañas y telarañas, lo que indica que
entramos de lleno en el mundo de Peter, que se había mantenido oculto hasta ese
momento, y se hacen patentes sus vínculos con su padre, como hilos de araña que
se hacen visibles. Para ese viaje se utilizarán varios objetos, una
calculadora, monedas y el torno de la estación Roosevelt. La emoción de Peter
(Andrew Garfield) es retratada con su rostro semioculto.
Hay una magnífica escena simbólica previa al clímax final en
relación a la pareja protagonista. Peter saliendo de un oscuro túnel y
deteniéndose en mitad de una vía para hablar con Gwen por teléfono, que a su
vez está detenida en un atasco. Perfecto retrato de una relación interrumpida, en stand by, que lucha
por salir hacia delante. Un destino interrumpido. La declaración de amor y de intenciones de la
pareja será interrumpida, una vez más, por las obligaciones de superhéroe de
Spiderman, con la aparición de Electro. Gwen se dedicará a dar claves
científicas superficiales en esta parte final.
En los laboratorios secretos de Oscorp, Harry verá el traje
de Duende Verde y no dudará en usarlo sin preparación alguna, por las bravas.
En esa escena y otra al final, veremos otros trajes que servirán a diversos
villanos de Spiderman, como Octopus, Rhino, Buitre… Broma metalingüística para
futuras entregas.
El clímax comienza con humor, con Gwen llamando Peter a
Spiderman, y momentos muy en la onda cómic dentro de la indefinición de tono que
tiene la película en todo su metraje. Buenas escenas de acción, como
corresponde al clímax, bien dirigidas, con planos generales bastante sostenidos
para que se aprecie todo bien y un Spiderman un tanto exagerado en su trabajo
corporal. Cámaras lentas de nuevo. El recurso de los aviones en peligro para
crear suspense resulta forzado y poco creíble, se lo podían haber ahorrado.
El final de Electro no puede ser más cruel e irónico,
hacerse invisible y acabar desapareciendo, justo lo que le atormentaba ser,
invisible para los demás. Una vez un villano desaparece otro se reincorpora a
la lucha, en este caso Harry Osborn /El Duende Verde, al que se le ha puesto la
boca en su última transformación física como al Willem Dafoe de la primera
entrega de la saga de Spiderman dirigida por Sam Raimi.
La muerte de Gwen nos lleva a la tragedia extrema, en otro
cambio de tono sin sentido, que no funciona ni impacta, desfasado, incluso a
nivel dramático. Una cinta en tono de comedia y desvarío kitsch no resulta
creíble con estos giros dramáticos, hasta el punto de llegar a pensar si ha muerto de verdad... Una muerte extraña.
Harry sobrevivirá, veremos su rostro distorsionado en la
cárcel, en un reflejo. Allí aparecerá el señor Fiers, “The Gentleman”, esbirro
de Harry que acudirá a Oscorp para mostrarnos más armaduras de futuros
villanos, antes mencionadas. El primero será Rhino, con la reaparición de Paul
Giamatti, protagonista de la escena final en el regreso de Spiderman, que
desapareció para guardar luto a su amada Gwen. Ese tiempo desaparecido
convertirá a Spiderman en símbolo, símbolo de esperanza, lo que regenerará al
héroe rememorando el discurso que Gwen dio al inicio de la película. El duelo
de Peter por Gwen es poético, lo veremos velar su tumba con el paso de las
estaciones.
La mencionada escena final con Rhino pretende ser épica,
pero parece un combate de boxeo amateur, con el niño, los policías que se
preocupan más de que la madre no se salte la barrera que de parar al chaval que
se escapa, Spiderman con el megáfono, el villano esperando pacientemente el
show… En coherencia con el estilo absurdo, ilógico, chillón y hortera de casi
toda la película.
Una secuela vitriólica y psicodélica, un frenesí visual que
resulta peor que la anterior, que no resultó ser gran cosa en su
indefinición, y eso a pesar de que se ha procurado ser todo lo espectacular
posible, consiguiendo ser más dinámica que su predecesora. Banda sonora típica
de Hans Zimmer con momentos que recuerdan a “Origen” (Cristopher Nolan, 2010) e
interpretaciones correctas. Una saga que pretendía más seriedad en la onda de
los Batman de Nolan pero que finalmente difiere más bien poco de las joviales
de Raimi, solo que con ínfulas… Para pasar el rato sin más.
Uyyyyy otra de estas entretenidas pero que no dan para mucho más...la verdad es que empiezan a cansarme tantas partes...
ResponderEliminarOtra película de 3...como la "innombrable"....jejejeje
Gracias por el post!! Bss
Muy prescindible Sara, una saga que sobra completamente.
EliminarPues para lo maloncia q resulta aún destacas cosas buenas.
ResponderEliminar:-)
Gracias por tu trabajo!!!
Las tiene! Hay que ser justos jajaja. El caso es que el cómputo global es regulero. Gracias a ti Reina.
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