Toda la secuencia de la fiesta es para enmarcar, su progresión
dramática, el manejo de los escenarios, el desarrollo de los personajes, sus
relaciones y tensiones son de una total maestría.
La secuencia se inicia con Margo ante otro espejo, pero en
esta ocasión no se desmaquilla, sino que se arregla, se dispone para una
actuación estelar. Para la tormenta. Los diálogos nos siguen dejando perlas.
“A los invitados no les importa lo que les des con tal de
que queme”.
Su representación ha comenzado, se mostrará tranquila, algo cínica
y relajada… pura fachada. En cuanto salga de la habitación correrá rauda
escaleras abajo para enfrentarse a su novio y a Eva que lo ha retenido allí
abajo.
Su entrada interrumpiendo la conversación entre Bill y Eva
deja claro al director lo que se avecina, algo que Mankiewicz señala con un
acertadísimo primer plano. Margo es incapaz de guardarse algo, lo tiene que
hacer notar, es incapaz de contenerse. Pura autenticidad.
La obsesión por la edad y el conflicto con unos diálogos
apasionantes, inteligentes e intensos. Una vez más esta pareja, que se enamoró
en el rodaje, echa chispas. Gary Merrill está espléndido pero lo de Bette Davis
no tiene nombre, ese “por ejemplo, tú”, se te clava en el alma.
“Cariño, posees ciertas características por las que eres famosa en escena y en la calle, te adoro por algunas y a pesar de las otras, no he dejado que éstas me importen demasiado, forman parte de tu equipo…”
Todos estos comportamientos y comentarios acerca de la vida
de Margo dentro y fuera del escenario tienen muchísimos paralelismos con la
forma de ser de Bette Davis, el problema de su edad, su difícil carácter… Una
vez más ficción y realidad se funden en el brillante juego que nos propone
Mankiewicz.
Margo apareció en esta escena en un plano de superioridad,
unos escalones más alta, la acabará en uno de inferioridad con respecto a Eva y
Bill. Eva, en esa imitación constante de Margo, también tomará un martini muy
seco.
¡Ajústense los cinturones, está noche vamos a tener
tormenta!
Empiezan a llegar los invitados, Lloyd y Karen. Son
constantes las referencias a autores teatrales, como Shakespeare. Lloyd
definirá la atmósfera tensa como macbethiana. Addison también aparecerá con una
joven y voluptuosa promesa, Marilyn Monroe nada menos. La típica rubia tonta
a la que lanzar al estrellato. Él es un cínico.
Miss Caswell (Claudia): ¿Por qué todos los empresarios
parecen pobres infelices?
Addison: Porque eso es lo que son. ¡Alégrale la vida!
El gesto de Addsion al dar el abrigo de la señorita Caswell a Margo, algo encomendado a Eva, y llevarse a ésta para hablar, es un paso más en el tránsito y sucesión de una a otra. Una especie de anticipo de la otra sustitución que veremos posteriormente.
Los diálogos afiladísimos y el torbellino de Margo que no
cesa, sobria o borracha. En su depresiva actitud insistirá en oír una y otra
vez “Sueño de amor”, una indirecta muy directa para Bill.
El retrato que Mankiewicz hace del empresario Max Fabian no puede ser mejor, siempre agobiado, sudando y enfermo, nunca está relajado. Margo lo captará y usará de mala manera para manipularlo y lograr deshacerse de Eva.
El tormento de Margo acerca de su edad se traslada a su trabajo ahora. En cuanto tiene oportunidad de hablar con Lloyd le insistirá en interpretar papeles más acordes con su edad, no siempre de jovencita como suele escribir él. Lloyd no ve problema en el tema de su edad. Margo borracha está tan lúcida, si no más, que sobria. Todo un trauma vinculado a Bill, por el que siente adoración. Es su opinión la única que le importa. Quiere ser eternamente joven para él.
Las frases de Margo sobre la edad de Bill son memorables.
Eva: “La función debe seguir”.
Karen: “No hija, Margo debe seguir”.
Eva dará a Karen el beso de Judas cuando logre su promesa de
hablar con Fabian para la mencionada sustitución. Birdie entrará y Eva
marchara, salidas y entradas típicas muy teatrales.
