Crítica: EL ORIGEN DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (2011)

RUPERT WYATT

Con Spoilers, por supuesto.

“El planeta de los simios” (1968) es considerada como un clásico indiscutible de la ciencia ficción, una película que iba más allá del mero espectáculo con la intención de provocar e incitar a la reflexión, una ciencia ficción más intelectual, compleja, profunda, con contenido, sin por ello perder su intención de divertimento, de hecho es una gran película de aventuras, entretenida y fascinante en su planteamiento y desarrollo. Aquel clásico de 1968, dirigido por Franklin J. Schaffner, un buen director que dejó obras tan interesantes como “El señor de la guerra” (1965), “Patton” (1970) o “Papillon” (1973) entre otras, siendo una gran película no era una obra maestra. Lo que sí tuvo fue un absoluto éxito que provocó varias secuelas, varias series de televisión y un lamentable remake por obra de Tim Burton.

La idea es fascinante, el desarrollo de la historia magnífico y tiene uno de los finales míticos de la historia del cine, una película que cuando acaba te deja con ganas de saber más.

Pocos podían tener esperanzas de que una “precuela” del “El planeta de los simios” fuera a ser algo medianamente potable y que no faltara al respeto a la devoción que se tiene al clásico, pero también es cierto que en esta época de “precuelas”, secuelas y remakes al por mayor, la idea de conocer los inicios del poder simiesco en el mundo era bastante atractiva.

Todo lo realizado a rebufo del clásico de Schaffner ha estado entre lo lastimoso y lo prescindible, todo…hasta ahora. La película de Rupert Wyatt es una gratísima sorpresa y una notable película que contra todo pronóstico se posiciona entre lo más destacado dentro de la ciencia ficción y los blockbuster de los últimos tiempos. Un “precuela” que se mantiene digna al modelo que la hace posible sin lugar a dudas. Algo parecido pasó con la “precuela” de los X-MEN, que supera con creces a la saga que comenzó Bryan Singer.

La cinta protagonizada por un irregular James Franco, que tiene momentos muy buenos con una mirada que emociona y otros un tanto inexpresivo y recurriendo a sus tic habituales, es un cúmulo de aciertos. La evolución de la historia y cómo está contada es magnífica, el desarrollo de personajes muy cuidado y sin baches de ritmo.

Will Rodman (James Franco), parece haber encontrado un remedio para el Alzheimer, tras probarlo en chimpancés los resultados son satisfactorios. Cuando su empresa está a punto de vender el producto una chimpancé, que está en el laboratorio, se vuelve loca, dando al traste con el negocio. La reacción de la simia se relaciona con un efecto secundario del medicamento pero en realidad sólo trataba de proteger a su recién nacido. Cuando el jefe de la empresa ordena que todos los simios sean sacrificados, Will se hará cargo del mono recién nacido, César, que demostrará una inteligencia absolutamente excepcional.

Este es el planteamiento, desde ahí comenzamos una película que da espectáculo de igual forma que se detiene con mimo en sus personajes, logrando momentos de gran emotividad además.

César (nombre que recibe por Julio César, otro gran líder), el simio protagonista, es un personaje creado digitalmente, y buena prueba del nivel alcanzado por los efectos especiales en estos menesteres. Existe ya una tradición de personajes digitales famosos, que sobre todo comenzó con aquel Jar Jar Binks de la moderna trilogía de “Star Wars”, un personaje insufrible para todos, pero que también ha tenido exitosos ejemplos como el Golum del “El señor de los anillos. La “interpretación” de César es una auténtica maravilla, conmovedora, profunda, matizada y que transmite sinceridad, muy superior a la de muchos actores que se ven por pantalla. Todo lo que tiene que ver con la recreación de los simios es extraordinario y un ejemplo de puro cine. El británico Rupert Wyatt, que realiza con esta cinta su primera incursión en el cine americano como director, demuestra un gran talento en casi todas las decisiones que acomete, y de inicio habrá que estar atentos para ver hacia donde encamina su carrera. La utilización de los efectos especiales es magnífica y otro ejemplo de cómo éstos se subordinan a la narración, como debe ser, y no a la inversa.

