TOM HOOPER
Esta pequeña película fue con todo merecimiento la gran triunfadora de los Oscars 2010 (4 Oscar, película, dirección, actor y guión). Una cinta sencilla, sin excesos, sobria pero que da en la diana de todo aquello que pretende. Un acierto de su director que consigue una cohesión total de fondo y forma, y hacer de la anécdota que sirve de trama al film un vehículo para mostrar al espectador sus miedos e inseguridades más ocultas, para identificarlo plenamente con lo que le sucede al protagonista.
El rey del Reino Unido, Jorge VI, padece una gran tartamudez que le impide ejercer todas sus funciones y que hace de cada acto público y discurso que debe dar un suplicio insoportable. Después de buscar soluciones por todos lados sin éxito contrata los servicios de Lionel Logue, un logopeda de extraños métodos con el que empezará a solucionar su problema.
El retrato del personaje de Jorge VI (El duque de York) es magnífico, en esa mezcla de dignidad, el peso de la responsabilidad, las debilidades e impotencias por su problema, su timidez y el orgullo de clase que le hace seguir adelante y distanciarse de su logopeda incluso.
Un personaje complejísimo con el que el espectador se identifica irremediablemente gracias al magistral trabajo de Colin Firth, que sirve de vehículo para transmitir todas las inseguridades y miedos de su personaje, que lejos de ser simpático es profundamente humano.
La sencillez lo rodea todo, se deja la labor principal, en apariencia, a los protagonistas, pero si la película destaca por algo, además de la interpretación celestial de Firth, es por la originalísima dirección de Tom Hooper.
Una dirección que en ocasiones parece una mezcla del estilo expresivo de los hermanos Coen en sus primeros tiempos, “Arizona baby” (1987), “El gran salto” (1994) en, por ejemplo, el uso marcado del gran angular durante toda la película, con la pretendida trascendencia ensimismada del estilo de Michael Mann. Uno de los rasgos más característicos y significativos de la dirección de Hooper es la intencionada realización de planos desencuadrados, colocando al actor en un lateral del plano, o en la parte baja del mismo, dejando mucho aire en el otro lado del plano sin función alguna. Antifordiano. Esa intención de desubicar personajes expresa el sentimiento de éstos, minimizándolos dentro del plano, acentuando su indefensión e inseguridad. Los decorados minimizando a los personajes también persiguen esa función, con el uso del gran angular como mejor aliado. Se sitúa la cámara algo por encima de la cabeza de los actores en la onda de Mann, acogotándolos, aprisionándolos, como sometiéndolos, el peso que les abruma en sus miedos, su indefensión.
Toques kubrickianos en el manejo de la steadycam y en esa geometría de la puesta en escena que tanto gustaba y era paradigmática del bueno de Stanley. Una película que va sobre el miedo, los complejos y las superaciones, y que además se une de forma sutil al miedo a la 2º Guerra Mundial, que es el marco histórico donde se sitúa la historia (1934).
El inicio, con los títulos de crédito, nos muestran un micrófono enfocado desde todos los ángulos posibles, con ese gran angular que le da un aspecto solemne, importante, casi agobiante, de hecho lo será para su protagonista, hundido ante ese artefacto que le supera cada vez que tiene que enfrentarse a él por su tartamudez.
El miedo escénico inevitable frustrará a nuestro protagonista que, obligado por su posición, no puede escaquearse de su deber, no quiere, al contrario que su hermano. Un primera escena dura, sin que pase nada, y que nos identifica irremediablemente con el protagonista, en esa agonía que parece no acabar al verse incapaz de emitir una sola palabra rodeado de gente frente a un inmenso micrófono.
La presentación del personaje de Lionel Logue (Geoffrey Rush) es estupenda. Un gran personaje también, que tendrá su evolución e incluso aprendizaje. Ajeno al estiramiento y la pompa del que será su cliente, se muestra cercano, desenfadado, seguro y con cierto aire de superioridad en su entorno, una seguridad que desaparece cuando está fuera de él, ahí también se mostrará vulnerable. Aficionado al teatro, como el duque de York, deberá asumir sus limitaciones y superar la frustración de no lograr su sueño, el de actuar, algo para lo que, de alguna forma deberá ayudar a su cliente, perder el miedo a actuar en público, algo por lo que Lionel pagaría (su trabajo será al fin una especie de sustitutivo a su frustrada carrera teatral). Ambos deberán comprender y entender al otro, asumir su posición, limitar los excesos el profesor y bajar las barreras de clase y posición el alumno, cuando lo logren, forjarán una amistad auténtica que se prolongará con los años.
