El nombre de David Cronenberg siempre se ha ligado con lo perturbador, pero en las últimas películas muchos de sus fans han puesto el grito en el cielo por considerarlas impersonales y que se había vendido a lo convencional. Estos “incondicionales” sólo pueden sostener esto en base a argumentos estéticos y una nula reflexión sobre su obra, que es de una coherencia absoluta situando a Cronenberg en el Olimpo de los directores actuales. Sus propuestas no son para todos los paladares ni gustos pero el que entra en ellas, y las comprende, siempre saldrá profundamente complacido.
La visceralidad y la visualización de la transformación, el gusto por mostrar lo orgánico con toques gore en dicha transformación, ha dado paso a un estilo más depurado y que sin renunciar a aspectos visuales característicos ahora es más sofisticado. Esta sofisticación no es nueva y Cronenberg ha recurrido a ella cuando ha creído conveniente, como volverá a sus elementos visuales predilectos cuando lo considere oportuno o acorde con la cinta que rueda.
El morbo y los temas más polémicos o incómodos, la sexualidad, el sexo y la muerte, el deseo, consumirse por él, la transformación del hombre moderno, la muerte de los sentimientos… siempre son temas presentes en la obra de Cronenberg, pero en cintas como “M. Butterfly” (1993) o “Inseparables” (1988), por poner dos ejemplos, lo incomodo, lo perturbador, no estaba tanto en lo visual como en la trama y la historia tratada por Cronenberg.
“Un método peligroso” lleva esta depuración a su máximo exponente. De un marcado clasicismo no hay escenas truculentas ni de sexo especialmente llamativas, todo es discreto y pulcro, verdaderamente depurado, donde lo básico no está en la forma sino en el fondo. Cronenberg pone en celuloide su discurso, como un legado o un libro guía que afianza e ilumina todo su universo pasado.
Así apenas se ve, pero sí se habla, del impulso autodestructivo, de la muerte, del sexo, de la relación del sexo y la muerte, de la deshumanización, de las pulsiones internas del ser humano, pulsiones que lo transforma y convierten en otra cosa, el deseo, su confrontación con lo racional… El universo cronenbergiano al completo.
Basada en una novela de Christopher Hampton parece ideada para el bueno de Cronenberg, aunque en apariencia su visualización esté en las antípodas de la imaginería cronenbergiana. Como ocurrió con el “Crash” de J. G. Ballard los postulados son más del propio Cronenberg, ya que mantiene los mismos intereses conceptuales en toda su obra, que de los autores de las novelas. Bien es cierto que parecía irremediable que los caminos de Ballard y Cronenberg se cruzaran.
A este cruce coherente de caminos debemos añadir a Freud, el sexo y la muerte son temas que apasionan tanto al padre del psicoanálisis como al director canadiense.
Todos los personajes resultan atractivos, pero hay uno que es la clave y donde radica la esencia cronenbergiana, es el personaje de Sabina Spielrein, interpretada por la delgadísima Keira Knightley. En ella vemos esas pulsiones interiores tan queridas por Cronenberg, el cambio que se produce por dejarlas salir, la necesidad de hacerlo, su trauma y deseo, su relación con el sexo y el dolor. En ella pivotan todos los temas y todos los personajes, será incluso la causa y motivo de los cambios y transformaciones de los demás, añadiendo la influencia de Otto Gross (Vincent Cassel). El protagonista, Carl Jung interpretado magníficamente por Michael Fassbender, sentirá sus pulsiones internas, su necesidad de cambio gracias a su tratamiento con la traumatizada Sabina, que lo hechizará sumiéndolo en una espiral de deseo irrefrenable, transformándolo y llevándolo al abismo.
De estilo profundamente clásico, pulcro, depurado y muy académico, es a la vez muy personal. Entre algunos de los rasgos estilísticos son destacables esos planos tan hitchcockianos donde se encuadra a dos personajes en distintos niveles, uno en primer plano y otro en segundo, usando trucajes y efectos de montaje, un rasgo muy usado también, como no podía ser de otra forma, por Brian de Palma. Con esos encuadres se muestra la afinidad, tensión, distancia, confrontación, dificultad o diferencias entre los personajes, dependiendo si ambos miran hacia el mismo lado o tienen las miradas enfrentadas. Un forma muy visual de mostrar las relaciones de los personajes.
Es sabido el gusto de Cronenberg por lo orgánico, todo lo que tiene que ver con la carne y sus vísceras, incluso si crea un arma futurista (Existenz, 1999) ésta será compuesta por dientes o diversas sustancias orgánicas. Aquí, en una película tan pulcra y clásica, lo más parecido es una comida revuelta que es casi un símbolo de la sexualidad reprimida, retorcida o perturbada de la protagonista tratada.
El psicoanálisis supondrá el medio para hacer salir ese nuevo ser, la pulsión, que tiene Sabina en su interior. Los personajes de Freud y Jung están fenomenalmente tratados. Freud, una de las personalidades más influyentes del siglo XX, así como el psicoanálisis que poco a poco se va extendiendo, y que supondrá una auténtica revolución, han evolucionado de respuesta terapéutica a sustitutivo de los curas como confesores, ahora se va al psicoanalista para contar las penas y soltar lo que lleva uno dentro más que como terapia, un auténtico negocio bastante desvirtuado.