Teniendo esto en cuenta encontramos ejemplos de ese uso de los efectos en la evolución del personaje principal. César es acogido en la casa de Will, que cuidará de él. César le considerará su padre, y le querrá incondicionalmente como al padre de éste, Charles (John Lithgow), sin concesiones y con absoluta sinceridad. Para mostrar esta fase de la infancia de César, sumido aún en el desconocimiento, tenemos un plano secuencia del simio brincando por toda la casa, cogiendo galletas de un bote, sacando partido a cada resquicio del que puede colgarse, pero sin destrozar nada, perfectamente integrado, y como digo en un virtuoso plano secuencia que tiene su fuerte en los efectos especiales. Así el director, Wyatt, repetirá la operación con las diversas evoluciones del carácter de César. La evolución, en estos travelling, no sólo tiene que ver con la psicología del personaje, también en varios casos con la edad. En este primero que comento, Will narra en off la progresión de su inteligencia según va creciendo. Este primer travelling concluye con César mirando desde lo alto encerrado en su habitación, en un entorno urbano, mirando con expectativas y comiéndose una galleta…

Posteriormente tendremos otro travelling donde la evolución psicológica y física se dan a la vez, según avanza César en su escalada a una secuoya (el árbol de "Vertigo", la película de Hitchcock) su cuerpo también va creciendo e incluso aparece una camiseta, como muestra de una mayor civilización e integración. Este segundo travelling acaba con César también mirando desde lo alto, pero en un entorno natural lo que propiciará los primeros síntomas de conocimiento en el simio. César empieza a ser consciente, a tener más conocimientos, a sufrir por algo, a ser consciente de su naturaleza. Esto acaba simbolizado en un objeto. La correa.

La mención a un entorno urbano y otro natural no es baladí. Como en el cine de Peter Weir, la naturaleza está íntimamente relacionada con la esencia del hombre, es su forma natural, simboliza la libertad, el medio de desarrollar la individualidad. César en el entorno natural se siente libre, es libre, como bien se muestra en el final, que al fin y al cabo es su única lucha, una libertad que no puede alcanzar en un entorno urbano asfixiante, castrador y coartador de la libertad, de la esencia individual. César no puede ser él mismo. De ahí que otra mirada a la correa, cuando Will va a sacarle definitivamente del refugio de animales donde por orden judicial tuvo que encerrársele, sea lo que decide a César a no acompañarle. En ese momento César rechaza a Will, pero no a él en realidad, sino a una vida sin libertad. Elige por tanto ser libre en espíritu y buscarse la vida para ser libre físicamente.

Así veremos en la huida otro travelling con simios destrozándolo todo como muestra de esa libertad que se intenta alcanzar y que es traumática sólo por el entorno en que se realiza, el urbano. Es decir, César como inteligencia superior se convierte en líder de los simios pero no admite que se entreguen a sus instintos, al contrario, se muestra civilizado y reprende a todo aquel que amenaza con matar a alguien o hacer algo violento de forma desproporcionada o injusta. Tan solo admite el castigo al Jefe de Will (David Oyelowo). Este respeto por la vida se mantiene en todo momento, así el entorno natural no se relaciona con una manifestación de los instintitos, ya que César también reprobará allí a los simios que se exceden, sino de la libertad en exclusiva. Si la huída es traumática es por ese paso del entorno urbano, opresor, que se resiste a que sus componentes más distintos alcancen la libertad, al entorno natural, donde en libertad alcanzarán la calma.

El último plano secuencia es al final, donde un César más tranquilo asume su condición y lanzará, desde el mismo punto de la misma secuoya mencionada anteriormente, pero con su evolución psicológica ya concluida, una mirada al horizonte, por tanto, distinta. Ya no mirará hacia abajo como en la primera ocasión, nada le ata.

Es un gran hallazgo que esa mirada no sea amenazante.

