Poco después de la mítica “Al rojo vivo” de Raoul Walsh (1949), James Cagney protagonizó esta interesantísima cinta muy en la línea de aquella.
Estupendo retrato de la corrupción, a todos los niveles, del poder, desde la policía a la justicia y con un personaje como el interpretado por James Cagney que sigue la estela del Cady Jarret de “Al rojo vivo”. La definición del personaje y su travesía no difiere mucho de la de otros personajes similares en las películas de gángsters, ascenso y caída, si bien es cierto que en esta ocasión el personaje de Cagney no cae, al contrario, todo parece sonreírle al final de la cinta. Su personaje es violento, sin escrúpulos, frio, despiadado, y Cagney lo interpreta con la maestría de siempre, ese rol lo dominaba como pocos, no en balde es uno de los mejores actores de todos los tiempos.
Ward Bond interpreta a un comisario corrupto de policía, más duro aún que Cagney, un papel atípico en éste fijo de las películas de John Ford, y que lo solventa extraordinariamente.
Barbara Payton está correcta sin más aunque tiene una gran escena en el lanzamiento del desayuno completo a Cagney. Es interesante su personalidad, desamparada y celosa.
Helena Carter, la otra chica en cuestión, pasa sin pena ni gloria y Luther Adler está muy bien como abogado también corrupto, por supuesto.
El retrato de esa corrupción y cómo invade a todos los sectores de poder es lo más notable de este título, también es muy interesante la estructura nada rígida en flashbacks, que tiene como origen el juicio a todos los cómplices de Cagney, si bien es cierto quizá plantea problemas, en momentos de soledad de Cagney, con respecto al punto de vista, pero nada importante. La violencia explícita al estilo de la cinta de Walsh también es un factor interesante, como la escena donde Cagney lanza al mecánico al agujero del taller
Como defecto se pueda exponer cierta dispersión en las tramas o la sensación de que no están del todo bien cohesionadas, que algunas parecen olvidarse para retomarlas luego sin la fuerza necesaria. El triángulo amoroso tampoco acaba de funcionar aunque es un defecto menor también.
Sin ser novedosa, ni llegar a la potencia, brillantez y profundidad de las grandes obras del género, es una cinta de cine gansteril estupenda, depurada, de gran factura y dirección de Gordon Douglas (director de algunas famosas películas como "El detective" de 1968 o, sobre todo, "La humanidad en peligro" de 1954), y con todos los ingredientes para satisfacer a los más exigentes.
Adoro las pelis de cagney. Un maestro.
ResponderEliminarY punto!
Un abrazo, sensei!
R
Uno de los más grandes de la historia del cine
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