La dirección de Mankiewicz es invisible, clásica, discreta,
sobria y muy segura, deja que el texto fluya sin intervenir con recursos
estéticos. Esto no evita la gran cantidad de matices y detalles de puesta en
escena, como he mencionado. Un nuevo ejemplo lo tenemos en otra escena
imprescindible, la conversación en la escalera con los personajes sentados en
sus escalones. Una escalera simbólica, en la que ni se sube ni se baja,
contiene a los personajes, sentados, de ese universo inmutable y estático,
encerrado en sí mismo, que es el teatro.
En esta escena Addison reflexionará sobre la fascinación que
producen los actores, algo que es así porque son distintos a las personas
normales. La superficialidad de miss Caswell quedará señalada con el comentario
al paso del maravilloso abrigo de pieles de la estrella de Hollywood que asistió
a la fiesta: “eso es algo por lo que una chica podría sacrificarse”. La réplica
de Bill es inmejorable: “A lo mejor lo ha hecho”.
Mankiewicz encuadra a todo el grupo, así engloba ese
universo entero. Luego pasará a planos más cortos cuando Addison siga
reflexionando y converse con Bill. Son muchas las escenas rodadas en un solo
plano, brillantísimas. La conversación sobre el teatro entre Bill y Addison es
magistral, sobre la frivolidad del teatro como algo accesorio, no básico, o por
el contrario como un rasgo más de esa diferencia entre los actores y el resto
del mundo. Bill argumentará que la imagen en el teatro está muy bien pero la
clave está en el trabajo y la dedicación que hay detrás. Este discurso
inspirará a la tímida Eva para su apasionada reivindicación del aplauso como
recompensa. “Oleadas de amor que pasan sobre las candilejas y la envuelven a
una”.
Margo comparará a Eva con una abeja con aguijón y volverá a relacionar la vida con una representación teatral, “una situación preñada de posibilidades dramáticas”. Karen pondrá las cosas en su sitio y usará otra metáfora teatral, un enfrentamiento que decide a Margo a abandonar la “escena” para irse a la cama. Addison continuará, en este sentido, con otro comentario teatral para concluir.
Desde luego la supuesta afectación por el desplante de Margo
no impide recordar a Eva su promesa a Karen.
Dos cuadros cobran gran protagonismo en esta secuencia, uno
grandísimo en la despedida de Margo para irse a su habitación que casi muestra su
derroche egocéntrico, y otro que cierra la escena y al que Mankiewicz le dedica
un primer plano, “El retrato de la señora Siddons”, como la musa trágica (1783).
Recordemos que el premio que se concede en “Eva al desnudo” es el Sarah
Siddons. Sarah Siddons fue una actriz británica de teatro (1755-1831). Este
plano vuelve a resultar simbólico del futuro que espera a Eva, un éxito
trágico.
Las referencias al teatro son constantes, lógicamente, en
“Eva al desnudo”. El retrato de Broadway que nos hace Mankiewicz no puede ser
más completo, profundo y crítico, están todos los tópicos y circunstancias, las
actrices de vocación, los críticos manipuladores e influyentes, los conflictos
entre actores y directores, el conflicto entre la fama y el arte… Todo esto
salpicado con menciones a grandes nombres
de la escena o de homenajes más o menos velados.
Desde la posible referencia a Tennessee Williams al inicio,
pasamos por “El sueño de una noche de verano”, “Macbeth” o “Hamlet", de
Shakespeare, Pirandello, Ibsen, Arthur Miller, Robert Emmet Sherwood, Beaumont
y Fletcher… Estos son algunos de los dramaturgos que se mencionan
explícitamente.
Pero aparte de estas menciones podemos jugar un poco a ver
ciertos paralelismos entre los personajes y comportamientos en “Eva al desnudo”
y referentes del teatro clásico. Por ejemplo, esa Eva aduladora y falsa nos
recuerda al Tartufo de Molière, la idea contantemente presente en la película
de ver la vida como una gran representación o el mundo como un gran escenario
nos remite al Shakespeare de “Como gustéis”. También a Calderón. El personaje
maquiavélico de Addison DeWitt, y también el de Eva, nos recuerda a esos
impecables villanos como Lady Macbeth o el Yago de Othello. El gusto por los
epigramas de Mankiewicz y su maestría para crearlos ha sido comparado con George
Bernard Shaw y Oscar Wilde.
Un colapso de referencias y riqueza cultural que hará las
delicias de los más curiosos y cultivados.
“The devil discipline” junto a “Aged in Wood”, la obra que
representa Margo. Nuestra estrella se entera por Addison que Eva la ha
sustituido y que ha sido “una representación compuesta de música y fuego”. Una
revelación, como lo fue la propia Margo entre otros pocos.