Helena Bonham Carter, en el papel de la esposa del duque de York (lady Elisabeth Bowes-Lyon), está entrañable, tenaz y fiel, confiada siempre en su marido y muy acertada en el tono que da a su papel, irónico y nunca cayendo en el sentimentalismo, el paternalismo o la condescendencia con el problema de Bertie. Es divertida la escena donde contrata al bueno de Lionel y da a conocer la verdadera identidad del que será su cliente.
La escena donde el duque cuenta un cuento a las niñas es significativa en el desarrollo del personaje, un ser cariñoso y entrañable al que vemos en un momento íntimo con su familia, donde a pesar de sus dificultades para hablar es capaz de desenvolverse con soltura, acabar el cuento y hacer reír a sus hijas. Una vez más un personaje que conquista al espectador desde el comienzo y que toca sus fibras más íntimas.
La decepción de Logue al verse rechazado en su audición se emparenta con la frustración del duque de York, obligado a actuar y fracasando en la prueba continuamente. El padre del duque de York, Jorge V (Michael Gambon), dirá, uniendo el sueño de Logue con la obligación de su familia, “esta familia se ha visto reducida a la más baja y plebeya de todas las profesiones. Nos hemos convertido en actores”. No es por tanto baladí la relación de las dos historias.
Uno de los momentos más conocidos de la cinta es la primera entrevista entre los dos protagonistas, el conflicto interno del personaje de Firth, que se siente humillado por tener que mostrar su vulnerabilidad, verla expuesta de forma continua, y el trabajo que inicia el personaje de Rush para llegar a él. Diálogos divertidos, verdaderamente divertidos, y que si bien pueden transmitir la incomodidad y tirantez entre los dos personajes protagonistas, los va uniendo al mismo tiempo y definiendo como personajes, diálogos de finísimo humor inglés, una ironía de primera línea y una puesta en escena y dirección ajustadísima, en especial la de actores, soberbios en sus papeles. La diferencia de clase, la conciencia de ella que tiene el futuro rey, se hace patente enseguida, es algo asumido por él de forma muy intensa, totalmente interiorizada, de ahí su extremo concepto de la responsabilidad, algo que admirará su profesor. Con todo, Logue, pide que en el tratamiento sean iguales. El futuro rey se reconoce con muchos defectos, sin complejos, es un personaje profundamente humano. Majestuoso Colin Firth, regio, imperial. Una maravillosa escena. Hay muchas más. Todas en las que están estos dos actores especialmente.
“Si fuéramos iguales yo no habría venido, estaría en casa con mi esposa y no le importaría a nadie”
El personaje de Firth se ve abrumado también por la presión y presencia de su padre, un padre al que quiere con locura y al que siente que decepciona por su defecto, una cosa más que le cuesta asumir.
Los planos en picados extremos en algunos decorados o lugares donde están los personajes tienen también esa función de preponderancia del entorno ante unas personas que se sienten abrumadas, y que se subraya aún más con los distintos planos donde se da especial preponderancia a objetos que comparten dicho plano o tienen preeminencia en el mismo sobre los personajes, objetos que a menudo son mecanismos o instrumentos de comunicación, (tocadiscos, micrófonos, cámaras…) y que se superponen de forma opresiva ante los personajes, especialmente el protagonista, ahogándolos, como si fueran una pesada losa que pesa sobre él/ellos. Objetos que se van empequeñeciendo como en el discurso final del rey.
Los decorados, las paredes de fondo cada vez menos agrietadas, como el encuadramiento cada vez más centrado del personaje principal, son detalles de una excelente puesta en escena. Así, de la desnudez del primer lugar donde se recibe al rey, pasamos a un sitio más acogedor en la misma sala, donde nuestro protagonista trabajará en una maqueta de avión. Luego le veremos en el hogar del terapeuta en defectos del habla y acabaremos viéndolos trabajar en el despacho del propio rey. Todo con fondos cada vez más acogedores representando la evolución de la relación entre ambos personajes y su creciente fortaleza en el caso concreto del personaje de Colin Firth. No es gratuito el techo bajo del lugar desde donde se hará el discurso al final de la cinta. Los lugares mencionados además aumentan de rango, desde el estudio de Logue al despacho del propio rey, pasando por la casa del primero etc. un aumento paulatino de la importancia del decorado unido a la mejora de la confianza y avances del propio rey y su profesor.
