Estamos ante una de las películas más sui géneris, realizada
por uno de los directores más peculiares, de nuestro cine. Una película de
culto, sugerente, perturbadora, seductora, que se aleja de cualquier otra obra
realizada en nuestro país, un universo único que empieza y acaba en sí mismo y
que arrebatará al que entre en él dispuesto a ser arrebatado.
Desde luego no es una película para todos los gustos ni
todos los paladares, es extraña, ilógica, transgresora, atrevida, valiente…
Ojalá hubiera cineastas que se lanzaran a hacer cosas tan peculiares y distintas
como ésta en España, aunque reciban la lógica incomprensión del público.
Iván Zulueta se entregó totalmente a esta obra, una película
que lo vampirizó, lo absorbió, lo extrajo todo de él hasta secarlo creativamente.
Fue su último largometraje, tan solo hizo algunas cosas para televisión tras
esta obra. Los cortometrajes forman el grueso y casi totalidad de su obra. “Arrebato”
parece consciente de ser la última. Zulueta no se deja nada dentro, ni siquiera
el alma.
Cineasta nutrido del Pop Art, Warhol, el New American
Cinema, Lynch, Cassavetes, la Nouvelle Vague, la movida madrileña y las drogas…
usó todas sus influencias para crear el mundo de “Arrebato”. Una película
técnicamente imperfecta, muy imperfecta, de la que se pueden criticar las
interpretaciones, el lamentable sonido o cualquier aspecto que queramos, pero
que son críticas que acaban siendo vacías al constatar que todo eso es
intrascendente cuando estamos frente al puro arte, y “Arrebato” lo es.
Lanzarse a un análisis de películas tan extrañas como ésta,
es tan complicado como atractivo y sugerente. Cineastas como David Lynch o
David Cronenberg, con los cuales ésta obra tiene numerosos puntos de contacto,
plantean retos al espectador, que si queda fascinado por su universo aceptará
el reto de desentrañarlos. Es totalmente irresistible intentar encontrar las
claves, los misterios y secretos de dichos universos, y aunque no todos puedan
ser desvelados, complacerse intelectualmente intentando encontrar soluciones e
interpretaciones en ellos.
Aquí daré mi visión intentando abarcar todos los detalles y
claves que pueda y unificarlos en ideas, algo muy seductor que espero alimente el
interés, pero que será una interpretación tan válida como otra radicalmente
distinta. Mi análisis pretende tocar todas las curiosidades y rarezas para darles
forma, pero otras visiones, ya sean totales como la mía o que sugieran otras
ideas por algún momento o tramo concreto de la película, siempre aparecerán y serán
un gran reto para cualquier espectador que se decida a ver una cinta como la
que nos ocupa.
“Arrebato” nos habla de la adicción, de la pasión desmedida,
de la evasión de la realidad, de la ruptura de límites con la misma, de su
vaciado de contenido… “Arrebato” nos habla de la vampirización de las
adicciones, de la vampirización del cine, del cine como lugar en el que habitar
ajeno a lo que nos rodea… “Arrebato” nos habla de la infancia como refugio de
la felicidad pura, de la infancia como el lugar y el momento a conservar
eternamente, de la infancia como la única forma de mantener la pureza de mirada
necesaria… “Arrebato” nos habla de muchas cosas.
El cine está constantemente presente en la narración de la
película, los diálogos metalingüísticos consigo misma y con el espectador en
“Arrebato”, crean un mundo de ecos realmente fascinante, un enfermizo juego de
degeneración y desintegración personal para entregarse a esas pulsiones
incontroladas de adicción que tienen todos los personajes y su propio director.
La cinta, como no podía ser de otra manera teniendo en
cuenta lo comentado, se inicia con el montaje de una película, planos de los
objetos, de los tramos de película, de una máquina de montaje… Luego veremos a
Pedro (Will More), un personaje que parece en fase terminal, y oiremos un sonido recurrente, siempre presente antes de cada aparición del personaje. El graznido de un cuervo o
algo parecido. El cuervo es un animal negativamente simbólico, ya sea para
representar el orgullo ingenuo y casi estúpido o como mensajero de la
desgracia. De alguna manera estas dos visiones encajan con el personaje de
Pedro. También oiremos una sirena mientras nuestro personaje envuelve su
paquete, la película que está montando. La sirena también será un sonido
recurrente.
El plano picado sobre una calle con unas farolas en forma de
cruz nos sugiere el suicidio, algo que parece pedir a gritos el personaje de
Pedro, al que vimos moverse con urgencia, como si le quedara poco.
