domingo, 24 de julio de 2011

ARÉVALO



Hablando con mi tío me dijo que podía dar una visión de cómo ve Arévalo la gente de fuera, la gente que no vive allí. Es evidente que esa visión sí la puedo dar, una visión que, en mi caso, es irremediablemente romántica. No son sólo las experiencias personales o vitales que yo haya tenido allí, sino las innumerables historias y datos que me ha transmitido mi padre, mi familia. Si bien mi mirada sería romántica la de mi padre es profundamente mitificadora. Para mi padre la lluvia en Arévalo cae con una elegancia y estilo, con una bonhomía y velocidad que no se aprecia en ningún otro lugar de España o el mundo, la brisa no es nunca tan suavemente acariciadora, tan sutilmente embriagadora como la brisa arevalense, incluso la suciedad en suelos y paredes en Arévalo tiene un aroma y belleza especial, vamos que en realidad no es suciedad sino más bien una reorganización artística de los deshechos. Esto, evidentemente, es una exageración, exageración que cobija una verdad: La tierra tira, y mucho.

Mis experiencias personales no son muchas en Arévalo, pero sí tengo un mayor bagaje por lo que me ha transmitido y contado mi familia. No puedo dar más importancias a mis experiencias directas, a las cosas que recuerdo y he vivido yo, que a las que me han contado. Todas forman parte de mí, de lo que soy. Unas son experiencias personales, otras memoria histórica de mi familia, su legado, un legado que me ha formado, que me define como persona. Dar más importancia a unas que a otras me parece absurdo, tan absurdo como vacuo.

Recuerdo de igual forma haber jugado al fútbol con mi tío o al tenis con mi padre igual que los viajes en bicicleta que me contaba éste en gélidos inviernos, con temperaturas que le dejaban congelado, para llegar al colegio. Recuerdo cómo íbamos a comprar churros a la plaza y cómo los tomábamos para desayunar igual que los partidos que jugaba mi padre contra mi tío al tenis en los veranos cuando eran críos, con una red que se montaban ellos en un descampado, y donde cada vez que alguno hacía un punto les tocaba ir a por la pelota al quinto pino. Recuerdo ir a jugar a la bolera o los caramelos que de pequeños siempre nos daba mi abuela a mi hermano y a mí, y que mirábamos con codicioso deseo, que era una de las razones por las que, egoístamente, queríamos llegar antes cuando íbamos de visita, como críos que éramos, igual que las anécdotas de mi padre acerca de sus juegos en “Los Salesianos”. Recuerdo el frío que sentía al meterme en la cama en invierno, como si me metiera en un sándwich de hielo, y el placer que sentía al ir entrando en calor, aunque al darme la vuelta fuera volver a empezar; sin mencionar la valiente hazaña que suponía aventurarse por el lúgubre pasillo, a esas temperaturas, para ir al baño de noche… -te lo pensabas mucho antes de hacerlo…-; igual que la historia de la construcción de la piscina en la casa de mis abuelos o como mi padre y mi tío pasaban los veranos montados en sus bicis recorriendo cada rincón de la ciudad. Recuerdo jugar al fútbol con mi hermano y los perros de mi tío igual que cuando en los días en que me ponía malo, cuando era pequeño, mi abuelo entraba en mi habitación a contarme sus batallitas, algo que me fascinaba profundamente, sobre todo cuando versaban sobre lo que le había pasado en la guerra, en la ciudad, en su vida en general…



Arévalo, por tanto, son sus monumentos (la Iglesia de San Martín, la Muralla, el Castillo…), su historia (Isabel I de Castilla y su infancia allí, San Ignacio de Loyola pasando su adolescencia…), su gastronomía (el cochinillo, el cabrito…), sus lugares castizos, sus tradiciones (los gigantes y cabezudos, los Roque…), su arte (mudéjar, románico…), sus gentes… pero es más... También se expande en el legado que dejan esas gentes en sus hijos, los hijos de los hijos de Arévalo, sus recuerdos y vivencias que comparten con los que no nacimos allí. Eso también es Arévalo. Esto hace que aunque Arévalo no sea grande se extienda hasta mí.

10 comentarios:

  1. Que bonitos recuerdos, la verdad es que dan ganas de ir

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  2. Yo estuve allí de pequeña, típicas excursiones que hacíamos en verano y me gustó mucho, tendría que volver a ir para recordar....Guarda esos recuerdos que son muy importantes!

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  3. Qué curioso jejeje. Pues sí hay que conservarlos todos.

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  4. Ya ves, el mundo es un pañuelo....Fuimos porque un compañero de trabajo de mi padre es de allí y nos invitó, tendría yo unos 8 añitos o así....jejejeje

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  5. Para que digan que el mundo no es un pañuelo jajaja

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  6. Otro que ha estado por allí pero debido a una curiosa coincidencia: el segundo apellido de mi madre era Arévalo y una vez que estábamos por aquella parte de Castilla, nos acercamos para conocerlo.

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  7. Flint curiosa historia, lo que son las coincidencias, espero que comiéseis cochinillo jajaja

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  8. Apunto estuve de volver a ir el sábado, pero nos pillaba un poco lejos para la hora que era, pero algún día volveré. Si te animas?? jajaja

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  9. No has vuelto a escribir nada..... anímate.

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    1. Si no paro!!! Jajaja. A ver si me lanzo a otro jejeje

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