Se oyeron algunas críticas al estreno de la primera parte de la saga de Piratas del Caribe que decían que, bueno, era entretenida, pero básicamente la película era lo que era el personaje de Johnny Depp. Esto, que es totalmente falso ya que se trata de un más que sano y brillante entretenimiento, se ha convertido en la pura verdad en sus secuelas.
Ésta que nos ocupa y que dura la friolera de 2 horitas y algo más de 40 minutitos, se puede llegar a hacer tremendamente aburrida y su conclusión, con ese cruel final para la pareja protagonista, realmente infumable.
Depp, una vez más notable, y alguna escena que resulta divertida, son las cosas más destacables que podemos mencionar junto con la aparición de lo más parecido a un pirata que tenemos entre el famoseo, el bueno de Keith Richards. Y Keira Knightley.
El resto se acaba inundando, como ese barco pirata que ejerce de submarino, en un mar de efectos especiales y, sobre todo, de chorradas a tutiplén.
Exuberante, exótica y vacía, una lucha constante por superar la chorrada anterior, la desnudez exhibicionista en la que queda el que no es gracioso pero pretende serlo o parecerlo.
A los habituales de la saga sumamos a Chow Yun-Fat.
Es curioso como cuando en una saga no hay una preparación las tramas son cada vez más desquiciadas. Lo de esta tercera parte tiene mérito ya que se ensimisman tanto en su desquiciamiento que parecen no querer acabar la película, imagino que alguien con una repentina lucidez les dijo: “mejor acabamos ya, que va para las 3 horas”. Mi eterna gratitud a esta lúcida persona y a los que le hicieron caso.
Casi se me olvida, Orlando Bloom nos deleita con otra memorable interpretación. Lo de este chico no tiene precio, no llega a la profundidad casi shakespeariana de “El reino de los cielos” (Ridley Scott, 2005), una de las peores interpretaciones que he visto nunca, pero el chico lo intenta. El mono Amedio vuelve a superarle otra vez.
Obra maestra absoluta de personajes profundos, retratos psicológicos de grandísimo calado, un estudio sobre las relaciones y la naturaleza humana tratando multitud de temas que luego comentaré, además de un gran retrato de Hollywood de manera indirecta.
Todos se desnudaron en esta cinta en la que mostraron lo más íntimo de sí mismos, no sólo su director, Nicholas Ray, sino la pareja protagonista.
Dura, oscura, Nicholas Ray muestra el enamoramiento y fascinación de una pareja y su doloroso resquebrajamiento, su paulatino deterioro, algo increíblemente personal ya que él mismo estaba inmerso en esa situación nada más y nada menos que con la protagonista del film, Gloria Grahame. Además el propio Humphrey Bogart se desnuda en un papel en el que muestra muchísimas características personales, incluso pensó que quizá se había expuesto demasiado. Por esto y muchas otras cosas la película rezuma autenticidad.
Bogart interpreta a un guionista de talento que recibe el encargo de un guión que poco tiene que ver con sus intereses de autor. Conoce a una chica que ha leído la novela que debe adaptar, y decide llevarla a su casa para que le haga un resumen detallado y así ahorrarse leerla. Al día siguiente la policía irá a su casa a investigar el asesinato de la chica, con lo que Steele (Bogart), pasa a ser el principal sospechoso.
El personaje interpretado por Bogart es tremendamente violento e inestable, un “broncas”, para entendernos, que se encontraría al borde de la psicopatología. Sus arrebatos violentos vienen sucedidos por arrepentimientos sinceros, un perfil que le asemejaría al del maltratador. Steele es un personaje “dual” en casi todo, sus arrebatos violentos se suceden de arrepentimiento, provoca miedo pero también fascinación, es brillante y a la vez caótico. Ese es el conflicto en el que se ve metida el personaje de Gloria Grahame (Laurel), se siente enamorada y atraída por su potente personalidad, por su brillantez y la fascinación que transmite, pero todo eso conlleva que su intensidad acabe desembocando en violencia lo que le hace temerle. El agente de Steele se lo explica, todo eso es Steele, o se le acepta o se le rechaza, todo eso va con él, es parte indisoluble de su personalidad.
Ya en la primera escena que vemos con los títulos de crédito nos hacemos una clara idea de la personalidad de Steele, sarcástico y cínico, rápido y brillante pero irascible, un hombre que vive al límite, en tensión constante, imprevisible.
