Crítica: BLANCANIEVES (MIRROR, MIRROR) (2012)

TARSEM SINGH

 

Tersem Singh, mediocre director de efectistas y llamativos looks visuales, se enfrenta en esta ocasión a una pretendida transgresión del cuento de Blancanieves. El resultado es el esperado, mediocre pero con un punto curioso en  algunos aspectos.

Todo el cine que ha mostrado hasta ahora Tarsem Singh (“La celda”, 2000; “Immortals”, 2011)  ha resultado tremendamente vulgar, tan solo “El sueño de Alejandría” (2006) ha sido bien recibida, sus demás trabajos son tan anodinos, intranscendentes y banos como una mota de polvo. Tarsem Singh lo apuesta todo a esa imaginería vistosa, llamativa, que tienen sus cintas, sabedor de que enamorará y llamará la atención de muchos, si además coincide con que se encuentra con un buen texto, su esteticismo pasará por algo importante… pero no engaña. Tarsem Singh es pura pose, pero confío en que se encuentre buenos textos para que al menos tengamos algo que llevarnos a la boca.

“Blancanieves (Mirror Mirror)” no es su peor trabajo ni de lejos, es un entretenimiento del que algunos pueden coger ciertas virtudes o pasar un buen rato con sus excentricidades. El mayor problema es que la cinta se queda a medio camino en todo. Su transgresión queda totalmente minimizada, su humor no se decide a ser todo lo estrambótico que podría haber sido y que en algunos momentos pretende ser, la sutileza, desde luego, no era una de las máximas de la película, pero luego se muestra titubeante e ingenua para lanzarse con un humor desbarrado. Se atreve además con cierta crítica social, haciendo una Blancanieves pro feminista y de toques robinhoodianos que acaba en la confusión y la nada más absoluta… El encanto que debería tener también brilla por su ausencia.

Tarsem Singh ha debido basarse en varias versiones del cuento e incluso en aspectos más o menos históricos en los que pudieron basarse éstos. 

Como virtudes tenemos algunas bromas simpáticas, el personaje de Nathan Lane, que hace lo de siempre pero resulta divertido, y todo lo que tiene que ver con Julia Roberts, la auténtica estrella de la función y que parece pasárselo bomba.

Se pretende que esta versión de “Blancanieves” sea contada desde el punto de vista de la madrastra, y así comienza la cinta, con una voz over que nos cuenta como hemos llegado al momento actual, la voz over de la madrastra, precisamente. Esto se antoja un lamentable error de guión o simplemente falso a las primeras de cambio, ya que comenzamos a ver escenas donde la madrastra y reina no está presente, una detrás de otra. Difícilmente puede ser su punto de vista así. Esto se aclarará al final, cuando nos confirmen que “era la historia de Blancanieves, después de todo”. Las puntualizaciones que hace la voz over de Julia Roberts a la historia del tradicional cuento son simpáticas.

Julia Roberts eclipsa a todo lo demás, altiva, prepotente, chula y divertida, además de amenazante. Su egocentrismo y vanidad paródicos nos dejan lo mejor de la cinta. Su picardía y bromas con el príncipe, como en la primera escena en la que lo ve, son buen ejemplo de lo bien que se lo ha tenido que pasar la actriz haciendo de mala. Su papel parece metalingüístico, una actriz consciente de su entrada en la madurez y que bromea con esa belleza que la llevó a ser la princesa de América, y de todos los demás. Una belleza que muchas actrices luchan por mantener cuando se van cumpliendo años, y las arrugas comienzan a salir, para retrasar el día en que se olviden de ellas por no aparecer jóvenes, y que las acaba llevando al ostracismo, tristemente.

Los enanitos no trabajarán en una mina, de hecho se bromeará sobre ese respecto, sino que serán ladrones que se hacen pasar por gigantes gracias a unos altos muelles que se ponen como piernas.

“Mejor que trabajar en una mina”.