Si Margo ya se sentía amenazada por la joven aspirante a
actriz, ahora las chispas que desprende se ven en Hollywood, una amenaza en
todos los sentidos. Mientras tanto la aspirante a estrella apoyada por DeWitt,
miss Caswell, sale conmocionada de su fracasada prueba. Sus pasos irán hacia la
televisión.
Addison DeWitt: “Eso es la televisión, amiguita, solamente
pruebas”.
Llegamos a una de mis escenas favoritas, los diálogos aquí
están en el Olimpo de las líneas maestras que se han escrito para el cine.
La fusión entre vida y arte, el aniquilamiento de ese
concepto llamado realidad, todas las inquietudes mencionadas al respecto que se
han ido mencionando hasta ahora, alcanzan en esta escena un clímax excelso. Los
conflictos, peleas, discusiones y desafectos de la vida, expuestos sin actuaciones
en lo alto de un escenario, el escenario de la obra de Margo, Lloyd y Bill.
Margo se subirá al escenario fingiendo/interpretando su papel de ignorante
estrella que llega a realizar su trabajo sin saber que Eva ha sido su
sustituta, una actuación que se tornará en exposición de un conflicto real sin
fingimientos donde tratará su relación con Bill.
Eva por su parte seguirá interpretando, su trabajo es de 24
horas al día, sublimando la falsa modestia. Con Margo veremos el contraste, es
pura autenticidad, es incapaz de mantener la farsa, de correr un tupido velo,
si algo la afecta no tardará ni 2 minutos en sacarlo a la luz, aunque empiece
fingiendo, de hecho usa el fingimiento para revelar la verdad siempre, al
contrario que Eva, que lo usa para ocultarla.
Los diálogos tocan lo divino, la conversación entre Margo y
Lloyd es simplemente memorable. Una muestra.
Margo: “Todos los autores deberían haber muerto hace 300
años”.
Lloyd: “Eso no resolvería ningún problema porque las
actrices no mueren. Las estrellas no mueren ni cambian nunca”.
Margo: “Tú puedes cambiar esta estrella en cuanto quieras
por otra nueva, joven e interesante, llena de fuego y de música. En cuanto tú
quieras. Incluso desde esta misma noche".
…
Lloyd: “Nunca podré entender el mágico proceso por el que un
cuerpo que tiene voz llega a creer que tiene también cerebro. El momento exacto
en que una actriz decide que son suyas las palabras que dice y los pensamientos
que expresa".
Margo: “Ocurre cuando debe modificar esas palabras y
pensamientos para que el público no se vaya del teatro”.
Lloyd: “Ya es hora de que el piano se dé cuenta de que no ha
escrito él el concierto”.
Memorable, ¿o no?
Dos momentos de actriz descomunales: Cuando Davis menciona
los nombres de Beaumont y Fletcher, impagable; y cuando apaga el cigarrillo
retando a la amenaza de Fabian, el empresario. Para deleitarse en ellos un
millón de veces. En los dos momentos el juego de Davis con su cigarrillo es
magistral. Momentos que justifican Oscars, Sarah Siddons o cualquier premio que
se piense. De esos momentos de cine eternos.
Pero aquí no acaba la cosa, tenemos una segunda parte para
el placer, ahora con el diálogo entre Margo y Bill, donde hablan de su
relación, los complejos de Margo y su obsesión ilógica, en teoría. La
conversación tiene lugar en la cama del escenario, una cama que no es un lugar
de reconciliación, curiosamente, sino de todo lo contrario, ya que la pareja se
separará.
Gary Merrill también está magnífico. La dirección de actores
en Mankiewicz es uno de sus puntos fuertes, están todos asombrosos.
Uno de los grandes momentos de la película es descubrir que
“la vociferante arpía” con sus arrebatos descontrolados de inseguridad, tenía
razón en muchas de sus sospechas.
“Es un sentimiento, no lo sé”.
Margo es un personaje eterno. En los diálogos seguirán
usando las referencias al teatro. Mankiewicz acaba la escena con un picado
oblicuo general sobre una solitaria Margo en el escenario. Una forma de
abandonarla y no acompañarla por su comportamiento con Bill. Un travelling, por
ejemplo, de retroceso hubiera supuesto comprensión y discreción hacia sus sentimientos
e intimidad. Mankiewicz, en cambio, se muestra rotundo y severo con ella.
Dedicada a Rústico, un honor tenerle como lector.
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