Steele pertenece al sistema de Hollywood, está resignado a él, frustrado incluso, el retrato del autor vendido que no encuentra sitio para expresarse, que asume hacer basura aun sabiendo todo lo que podría dar, plenamente consciente del negocio. Es por ello por lo que tiene tanto respeto al actor borracho que es su amigo, un actor que una vez rindió servicios y ahora es abandonado y tirado por la industria, algo que bien sabe Steele podría sucederle a cualquiera y que le define como un hombre con principios, un cínico romántico. Le defenderá de burlas y desmanes siempre. Steele ya no trabaja por idealismo o por necesidades artísticas, sino por dinero.
Una vez se vea inmerso en las sospechas del crimen veremos a un personaje sin medida que despertará las sospechas incluso de sus más cercanos. Y esa falta de medida es con todo, incluso para amar. La memorable frase “nací cuando ella me besó, morí cuando me abandonó. Viví mientras me amó”, le define totalmente, romántico, desenfrenado, inestable… Su primera reacción violenta la veremos defendiendo a su amigo, el actor borracho, y es fácil ver ciertos paralelismos con el espíritu “quijotesco”. Curiosamente será la única vez que no tenga la necesidad de pedir perdón, una vez calmando es plenamente consciente de lo que ha hecho. Siendo el personaje duro de tantas y tantas cintas de Bogart, Steele no es en absoluto simpático, es carismático y fascinante pero no es un personaje agradable, expone muchísimo de esa personalidad violenta, especialmente cuando bebía, que tenía Bogart también en la vida real. Su tratamiento a las mujeres en ocasiones, como a la actriz de un sugerido pasado en común, es sin remilgos y áspera sin complejos.
La trama negra de la película es, en realidad, una excusa para desarrollar la relación de Steele con el mundo así como la que tienen sus conocidos con respecto a él, y plantear la ambigüedad de un personaje que hace dudar a todos. Vemos como despide a la señorita que le ayuda en su trabajo resumiéndole el libro y su total desinterés por el mismo, pero también entendemos que cuando nos informan sobre la muerte de la chica, Steele no sería capaz de eso, al menos en las circunstancias que vimos. El personaje se irá desarrollando y veremos que es perfectamente capaz de matar a alguien, es más, nos sorprendemos de que haya llegado hasta aquí sin hacerlo, pero también sabremos que para que eso se dé se deben dar unas circunstancias determinadas. En todo momento tendrá y se manejará con la seguridad de quien se sabe inocente. Además intuye las mentiras enseguida y nadie se atreve a contradecirle si sabe que está en lo cierto, en cierta medida por ese miedo que produce. Como antes mencioné, Steele tiene unos principios consolidados, y no acepta la mentira, igual que él es tremendamente sincero. No admite ni aguanta que le mientan. Todo esto y más define una complejísima personalidad. En otros de sus arrebatos en seguida tendrá gestos de disculpa (con el conductor al que agrede en la carretera, con su amigo y agente, las retiradas de denuncias en el historial de Steele…).
Con respecto a Gloria Grahame, la actriz con más cara de vicio que se ha visto en el cine, (es puro erotismo), comentaré que sabe tratar perfectamente a Steele, le tiene el punto cogido pero empezará a equivocarse conforme el comportamiento de su enamorado se haga más violento. Las dudas de la policía con respecto a Steele se irán trasladando a ella misma, le irá cogiendo miedo y comenzará a ocultarle cosas. Su carácter fuerte se irá desmoronando y su relación que parecía perfecta, la confianza y los pilares básicos de toda relación, se irán haciendo trizas. Ella es una actriz sin suerte, perdida en Hollywood en espera de una oportunidad que nunca llega.
Memorable es la escena de su segundo encuentro en la comisaría con esa conversación casi indirecta que ambos mantienen. Estamos hablando de una película en la que no sobra absolutamente nada y donde Ray nos muestra el resquebrajamiento de esa pareja a través de esos caracteres tan comunes en sus películas (“Rebelde sin causa”, 1955, “Johnny guitar”, 1954). La relación de Bogart con Grahame es también sin medida, ama con todo y sus celos también son excesivos, no sabe hacer las cosas con mesura, es extremo para lo bueno y lo malo. Grahame busca su sitio pero en contra de lo que pudiera sospecharse no hay intereses ocultos en su relación, se enamora sinceramente, esto no significa que el hecho de que Steele fuera guionista no influyera en su interés inicial.