El color rojo tendrá una gran importancia a lo largo de la
película, lo veremos en el lacrado del paquete que hace Pedro, en los labios de
Ana (Cecilia Roth), los fotogramas “vampiros”, la gota de sangre tras el pico de
heroína… Siempre relacionados con la tentación, con la adicción de los
personajes, al cine, al sexo, a las drogas.
El lacrado nos sugiere la sangre, gotas de sangre cayendo, y
se encadenará con un plano de una vampira, una "chupasangres". Ideas infinitas de
este tipo tendremos en la película de Zulueta.
Pasamos al otro personaje indispensable de la función, José
Sigardo (Eusebio Poncela), que es al que iba remitido el paquete que vimos
haciendo a Pedro en la escena anterior. Aquí se marca el evidente paralelismo
entre los dos personajes, personajes que corren paralelos pero que resultan ser
opuestos al final. José es director de cine y está en la sala de montaje
haciendo el de su última obra, un montaje amateur y otro profesional en escenas
sucesivas.
José muestra una evidente desgana en su trabajo, quiere
acabar, cumplir sin más y punto. Hastiado del cine.
“Yo me cago en el cine”
“Porque en definitiva, no es a mí a quien le gusta el cine,
sino al cine a quien le gusto yo”.
Realiza películas de terror, antes sentía pasión por lo que
hacía pero parece haberla perdido. Zulueta en esta escena se centra en los
elementos de trabajo de los cineastas, prescindiendo en muchos momentos de las
actuaciones, oyéndose los diálogos en off.
El montador que comprarte escena con Poncela es, nada más y
nada menos, que Antonio Gasset, mítico presentador de “Días de cine” durante
muchísimos años.
Podemos ver, entre otros, un cartel de “Camada negra”
(Manuel Gutiérrez Aragón, 1977). José se hará pasar por vampiro para bromear
con su montador, se marcará dos puntos rojos en el cuello y pondrá unos
colmillos falsos. Lo vampírico presente desde el mismo inicio marcando el
constante y seductor diálogo interno de la película.
El plano de la película con la vampira rebobinándose hacia
atrás se encadena con otro de Poncela en su coche. Un viaje por una Gran vía
repleta de cines, cuando era el “pequeño Broadway”, un travelling tan
apasionado como nostálgico ahora. Títulos como “Quo Vadis” (Mervyn LeRoy, 1951),
“El humanoide” (Aldo Lado, 1979), “Historia de Oliver” (John Korty, 1978), “El
cazador” (Michael Cimino, 1978), sobre la que Zulueta enfatizará, “Superman”
(Richard Donner, 1978), “Phantasma” (Don Coscarelli, 1979), “Bambi” (David
Hand, 1942), ante la que fijará su mirada, “un cuento inolvidable”…
En ese viaje Zulueta reparará en un local, “Cerrado por
vacaciones. Inauguración temporada 30 de agosto”, que incluso puede ser
simbólico respecto a José.
Zulueta manejará la banda sonora y sus efectos de sonido de
forma realmente fascinante. Así una música tenebrosa anticipará la aparición
del paquete enviado por Pedro. Un paquete que lejos de ser un macguffin resulta
esencial en la trama para el espectador. No sólo será el paquete quien reciba
la llegada de José a casa, Ana, su ex novia, también lo hará, lo que perturbará
de tal manera a nuestro protagonista que olvida el envío de Pedro. La casa de Poncela estará iluminada con una luz roja, de nuevo el color rojo
presente, junto a otra verde. Zulueta mostrará a través de los objetos el
estado emocional y los pensamientos que rondan por la cabeza de José, un cartel de su película “La maldición
del hombre lobo”, que antes se nos relacionó con Ana, y que despierta recuerdos
dolorosos en José, una copa con la marca de los labios de la chica, una
televisión con nieve que remarca su conflicto y confusión interiores, su poca
claridad de ideas, así como oiremos un incómodo pitido desde la banda sonora.
Un ambiente perturbador, enfermizo, extraño, inquietante…
Ana lo colapsa. Pequeña aparición de Luis Ciges.
Contrapicado y picado, sobre la luz roja y sobre el propio
José. Un clima de tensión y artificio lumínico que el protagonista eliminará de
un plumazo en una especie de juego metalingüístico, que es constante por otra
parte.
Un espejo en el baño, siempre simbólicos, y aunque Zulueta
hace poco hincapié en él dejándolo en plano sólo un instante, parece marcar la
escisión de la realidad en José. Pondrá el baño y al sentarse en otro sillón
sentirá bajo él el paquete de Pedro que parece tener vida propia, ya que José
lo tiró, en su frustración, al suelo. Un paquete que parece apresurarle para
que lo vea, ansioso… A la televisión, por arte de magia, se le irá la nieve en
ese momento también.
