El conocido director Henry King, autor de obras tan
estimables como “Tierra de audaces” (1939), “El cisne negro” (1942) o “Almas en
la hoguera” (1949) se desmarcó con esta confusa, caótica y en muchas ocasiones
absurda película que parece vagar en la completa dispersión y la absoluta distracción.
Parece mentira que un director del talento de Henry King
rodara esta irrisoria intriga. Un director que alcanzó gran prestigio en el
mudo y supo mantener un buen estatus en el cine sonoro.
Casi nada en esta película tiene explicación, una narración
que va desde las incongruencias más sorprendentes y rocambolescas, a las
absurdeces más alucinantes. Además nunca se acaba de definir, del drama pasamos
a la historia de espías sin que haya cohesión o un mínimo rigor.
El guión, escrito por Reginald Berkeley, que
adapta la novela de Jacques Deval, parece salido de una verbena.
El inicio deja ciertamente anonadado. Nuestra protagonista,
María Galante (Ketti Gallian), es secuestrada, o eso parece, porque nadie
tendrá narices de decirme qué demonios ocurre, por qué ocurre y cómo es posible
que ocurra, una de las escenas más surrealistas y ridículas del cine clásico
supuestamente serio.
María Galante, el personaje, podría ser una apología de la
ingenuidad o la inocencia, sino fuera porque es tonta, una de esas lelas
atontadas que dan mala fama a las rubias. Uno no sabe si es que simplemente es
cortica, ligera de cascos, chica fácil o todo junto y producto de su extrema
estupidez. La chica, que quizá por ser francesa es más atrevida de lo que sería
aconsejable, más que atrevida es inconsciente, cosas de los tópicos, es
repartidora y al entregar un telegrama al capitán de un barco, que se la come
con los ojos, como uno de los marineros que adecenta ela nave a la que subirá, lo
acompañará para recibir una contestación… y allí se quedará atrapada… ella sola…
porque sí… a dar la vuelta al mundo…
Una absurdez, ridícula hasta decir basta, y que sirve como
inicio a una intriga que va dando tumbos sin saber donde caerse muerta.
Perdida en Sudamérica sin poder volver a casa, se ganará la
vida cantando, una chica cortica pero con muchas habilidades por lo que se ve.
Así que escucharemos varios cansinos números musicales y varias conversaciones
de diálogos absurdos que no llevan a ningún sitio ni tienen ningún contenido.
Sólo puedes mirar con incredulidad y preguntarte qué diantres está pasando, por
qué se entretienen en hablar con esa chica y por qué no dicen algo con cierto
sentido o contenido en relación a la trama. Bebidas, hablar en francés o no
hablar en francés, lo bien que cantó…
El caso es que esta chica busca dinero de todas las formas
posibles para volver a su país, le da igual confiar en uno que en otro, va sin
miedo y sin complejos por la vida, al fin y al cabo no tiene por qué pensar mal
de la humanidad, solamente la han secuestrado y dejado tirada en Sudamérica,
que es algo que le puede ocurrir a cualquiera, especialmente si se codea con
desconocidos de buena voluntad.
Aquí hará su aparición del gran Spencer Tracy, un doctor que
acaba investigando, ya que es un agente doble, un confuso y poco interesante
caso sobre un atentado en el canal de Panamá a la flota americana, donde un tal
Ryner (Sig Ruman), que vimos mencionado al inicio, un falso francés de un bazar y nuestra
inconsciente protagonista están involucrados. Nuestra protagonista está metida
en esto por error, por supuesto.
Un batiburrillo deslavazado y poco afortunado que como
únicos elementos de interés tiene la presencia del siempre brillante Spencer
Tracy, haciendo lo que puede, y detalles sueltos de dirección, por ejemplo en
la parte final, el clímax, con esos juegos de montaje muy sincopado y momentos
de aceptable suspense y ritmo, aunque nada del otro mundo.
El plano final, con tres personas en la misma cama, tiene un punto atrevido.
Una gran decepción.
Jajaja!!!! Mencanta como lo defines!!!
ResponderEliminarYeahh. Gracias Reina.
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