La puesta en escena es extraordinaria y los planos rodados en los apartamentos de Bogart y Grahame espléndidos. Excelente también es la escena donde Steele, en casa de su amigo el policía, cuenta su versión de cómo debió morir la chica, así como excelente es la conversación del matrimonio una vez Steele se ha ido. No es raro que cuando luego vemos a Bogart poner el brazo alrededor del cuello de Grahame mientras conduce un escalofrío nos recorra la espalda.
Hay otra escena definitoria de ambos personajes, donde Bogart va a la casa de Grahame a saber si acepta sus proposiciones, el está tenso, ella controla la situación y le dice que decidió aceptar el día anterior, Bogart, ansioso, le dice que debió decirlo antes porque debía haber pensado que él querría saberlo, a lo que ella alega que él debía pensarlo también con detenimiento, Bogart la besa inmediatamente y le dedica unas bellas palabras. Bogart es impulsivo, lo quiere ahora, lo quiere enseguida, ella es más reflexiva. Otra escena magistral del film es la de la cocina con la pareja preparando el desayuno y Bogart explicando lo que es una buena escena de amor, cuchillo en mano, pelando un pomelo.
Esa calma en lo personal, ese final del túnel en la búsqueda de la persona adecuada por parte de Bogart, le hace transformarse en lo profesional, comienza a trabajar denodadamente, ya no quiere un guión de fórmula, no quiere un guión mecánico para sacar un dinero, vuelve a sentirse artista. Es reseñable que una de las más importantes circunstancias que influyen en el deterioro de la pareja es por la influencia externa, (la policía y sus sospechas, la agente-masajista de Grahame…), todas esas injerencias acaban mermando la confianza y que ella acabe dándole una perspectiva negativa a los actos de él, ya de por sí negativos. El tratamiento de dicha sugestión y cómo evoluciona es ejemplar. Steele es completamente inconsciente de lo que a ella le ocurre, como mucho piensa que hay otra persona, pero su amor es totalmente incondicional, piensa que el de ella también lo es, no se puede plantear otra cosa, salvo en sus ofuscamientos, pero como digo no en el sentido de lo que verdaderamente la ocurre. Por eso una vez más la mentira le acaba perturbando de tal forma que pierde el control. Esto lo definiría también como egocéntrico, incapaz de analizar lo que podrían provocar sus actos en los que le rodean, una comprensión mayor de lo que le sucede a su chica para reconducir su situación, ya que si bien es cierto que las sospechas son infundadas y deben provocar una decepción que tus seres queridos las tengan, la reacción es totalmente desproporcionada.
Es curioso como su amigo y agente, que es agredido por él, se mantiene siempre fiel (casi un Sancho), en cambio, en una relación las dudas acaban siendo una tumba.
A todo esto sumamos ese retrato profundísimo de forma indirecta del Hollywood en la época de los estudios, las actrices aspirantes en busca de suerte, su desilusión, la realidad de las estrellas, los actores venidos a menos, lo efímero del éxito, el desprecio ante lo que no da rendimiento, la venta del propio talento… Juguetes rotos que Hollywood usa y tira abandonándolos a su suerte, que en la mayoría de las ocasiones no es muy afortunada… y la fascinación que provoca todo ese mundillo y el que pertenece a él.
Es obligado destacar las soberbias interpretaciones de todos y cada uno de los miembros del reparto, haciendo mención especial a la pareja protagonista, con un Bogart que hace uno de sus mejores y más personales papeles. La dirección es perfecta, sobria y usando algunas sutiles metáforas visuales, la escena de la declaración de matrimonio con la cafetera como elemento metafórico del bullicio de los sentimientos que tiene en ese momento el personaje de Grahame es buen ejemplo de lo mencionado (curiosa la relación entre la Grahame, el café y las cafeteras que nos recordarían a “Los sobornados” de Fritz Lang de 1953). Los encuadres sobrios y precisos son otra muestra del talento de Ray.
Diálogos extraordinarios y un final perfecto, desolador, duro, oscuro y totalmente coherente que es la antítesis del “happy end”. Profundidad a raudales, cine adulto y de enjundia, talento por doquier en esta obra estimulante a nivel intelectual y emocional. Obra maestra a todos los niveles.
Del mismo año que “La ventana indiscreta” y con una temática o punto de partida similar al de la obra maestra de Alfred Hitchcock, esta pasable película de intriga ha pasado bastante desapercibida. Quizá eclipsada por la maestría de la cinta protagonizada por James Stewart.