El príncipe y Blancanieves cambian sus roles con respecto al cuento, de la misma forma que está idea se amplía a una reflexión sobre el tratamiento que se hace de los hombres y las mujeres en los cuentos. Nuestro príncipe será un inútil redomado que nunca tendrá razón, ni saldrá victorioso de ningún enfrentamiento, ni se distinguirá por su inteligencia precisamente… en el colmo de la sutileza le veremos actuar, mediante un hechizo, como un perrito faldero. Perderá con los enanitos en su duelo y seguirá mostrándose incompetente y algo torpe, aunque guapo, en su primer encuentro con Blancanieves, algo que siempre ha sido el retrato de las protagonistas de los cuentos, justamente. Guapas pero algo tontas. El príncipe no puede ser más estúpido en muchos momentos.

El machismo de los cuentos cuestionado.

En cambio, Blancanieves, en una reivindicación feminista, será valiente, osada, guerrera, intrépida, atrevida, justa, socialmente activa…

El símbolo del espejo, “espejito, espejito”, mantendrá su cometido, será la sinceridad pura.

La reina hará todo lo posible por conseguir un marido joven y el limitado príncipe parece el candidato ideal, el problema es que éste quedó fascinado con Blancanieves en su anterior encuentro, enamorado de ella. Tanto Blancanieves como la reina usarán el amarillo como color para su vestuario. Vestidos muy del cine de Tarsem Singh. El colorido del vestido de Blancanieves será especialmente llamativo en la escena donde se mezcla con el pueblo, un pueblo y unas calles grises. Esas intenciones sociales que pretende la película.

Entre las virtudes de la cinta están los decorados y cierto aspecto artesanal, un artificio conseguido, decorados que lo parecen y no pretenden ocultar su naturaleza, un aspecto visual logrado, por ejemplo en las escenas en el pueblo o en el bosque nevado. Esto no evita que se use el ordenador, pero en muchos momentos complace el trabajo de la dirección artística. Lo kitsch y lo naïf se dan la mano en otros momentos.

Las parodias al culto a la belleza en las escenas de acicalamiento de Julia Roberts son simpáticas también, y se recrean en la estética kitsch de lo lindo. 

 

Blancanieves da el paso a la rebeldía, lo que provocará que su egocéntrica madrastra quiera matarla, esos pequeños problemas de familia. “La bestia”, que es controlada mediante un hechizo por la reina y un colgante en forma de media luna, atemoriza a todo el pueblo y debe ser el asesino de la bella joven.

 

Ya supondréis que este es el momento donde los enanitos saldrán al rescate de la desvalida heroína.

 

Singh seguirá desarrollando su crítica social y nos mostrará como el pueblo, que está siendo sangrado a impuestos por la reina, no es tan bueno como parece, ya que todos fueron injustos con los enanos cuando la reina expulsó a los feos y nadie salió a defenderlos. Los feos es que tienen muy mala fama.

 

Muy divertida resulta la escena de la cena entre la reina y el príncipe, donde ella trata de seducirlo, tanto los diálogos como la puesta en escena sacan partido a esta secuencia de comedia de enredo.

La oposición al robo por parte de Blancanieves cambiará cuando el robo sea contra la pérfida reina. Blancanieves y los enanitos se travisten de Robin Hood. Se pueden encontrar paralelismos con la actualidad en estas cosas. La rebelión social.

La vuelta de tuerca a la relación entre hombres y mujeres en los cuentos tendrá su punto culminante en el hecho de que será Blancanieves la que bese al príncipe para romper un hechizo.

En un clímax reivindicador de lo hortera y lo kitsch, tendremos un número a lo Bollywood como cierre del film, sí, han leído bien, con Blancanieves como cantante principal.

Sean Bean interpreta al padre de Blancanieves, él fue convertido en “la bestia” pero su hija romperá también ese hechizo.

La película de Tarsem Singh es floja, pero puede servir para pasar el rato, además se aprecian influencias de Lewis Carroll y Tim Burton, en lo estético y en algunas ideas… es que la presencia de un espejo en un mundo fantástico siempre nos lleva a los mismos lugares de pensamiento…