La dirección de actores es virtuosa, están todos soberbios, un trabajo muy matizado y detallista, un ejemplo es el plano de Viggo Mortensen, y su gesto, cuando pregunta a Michael Fassbender por la virginidad de Sabina.
Cronenberg no renunciará del todo a lo escatológico o lo orgánico, como he comentado, no lo mostrará pero sí lo verbalizará.
La película contiene también una reflexión sobre la originalidad, su búsqueda, o la comodidad y afianzarse en lo conocido.
El sexo, un tema imprescindible en Cronenberg, siempre estará presente, verbalizado y relacionado con la muerte, un liberador de energía. En este sentido son numerosos los planos donde los personajes aparecen navegando, con el agua como elemento principal, simbólico de esa sexualidad, que en el caso de Jung, va llevándole de manera inexorable al límite. Así le veremos en un barco, en un pequeño velero compartiendo conversaciones con Freud o con la propia Sabina. Un ejemplo más sobre esto lo tenemos en la crisis nerviosa que sufre Sabina, que comienza a bañarse en una charca y que cuando, en su histerismo, se la sumerge en una bañera de agua limpia logra la calma.
No es el único elemento simbólico, Freud dirá que encuentra inspiración en los jardines Belvedere de Viena, al lado de una Esfinge, que sale dos veces junto al padre del psicoanálisis, “ha inspirado alguno de mis mejores momentos”, Esfinge que es un demonio de la destrucción y la mala suerte.
Los personajes masculinos son muy sobrios, con un grandísimo trabajo de Fassbender, Mortensen está excesivamente afectado y estando bien quizá sea la interpretación más floja. La mujer de Jung, interpretada por Sarah Gadon, también es sumamente sobria. Keira Knightley tiene el personaje más histriónico, por su trauma inicial, un papel complejo que resuelve magníficamente.
Vincent Cassel interpreta a Otto Gross, perturbador y provocador, y con esa falta de sutileza habitual en el actor, un personaje que vive para el morbo, una acertada elección de casting y muy bien interpretado por el actor francés.
El final da a la película una estructura casi circular, se inicia con la llegada en coche de Sabina a la clínica de Jung, totalmente desquiciada e histérica, y acaba con su vuelta, también en coche, abandonando a Jung, que queda solo en el plano final.
Cronenberg maneja los entresijos del drama magníficamente, y aunque no resulta un film arrebatador de emoción desbordada precisamente y puede parecer algo frio, lo cierto es que es sumamente intenso con grandes momentos de gran sensibilidad.
No huye Cronenberg de la esencia teatral pero si da el suficiente poderío visual para no resultar acartonado o rígido, respetando la esencia y asumiendo el carácter didáctico de la obra. De todas formas este sería uno de los mayores defectos del film, menos cinematográfico que la mayor parte de su obra.
Una buena película de uno de los autores más interesantes y trascendentes de la actualidad, que aquí demuestra una seguridad absoluta en sus ideas tanto temáticas como cinematográficas. Uno de los grandes con una película-compendio, que sin ser de las mejores de su filmografía resulta siempre estimulante y sugerente.
Y dices que la Keira esta bien? ufff es que yo no puedo con esa mujer, me parece pésima actriz y con solo verle algunos gestos que pone, como ese de los morritos, metiendo pómulo, es que me pone enferma... Aunque habrá que fiarse de tu criterio que para algo eres el profe no? La bajaré a ver como está, que todo lo que tenga que ver con perversión y sexo está genial jaja. Besos pequeño. Rikku.
ResponderEliminarA mi Inseparables m pareció absolutamente perturbadora y tenía mu ha curiosidad por ver esta, por lo que, como tan bien dices, las pulsiones son lo que realmente t hacen rebullirte en la butaca.
ResponderEliminarTengo curiosidad por ver a Mortensen, y ninguna por ver a la anoréxica de Keira, pero la historia, los personajes y la época creo q merecen echar un vistazo, y más tras leer tu análisis.
Muchas gracias!!
Un beso,
R
Rikku jajajaa, es más hablado que otra cosa con toques escatológicos a veces pero oye... la película es buena. En cuanto la veas me cuentas. Un beso
ResponderEliminarR, todas las de Cronenberg lo son, no te deja tranquilo en la butaca desde luego. Todos están bastante bien aunque no es el mejor papel de Mortensen. Gracias a ti, un beso.
Acabo de acordarme de a quien se parece la Keira cuando saca morritos y mete pómulos, a Mario, el marido de Alaska!! jajaaj Rikku
ResponderEliminarHombre, me quedo con Keira jajaja
ResponderEliminarGenial! Je suis fan de Cronenberg y esta película suya no me ha defraudado, al contrario, me gustó mucho!
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias, Cronenberg casi nunca falla.
ResponderEliminar