Sin ser en absoluto una mala película, todo lo contrario, es una cinta entretenida y muy digna, lo cierto es que sirve de ejemplo para ver cómo tratando un tema similar un gran maestro es capaz de hacer una de las mayores obras maestras de la historia del cine y otro sólo una discreta cinta de intriga.
Roy Rowland tenía todos los ingredientes necesarios para hacer algo realmente interesante, una historia atractiva y unos actores extraordinarios, George Sanders y Barbara Stanwyck.
Cheryl (Stanwyck) ve desde su casa como en el bloque vecino se comete un asesinato, aunque lo denuncia nadie la cree ya que no se encuentra ni el cuerpo, ni prueba alguna, lo que provoca que algunos, incluso la policía, la crean loca.
La película comienza con gran fuerza, un asesinato visto desde la ventana de enfrente (nos suena), un cadáver que no se encuentra (nos suena) y la imposibilidad de coger al culpable por falta de pruebas y porque nadie cree a la protagonista (nos suena también). Lo dicho, una primera escena, la del asesinato, que mete de lleno al espectador en la película y que sigue a buen nivel con la ocultación del cadáver por parte del asesino, un George Sanders tan cínico como de costumbre, en unas escenas de buen suspense. A partir de ahí la película va perdiendo fuerza de forma paulatina, y aunque con algún buen momento y alguna escena notable, no se acaba de recuperar ni siquiera en el final, un final más efectista y estruendoso que brillante.
En esas primeras escenas un viento huracanado mueve con violencia los toldos, un efecto atmosférico simbólico que resalta lo que acabamos de ver y las emociones y actos violentos que se acaban de comentar.
La película se convierte entonces en una persecución del perro al gato, donde la protagonista atosiga al asesino pero donde éste acabará logrando mediante un juego psicológico librarse de las sospechas y convertir a ese perro en gato, ya que logrará que se la vea como una persona desequilibrada.
Ese juego psicológico en que se convierte la película en su parte central si bien tiene grandes momentos y nos deja un buen villano repleto de crueldad y frialdad, pierde fuerza e interés con respecto al potente inicio, como ya comenté. Esto es debido a que la narración que potencia el suspense y el fuerte conflicto entre los protagonistas en base a la trama del inicio se va desvaneciendo, con lo que el suspense y la tensión flojean para dar preeminencia a los aspectos psicológicos. Con ello sólo logra que la trama quede algo difuminada y su fuerza inicial quede reducida al no haber nuevos elementos que sostengan el inicial planteamiento, nuevos giros en dicha trama.
Por tanto pasamos a ver una película que se pierde en divagaciones sobre el pasado nazi del villano (algo que no aporta nada), analizar las consecuencias psicológicas y posible locura de la protagonista, en un plan que, aunque interesante por parte del personaje interpretado por George Sanders, no tiene ni la consistencia ni la fuerza de la trama que se plantea de inicio.
Con todo, las maquiavélicas estrategias de ese villano ex nazi son atractivas y tienen el suficiente interés como para identificar al espectador con la sufrida protagonista. Una protagonista que se salva no por la brillantez de la investigación, sino por pura fortuna.
Una película muy intensa en sus primeros 20 minutos pero que luego se pierde en un juego psicológico de menos interés. La película, sin duda, se atasca en esa parte central, que va a trompicones y es sumamente reiterativa en situaciones (negaciones a las pruebas presentadas por la protagonista, falta de confianza del policía hacia ella, reinicio de investigaciones, investigaciones que no llevan a nada, no hay progreso por tanto…)
La relación entre el policía y el personaje de Barbara Stanwyck también tiene su interés ya que él nunca confía en ella, una relación difícil de mantener.
Parte de la pérdida de la fuerza de toda la parte central, la más psicológica, es debido al punto de vista adoptado por el director. No hay ambigüedad y conocemos en todo momento las maquinaciones del villano, lo que aunque nos identifica con la protagonista, cosa que también pasaría de no conocerlas, disminuye el suspense y la tensión. Un juego de inteligencia, con sus aciertos y defectos pero carente de emoción.
Las escenas en el sanatorio tampoco tienen la fuerza necesaria, se intuye la locura pero en ningún caso se toman riesgos estéticos.
Las interpretaciones son correctas, especialmente las de los siempre eficientes, cuando no sumamente brillantes, George Sanders y Barbara Stanwyck (una de las grandes actrices de la historia). Más discreto está Gary Merrill.