Magnífica intriga política sobre un posible holocausto
nuclear realizada con un minimalismo sorprendente.
Una orden recibida por bombarderos aéreos estadounidenses
les obliga a dirigirse a Moscú para lanzar sobre ella bombas atómicas en plena
guerra fría. Cuando el alto mando descubre que esa orden fue producto de un
error o un fallo se activa una cuenta atrás para evitar la catástrofe e impedir
que los bombarderos cumplan su objetivo.
Mínimos elementos logran construir una intriga tensa, sobria,
eficaz y aterradora. Con decorados
sumamente minimalistas donde se prescinde de casi cualquier accesorio, recursos
estilísticos reducidos al máximo e interpretaciones ajustadísimas, Lumet logra
llevar a buen puerto una historia sobre bombardeos nucleares usando pocas
habitaciones (decorados), y con una pantalla gigante como narradora de las
incidencias de dichos bombarderos (casi de videojuego).
Tan solo salimos de ese asfixiante ambiente burocrático de
mandos militares en tres ocasiones para conocer un poco las vidas fuera del
trabajo de tres personajes.
El piloto del avión que tiene un sueño recurrente, donde es
espectador de una corrida de toros. Un mando militar que vive con sus padres
borrachos y recibe la visita de un superior para recogerle y un consejero civil,
(Walter Matthau), que es una especie de polemista por sus radicales opiniones
en fiestas y que aboga por atacar a la Unión Soviética antes de ser atacados
por ellos.
Todo lo demás nos lo cuentan en recintos militares,
habitaciones cerradas donde se debate o decide el conflicto que, básicamente,
son tres también, la habitación donde el presidente de los Estados Unidos,
(Henry Fonda), y su traductor negocian con Moscú, la amplia estancia donde está
la gran pantalla donde se ven los movimientos de los cazas y bombarderos, y la
habitación donde diversos militares y consejeros debaten qué es lo más
conveniente hacer.
Volviendo a los tres personajes en los que Lumet se centra
para ver un poco su vida cotidiana, al primero de ellos, el general Black (Dan O'Herlihy), le
vemos con su mujer en una bonita escena cotidiana al levantarse, con sus hijos
dormidos y haciendo planes para ese mismo día. Tiene sueños con una corrida de
toros que le provocan gran terror, es un hombre honesto y está en contra de la
guerra y los argumentos de atacar primero y curarse en salud de gente como el
personaje de Walter Matthau. Se verá obligado a cometer un acto terrible.
El segundo de ellos, el consejero civil interpretado por
Walter Matthau, defiende sus tesis, tanto en fiestas como en la reunión de
generales, de atacar de modo preventivo y así acabar con cualquier tipo de
amenaza, curándose en salud matando millones de personas para evitar millones
más. En la reunión con los militares será el contrario del general Black. Es
frio y despiadado, no parece tener el más mínimo sentido de la empatía.
Por último el coronel Cascio (Fritz Weaver), al cual van a buscar a su casa
y vemos que vive con unos padres borrachos en un ambiente lastimoso. Este
personaje también defenderá el ataque y tendrá un momento de locura, ante el
temor de lo que se avecina, agrediendo a su superior para intentar que se
consume dicho ataque.
La cuestión con respecto a estos tres personajes es ¿por qué
ellos?, ¿qué se busca y para qué nos centramos en ellos nada más?
La trama política en sí es excelente, y como en las cintas
de este estilo tenemos múltiples conflictos que desarrollan interesantes
reflexiones. Aquí un destino que parece inexorable nos lleva a un desastre en
el que todos pierden. Deber, honor, el conflicto entre las órdenes y el sentido
común, entre la responsabilidad y el poder…
He hablado de minimalismo y sobriedad, aspectos que dan el
tono de la película y que son perfectamente coherentes con la esencia del film.