Inteligentemente Wyatt deja el embolado al siguiente director (quizá él mismo), que venga para realizar la continuación sobre cómo un grupo de simios consigue conquistar todo un planeta. Parece plantearse que la humanidad quedará diezmada por la propagación de un virus y que, o bien algún simio en ese momento propone una revolución contra los humanos, o son los propios humanos los que quieren atentar contra esos simios superdotados por miedo a lo que pudiera pasar, y en la confrontación saldrían derrotados. En cualquier caso Wyatt huye de plantear un mundo humano perverso (las intenciones del medicamento son buenas y Will, el protagonista, también lo es), ni el de los simios idílico, tan sólo existe un ansia de libertad por parte de los que no la tienen, los simios en este caso.

César se siente inadaptado entre los adultos, aunque los ama, a Will, a la pareja de éste Caroline (Freida Pinto), a Charles, el padre de Will… César y Charles sienten afinidad mutua porque los dos son tratados con el mismo medicamento. Las escenas de John Lithgow, tanto en las que está con César como con su hijo Will, son verdaderamente emotivas. Esa inadaptación no se produce por su nivel intelectual, sino natural, siente que es inferior o que se le trata como tal cuando no lo es. Esa idea es insostenible y César así lo entiende cuando pasa tiempo con los de su especie. Allí vuelve a sufrir la inadaptación, César no pertenece por entero a ninguno de los dos mundos, es un eslabón perdido. Asume su superioridad intelectual con respecto a sus congéneres, les intenta poner a su nivel y decide quedarse con ellos, porque ellos al ser de su misma especie le darán algo que no puede Will. La libertad.

El último tercio plantea ciertos problemas, es el más espectacular pero también el más flojo en algunos aspectos de credibilidad. Con todo se acepta por tratarse de una película que básicamente es de entretenimiento. Por el contrario, la precipitación que se observa en cambios repentinos de opinión en algunos personajes resulta chocante y algo inverosímil, se ven ciertas costuras para justificar o condenar moralmente a unos y otros. Will renegará de todo por lo que ha estado insistiendo años y su jefe (David Oyelowo), que se oponía, se vuelve un radical del medicamento cuestionado. La muerte del padre de Will puede influir en cierta medida en algunas cosas pero no resulta verosímil que lo haga de forma tan radical y en esos términos.

La secuencia inicial es un homenaje a la caza de humanos de su clásico referente. Hay otros guiños a su modelo (César a lomos de un caballo; el gesto que realiza semejante al de la Estatua de la Libertad, que además es lo que él representa; referencia a un viaje tripulado a Marte…)

Además parecen evidentes los homenajes a “2001: Una odisea del espacio”, en ese refugio de animales y en la paulatina evolución que sufren, la adquisición de conciencia, de conocimiento, y donde en una es un monolito en ésta es un medicamento que se propaga por el aire la que lo provoca. En este sentido tendremos un plano de César sentado solo en el refugio, una vez se ha convertido en líder, mientras el resto juguetea, en la pose de “El pensador”, en clara referencia a la obra de Rodin.

Los actores están correctos, muy bien Lithgow, correcto Franco, como mencioné, y algo más intrascendente Freida Pinto, vista en "Slumdog Millionaire", una chica muy guapa pero con un perfil que le hace algo extraño en la cara… Mejor de frente.

Entre otros aspectos técnicos destacaré la música de Patrick Doyle, habitual del cine de Kenneth Branagh, uno de los mejores compositores actuales con diferencia que aquí vuelve a demostrar su talento.

Como se puede comprobar Wyatt no ha dejado nada al azar y todas sus decisiones acaban resultando acertadas y en muchos casos brillantes. Además es una película profundamente cinematográfica, visual, a su sensacional narración se añade que gran parte del metraje se realiza sin diálogos, aunque no nos lo parezca, lo que requiere gran talento. Con un poco más de riesgo, de decisión y complejidad podría haberse convertido en algo grande, pero se queda en algo realmente magnífico.

Dedicada a Taillon.

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