John Ford mantenía y perseguía la perfección del encuadre, si había 3 personas en el plano, decía que lo mejor era un plano medio de los 3 desde la cintura para no dejar aire a los lados del plano, quedando éste perfectamente equilibrado, ocupando toda la pantalla, de esa forma considera que la composición es más dinámica y bella, pretende que se muevan los actores no la cámara, para así evitar que el espectador adquiera conciencia sobre la misma, sobre el director y el trabajo de filmación. En esta cinta ocurre todo lo contrario, está planificada, precisamente, desde planos desencuadrados. Y con perfecta coherencia.
Extraordinaria la escena del descubrimiento de su habla, por parte del duque de York (Colin Firth). Absolutamente emocionante.
El inicio de las clases, del tratamiento, es un derroche de virtudes en el desarrollo y muestra de los dos personajes principales, y además tiene un gran ritmo, dejando algunos de los momentos más divertidos del film, por ejemplo, ver al muy regio Firth decir tacos como si no hubiera mañana.
Muy buena la cita de la semana, Sambo, sé lo que dice aunque mi inglés es de rokanrol. Mejón traducida, amigo. Es mi opinión ;)
ResponderEliminarDel film (re;)) no digo ná porque no lo he visto, aunque lo imagino después de leer tu pensamiento sobre él ;;;). De eso se trata, ¿no? ;;;;)
Joder, parezco culé.
Me voy a paseo antes de que me mandes a la nevera.
Un abrazo.
Cada vez mejor.
Jajajaja otro abrazo para ti. Sobre lo de la cita en inglés concuerdo, Corregiré el detalle.
ResponderEliminarGracias por esta crítica, sobria, bien documentada y bien escrita.
ResponderEliminarUn placer descubrir matices de tu mano...
Saludos,
R
No me ha salido mal no jajajaa y mañana más. Gracias a ti.
ResponderEliminarBuen análisis, mrsambo... quizá me anime a verla algún día, porque en principio no es una peli que me atraiga.
ResponderEliminarMe ha gustado tu artículo sobre los villanos, una pena no haber estado online ese día para debatir algo sobre ello.
Un saludo.
Por eso no te preocupes, nunca es tarde para saber tu opinión, así que... jajaja
ResponderEliminar¿De verdad que te has fijado en la evolución del color de las paredes durante la película? Eres un crack.
ResponderEliminarRecuerdo que la película me encantó, cine en estado puro, sin efectos especiales. Sólo un director que sabe lo que hace, un guión estupendo y unos actores cojonudísimos en sus papeles. Me fastidió que el bueno de Geoffrey no se llevara la estatuilla: se la merecía también, pero es que Bale estuvo extraordinario en The Fighter.
Jejej, pues vamos a ello..
ResponderEliminar(Fuera de hilo)
MrSambo, eché de menos una mención al último villano que quizá pudiera entrar en la categoría de los grandes del cine... ese fantástico Kevin Bacon en la piel de Sebastian Shaw, en X-Men First Generation, que es la raíz y la causa del otro gran villano de la Saga, Magneto.
Muy currado en mi opinión.
Dienekes, jajaja sí me fijé sí, es que te las enseñan mucho. Es muy buena y sentida la verdad. El papel de Geoffrey, como dices, casi pasa desapercibido una de esas interpretaciones casi invisibles pero que conmueven de verdad, pero es que Bale… estaba impecable. Una peli muy decente The Fighter.
ResponderEliminarEddie79, muy cierto, y Magneto en general, como villano de comic, gran aporte también. Muchas gracias, ves, otros más jajaja
Una película apreciable. Decimos que el cine es una cosa de forma y se confirma en extremos como éste, cuyo fondo es más bien simplón por mucho ribete de trascendencia histórica que le acompañe.
ResponderEliminarEn cualquier caso, bastante más soportable que la vacuidad de La Red Social. Decimos que el cine es forma, o sea, pero cuando se soporta sobre un buen fondo es aún mejor cine.
5,665
No concuerdo, este es de los mejores ejemplos de la unión de ambas, el contexto social se lo pasa po el níspero, mera excusa. Sencilla y eficaz, con solo el posicionamiento de la cámara.
ResponderEliminarAcabo de verla. Me ha emocionado, y mucho. Una pequeña joya con dos monstruos interpretando. Un Rey que quiero serlo y no sabe cómo, o más bien que no le hubiese gustado serlo y su cerebro le traiciona a través de sus palabras, y un foniatra encantado de conocerse, que se cree mejor de lo que realmente es, y que necesita a un Rey para que lo pongan en su sitio. Y el resto del reparto, breve pero intensísimo, una música preciosa, una luz excepcional...estoy encantado
ResponderEliminarHombre mucho de menos le he echado, hasta le di a usted recuerdos en el Raulista y ni caso. Si es que... Me alegro de que te haya gustado y comparto todo lo que dices.
ResponderEliminar