Esa esencia, o lo que marca la diferencia en la película, es la importancia de
los detalles, de las pequeñas cosas, de los matices. Se dice que la
inteligencia es la capacidad para captar y analizar los detalles y matices de
las cosas. En “Punto límite” los detalles y los matices son la esencia de la
película, el tema principal. Así además de esa pantalla con lucecitas que
representan a cazas que disparan, caen o vuelan, de esos sobres secretos y
urgentes que contiene mensajes escuetos, de esa sala donde el presidente
realiza gestiones para evitar la catástrofe sin ningún elemento estético o
decorativo, en la película se trata y se habla en varias ocasiones de la
importancia de los pequeños matices, decisiones o detalles. Todo se acaba
reduciendo a la elección de apretar o no un botón, se reduce a que un detalle
nimio se dé o no se dé, todo se reduce a un pequeño matiz.
Sobre esos elementos o conversaciones donde se hace mención
o se le da importancia a los matices, sutilezas o detalles tenemos la conversación donde el presidente
hará mucho hincapié al traductor en que se fije en los detalles, matices y
mínimas inflexiones de voz que note en el presidente ruso en la conversación
que tendrá con él, porque pueden ser de vital importancia. Un científico que
domina la maquinaria militar explica que los fallos de las máquinas, al ser éstas
tan complejas, son sumamente sutiles, lo que hace casi imposible corregirlos. Una
vez más lo sutil, el matiz, resulta clave. Las peticiones de que se reduzca la
escala de la pantalla para ver con más detalle las evoluciones de los
bombarderos son otra muestra de ello, de la continua importancia que se le da a
los pequeños detalles que cambian todo. Todos
estos son ejemplos de la sutileza de la propia película y la inteligencia de la
misma, su verdadera esencia.
Los planteamientos sobre hasta dónde llega la libertad para
decidir sobre vidas ajenas, sobre la responsabilidad de los mandatarios, sobre
la ligereza con que se tratan las vidas humanas en asuntos políticos, sobre el
desprecio de la vida en la guerra donde todo vale son, entre otros muchos, a
los que invita a reflexionar la cinta.
El brusco final puede chocar pero es perfectamente coherente
con la propuesta de la película, es más, le da sentido a la misma. Los mayores
defectos serían achacables a la decisión de mostrar a los personajes comentados
fuera de la trama central en su vida cotidiana y no a otros, que de la
sensación de cierta dispersión o elección gratuita aunque no sea del todo así,
en cualquier caso es algo nimio.
Bien interpretada, con sobriedad, “Punto límite” es una gran
película de un director extraordinario que ha dejado un buen número de títulos
excepcionales.
Cine político del bueno.
ResponderEliminarUna de las películas imprescindibles para entender la guerra fría. Personalmente, a raíz de ver en mi tierna infancia el terrible episodio 13 de Cosmos, quedé muy sensibilizado con la temática de la película y cuando la ví unos años después, no me decepcionó en absoluto.
Los dilemas morales, uno de mis temas favoritos, son tratados con una sutileza y exquisitez que diríamos imposibles en el cine actual.
Coincido con MrSambo en que su punto débil son las salidas para la vida personal. Lo de los sueños queda bastante estrambótico y chirría demasiado.
Por todo lo demás, una visión obligada para tomar conciencia de la importancia y peligros de la Destrucción Mutua Asegurada que tanta importancia tuvo en el desarrollo y conclusión de la Guerra Fría. Comentar que el sistema americano de defensa que se refleja en la película se abandonó poco después del accidente de Palomares, por el riesgo que demostró en esa situación: mantener en vuelo permanente tanto B-52 armado con bombas nucleares no era tarea sencilla a nivel logístico o político.
Una anécdota. El traductor, de tanto y tan merecido protagonismo en los minutos finales es ni más ni menos que Larry Hagman, el futuro JR de Dallas.
Archiduque, así es, el mítico JR jajaja.
ResponderEliminarNo conocía el detalle de Palomares, muchas gracias, como siempre, por el apunte.