José abrirá y descubrirá su contenido, intentará escuchar la
cinta junto a una dormida Ana. Todo parece impulsarle hacia algo que pretende
evitar, hacia la tentación, hacia el mundo de sus adicciones, los sugerentes
labios de Ana, los fetichistas tacones tirados por el suelo, la bañera que se
sale… todo ello provoca un estado de agitación en José que parece querer
aliviar con pastillas, aunque logrará contenerse, tirarlas al váter, pero la
cisterna no funcionará mientras volvemos a oír el sonido de las sirenas, como
las que escuchamos al inicio. Esa sirena que indica alarma parece querer guiar
al personaje en otra dirección. José hará un ritual purificador metiéndose
vestido en la sucia bañera llena de agua, en ese momento el reproductor se
iniciará solo y verá flashes de su amigo tras sumergirse en la misma.
Un maquiavélico fatum que lo impulsa a la adicción y a caer en
la tentación.
Dedicada a Percival, que espero disfrute de esta lectura como del visionado de esta joya.
Empieza bien la crítica de la peli. Peli que no me gusta como te comenté ayer. Veo que compartes en cierto grado la opinión de ciertos críticos que consideran a esta obra una metáfora de la adicción ala heroína de su director: Ivan Zulueta. A ver como continua, ya que, polémica habrá
ResponderEliminarRubén
Un honor Rubén que te hayas pasado por aquí. En realidad no veo a la película como metáfora de eso, la adicción a la heroína está explícitamente mostrada, pero si reflexiona sobre la adicción en términos abstractos, lo grande en la peli es cómo mezcla eso con el tema de la infancia y el cine entre otras cosas. A ver si al final del todo logro cohesionar la cosa bien jejejejeje.
ResponderEliminarPuedes ser todo lo polémico que quieras crack.
Sí, sobre adicciones varias trata la trama. Entre ellas también la sobre adicción al cine que algunos tenemos jaja. También creo que e personaje de Pedro, también refleja adicción al sexo, con tintes homosexuales, debido a la obsesión que despierta en el protagonista, más incluso que el personaje de Cecilia Roth. Vamos, un batiburrillo de obsesiones varias, que a mí a veces, no me parecen bien conectadas, a diferencia de lo que ocurre con el magistral cine de David Lynch, del cual soy fan de todas sus películas, incluso las más surrealistas como Inland Empire.
ResponderEliminarSeguiremos debatiendo
Un abrazo
El toque homosexual está presente, pero lo considero poco importante, creo que Pedro despierta en José la pureza olvidada hacia el cine, ahí entra el tema de la infancia de lleno.. Ya iremos tratando el tema.
ResponderEliminarDavid Lynch es una completa debilidad. Quiero hacer CARRETERA PERDIDA.
Carretera perdida es la obra maestra más grande de los últimos 20 años. Saldrá algo genial de ella.
ResponderEliminarYeaaaaah jajaja me encanta.
ResponderEliminarTengo que decir que afronté Arrebato con escepticismo en base a lo leído sobre ella (todo muy elogioso, pero desde un punto de vista cahiersiano que me hacía recelar). Luego el resultado fue radicalmente contrario. Como el cine es la forma, yo es que creo que esas imperfecciones técnicas que comentas forman parte de lo que diferencia a esta película (realmente singular sin dar la impresión de que su autor pretende ser singular). Es como si se analiza a unos Pavement desde la idea de que hay imperfecciones. Es que eso es parte de lo que les hacía especiales. Bueno, a lo que iba: para mí el éxito de Arrebato es que consigue ser lo que cuenta. Adictiva sin que resulte sencillo explicar la razón de esa fascinación. Uno percibe algo sobrenatural (ay, aquello de la magia del cine, pero tan diferente a la concepción tradicional del tópico) y desde luego que me da la impresión de que ése resultado escapa a las propias ambiciones del director. Una película ¡de vampiros! absolutamente fuera de registro.
ResponderEliminarJajaja así es, una de vampiros como jamás se ha hecho.
ResponderEliminarEs lo que tiene el arte verdadero, magia, esa cosa intangible. Gracias por el aporte Percival.
Nacho: Una pasada de película Enorme Eusebio Poncela!
ResponderEliminarSí que lo es, Nacho.
EliminarNacho: Lo que no sé es que era esa especie de masa que caía de la televisión.
ResponderEliminarA lo largo de las 4 partes del análisis lo explico :)
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